El inmovilismo en forma de ¨virgencita, virgencita¨, esa especie de postración imbécil e indefensa del que cree que la realidad funciona por intervención divina y que la mejor actitud es la sumisión, es el estadio previo a la parálisis. La renuncia a la reacción, el dar por buena la derrota, el asumir la penitencia incluso de los pecados que no hemos cometido es algo espeluznantemente aterrador que se ha convertido en una actitud demasiado habitual entre nosotros en los úlltimos años.
Pero aún nos falta por presenciar una fase más triste de todo este proceso: el adocenamiento y el engangrenamiento progresivo por inacción y, con ellos, la vulgarización y la depreciación de los argumentos.
"Nunca te asustes de decir lo que realmente sientes" |
¿La bicicleta empieza a oler raro?
En los asuntos de la bici ya se empieza a atisbar. El tufillo a rancio ya se percibe. Después de 5 escasos años de chapuzas más o menos generalizadas, con socios más o menos interesados, ha llegado el momento de cerrar el grifo y de regodearse por los éxitos obtenidos, revolcándose en la mierda con placer porcino.
Hace unos días tuve la oportunidad de comentarlo con algunos de los representantes de lo más granado de nuestra escena asociativa ciclista. El posibilismo y la autocomplacencia se han apoderado de una manera tan definitiva de nuestra sociedad, que han conseguido mediatizar cualquier visión que no fuera descafeinada o seguidista.
Así hemos acabado considerando como incuestionables las actuaciones que ya han sido consumadas y sólo pasamos a discutir pequeños detalles a modo de parcheos, legitimando y dando carta de naturaleza a todas ellas y renunciando a otros propósitos.
Así hemos acabado tragando con las bicicletas públicas que no existían hasta que no las inventaron las multinacionales de la publicidad en calle. Y así hemos acabado tragando con cientos de kilómetros de ciclovías mal implementadas, innecesarias y peligrosas. Y así andamos deliberando si son 3 ó 4 los metros suficientes para invadir las aceras o si es mejor que los ciclistas crucen los pasos de cebra montados o a pie. Y así también nos parece razonable o cuando menos lógico multar a los ciclistas transgresores de manera ejemplar sin hacer lo mismo con los automovilistas.
¿Miopía o interés en mirar para otro lado?
Y ya nadie cuestiona el uso excesivo, indiscriminado y violento del coche, ni la usurpación del espacio público, ni los daños colaterales de todo esto en la salud colectiva, ni tampoco la sustentabilidad o, mejor, la idoneidad de todo ello. Simplemente hemos renunciado.
En definitiva, que nos han hecho creer que a donde hemos conseguido llegar era a donde queríamos llegar y eso justifica el itinerario que hemos seguido, y nos hemos tragado tanta basura en el camino que nos hemos acabado acostumbrando a su sabor y ahora, lejos de parecernos repulsiva, nos empieza a gustar. Es lo que tiene el ser humano, que es capaz de adaptarse a cualquier nueva coyuntura, renunciando incluso a sus principios y a sus deseos por mantenerse en juego.
No es esencialmente malo ni bueno, simplemente deja constancia de que el conformismo es una manera de interpretar el bienestar y el estabilismo es una manera de entender la seguridad, pero que ninguno de los dos sirven para cambiar el estado de las cosas y construir una realidad distinta.
Seguiremos atentos a los monitores, mientras presenciamos impasibles cómo todo se va pudriendo a nuestro alrededor.
Me ha encantado tu escrito. Pero cada vez somos más los inconformistas!
ResponderEliminarDesde mi blog estamos poniendo a parir la mayoría de carriles bici de Barcelona.
No estoy en contra de las vías ciclistas, ni mucho menos, pero los que han diseñado las que hay tendrián que volver a sacarse la EGB.
Un saludo!