¡Dos vueltas al mundo! Se dice pronto. Y sin salir de la ciudad. Trabajando. Todos los días. En su bicicleta. Como mensajero en Oraintxe. Hoy me lo ha confesado después de comerse una manzana de almuerzo.
Edu es un tipo formal, tranquilo, encantador. Llegó a Oraintxe hace ahora 10 años por curiosidad. Después de haberse dedicado toda una vida a conseguir una licenciatura, como estudiante ejemplar, necesitaba un buen trago de realidad antes de ponerse a ejercer.
"Ejercer", ese sí que es un buen verbo para explicar la necesidad de justificarse ante una sociedad sólo porque te han creado unas expectativas una vez has cumplido el expediente de formarte en algo que muchas veces has tenido que elegir por puro compromiso o porque la oferta formativa de tu ciudad no te dejaba dónde elegir.
Para Edu, trabajar en Oraintxe era una prueba iniciática, un viaje hacia lo desconocido, una ruta personal, un reto personal. Nos gustó a la primera. Por su actitud, por su interés, por su implicación. Al principio, hay que confesar, estábamos un poco preocupados. Más que un poco, bastante. Sobre todo cuando nos dimos cuenta de que no pedaleaba bien, de que circulaba por las aceras, de que tenía miedo al tráfico... de que no sabía circular en bici. Pero decidimos seguir en la aventura. Hasta hoy.
Edu nos demostró que, para trabajar en un trabajo tan específico y tan especializado como el de ciclomensajero, no hay que ser ningún superdotado. Basta con creérselo. Edu nos demostró que la perseverancia era una virtud mucho más valiosa que otras. Edu nos demostró que el órden, la limpieza y la discreción son oro en un trabajo que de por sí es desordenado, urgente e impredecible. Nos lo demostró y nos lo demuestra todos los días.
Edu nos demostró, igual que lo hizo Mery hace ya más de 12 años, que el nuestro es un trabajo en el que la vocación se adquiere día a día y en que la valía se demuestra minuto a minuto. En el que no hay superhéroes ni mitos alucinantes, sino compañeros y compañeras que transmiten confianza, fidelidad, solidaridad, seriedad y alegría.
Os lo juro. No entiendo una empresa como Oraintxe sin personas como Edu y como Mery. Hay muchos y muchas más, pero hoy el homenaje es para ellos. Así da gusto.
martes, 31 de mayo de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
Más crisis, por favor
Cuando hace tan sólo 5 años alguien se atrevía a hablar de burbuja inmobiliaria, de fraude financiero, de política intervenida, de déficit democrático, de impacto ambiental irreversible o de crecimiento insostenible, se le miraba raro, se desconfiaba de él o se le tachaba de agorero. Entonces vivíamos la época de las vacas gordas y había que disfrutar de ello, aunque supiéramos o nos pudiéramos imaginar que todo aquello, a esa velocidad, no iba a durar mucho. Eran tiempos locos, de falsa abundancia, de despilfarro sin precedentes, de especulación desorbitada, de estulticia colectiva, de ignorancia interesada, de pelotazo, de pucherazo y de comisiones ilegales. Y todo el mundo lo vivía con estupor pero sin rechistar.
Eso que a algunos les había dado por pensar que era el progreso y que era el principio de una "historia interminable", se descubrió como una bomba que a muchos explotó en las manos y a otros muchos más afectó y afecta su onda expansiva, destruyendo empleo, cortando expectativas, colapsando economías domésticas y menos domésticas. Ha sido como despertar de una fabulosa pesadilla para darnos de bruces con una realidad que habíamos "construído" entre todos, entre casi todos.
Uno de los vídeos más vistos en YouTube esta semana explica brillantemente el proceso. De Aleix Saló el autor de Este país se va a la mierda:
Se ha descubierto el pastel, o al menos parte de él.
Pero parece que no va a ser suficiente
Todavía nadie repara que la crisis es mucho más profunda de lo que aparenta, porque a la situación particular de este Españistán que tan bien describe el video, hay que sumar una crisis mucho más profunda, la llamada crisis sistémica mundial, consecuencia de la disolución de todo el basamento que ha fundamentado durante las últimas décadas un modelo económico, político, social y cultural que se ha demostrado obsceno, depravado, fracturador de la sociedad, provocador de desórdenes mundiales, atracador de las economías más débiles, profundamente abyecto para aprovecharse de las miserias más terribles, discriminador, idiotizante y apisonador de las iniciativas e inquietudes personales.
A pesar de que algunas mentes debilitadas por la demagogia quieren ver visos de recuperación en cualquier espejismo de dato económico, todo parece indicar que esto va para largo y nada parece indicar que se vayan a recuperar los datos de la década pasada. Falta por hablar de la gran crisis energética que se nos avecina, de la fractura mundial que ha provocado la globalización, de la falta de recursos básicos para la subsistencia de la creciente población, del deterioro del planeta, de las consecuencias de no haber articulado la sociedad civil, de no haber sentado las bases de la infraestructura económica, de haber apostado por las obras públicas encaminadas a consumir más.
Para darnos cuenta de una vez por todas de que aquellos tiempos no volverán y, mejor que eso, que nos esperan tiempos diferentes, donde habrá que trabajar de acuerdo a otras lógicas, donde va a haber que arrimar el hombro, contar con más gente, desblindar la política y articular una nueva economía para vivir mejor, no para vivir con más dinero. Una nueva lógica que mire cerca con perspectiva mundial, que utilice tecnologías apropiadas, que promueva la iniciativa local, que favorezca la autogestión, que prime lo barato y lo práctico...
Si con toda esta convulsión que nos rodea no somos capaces de organizar sinergias positivas, sencillas, que persigan objetivos simples, alcanzables, no habremos demostrado más que que somos capaces de patalear con mucho estruendo y con mucho eco.
Una nueva ciclabilidad es posible
Para los intereses de la bicicleta, parece que se han acabado los tiempos del despilfarro. A partir de ahora, se acabaron los carriles bici sin ton ni son y las bicicletas públicas como churros. El Plan E ha acabado y no ha servido absolutamente para nada que no sea alargar la agonía de unos cuantos y alocar los proyectos improvisados por muchos. Ahora toca exprimir el cerebro y el presupuesto. Ahora toca exigir y dar cuentas. Ahora toca escatimar y aprovechar hasta el último céntimo. Porque hay poco, y la escasez históricamente nos ha enseñado a ser más inteligentes y más eficientes. Ahora toca presionar y organizarse. Ahora toca pedalear con decisión. Porque el futuro está en la bicicleta y no en el coche.
Aquí está el reto: tratar de construir una nueva ciclabilidad.
Había empleo, había pasta, había beneficio
Eso que a algunos les había dado por pensar que era el progreso y que era el principio de una "historia interminable", se descubrió como una bomba que a muchos explotó en las manos y a otros muchos más afectó y afecta su onda expansiva, destruyendo empleo, cortando expectativas, colapsando economías domésticas y menos domésticas. Ha sido como despertar de una fabulosa pesadilla para darnos de bruces con una realidad que habíamos "construído" entre todos, entre casi todos.
Uno de los vídeos más vistos en YouTube esta semana explica brillantemente el proceso. De Aleix Saló el autor de Este país se va a la mierda:
Se ha descubierto el pastel, o al menos parte de él.
Pero parece que no va a ser suficiente
Todavía nadie repara que la crisis es mucho más profunda de lo que aparenta, porque a la situación particular de este Españistán que tan bien describe el video, hay que sumar una crisis mucho más profunda, la llamada crisis sistémica mundial, consecuencia de la disolución de todo el basamento que ha fundamentado durante las últimas décadas un modelo económico, político, social y cultural que se ha demostrado obsceno, depravado, fracturador de la sociedad, provocador de desórdenes mundiales, atracador de las economías más débiles, profundamente abyecto para aprovecharse de las miserias más terribles, discriminador, idiotizante y apisonador de las iniciativas e inquietudes personales.
A pesar de que algunas mentes debilitadas por la demagogia quieren ver visos de recuperación en cualquier espejismo de dato económico, todo parece indicar que esto va para largo y nada parece indicar que se vayan a recuperar los datos de la década pasada. Falta por hablar de la gran crisis energética que se nos avecina, de la fractura mundial que ha provocado la globalización, de la falta de recursos básicos para la subsistencia de la creciente población, del deterioro del planeta, de las consecuencias de no haber articulado la sociedad civil, de no haber sentado las bases de la infraestructura económica, de haber apostado por las obras públicas encaminadas a consumir más.
Van a hacer falta unos años más de fracaso
Para darnos cuenta de una vez por todas de que aquellos tiempos no volverán y, mejor que eso, que nos esperan tiempos diferentes, donde habrá que trabajar de acuerdo a otras lógicas, donde va a haber que arrimar el hombro, contar con más gente, desblindar la política y articular una nueva economía para vivir mejor, no para vivir con más dinero. Una nueva lógica que mire cerca con perspectiva mundial, que utilice tecnologías apropiadas, que promueva la iniciativa local, que favorezca la autogestión, que prime lo barato y lo práctico...
