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lunes, 13 de febrero de 2017

El coche mata

Partamos de la premisa de que nadie quiere matar a nadie, al menos cuando conduce. Premisa a veces difícil de asumir cuando se presencian determinadas actitudes aberrantes de determinadas personas al volante. Pero contemos con que matar resulta, cuando menos, incómodo y desagradable, sobre todo cuando es fortuito, y al volante, aunque frecuente, se nos sigue presentando como algo casual. Si no, no se les llamarían "accidentes" a lo que no son sino "homicidios imprudentes". Pero seguimos usando paños calientes con el tratamiento del asunto.

Ayer tuvimos la terrible noticia de otro atropello fatal en la ciudad desde la que escribo. Una señora de 76 años, cruzando por un paso de peatones, es arrollada por un automóvil y horas más tarde fallece. Un paso de peatones sin semaforizar, que parece que fuera una especie de atenuante cuando, en realidad, debería ser un agravante, más cuando está perfectamente señalizado e iluminado. Terrorífico, por más habitual que se nos quiera mostrar por reiteración.


Vivimos en medios hostiles para todas aquellas personas que no hayan elegido un medio motorizado para desplazarse (y, a veces, hasta para las que lo han elegido). Lo peor del asunto es que lo tenemos tan interiorizado que contamos con ello. Daños colaterales. Males necesarios. Penas consentidas.

En esta ciudad, hoy vive una persona menos gracias a un sistema que consiente el homicidio negligente, da igual si con pena o sin ella. Esto es lo terrible. Y seguimos jugando con ello como algo no sólo soportable, sino deseable. Porque no nos engañemos, conducir automóviles todavía está considerado un derecho y una demostración de bienestar para las personas que lo hacen, y un indicador de salud económica para las sociedades que lo promueven.

Porque nos importa más garantizar presuntos derechos innegociables, como el acceso al coche mediante subvenciones a la compra o a la producción, la accesibilidad en automóvil a todos los rincones o la preponderancia (tiranía más bien) de los modos motorizados en la lógica vial, que sacar la cuenta de los perjuicios que ello nos provoca. Y las muertes son lo peor, pero, por desgracia, no es lo que más nos cuesta, porque no nos damos cuenta de que lo estamos pagando con creces por la puerta de atrás en la cuenta ambiental, la cuenta de la salud pública (enfermedades respiratorias, cardiovasculares, psicológicas, etc), la cuenta de la sustracción de espacio público, la cuenta de la violencia vial, la cuenta en definitiva de un modelo de vida que es tan agresivo y tan dañino para las personas que lo practican, como para las que lo sufren.

Sigamos jugando con estas armas y lamentémonos de sus daños colaterales con la boca pequeña mientras seguimos pregonando sus beneficios. A ver cuánto duramos.

martes, 22 de mayo de 2012

¿Se puede hacer algo por la bicicleta en una ciudad sin bicis públicas?

Ayer saltó la noticia de la paralización en la contratación del nuevo y fastuoso sistema de bicicletas públicas de Vitoria-Gasteiz, la rutilante European Green Capital 2012, que, de momento y mientras el Gobierno Vasco no mueva ficha en forma de 1 millón de euros, se va a quedar sin guinda para su pastel verde. Seguro que habrá quien ponga su grito en el cielo, como pasó en Madrid en su día, aduciendo que se está privando a los ciudadanos vitorianos de la herramienta clave en la promoción de la bicicleta en la ciudad.

Aparcamiento "antiguas" bicis públicas Vitoria-Gasteiz vacío

¿Son las bicis públicas el paradigma de la promoción del uso de la bicicleta en la ciudad?

Seguro que cualquier persona cabal de Barcelona, Sevilla, Valencia o Zaragoza os responderá "lo son" sin dudarlo ni un segundo. Seguro que, además, os explicarán eso de que a ellos se las han regalado. O aquello de que su uso ha salvado un montón de vidas y ha ahorrado un montón de millones indirectamente en salud, medio ambiente o reducción de la congestión, como si fuera algo exclusivo de las bicis públicas y no generalizable a cualquier bici. Pero ¿a que nadie ha sido capaz de comparar esta medida millonaria y que apareció de pronto en la escena ciclista ofrecida por grandes multinacionales de la publicidad con cualquier otra iniciativa de la misma magnitud?

Toca repasar las argumentaciones que presentaban las bicicletas públicas, así como algunos datos relevantes respecto a su utilización y las alternativas posibles. Para ello voy a recurrir a un estudio que hicimos hace ya unos años, pero que veo que sigue igual de vigente.

Bizikleteroak responde

De momento, la asociación cívica de promoción de la bici de la capital alavesa Bizikleteroak, una de las más razonables que conozco en el panorama estatal, ya ha emitido un comunicado al respecto del que merece la pena este párrafo:
Nos parece un despropósito y un sinsentido gastar tanto dinero en este servicio, teniendo en cuenta los recortes que se están produciendo a todos los niveles. De cualquier modo creemos que existen otras prioridades, también en cuanto a la bicicleta. Desde Bizikleteroak apostamos por la educación y la formación, sobre todo en las escuelas, ya que es una inversión de futuro, además de infraestructuras como pueden ser las bici-lonjas y los aparcamientos seguros y vigilados, aunque sean de pago y por supuesto, la pacificación de las calzadas, para hacer la ciudad más sostenible y segura para peatones y ciclistas . 
 Que cada cual extraiga sus conclusiones.

