viernes, 6 de abril de 2012

Por fin llegó la Semana Santa del Coche

Muchas veces cuando uno se mete en uno de esos soliloquios en los que se cuestiona el uso excesivo, abusivo e irracional del coche cargado de múltiples argumentos y razones de peso, alguien pregunta:

- ¿Es que queréis que la gente renuncie a sus coches?

Es la pregunta del millón. Hay que reconocer que el coche tiene sus cualidades incuestionables: recorrer largas distancias, transportar cargas y varios pasajeros a la vez, llegar a lugares donde el transporte colectivo no llega... En esas misiones el coche es insustituible y las vacaciones representan la gran oportunidad para reivindicar el coche como el gran vehículo para poder acceder a nuestros destinos privados y privativos.

La Semana Santa se presenta como una de esas oportunidades inigualables para justificar y exprimir el coche. La semana de los 14 millones de desplazamientos en un país de 47 millones de habitantes así lo demuestra. Incluso con un pronóstico meteorológico tan malo como el que tenemos, nadie es capaz de renunciar al placer de conducir, en medio del atasco, con el resto de la muchedumbre automotorizada, aunque la gasolina vuelva a marcar máximos históricos y para disfrutar de 3 días de vacaciones haya que penar 2 de preparativos, viajes y recogidas. Somos así de borregos y además nos regodeamos de ello con estúpida arrogancia.

Ayer, en el supermercado donde se concentraba todavía parte de los más rezagados haciendo aprovisionamiento de víveres y útiles para la salida, me encontré este mensaje enternecedor:


Estamos metidos en esto hasta las cejas y, lo peor de todo, es que queremos seguir estándolo.

¿Cuánto nos cuesta todo esto?

Ayer se publicó un estudio que revela los costes de los atascos. Tan sólo valorando sus efectos en la contaminación, en la pérdida de tiempo y en el exceso de consumo de combustible y revela que a cada miserable ciudadano motorizado los atascos le vienen a salir por un pico anual de entre 100 y 1.000 euros, dependiendo del tamaño y de la congestión de la ciudad donde resida.

Un pico que hay que sumar a la cuenta anual de la tenencia y uso de un coche que, por término medio, no baja de los 3.000 euros y a toda una serie de gastos indirectos que el sufrido contribuyente sufraga formalmente y que vienen motivados también por la sobreutilización del automóvil. Son esos gastos relacionados con la salud (incremento exponencial de la obesidad, afecciones respiratorias, problemas cardiovasculares y el nunca suficientemente ponderado estrés), el mantenimiento de las infraestructuras, muchas veces sobredimensionadas y faraónicas, la incidencia de los accidentes en muertes y secuelas imputables a los mismos.

Todo eso sin contar con la cesión de espacio público y la conculcación del derecho a la paz y la seguridad en las principales calles y plazas de nuestras ciudades y todas las prebendas y las regalías que le hemos ido concediendo al Santo Coche. No sé qué más va a tener que suceder para que empecemos a darnos cuenta de que esto no es que sea insostenible, sino que empieza a resultar insoportable. Si la crisis, la recesión y los recortes no lo han conseguido...

En fin, en otro momento profundizaremos sobre ello porque ahora tengo un poco de prisa. ¡Chao!

2 comentarios:

  1. Creo que la Semana Santa no justifica el coche como transporte urbano aunque alguno lo intente, simplemente demuestra lo que es bastante obvio: el coche es un medio de transporte muy válido para desplazamientos largos entre poblaciones, pero como transporte urbano no vale nada, crea más problemas de los que resuelve. Yo no tengo coche ni lo quiero, pero si tengo que desplazarme por largas distancias entre ciudades sin tener que estar limitado por horarios de trenes o buses, etc, alquilo un coche sin dudarlo. Pero los coches en las ciudades preferiría no verlos, la vida en las ciudades mejoraría mucho.

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  2. El coche tal y como lo conocemos para desplazamientos urbanos tiene sus días contados; sobrevivirá a medio plazo en versión eléctrica pero a la larga será substutido por vehículos más ligeros, no tan grandes y eléctricos.

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