Si con toda esta convulsión que nos rodea no somos capaces de organizar sinergias positivas, sencillas, que persigan objetivos simples, alcanzables, no habremos demostrado más que que somos capaces de patalear con mucho estruendo y con mucho eco.
Para los intereses de la bicicleta, parece que se han acabado los tiempos del despilfarro. A partir de ahora, se acabaron los carriles bici sin ton ni son y las bicicletas públicas como churros. El Plan E ha acabado y no ha servido absolutamente para nada que no sea alargar la agonía de unos cuantos y alocar los proyectos improvisados por muchos. Ahora toca exprimir el cerebro y el presupuesto. Ahora toca exigir y dar cuentas. Ahora toca escatimar y aprovechar hasta el último céntimo. Porque hay poco, y la escasez históricamente nos ha enseñado a ser más inteligentes y más eficientes. Ahora toca presionar y organizarse. Ahora toca pedalear con decisión. Porque el futuro está en la bicicleta y no en el coche.
Aquí está el reto: tratar de construir una nueva ciclabilidad.
"Mi vieja bicicleta" de Raúl Montecino |
sábado, 28 de mayo de 2011
La DGT apunta a la bici... desde el coche
Curioso eslogan el que ha elegido la Dirección General de Tráfico (DGT) para proponer esta campaña de defensa de los derechos y la seguridad del ciclista: Me apunto a moverme en bici. No sé bien en qué consiste eso de apuntarse, si ya hay un registro o lo habrá, si es un reconocimiento al creciente pero todavía minoritario ejercicio de la bicicleta o si sólo es una nota puntual en una política totalmente orientada al coche, pero suena a campaña amanerada y tendenciosa.
Analizando el video, me doy cuenta de que, efectivamente, lo es. Aunque encerrando mensajes eminentemente positivos, con infografías logradas y escenificaciones creíbles, este video adolece de paternalismo y de una caracterización del ciclista excesivamente deportiva y no trata en profundidad la problemática del ciclista urbano.
¿Será que sólo contaban con figurantes ciclodeportistas? ¿Será que todavía no se atreven a menterse de lleno en el tema de la circulación ciclista en ciudad? ¿Será que están difiriendo demasiado el tema porque han comprobado que no es tan sencillo, sobre todo después de analizar someramente las características de las infraestructuras que se han habilitado en el estado? ¿O será simplemente que todavía para ellos un ciclista es alguien pertrechado con un casco y ropa de lycra?
No sé. En cualquier caso, aunque la cortinilla que presenta el spot representa un carril bici bidireccional, infraestructura que provoca gran parte de los accidentes ciclistas en ciudad, en todo el reportaje no se menciona más que una sola vez las recomendaciones relativas a la circulación en relación con estas infraestructuras y es sólo en caso de que un automovilista se cruce con ciclistas circulando por ellas. Eso sí, cuando muestran personas circulando en bici por la ciudad lo hacen mayoritariamente circulando por carriles bici más o menos angostos y muchos de ellos sobre aceras... como si fuera lo más normal, lo más probable, lo más recomendable o lo único posible.
Desde el salpicadero
Creo que es una campaña demasiado orientada al coche y que se ha hecho con una visión excesivamente automovilista, falta perspectiva ciclista y sobra victimismo.
No me gustaría estar en la piel de Ramón Ledesma, responsable de Ordenación Normativa de la DGT, para regular un asunto que se ha vuelto tan complicado como es la circulación de las bicicletas por nuestras ciudades. Ahora bien, o cambia la manera de enfocar el tema o esto va a ser un despropósito.
jueves, 26 de mayo de 2011
Humo y movilidad
Hoy se me juntan varias informaciones que relacionan el humo y la movilidad.
Es conocida por reiterada la noticia de la aportación decisiva y creciente del transporte por carretera a las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otras partículas nocivas para la salud y el medio ambiente. Leo en el "Manual para una economía sostenible" que acaba de publicar Roberto Bermejo, profesor de Economía Sostenible la UPV-EHU, que después de detectar un cambio de paradigma hacia una menor movilidad, más lenta y cercana, la solución que propone pasa por fomentar la reducción del uso del coche de baja ocupación y la potenciación del tren, el tranvía y el autobús. Resulta paradójico que otra vez la sostenibilidad no analice datos como que el transporte de personas resulta decisivo, sobre todo porque la mayoría de los viajes son urbanos y cubren distancias inferiores a 5 kilómetros, perfectamente asumibles andando o en bicicleta, y menosprecie la aportación que estos modos pueden hacer por mejorar el sistema. No es nada nuevo. De hecho, la bicicleta sólo se menciona de manera muy lateral y no se incluye en las estadísticas ni en los repartos modales.
En este juego de la movilidad y el humo, justo un año después de la explosión volcánica islandesa que tuvo en jaque a toda la hipermovilidad aérea europea, otro volcán ha vuelto a amenazar el alocado espacio aéreo a su alrededor. Este video da una buena muestra de este efecto:
Justo el mismo país que ha provocado otro volcán, esta vez político, con una onda expansiva mucho más profunda, pero esta vez sin tanto humo.
Mientras todo el mundo se llena la boca de movilidad sostenible, de planes y de medidas presuntamente disuasorias, la necesidad de moverse para todo y cuanto más mejor no sólo no se ataja, sino que se sigue alimentando. Es terrible ver esas playas de aparcamientos abarrotados, esos accesos colapsados, esas autopistas y scalextrics urbanos congestionados tratando de ingerir todo ese tráfico inútilmente. Resulta tristemente cómico ver a esas muchedumbres confluir en los mismos puntos, a las mismas horas, un día tras otro, un viaje tras otro, autojustificándose y buscando culpables entre los demás. Es aterrador cómo todos esos impávidos viajeros a bordo de sus automóviles siguen siendo víctimas de unos intereses creados.
Todos manejan fórmulas prometedoras, novedosas, cuyos neologismos todos nos acostumbramos a pronunciar y repetir de manera mecánica. Profusión, tráfico inducido, aparcamientos disuasorios, intermodalidad, gestión de la demanda de movilidad, financiación cruzada, tasas de congestión, VAO (vehículos de alta ocupación), ZAR (zonas de acceso restringido), ZEL (zona de estacionamiento limitado), OTA (ordenación del tráfico y del aparcamiento)... parece un juego, un complicado juego, un juego perverso. Perverso porque no trata de atajar las causas del problema sino de combatir sus consecuencias, porque muchas veces trata más de tranquilizar el subconsciente colectivo, la conciencia común de que algo estamos haciendo, para que esto no sea irremediable, para mantener un peligroso equilibrio al borde del abismo, para sostenernos, para sostener este sistema, este paradigma.
Esto también es humo y también es contaminante y nocivo para la salud.
Más humo en la calle
Hoy he sabido que en una encuesta masiva realizada al respecto de la conveniencia de la Ley Anti-tabaco, más del 80% de las personas entrevistadas consideran que la medida ha resultado positiva y creen que es conveniente mantenerla. De hecho, en Nueva York han subido un peldaño en esta escalada anti-tabaquismo y, después de bares, restaurantes y espacios cerrados, ahora no van a permitir fumar tampoco en plazas, parques y playas y ya sólo se va a poder fumar en aceras y aparcamientos.
Curiosa coincidencia. Otra vez el humo relacionándose con la movilidad. Aunque resulta sorprendente que todavía nadie se haya percatado del peligro que entraña para la salud fumar mientras se conduce, y no sólo por la inhalación de gases.
Me temo que el juego consiste en desplegar cortinas de humo, una tras de otra, de manera que no podamos tener una perspectiva clara de la realidad.
Por suerte toda esta polución va a afectar menos a los ciclistas que a los conductores de automóviles, o por lo menos eso dice el estudio publicado en Environmental Health News la semana pasada. Lo que no es tan claro es que toda la contaminación informativa no les vaya a afectar como al resto de los mortales. Espero que, además del resto de virtudes conocidas, la bicicleta nos aporte algo de clarividencia.
A modo de demostración, esta "limpiada" de Biciacción con mensaje:
Es conocida por reiterada la noticia de la aportación decisiva y creciente del transporte por carretera a las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otras partículas nocivas para la salud y el medio ambiente. Leo en el "Manual para una economía sostenible" que acaba de publicar Roberto Bermejo, profesor de Economía Sostenible la UPV-EHU, que después de detectar un cambio de paradigma hacia una menor movilidad, más lenta y cercana, la solución que propone pasa por fomentar la reducción del uso del coche de baja ocupación y la potenciación del tren, el tranvía y el autobús. Resulta paradójico que otra vez la sostenibilidad no analice datos como que el transporte de personas resulta decisivo, sobre todo porque la mayoría de los viajes son urbanos y cubren distancias inferiores a 5 kilómetros, perfectamente asumibles andando o en bicicleta, y menosprecie la aportación que estos modos pueden hacer por mejorar el sistema. No es nada nuevo. De hecho, la bicicleta sólo se menciona de manera muy lateral y no se incluye en las estadísticas ni en los repartos modales.
El perverso juego de la movilidad
En este juego de la movilidad y el humo, justo un año después de la explosión volcánica islandesa que tuvo en jaque a toda la hipermovilidad aérea europea, otro volcán ha vuelto a amenazar el alocado espacio aéreo a su alrededor. Este video da una buena muestra de este efecto:
Justo el mismo país que ha provocado otro volcán, esta vez político, con una onda expansiva mucho más profunda, pero esta vez sin tanto humo.