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domingo, 22 de abril de 2012

Aunque tú puedas, tu país no puede

Vivimos inmersos en una vorágine que nos impide pararnos un momento y pensar qué estamos haciendo, qué hemos hecho mal o qué podemos hacer para aliviar esta sensación de congestión y agarrotamiento a que nos están condenando los que alimentan y mantienen este estado de cosas. Hemos aprendido a tragar y a sufrir las consecuencias de tal manera que parece obsceno y de alguna manera traidor tratar de cuestionar el rumbo que seguimos empecinados en mantener o tratar de denunciar algunas situaciones que favorecen esta deriva.

Nos han enseñado a no ser críticos, nos han enseñado a ser obedientes, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por nuestro propio bien, por el bien colectivo. Tanto es así, que incluso cuando las cosas se ponen feas de verdad como se están poniendo, sólo una minoría es capaz de denunciarlo públicamente, porque el resto sigue creyendo que es mejor estar parados que moverse si nadie se lo ha ordenado. Es curioso el fundamento del orden social que se ha ido consolidando en nuestra sociedad, ese que fomenta el aborregamiento, el seguidismo y la resignación.


Hoy toca hablar del presupuesto familiar, una de esas entelequias que la mayoría de nosotros estamos habituados a gestionar con maestría pero sin cuestionar ninguna de sus partidas porque parecen inamovibles. Entre dichas subcuentas, hay una que es especialmente importante, muchas veces tan importante incluso como la de la vivienda, y que participa decisivamente en la asfixia que viven muchas familias en este país. Es la cuenta del coche.

La cuenta del coche

Nadie cuestiona la cuenta del coche en una sociedad que ha trabajado muy duro para hacer que el coche sea el medio de locomoción más conveniente. Nadie. Nadie ha reparado en que la tenencia y manutención de un coche, cuesta mensualmente un mínimo de 300 euros. Nos hemos acostumbrado de tal manera a soportar este gasto que lo hemos asimilado al de la hipoteca o el alquiler de la vivienda. De hecho, muchas familias alimentan 2 y 3 coches con presupuestos familiares realmente exiguos y con agobios financieros fenomenales. Pero somos así de valientes cuando nos lo proponemos, o, casi mejor, cuando asumimos algo como incuestionable.

Lo más aterrorizante de esta situación es que, ahora que nos están haciendo apretarnos el cinturón de una manera increíble, la gente sigue aferrada al volante en propiedad y a todo lo que ello conlleva como si de ello dependiera su libertad, su capacidad de moverse o su acceso al mercado laboral. Somos así de miserables. Vivimos así de engañados.

La verdadera cuenta del coche

Pero la verdadera cuenta del coche, la de cuánto tenemos que pagar no ya sólo como propietarios sino además como contribuyentes, es la que la inmensa mayoría en esta sociedad engañosa y falsa está empeñada en ignorar, intencionadamente o no. El coste real para una sociedad que se ha organizado alrededor del coche es muchísimo mayor que ese presupuesto familiar donde sólo nos han repercutido algunos impuestos marginales como son el de los carburantes, el de circulación o el del valor añadido.

Nadie en su sano juicio es capaz de cuestionar hasta el día de hoy el gasto en construcción y mantenimiento de las infraestructuras megalomaníacas que se han aparejado para el coche a lo largo y ancho del país, aunque es quizá la partida presupuestaria que todo el mundo sospecha que representa el precio para poder disfrutar de nuestros todopoderosos coches y para garantizarnos la ubicuidad que ellos nos facilitan. Más bien al contrario, se siguen justificando autopistas urbanas e interurbanas como la solución a la concurrencia de un parque automovilístico cada vez mayor y cada vez más utilizado.


Sin embargo, no es la cuenta más importante. Mucho mayor es el peaje que estamos pagando en salud pública por el uso intensivo y extensivo del coche. La incidencia de la obesidad, de las enfermedades cardiorrespiratorias o del estrés en nuestra sociedad producto de un estilo de vida cada vez más sedentario y de una calidad del aire cada vez peor, fomentado por el uso del coche se han convertido en los problemas más acuciantes de la sanidad pública en este país. Eso por no hablar del coste de los accidentes y de las secuelas de los mismos.

Pero está también el precio de la congestión y el coste de la subsidiarización del aparcamiento, algo que nos cuesta mucho más creer pero que desgraciadamente es igual de real. Todo eso sin tener el cuenta las fabulosas ayudas y exenciones a la fabricación, compra y reposición de coches y recambios. Y por supuesto sin cuestionar el estilo de urbanismo y la hipermovilidad que nos han vendido, que sólo tiene sentido a bordo de un automóvil.

Lo que no tiene precio es el espacio público que se ha usurpado para conseguir que todo esto funcione, tanto para circulación como para aparcamiento y que ahora parece descabellado de restituir a sus verdaderos acreedores: las personas.

Por todo esto y porque además el coche aisla, violenta y condiciona los tránsitos de los demás, haznos un favor: deja el coche en casa. Cuando puedas y cuanto puedas. Tu bolsillo lo agradecerá, el nuestro también.

martes, 4 de enero de 2011

De nada Sr.Motorizado

Creo que merece la pena leer este artículo escrito ayer por el canadiense James Schwarz en su blog The Urban Country:

Photo “Going Strong” by Marc van Woudenberg / Amsterdamize

Bienvenido Sr.Motorizado. Estoy contento de que mi modo de transporte haya facilitado más espacio en la calzada para que usted llegue a su destino más eficientemente. Un coche menos en la carretera que encontrarse en su camino y que incrementa la congestión ¿no es cierto?

Encantado. De verdad.


¿Recuerda aquellos arreglos en la carretera que se estaban realizando en su ruta habitual al trabajo el pasado verano? Ya sé, era una pelmada.
No tiene que darme las gracias por desgastar tan poco nuestras calles. Ya sé que hace más duraderas nuestras calzadas y evita esos molestos retrasos de las obras, pero no se preocupe. En serio.

Ah, y esos costes de la sanidad. ¿Sabía usted que las enfermedades del corazón y los infartos son dos de las tres principales causas de muerte en Canadá? En América, las enfermedades cardiovasculares y los infartos costaron alrededor de 475.3 billones de dólares en 2009.
¿No es magnífico que mi forma de ir al trabajo me ayude a mantenerme sano y así pueda ayudar a reducir nuestros costes sanitarios? Odiaría ser una carga para su cartera.

¿
Y todo eso de los precios del combustible? ¿No es maravilloso que mi bicicleta no necesite gasolina? Sería una vergüenza que yo contribuyera a elevar la demanda de combustible y con ella elevar más los precios de la gasolina. Usted no se merece eso Sr.Conductor. Usted se merece un combustible barato.

¿Y qué pasa con esas plazas de aparcamiento? Esas empresas que los gestionan son práctimente criminales.
Como si usted no pagara ya suficiente por el seguro, el combustible, las reparaciones, los impuestos y el mantenimiento de su coche. Esos chicos del parking le quieren cobrar 20$ al día por aparcar su coche? Es un crimen, se lo dije. Luego, es una buena cosa que yo no ocupe esos preciosos espacios. Odiaría que usted llegara tarde a una cita por intentar encontrar un aparcamiento para su coche.

Photo “Going Strong” by Marc van Woudenberg / Amsterdamize

No hace falta tampoco que me agradezca por ayudarle a pagar por esos lugares libres para aparcar en el supermercado local. Lo sé, lo sé. Ese espacio no era barato en compra para el supermercado para que usted pudiera aparcar su coche allí gratis. Pero estoy contento de hacer mi parte por subvencionar esos aparcamientos para usted. Considérelo un pequeño regalo de mi para usted.
No sea pesado agradeciéndome por todo el tiempo que dedico a reclamar mejores infraestructuras para las bicicletas. Lo sé, nos va a beneficiar a los dos. Me va a mantener fuera de su camino para que usted pueda llegar a su destino sin verse impedido por mi, y me va a hacer también más predecible para que usted no tenga que distraerse por mi culpa cuando esté hablando por su teléfono. ¿No es cierto que es una situación inmejorable? Pero no hace falta que lo diga, me satisface hacerlo.
Usted tampoco necesita agradecerme por subvencionar la construcción y el mantenimiento de las calles de nuestra ciudad gracias a los impuestos que yo pago. Sí, es verdad que menos del 1% de esas calzadas que pagamos entre los dos están destinadas a las bicicletas, pero eso no es culpa suya Sr.Automovilista, así que no hace falta que me agradezca por soportar esto también. Es sólo uno de esos sacrificios que nosotros como ciudadanos tenemos que hacer por los demás, no es en absoluto necesario que me lo agradezca.
Pero le voy a pedir una cosa Sr.Motorizado. Sería estupendo si usted pudiera ser un poco más cuidadoso cuando conduzca cerca de mi. Si pudiera hacerme ese favor, estaría más agradecido de lo que usted pudiera nunca imaginar.

James D. Schwartz is the editor of The Urban Country. You can contact James at james.schwartz@theurbancountry.com.

martes, 1 de junio de 2010

Los costes del transporte en la salud



La American Public Health Association ha publicado un informe titulado "The Hidden Health Costs of Transportation" (los costes ocultos del transporte en la salud) que resulta realmente revelador de las consecuencias e implicaciones valoradas en billones de dólares que el estilo de vida dependiente del automóvil supone a la economía estadounidense cada año. Obesidad, accidentes y enfermedades producidas por el deterioro ambiental provocadas por una lógica de motorización, dispersión y grandes infraestructuras para los coches.