Mientras todo el mundo se llena la boca de movilidad sostenible, de planes y de medidas presuntamente disuasorias, la necesidad de moverse para todo y cuanto más mejor no sólo no se ataja, sino que se sigue alimentando. Es terrible ver esas playas de aparcamientos abarrotados, esos accesos colapsados, esas autopistas y scalextrics urbanos congestionados tratando de ingerir todo ese tráfico inútilmente. Resulta tristemente cómico ver a esas muchedumbres confluir en los mismos puntos, a las mismas horas, un día tras otro, un viaje tras otro, autojustificándose y buscando culpables entre los demás. Es aterrador cómo todos esos impávidos viajeros a bordo de sus automóviles siguen siendo víctimas de unos intereses creados.
Todos manejan fórmulas prometedoras, novedosas, cuyos neologismos todos nos acostumbramos a pronunciar y repetir de manera mecánica. Profusión, tráfico inducido, aparcamientos disuasorios, intermodalidad, gestión de la demanda de movilidad, financiación cruzada, tasas de congestión, VAO (vehículos de alta ocupación), ZAR (zonas de acceso restringido), ZEL (zona de estacionamiento limitado), OTA (ordenación del tráfico y del aparcamiento)... parece un juego, un complicado juego, un juego perverso. Perverso porque no trata de atajar las causas del problema sino de combatir sus consecuencias, porque muchas veces trata más de tranquilizar el subconsciente colectivo, la conciencia común de que algo estamos haciendo, para que esto no sea irremediable, para mantener un peligroso equilibrio al borde del abismo, para sostenernos, para sostener este sistema, este paradigma.
Esto también es humo y también es contaminante y nocivo para la salud.
Hoy he sabido que en una encuesta masiva realizada al respecto de la conveniencia de la Ley Anti-tabaco, más del 80% de las personas entrevistadas consideran que la medida ha resultado positiva y creen que es conveniente mantenerla. De hecho, en Nueva York han subido un peldaño en esta escalada anti-tabaquismo y, después de bares, restaurantes y espacios cerrados, ahora no van a permitir fumar tampoco en plazas, parques y playas y ya sólo se va a poder fumar en aceras y aparcamientos.
Curiosa coincidencia. Otra vez el humo relacionándose con la movilidad. Aunque resulta sorprendente que todavía nadie se haya percatado del peligro que entraña para la salud fumar mientras se conduce, y no sólo por la inhalación de gases.
Me temo que el juego consiste en desplegar cortinas de humo, una tras de otra, de manera que no podamos tener una perspectiva clara de la realidad.
Por suerte toda esta polución va a afectar menos a los ciclistas que a los conductores de automóviles, o por lo menos eso dice el estudio publicado en Environmental Health News la semana pasada. Lo que no es tan claro es que toda la contaminación informativa no les vaya a afectar como al resto de los mortales. Espero que, además del resto de virtudes conocidas, la bicicleta nos aporte algo de clarividencia.
A modo de demostración, esta "limpiada" de Biciacción con mensaje:
miércoles, 25 de mayo de 2011
martes, 24 de mayo de 2011
lunes, 23 de mayo de 2011
Educación vial en bici para trabajadores japoneses
De la mano de David Hembrow, me ha llegado esta joya japonesa que, más que un curso de conducta vial en bicicleta parece un concurso de esos que tanto les gustan a los nipones, donde unos infaustos concursantes se ridiculizan delante de un público más o menos impasible.
Decididamente Japón está mucho más lejos de aquí de lo que nos creemos.
Decididamente Japón está mucho más lejos de aquí de lo que nos creemos.
Resaca
Este fin de semana ha sido devastador. Demasiados acontecimientos, demasiada intensidad. Hoy es lunes de resaca. De esa resaca que te debilita las fuerzas y te zarandea como un monigote tratando de arrastrarte con la corriente dominante. No sé qué va a pasar las próximas semanas, pero el panorama se presenta realmente interesante.
Desde mi prisma interesado, creo que se acercan tiempos salvajes, tiempos alejados del amaneramiento y de la futilidad, donde vuelve a cobrar protagonismo la política y la sociedad. En lo que a la bicicleta respecta, habrá que esperar a que se formen gobiernos y ayuntamientos, pero cabe esperar una revitalización de la política de fomento de la bicicleta, con suerte desde una austeridad que nos enseñe a ser más creativos y más eficientes en las inversiones relacionadas con ello.
Veremos hasta dónde llega la marea y qué fuerza traen las nuevas olas, pero creo que el mar va a abandonar su calma chicha y va a ser más interesante navegar y también nadar contra corriente. Seguro que habrá tormentas y marejadas, pero este mar parece más vivo, más inquietante y por tanto más interesante.
Desde mi prisma interesado, creo que se acercan tiempos salvajes, tiempos alejados del amaneramiento y de la futilidad, donde vuelve a cobrar protagonismo la política y la sociedad. En lo que a la bicicleta respecta, habrá que esperar a que se formen gobiernos y ayuntamientos, pero cabe esperar una revitalización de la política de fomento de la bicicleta, con suerte desde una austeridad que nos enseñe a ser más creativos y más eficientes en las inversiones relacionadas con ello.
Veremos hasta dónde llega la marea y qué fuerza traen las nuevas olas, pero creo que el mar va a abandonar su calma chicha y va a ser más interesante navegar y también nadar contra corriente. Seguro que habrá tormentas y marejadas, pero este mar parece más vivo, más inquietante y por tanto más interesante.
domingo, 22 de mayo de 2011
Contador: el efecto
Presenciamos fechas históricas. La confluencia de eventos importantes es apabullante. Las elecciones municipales y autonómicas coinciden este año con ese levantamiento testimonial que ha protagonizado Democracia real Ya. El final de la Liga de Fútbol española con las etapas reinas del Giro de Italia, ambos especialmente emocionantes. Son días de conteos, de balances, de cruce de datos, de comparaciones estadísticas, de valoraciones y de conclusiones apresuradas. Se abre un panorama lleno de incógnitas, de nuevos escenarios, de consecuencias importantes. Vivimos tiempos frenéticos, emocionantes.
Contador no hay más que uno
Dado el carácter de este blog, me voy a centrar sólo en otra coincidencia simpática, aunque importante, en el mundo de la bicicleta. En los mismos días, en los que el mejor corredor profesional del mundo Alberto Contador domina el Giro de Italia (una de las tres grandes vueltas ciclistas), aunque bajo la sombra de un proceso antidóping, otro contador, esta vez un contador de bicicletas es instalado por el Ayuntamiento de Barcelona para visualizar la masa crítica ciclista que empieza a haber en algunas calles de esa ciudad.
Algo que dicho así puede resultar forzado y casi desafortunado, tiene un trasfondo que lo hace digno de una reflexión.
En otros tiempos, unos resultados como los de Alberto Contador hubieran generado una euforia colectiva y un seguimiento mediático masivo. Hoy es una noticia secundaria, una mera reseña que pasa inadvertida en medio de la obsesión futbolística. De la misma manera, un contador de ciclistas colocado en una calle de Barcelona, por más céntrica que esta sea y por más capital que sea la ciudad catalana, no pasa de ser una anécdota.
Los últimos ciclistas que obtuvieron resultados semejantes a los que hoy tiene Contador, provocaron un efecto espectacular en el número de seguidores y tras él en el número de practicantes de ese deporte. Primero Perico Delgado y después Miguel Induráin, no sin sus polémicas en torno a la limpieza de este deporte, supusieron un incremento de ciclistas sin precedentes. Hoy en día Alberto Contador parece un proscrito, cuando su palmarés es, con diferencia, mucho más prometedor que el de cualquiera de sus antecesores.
En lo que respecta al contador de ciclistas, que hace unos años hubiera levantado gran expectación al recoger las esperanzas de muchas personas que trataban de demostrar que en una ciudad las bicicletas, aunque pasaran silenciosas y casi inadvertidas, representaban una cantidad digna de ser tenida en consideración en el contexto de una movilidad excesivamente centrada en el automóvil y consolidaban una tendencia incontestable, hoy en día no es más que otro elemento decorativo en medio de toda una batería de medidas desenfrenadas que, bajo el denominador común de la bici han distorsionado esa simpleza y naturalidad inherente a este vehículo.
Contador no cuenta...
... cuando todo el mundo mira a Ronaldo, a Nadal o a Alonso, aunque ellos no ganen, igual que un contador de ciclistas en el Passeig de Sant Joan no pinta mucho después del Bicing, el carril bici o el Bicibox en una ciudad saturada de impactos mediáticos relacionados con la bici.
No voy a aventurarme en las causas, pero quizá la misma sospecha desilusionante que rodea al ciclismo de alta competición se esté empezando a apoderar de la gran operación bicicleta que se ha perpetrado en muchas de nuestras ciudades. Creo que hace falta recobrar el sentido común, la naturalidad, volver a enfocar el asunto, creando cultura, trabajando desde las escuelas, recuperando la ilusión y olvidándose de impactos mediáticos interesados, aunque estos se produzcan a nivel planetario.
Contador no hay más que uno
Dado el carácter de este blog, me voy a centrar sólo en otra coincidencia simpática, aunque importante, en el mundo de la bicicleta. En los mismos días, en los que el mejor corredor profesional del mundo Alberto Contador domina el Giro de Italia (una de las tres grandes vueltas ciclistas), aunque bajo la sombra de un proceso antidóping, otro contador, esta vez un contador de bicicletas es instalado por el Ayuntamiento de Barcelona para visualizar la masa crítica ciclista que empieza a haber en algunas calles de esa ciudad.
Algo que dicho así puede resultar forzado y casi desafortunado, tiene un trasfondo que lo hace digno de una reflexión.
Alberto Contador hoy en el Giro (Foto: Marca) |
Tratando de contar ciclistas
Los últimos ciclistas que obtuvieron resultados semejantes a los que hoy tiene Contador, provocaron un efecto espectacular en el número de seguidores y tras él en el número de practicantes de ese deporte. Primero Perico Delgado y después Miguel Induráin, no sin sus polémicas en torno a la limpieza de este deporte, supusieron un incremento de ciclistas sin precedentes. Hoy en día Alberto Contador parece un proscrito, cuando su palmarés es, con diferencia, mucho más prometedor que el de cualquiera de sus antecesores.
Contador de bicicletas (Foto de enbici x bcn) |
... cuando todo el mundo mira a Ronaldo, a Nadal o a Alonso, aunque ellos no ganen, igual que un contador de ciclistas en el Passeig de Sant Joan no pinta mucho después del Bicing, el carril bici o el Bicibox en una ciudad saturada de impactos mediáticos relacionados con la bici.
No voy a aventurarme en las causas, pero quizá la misma sospecha desilusionante que rodea al ciclismo de alta competición se esté empezando a apoderar de la gran operación bicicleta que se ha perpetrado en muchas de nuestras ciudades. Creo que hace falta recobrar el sentido común, la naturalidad, volver a enfocar el asunto, creando cultura, trabajando desde las escuelas, recuperando la ilusión y olvidándose de impactos mediáticos interesados, aunque estos se produzcan a nivel planetario.
Cambiarlo todo para que todo siga igual
Nos enfrentamos una vez más a ese ejercicio electoral con el que tratamos de justificar que participamos. Participamos en mantener el orden establecido o, en el mejor de los casos, intentamos cambiar algo que no nos gusta por algo que parece que pinta mejor.
Es así como está montada esta democracia, esta partitocracia, donde sólo puedes elegir entre una oligarquía que trata de aferrarse a su escaño, a su concejalía de manera vergonzosa e innoble. Con unos partidos políticos que son organizaciones más o menos blindadas, poco transparentes, alejadas de la ciudadanía y paradójicamente poco democráticas internamente. Con una ley electoral que beneficia a las mayorías y elimina las minorías.
Y nos lo hemos llegado a creer. Cualquier cosa es mejor que la dictadura que la precedió, así que podemos estar contentos con lo que tenemos. Nos hemos hecho conformistas. Y así nos va.
Por suerte, hay gente que no quiere seguir callando y otorgando y se ha puesto en pie utilizando una de las herramientas más poderosas, más democráticas y más ingobernables que hay: Internet. Es curioso cómo, las redes sociales, algo que era un juego de niños, de colgados o de onanistas, se ha revelado como un centro de eclosión de nuevas tendencias, de concentración de intenciones, con un poder de convocatoria mucho mayor que muchas instituciones y empresas de comunicación.
Resulta ilusionante ver cómo toda esa gente se ha echado a la calle (algo que es mucho más difícil que ver la tele o navegar en internet) para recordar que estos políticos no representan a muchos ciudadanos, que no responden a sus demandas, a sus deseos, a sus inquietudes. Aunque sólo sea por el plante, la iniciativa merece un reconocimiento. Porque es un plante esencial, es una llamada de atención, es un aviso para navegantes. La gente no está contenta y es capaz de movilizarse y, mientras tanto, los políticos siguen enzarzados en su empeño por mirar a otra parte y representar su pantomima sectarista.
No es ninguna propuesta "antisistema", no se defiende la anarquía, no se persigue el desgobierno, no se reclama la independencia de nada que no sea tanto poder establecido, tanta mano negra moviendo los hilos de los gobiernos, de las economías. No es una revolución, es tan sólo una erupción. Pero la onda expansiva puede ser importante. Por eso es tan trascendente, porque se aleja de la lógica política y mediática habitual y presenta una forma de actuar y de responder inusitadamente potente y razonable. Ejemplar.
No confío en que el gremio político que dice representarnos sea capaz de reaccionar. Creo que, como cualquier gremio, sólo vigila por mantener sus intereses creados. No confío siquiera en la alternancia política y mucho menos en los pactos post-electorales. Creo que la democracia ha sido diferida y que hace falta más democracia participativa, donde se recojan más voces que sólo las que tienen acceso a los hemiciclos y salas de plenos.
Ahora bien, espero que este grito callado enseñe que hay una manera tranquila, pausada, pero contundente de demostrar el descontento hacia unos valores, unas prioridades y unos beneficiarios que no son los que deberían ser si estamos en democracia, es decir, los ciudadanos.
El voto no cambia las cosas, si no hay una voluntad más profunda, más compartida y más decidida de cambiarlas. Sólo confío en que la siguiente legislatura sea capaz de escuchar más y construir más sociedad que las anteriores. Si no...
Yo voy a votar por eso.
Es así como está montada esta democracia, esta partitocracia, donde sólo puedes elegir entre una oligarquía que trata de aferrarse a su escaño, a su concejalía de manera vergonzosa e innoble. Con unos partidos políticos que son organizaciones más o menos blindadas, poco transparentes, alejadas de la ciudadanía y paradójicamente poco democráticas internamente. Con una ley electoral que beneficia a las mayorías y elimina las minorías.
Y nos lo hemos llegado a creer. Cualquier cosa es mejor que la dictadura que la precedió, así que podemos estar contentos con lo que tenemos. Nos hemos hecho conformistas. Y así nos va.
Por suerte, hay gente que no quiere seguir callando y otorgando y se ha puesto en pie utilizando una de las herramientas más poderosas, más democráticas y más ingobernables que hay: Internet. Es curioso cómo, las redes sociales, algo que era un juego de niños, de colgados o de onanistas, se ha revelado como un centro de eclosión de nuevas tendencias, de concentración de intenciones, con un poder de convocatoria mucho mayor que muchas instituciones y empresas de comunicación.
Resulta ilusionante ver cómo toda esa gente se ha echado a la calle (algo que es mucho más difícil que ver la tele o navegar en internet) para recordar que estos políticos no representan a muchos ciudadanos, que no responden a sus demandas, a sus deseos, a sus inquietudes. Aunque sólo sea por el plante, la iniciativa merece un reconocimiento. Porque es un plante esencial, es una llamada de atención, es un aviso para navegantes. La gente no está contenta y es capaz de movilizarse y, mientras tanto, los políticos siguen enzarzados en su empeño por mirar a otra parte y representar su pantomima sectarista.
No es ninguna propuesta "antisistema", no se defiende la anarquía, no se persigue el desgobierno, no se reclama la independencia de nada que no sea tanto poder establecido, tanta mano negra moviendo los hilos de los gobiernos, de las economías. No es una revolución, es tan sólo una erupción. Pero la onda expansiva puede ser importante. Por eso es tan trascendente, porque se aleja de la lógica política y mediática habitual y presenta una forma de actuar y de responder inusitadamente potente y razonable. Ejemplar.
No confío en que el gremio político que dice representarnos sea capaz de reaccionar. Creo que, como cualquier gremio, sólo vigila por mantener sus intereses creados. No confío siquiera en la alternancia política y mucho menos en los pactos post-electorales. Creo que la democracia ha sido diferida y que hace falta más democracia participativa, donde se recojan más voces que sólo las que tienen acceso a los hemiciclos y salas de plenos.
Ahora bien, espero que este grito callado enseñe que hay una manera tranquila, pausada, pero contundente de demostrar el descontento hacia unos valores, unas prioridades y unos beneficiarios que no son los que deberían ser si estamos en democracia, es decir, los ciudadanos.
El voto no cambia las cosas, si no hay una voluntad más profunda, más compartida y más decidida de cambiarlas. Sólo confío en que la siguiente legislatura sea capaz de escuchar más y construir más sociedad que las anteriores. Si no...
Yo voy a votar por eso.
jueves, 19 de mayo de 2011
¡Mamá, hay una bici en el balcón!
- ¿Quéeeeeeeee?
- Sí, mamá, he salido a mirar y me la he encontrado.- ¿Y está viva?
- No, parece que está muerta.- Ten cuidado hijo, puede ser muy peligrosa.
- Oye mamá ¿y cómo ha podido llegar ahí?- No lo sé. Creo que fue una ocurrencia de tu padre, cuando creyó que por comprar uno de esos monstruos se iba a poner en forma o algo así.
- Ah.... ya.No es una conversación real y los personajes reproducidos en este relato no se corresponden con ninguna persona real en concreto... y con demasiadas en la realidad.
¿Quién no tiene una bicicleta abandonada en el balcón?
¿O en un cuarto, en un local, en el pueblo? Y ¿por qué ocurre esto? ¿Quizá porque es demasiado fácil comprarse una bici, o dos, y resulta mucho más complicado si no se cuenta con las facilidades para hacerlo? Conozco todo tipo de "soluciones" que utilizan los ciclistas asíduos, los de todos los días: desde tenerla en el trastero (los afortunados que cuentan con este tipo de comodidades), pasando por guardarla en casa, en la entrada, en el pasillo, en el dormitorio, en la sala, en la escalera, en el descansillo, en el portal, en la calle, en un local compartido o ¿por qué no? en el balcón.
Bicicleta "vigilada" en un balcón de Pamplona |
Para muchas personas es una auténtica penitencia utilizar la bicicleta a diario por las incomodidades que les produce y que produce a los demás. La bicicleta ocupa espacio, mancha, deteriora los marcos de las puertas... Y aún así hay mucha gente que supera estas penurias y sigue testarudamente usándola todos los días.
Bicycle/balcony by gdelargy |
Cuando hablamos de hacer ciudades más amables para bicicleta todos visualizamos espacios exclusivos en la calle, aislados, apartados, seguros, fantásticos, pero nadie, absolutamente nadie reclama espacios cómodos y seguros para guardar la bicicleta o para aparcarla en los distintos destinos concurrentes y recurrentes a los que nos lleva. Somos así, capaces de proponer costosísimas obras públicas que reconfiguran la distribución del espacio común urbano sin hacer un estudio para valorar su conveniencia, su necesidad, su seguridad y su funcionalidad, y dispuestos a obviar lo que es sin duda el principal obstáculo para utilizar la bicicleta: las incomodidades derivadas de su posesión. Somos incluso capaces de inventarnos una costosísima y complicadísima solución para evitar esos problemas antes de tratar de solucionarlos: las bicicletas públicas. Parece que nos regalan el dinero.
Se han hecho diversas campañas para tratar de rescatar esas bicicletas abandonadas para "re-ciclarlas" y así posibilitar a otros usuarios utilizarlas, pero hay pocas, muy pocas iniciativas serias y potentes para tratar de resolver este problema en profundidad. Somos capaces de excavar buena parte de nuestra ciudad para conseguir espacio donde no había para nuestros amadísimos coches y sin embargo, nos parece una locura procurar unos pocos metros cuadrados, o cúbicos, para guardar nuestras bicicletas.
Las bicicletas siguen siendo pobres
Seguimos pensando que las pobres bicicletas no se merecen el mismo tratamiento que nuestros sobrevalorados automóviles, porque son baratas... porque somos baratos y pobres cuando pensamos en ellas hasta las últimas consecuencias.
¿Hasta cuándo seguiremos pensando que sólo haciendo improbables carriles bici estaremos mejorando las condiciones para utilizar la bicicleta en la ciudad? ¿Cuándo tendremos una visión más integral de la bicicleta como vehículo?
miércoles, 18 de mayo de 2011
Tonto el que lo lea
Vivimos unos tiempos en los que lo que está escrito ha pasado de estar depreciado a no valer para nada. Sólo valen las leyes y sólo si hay vigilancia sobre su cumplimiento. El resto es papel mojado. Vale más una opinión, una declaración o un comentario que todo lo demás. Vivimos unos tiempos en los que tergiversar es, más que una práctica cotidiana, algo asumido por toda la población. Nadie cree nada.
El tema se agudiza espectacularmente en tiempos preelectorales, donde el ejercicio consiste en escribir las promesas y contarlas como si se pudieran hacer realidad, simplemente por el hecho de alcanzar el poder. Resultan mucho más descabelladas cuanto menor es la probabilidad de llegar a la ansiada poltrona. Pero lo más grave de toda esta pantomima política es que no se la cree nadie y todo el mundo, empezando por supuesto por los propios políticos, sabe que un programa electoral no va más allá de un cuento más o menos bien contado y que sólo sirve para conseguir votos. Para gobernar y para ejercer la oposición ya están los chanchullos y la dialéctica.
No me voy a dedicar a desgranar cada una de las promesas que se recogen en los panfletos electorales de las distintas formaciones políticas que se presentan en el territorio donde vivo, no. Sólo quiero hacer referencia, ahora que parece que hay una cierta incertidumbre respecto a quién y cómo puede gobernar aquí, a algunos de los documentos que, siendo realmente prometedores, han resultado ser papel mojado.
Empezando por el Pacto de Movilidad Sostenible de Pamplona, en el que se recogían una serie de mandatos que han sido totalmente ignorados, tales como: que el peatón gozará de la mayor protección y prioridad a la hora de reconfigurar la circulación y el tránsito en la ciudad, que los espacios que se habiliten para la circulación ciclista siempre se harán a costa de reducir espacios de circulación de vehículos motorizados, que el objetivo debe ser disminuir el uso del automóvil privado y otras lindezas del estilo. Promesas.
Fruto de dicho Pacto se redactó el Plan de Ciclabilidad que perseguía: crear una red ciclable funcional, segura, que se implantara de una manera progresiva y potenciara la intermodalidad. Todo esto es interpretable. Pero lo que no es interpretable son los criterios dimensionales y constructivos que propone. A saber:
Donde dije digo, digo Diego
El tema se agudiza espectacularmente en tiempos preelectorales, donde el ejercicio consiste en escribir las promesas y contarlas como si se pudieran hacer realidad, simplemente por el hecho de alcanzar el poder. Resultan mucho más descabelladas cuanto menor es la probabilidad de llegar a la ansiada poltrona. Pero lo más grave de toda esta pantomima política es que no se la cree nadie y todo el mundo, empezando por supuesto por los propios políticos, sabe que un programa electoral no va más allá de un cuento más o menos bien contado y que sólo sirve para conseguir votos. Para gobernar y para ejercer la oposición ya están los chanchullos y la dialéctica.
Estudios, planes, programas y pactos
No me voy a dedicar a desgranar cada una de las promesas que se recogen en los panfletos electorales de las distintas formaciones políticas que se presentan en el territorio donde vivo, no. Sólo quiero hacer referencia, ahora que parece que hay una cierta incertidumbre respecto a quién y cómo puede gobernar aquí, a algunos de los documentos que, siendo realmente prometedores, han resultado ser papel mojado.
Empezando por el Pacto de Movilidad Sostenible de Pamplona, en el que se recogían una serie de mandatos que han sido totalmente ignorados, tales como: que el peatón gozará de la mayor protección y prioridad a la hora de reconfigurar la circulación y el tránsito en la ciudad, que los espacios que se habiliten para la circulación ciclista siempre se harán a costa de reducir espacios de circulación de vehículos motorizados, que el objetivo debe ser disminuir el uso del automóvil privado y otras lindezas del estilo. Promesas.
Fruto de dicho Pacto se redactó el Plan de Ciclabilidad que perseguía: crear una red ciclable funcional, segura, que se implantara de una manera progresiva y potenciara la intermodalidad. Todo esto es interpretable. Pero lo que no es interpretable son los criterios dimensionales y constructivos que propone. A saber:
- Banda unidireccional: 1,5 metros (1,0 excepcionalmente y debidamente justificado)
- Banda bidireccional: 2,5 metros (2,0 excepcionalmente y debidamente justificado)
- Sobreanchos cuesta arriba: +0,5 metros
- Separación banda aparcamiento: 0,8 metros (0,5 excepcionalmente)
- Deben ser advertidas con la suficiente antelación para que los ciclistas tomen las precauciones convenientes en relación a su marcha.
- Deben permitir que peatones, ciclistas y automovilistas se perciban unos a otros con suficiente tiempo para la prevención y espacio para la reacción.
- Deben ser claramente legibles para facilitar las maniobras y evitar titubeos y decisiones erróneas.
- Deben minimizar los tiempos de espera y los recorridos ciclistas.
Para aparcamientos:
- Se propondrá la modificación del PGOU para obligar a que en las obras de nueva planta y en las reformas se obligue a una dotación mínima de una plaza de aparcamiento de bicicleta por vivienda.
- Los equipamientos y servicios públicos, así como todos los espacios abiertos del centro de la ciudad, deberán tener sus estacionamientos para bicicletas.
- Se procurará buscar operaciones inmobiliarias en el centro con aparcamientos subterráneos.
Y muchas más. Ahora bien, esto ya no son promesas. Estamos hablando de un Plan Municipal de obligado seguimiento, que hay que dotar anualmente y que hay que ejecutar de acuerdo a unos plazos preestablecidos.
Luego están esos planes conveniente no aprobados que se han quedado en diagnósticos de una situación y de unas propuestas de actuación para mejorar la accesibilidad y la movilidad sostenible tales como el Plan de Movilidad Urbana Sostenible de la Comarca de Pamplona y el Plan Director de la Bicicleta de Navarra, de los que todo el mundo sigue hablando e incluso han recibido dotaciones presupuestarias pero que no han llegado a ver la luz.
Yo soy tonto y leo muchos de estos documentos, porque soy de los que creo que sólo lo que está escrito merece la pena ser tenido en cuenta para ser reclamado en caso de incumplimiento, ya que las palabras se las lleva el viento. Pero empiezo a creer que ya ni siquiera lo que está escrito y aprobado, aunque sea exigible, es de obligatorio cumplimiento y ejecución. Si no a ver quién me explica por qué no se ejecuta.
Luego habrá alguno que se sorprenderá de que haya gente que reclama "democracia real"... esto es insostenible.
Luego habrá alguno que se sorprenderá de que haya gente que reclama "democracia real"... esto es insostenible.
martes, 17 de mayo de 2011
Ciclodependencia
Es lo que tiene cualquier sensación que provoca satisfacción. Genera dependencia. Con la bicicleta pasa lo mismo. Ayer mismo hablaba con dos personas en dos lugares y en dos contextos totalmente distintos respecto a la dependencia que les ha generado la bicicleta. Antes eran personas normales y corrientes, personas habituadas a seguir unas rutinas con más o menos repetición, con más o menos fortuna. Una de las más frustrantes, por anodina, el desplazarse hasta y desde el lugar de trabajo. Una lo hacía andando, la otra en autobús. Los trayectos eran totalmente apropiados: el peatón apenas recorría 2 kilómetros, el usuario del bus algo más pero en una línea con buena frecuencia, con un recorrido directo y sin trasbordos. Los dos estaban razonablemente satisfechos con sus opciones, se consideraban ciudadanos responsables, sus viajes eran activos y eficientes... hasta que descubrieron la bicicleta y la cosa cambió, ¡vaya si cambió!
Con la bicicleta los viajes rutinarios son ahora divertidos, agradables, rápidos, cómodos, limpios y seguros. Ambas personas hace algunos años que cumplieron 50 y ninguna de las dos antes había utilizado la bicicleta para desplazarse ni en la ciudad ni fuera de ella. De hecho, no habían andado en bici desde la infancia. Las dos empezaron probando con una bici que tenían por casa. Incómoda, poco apropiada para el uso que le iban a dar. A las dos les animó ver cada vez a más gente andar en bicicleta y el hecho de que la bicicleta volviera a estar de moda. Las dos pronto se compraron una bicicleta en condiciones. Las dos probaron a hacer sus trayectos, primero por aceras y por calles poco transitadas, después por el itinerario más directo y más cómodo hacia su destino, por la calzada mayoritariamente, mejorándolo cada día. Las dos ya no se plantean ir a sus respectivas obligaciones en bicicleta, aunque llueva, aunque nieve. Y están satisfechas, están orgullosas, están convencidas. Han descubierto un modo idoneo de desplazarse en la ciudad.
Resulta sorprendente ver a gente de esa generación cambiando sus hábitos de movilidad. Pero resulta aún más sorprendente comprobar que, más allá de hacerlo por un compromiso personal, acaban haciéndolo por la satisfacción que les provoca, por el bienestar, por el ánimo que les da llegar despiertos y relajados a su próximo destino y la alegría que les da transmitirlo. Se han hecho ciclodependientes. La cicloadicción es una enfermedad que, una vez se contrae, es prácticamente imposible de curar.
Lo peor del asunto es que ambas son personas normales, personas acomodadas, con puestos de trabajo de responsabilidad, con un estatus social que en una ciudad pequeña es reconocido y reconocible, las dos tienen que llegar elegantes al trabajo porque ambas trabajan relacionándose con otras personas relevantes de cara al público. Ambas deben mantener reuniones, acudir a almuerzos, conceder entrevistas, atender visitas... pero no por eso renuncian a su medio de locomoción, ni se visten de una forma especial para andar en bici.
Hoy también he visto a otro Director General acudir a su trabajo en una bicicleta rescatada de un trastero y a otro Director de una empresa pública al que me lo he cruzado dos veces en su flamante bicicleta urbana. Creo que algo está cambiando a nuestro alrededor y no es sólo fruto del buen tiempo.
Con la bicicleta los viajes rutinarios son ahora divertidos, agradables, rápidos, cómodos, limpios y seguros. Ambas personas hace algunos años que cumplieron 50 y ninguna de las dos antes había utilizado la bicicleta para desplazarse ni en la ciudad ni fuera de ella. De hecho, no habían andado en bici desde la infancia. Las dos empezaron probando con una bici que tenían por casa. Incómoda, poco apropiada para el uso que le iban a dar. A las dos les animó ver cada vez a más gente andar en bicicleta y el hecho de que la bicicleta volviera a estar de moda. Las dos pronto se compraron una bicicleta en condiciones. Las dos probaron a hacer sus trayectos, primero por aceras y por calles poco transitadas, después por el itinerario más directo y más cómodo hacia su destino, por la calzada mayoritariamente, mejorándolo cada día. Las dos ya no se plantean ir a sus respectivas obligaciones en bicicleta, aunque llueva, aunque nieve. Y están satisfechas, están orgullosas, están convencidas. Han descubierto un modo idoneo de desplazarse en la ciudad.
Resulta sorprendente ver a gente de esa generación cambiando sus hábitos de movilidad. Pero resulta aún más sorprendente comprobar que, más allá de hacerlo por un compromiso personal, acaban haciéndolo por la satisfacción que les provoca, por el bienestar, por el ánimo que les da llegar despiertos y relajados a su próximo destino y la alegría que les da transmitirlo. Se han hecho ciclodependientes. La cicloadicción es una enfermedad que, una vez se contrae, es prácticamente imposible de curar.
Lo peor del asunto es que ambas son personas normales, personas acomodadas, con puestos de trabajo de responsabilidad, con un estatus social que en una ciudad pequeña es reconocido y reconocible, las dos tienen que llegar elegantes al trabajo porque ambas trabajan relacionándose con otras personas relevantes de cara al público. Ambas deben mantener reuniones, acudir a almuerzos, conceder entrevistas, atender visitas... pero no por eso renuncian a su medio de locomoción, ni se visten de una forma especial para andar en bici.
Hoy también he visto a otro Director General acudir a su trabajo en una bicicleta rescatada de un trastero y a otro Director de una empresa pública al que me lo he cruzado dos veces en su flamante bicicleta urbana. Creo que algo está cambiando a nuestro alrededor y no es sólo fruto del buen tiempo.
Lo confieso: yo también soy un cicloadicto.
Tiempos pasados nunca podrán ser mejores
Es lo que tiene el tiempo: que pasa. Inexorable, invariable, hacia adelante. Mirar para atrás y añorar es hacerse más viejo y más inútil en un sólo gesto. Pensar que el pasado puede volver es sinónimo de inmovilismo. Pensar que no haciendo nada podemos parar el tiempo o incluso hacerlo retroceder es algo que, por más obvio que parezca, es irremediablemente inútil y sospechosamente tonto.
Parar el tiempo ¿sueño o pesadilla?
Una vez soñé que, cada vez que miraba un reloj, éste, agradecido, me regalaba un segundo. Al principio la sensación confieso que tenía su punto inquietante. Era una especie de segunda oportunidad instantánea. Imposible de aprovechar y, quizá por eso, emocionante. No me daba cuenta, mientras soñaba, que en realidad cada vez que miraba a ese artilugio generoso perdía el mismo segundo que él me regalaba. El problema empezó a surgir cuando aquel guiño se convirtió en una verdadera marcha atrás y el segundero empezó a retroceder. Os puedo asegurar que la sensación fue angustiosa, deseperada... una pesadilla.
En la vida real ocurre algo de lo mismo. Todos nos llenamos recordando el pasado sin darnos cuenta que es un espejismo, una colección de fogonazos que han quedado felizmente impresos en nuestra memoria. Una memoria que, por su propia naturaleza autosuficiente, es selectiva y lo filtra todo. Para engañarnos. Si no lo hiciera, nuestra vida sería insoportable.
Pretender volver a atrás es, más que una ilusión, un ejercicio antinatural. Tratar de paralizar el tiempo significa la muerte. Incluso en el mundo de las ideas. Así pues, dejemos de mirar a la realidad que nos rodea como si el mundo pudiera dejar de girar y habituémonos a la nueva coyuntura. Crisis, estancamiento, austeridad no son situaciones negativas, son realidades que, por turbulentas, representan oportunidades de construir la realidad de acuerdo a una lógica nueva, distinta, mejor.
Y sin embargo, nos aferramos a la sospecha de que, si algo nos pareció bueno, puede volver y hacerse eterno. Y ese es el gran lastre de nuestra sociedad, sobre todo en tiempos difíciles como los que vivimos. La incapacidad de reacción. Incluso entre sectores y personas para las que esta crisis demencial de cemento, ladrillo, especulación y basura financiera no ha sido tan devastadoral Se ha contagiado la sensación de fracaso y de quiebra y se ha paralizado la actividad. ¿Si no es tu guerra por qué te empeñas también en ser víctima de la misma? Así no hay manera de sobrevivir. Nos dejamos contagiar por el pesimismo, de la misma manera que cuando la burbuja inmobiliaria y el despilfarro público guiaban nuestra economía a todos nos parecía que éramos también sospechosamente ricos y nos podíamos permitir cualquier derroche aunque tuvieramos que endeudarnos por encima de nuestras posibilidades.
Ahora que parece que hemos querido empezar a enterarnos de que la vaca no da más de sí, parece que basta con lamentarse y esperar.Mejor pensamos como aquel premio Nobel que hace un siglo dijo algo así como: Ahora que no tenemos dinero, tendremos que pensar. Me parece realmente inspirador.
En mi reloj el tiempo de las cementeras y los bancos ha pasado y es la hora de valorar lo pequeño, lo cercano, lo humano.
Parar el tiempo ¿sueño o pesadilla?
Una vez soñé que, cada vez que miraba un reloj, éste, agradecido, me regalaba un segundo. Al principio la sensación confieso que tenía su punto inquietante. Era una especie de segunda oportunidad instantánea. Imposible de aprovechar y, quizá por eso, emocionante. No me daba cuenta, mientras soñaba, que en realidad cada vez que miraba a ese artilugio generoso perdía el mismo segundo que él me regalaba. El problema empezó a surgir cuando aquel guiño se convirtió en una verdadera marcha atrás y el segundero empezó a retroceder. Os puedo asegurar que la sensación fue angustiosa, deseperada... una pesadilla.
En la vida real ocurre algo de lo mismo. Todos nos llenamos recordando el pasado sin darnos cuenta que es un espejismo, una colección de fogonazos que han quedado felizmente impresos en nuestra memoria. Una memoria que, por su propia naturaleza autosuficiente, es selectiva y lo filtra todo. Para engañarnos. Si no lo hiciera, nuestra vida sería insoportable.
Agua pasada no mueve molino...
Pretender volver a atrás es, más que una ilusión, un ejercicio antinatural. Tratar de paralizar el tiempo significa la muerte. Incluso en el mundo de las ideas. Así pues, dejemos de mirar a la realidad que nos rodea como si el mundo pudiera dejar de girar y habituémonos a la nueva coyuntura. Crisis, estancamiento, austeridad no son situaciones negativas, son realidades que, por turbulentas, representan oportunidades de construir la realidad de acuerdo a una lógica nueva, distinta, mejor.
Agua que no has de beber, déjala correr...
Y sin embargo, nos aferramos a la sospecha de que, si algo nos pareció bueno, puede volver y hacerse eterno. Y ese es el gran lastre de nuestra sociedad, sobre todo en tiempos difíciles como los que vivimos. La incapacidad de reacción. Incluso entre sectores y personas para las que esta crisis demencial de cemento, ladrillo, especulación y basura financiera no ha sido tan devastadoral Se ha contagiado la sensación de fracaso y de quiebra y se ha paralizado la actividad. ¿Si no es tu guerra por qué te empeñas también en ser víctima de la misma? Así no hay manera de sobrevivir. Nos dejamos contagiar por el pesimismo, de la misma manera que cuando la burbuja inmobiliaria y el despilfarro público guiaban nuestra economía a todos nos parecía que éramos también sospechosamente ricos y nos podíamos permitir cualquier derroche aunque tuvieramos que endeudarnos por encima de nuestras posibilidades.
Ahora que parece que hemos querido empezar a enterarnos de que la vaca no da más de sí, parece que basta con lamentarse y esperar.Mejor pensamos como aquel premio Nobel que hace un siglo dijo algo así como: Ahora que no tenemos dinero, tendremos que pensar. Me parece realmente inspirador.
En mi reloj el tiempo de las cementeras y los bancos ha pasado y es la hora de valorar lo pequeño, lo cercano, lo humano.
domingo, 15 de mayo de 2011
Andate... ándate
Así amenaza amistosamente un amigo mío. Es una forma de decir "anda con cuidado, que si no..." Hoy he leído la nota que escribía una ciclista agredida por un peatón en Pamplona cuando circulaba por una acera en una calle con uno de los carriles bici más discutidos y más discutibles de esta ciudad.
¿Mala suerte? ¿Suceso excepcional? Sí y no. Está claro que no toda la gente es así, ni siquiera en esta ciudad tan hermética y tan primaria. Pero está igual de claro que cada vez hay más crispación en esta sociedad. La convivencia se ha desgastado y cada vez más gente se muestra intolerante respecto a los derechos y permisividad de los que gozan los ciclistas. Los improperios, las amenazas y los ataques provienen de todas partes: hoy es un peatón, el otro día era un automovilista. Es lo que tiene la calle, que permite a la gente interactuar, para bien y para mal.
Pamplona es la ciudad española con más kilómetros de carril bici por habitante. Carril bici por llamarlo de alguna manera, ya que en este saco se mete todo tipo de desmanes, de deficiencias y de vergonzosos ejemplos de atrevimiento al habilitar presuntas facilidades ciclistas muchas de ellas prácticamente imposibles de transitar. En esta "conquista" el gran damnificado ha sido el peatón, al que se ha desprovisto de sus derechos más elementales, se ha restado espacios y se ha condicionado excepcionalmente la forma de transitar contradiciendo los principios del Pacto de Movilidad y el propio Plan de Ciclabilidad de esta ciudad.
Así pues, no es extraño que haya mucha gente que se muestre intransigente con algunos ciclistas indolentes. No trato con esto de justificar la actitud reprobable de este energúmeno, pero está claro que, después de estos años de incontinencia municipal, los que utilizan la bicicleta se ven acosados por dos grandes mayorías, por dos grandes poderes. Por un lado, unos automovilistas que han visto reconocida su prepotencia y su preeminencia en la calle, y por otro, unos peatones que se han visto agraviados y acosados por este nuevo orden de cosas.
Cuando hace unos meses reclamaba la necesidad de aprender a andar con la bicicleta en la mano, trataba de evitar este tipo de situaciones indeseables. Es una anécdota desgraciada, pero debe ser un aviso para navegantes. La calle no es un campo de batalla, es un lugar de encuentro, donde el entendimiento hay que construirlo entre todos y donde los derechos no deben servir para agredir al prójimo. Nos queda mucho por hacer... entre todos.
¿Mala suerte? ¿Suceso excepcional? Sí y no. Está claro que no toda la gente es así, ni siquiera en esta ciudad tan hermética y tan primaria. Pero está igual de claro que cada vez hay más crispación en esta sociedad. La convivencia se ha desgastado y cada vez más gente se muestra intolerante respecto a los derechos y permisividad de los que gozan los ciclistas. Los improperios, las amenazas y los ataques provienen de todas partes: hoy es un peatón, el otro día era un automovilista. Es lo que tiene la calle, que permite a la gente interactuar, para bien y para mal.
Pamplona es la ciudad española con más kilómetros de carril bici por habitante. Carril bici por llamarlo de alguna manera, ya que en este saco se mete todo tipo de desmanes, de deficiencias y de vergonzosos ejemplos de atrevimiento al habilitar presuntas facilidades ciclistas muchas de ellas prácticamente imposibles de transitar. En esta "conquista" el gran damnificado ha sido el peatón, al que se ha desprovisto de sus derechos más elementales, se ha restado espacios y se ha condicionado excepcionalmente la forma de transitar contradiciendo los principios del Pacto de Movilidad y el propio Plan de Ciclabilidad de esta ciudad.
Así pues, no es extraño que haya mucha gente que se muestre intransigente con algunos ciclistas indolentes. No trato con esto de justificar la actitud reprobable de este energúmeno, pero está claro que, después de estos años de incontinencia municipal, los que utilizan la bicicleta se ven acosados por dos grandes mayorías, por dos grandes poderes. Por un lado, unos automovilistas que han visto reconocida su prepotencia y su preeminencia en la calle, y por otro, unos peatones que se han visto agraviados y acosados por este nuevo orden de cosas.
Cuando hace unos meses reclamaba la necesidad de aprender a andar con la bicicleta en la mano, trataba de evitar este tipo de situaciones indeseables. Es una anécdota desgraciada, pero debe ser un aviso para navegantes. La calle no es un campo de batalla, es un lugar de encuentro, donde el entendimiento hay que construirlo entre todos y donde los derechos no deben servir para agredir al prójimo. Nos queda mucho por hacer... entre todos.
viernes, 13 de mayo de 2011
La movilidad electrificada
Vivimos atrapados en un mundo donde la novedad es lo deseable, donde antiguo significa anticuado, obsoleto y por definición se desecha. Vivimos ansiosos de estar a la última, consumimos tendencias. Necesitamos eso para sentirnos vivos, para sentirnos motivados. Somos unas víctimas de la moda, en mayor o menor grado, con mayor o menor gravedad, pero adolecemos una patología generalizada. No nos creemos nada que no signifique algo ahí fuera, que no forme parte de una estrategia orquestada da igual por quién o con qué fines últimos. Y lo hacemos porque tenemos una conciencia que alimentar, y es insaciable.
Hoy he tenido una visión gracias al folleto municipal en el que se informa al público sobre la iniciativa del coche eléctrico de mi ciudad. He visto el escenario que ha hecho el genial Birilo con su universo de plastilina y me he quedado impresionado.
Ha sido como un fogonazo: la movilidad electrificada. Coche eléctrico, bici eléctrica, moto eléctrica... sólo faltaba el autobús eléctrico. Lo he encontrado en el periódico de hoy. A tan sólo 35 kilómetros de donde vivo se va a fabricar un autobús eléctrico de tecnología china. En Tafalla. 15 kilómetros más allá, en Peralta, la empresa Quipplan está preparando el lanzamiento de una línea propia de bicicletas plegables eléctricas de alta calidad para el mercado español. A 90 kilómetros del lugar desde donde escribo hay una empresa, Evolo, desarrollando un vehículo de pedaleo asistido de carga, asistido obviamente por un motor eléctrico, que estamos probando para repartir mercancías en las zonas de acceso restringido a los automóviles.
Esto es una fiebre. Parece que el chorro energético fuera inagotable, gratuíto o inocuo. Parece que se pueda multiplicar el consumo eléctrico, mucho más ahora que exportamos energía renovable. Es una locura, un auténtico escándalo.
El caso es que, aunque se han instalado vistosos surtidores de combustible eléctrico a modo de experiencias piloto en enclaves estratégicos, aunque se ha considerado la posibilidad de privilegiar a los vehículos eléctricos con gratuidad en el aparcamiento, aunque se ha subvencionado con ayudas que pueden ascender a los 6.000 € por vehículo, aunque se ha publicitado extraordinariamente la operación "electrifica tu movilidad", nadie todavía se ha decidido a cambiar sus hábitos. No hay coches eléctricos. No se venden. Tan sólo unos pocos han adquirido unas cuantas bicicletas eléctricas, muy pocos para sustituir automóviles.
Es decir, se está promocionando una nueva necesidad que crearía una nueva demanda, que todavía no sabemos cómo se puede llegar a gestionar. Tiempo al tiempo. Resulta difícil pensar que alguien vaya a sustituir sus vehículos de explosión por otros eléctricos. Como mucho y sobre todo si se llega a concretar la estrategia europea que prohibirá para 2050 la entrada de vehículos contaminantes a los centros urbanos, muchas familias duplicarán sus flotas para poder seguir accediendo a las "zonas cero".
¿Nadie ha calculado la descomunal demanda energética que esto podría generar en caso de que tuviera éxito? ¿Nadie ha pensado cómo se iba a atender esa demanda? ¿Nadie, y esto es más grave, ha intuido que el problema de la movilidad no se iba a resolver? ¿O es que los vehículos eléctricos no circulan, no aparcan, no atropellan?
Somos así de felices. Nos venden una moto y, con que sea eléctrica, la compramos. Otra vez más tenemos suerte de que, mientras sean unos pocos, la cosa funcionará. Nadie hace planes todo el mundo busca la rentabilidad aquí y ahora.
miércoles, 11 de mayo de 2011
No seas un estúpido... anda en bici
El Departamento de Transporte de Nueva York, revolucionado ante el incremento tremendo de bicicletas en la gran manzana, ha decidido lanzar una campaña de sensibilización hacia los ciclistas noveles. Bajo el título de "Don't be a jerk!" (¡No seas un estúpido!) propone una serie de mensajes significativos para combatir las malas actitudes que se han empezado a multiplicar en este "nuevo orden".
1. No vayas por las aceras
2. No circules en contradirección
3. Cede a los peatones
Los mensajes en sí mismos son adecuados, razonables, elementales. Ahora bien, la manera de presentar y representar a los ciclistas es ignominiosa. Ridiculizar actitudes puede ser una buena manera de poner de relieve situaciones indeseables, pero presentar a todas las personas que se desplazan en bicicleta como estúpidos es denigrante. Personas con casco, con una actitud indolente, con la mirada perdida... ¡auténticos "frikies"! ¡auténticos idiotas!
Eso y las deficientes infraestructuras ciclistas que se exhiben, sobre todo en el tercer video, donde el carril bici se ha implementado sin espacio de seguridad ante la apertura de puertas. Aquí, el mensaje hubiera tenido que ser, "¡No seas estúpida!¡No circules por ese carril bici!".
Queda mucho por hacer para dignificar la bicicleta y a las personas que la usan en Nueva York. Mucho.
La versión reducida, sólo a base de ilustraciones, no es mucho más digna.
Pese a todo, eso es mejor que lo que propusieron en mi ciudad.
¿Quién fomenta la estupidez?
No queramos que las personas que andan en bicicleta sean más estúpidas de lo que lo es cualquiera. Porque no lo son, no lo somos. Somos los mismos que pasean y utilizan muchas veces el coche, y el bus o la moto, somos los mismos que hacemos cola en la caja del supermercado, somos los mismos que te saludamos... o no, los mismos. Personas, en definitiva, con nuestras luces y nuestras sombras. Como cualquiera. ¿A quién se le escapa semejante obviedad?
Pues muchas veces a los mismos (esos sí que son "los mismos") que se han visto obligados a promocionar algo en lo que no creen, y lo han hecho de una manera apocada, indecisa, marginal, infantiloide y pacata, de una manera poco normal, poco práctica y muy cara. Si algunos de los responsables de estas campañas anduvieran en bicicleta de manera habitual por su ciudad, el estilo sería otro.
Reclamemos dignidad, normalidad, trato justo. Nada más. Basta de ñoñerías y estereotipos interesados. Basta de maniqueismos y confrontaciones creadas. La bicicleta debe ser una opción más y debe presentarse como tal y debe trabajarse para que efectivamente tenga las mismas oportunidades. Con eso basta. Todo lo demás sobra.
1. No vayas por las aceras
2. No circules en contradirección
3. Cede a los peatones
Los mensajes en sí mismos son adecuados, razonables, elementales. Ahora bien, la manera de presentar y representar a los ciclistas es ignominiosa. Ridiculizar actitudes puede ser una buena manera de poner de relieve situaciones indeseables, pero presentar a todas las personas que se desplazan en bicicleta como estúpidos es denigrante. Personas con casco, con una actitud indolente, con la mirada perdida... ¡auténticos "frikies"! ¡auténticos idiotas!
Eso y las deficientes infraestructuras ciclistas que se exhiben, sobre todo en el tercer video, donde el carril bici se ha implementado sin espacio de seguridad ante la apertura de puertas. Aquí, el mensaje hubiera tenido que ser, "¡No seas estúpida!¡No circules por ese carril bici!".
Queda mucho por hacer para dignificar la bicicleta y a las personas que la usan en Nueva York. Mucho.
La versión reducida, sólo a base de ilustraciones, no es mucho más digna.
Pese a todo, eso es mejor que lo que propusieron en mi ciudad.
¿Quién fomenta la estupidez?
No queramos que las personas que andan en bicicleta sean más estúpidas de lo que lo es cualquiera. Porque no lo son, no lo somos. Somos los mismos que pasean y utilizan muchas veces el coche, y el bus o la moto, somos los mismos que hacemos cola en la caja del supermercado, somos los mismos que te saludamos... o no, los mismos. Personas, en definitiva, con nuestras luces y nuestras sombras. Como cualquiera. ¿A quién se le escapa semejante obviedad?
Pues muchas veces a los mismos (esos sí que son "los mismos") que se han visto obligados a promocionar algo en lo que no creen, y lo han hecho de una manera apocada, indecisa, marginal, infantiloide y pacata, de una manera poco normal, poco práctica y muy cara. Si algunos de los responsables de estas campañas anduvieran en bicicleta de manera habitual por su ciudad, el estilo sería otro.
Reclamemos dignidad, normalidad, trato justo. Nada más. Basta de ñoñerías y estereotipos interesados. Basta de maniqueismos y confrontaciones creadas. La bicicleta debe ser una opción más y debe presentarse como tal y debe trabajarse para que efectivamente tenga las mismas oportunidades. Con eso basta. Todo lo demás sobra.
martes, 10 de mayo de 2011
Casco, lesiones en la cabeza y muerte
Terrible, pero real. Mucho se habla y mucho se escribe sobre el casco, sobre su uso, sobre la conveniencia o no de su obligatoriedad al utilizar la bicicleta, sobre cuánto previene y cuánto contraviene.
Anteayer conocimos el infausto accidente del belga Thomas Weinlandt en el Giro de Italia que debido al brutal golpe en la cara, le produjo la muerte casi instantánea. Una desgracia. Weinlandt llevaba casco, como todos los profesionales en competición, como todos los ciclistas que circulan en carretera en nuestro país. Por ley. Una ley muy discutida y muy discutible, un reglamento de competición muy contestado. No quiero abundar en la literatura que hay sobre ello. Sólo quiero aportar un poco de sentido común en lo que respecta a las protecciones que cualquier persona que utilice la bicicleta debe tener.
Está claro que un profesional es un ciclista experto. Está claro también que la alta competición es lamentablemente un juego demasiado extremo donde se pone en juego la salud de los deportistas en muchos sentidos y en muchos casos. Y también está claro que la suerte es un componente absolutamente imponderable, imprevisible.
Ahora bien, dicho esto, hay que ser consciente de cuándo el casco sirve y cuándo no.
¿El casco protector?
Dicen que el casco es el único método de protección efectivo para prevenir la causa más común que provoca la muerte en los accidentes ciclistas, el traumatismo craneoencefálico, siempre que el impacto se produzca a menos de 20 kilómetros por hora y cuando no sea un choque frontal o una colisión contra un elemento inmóvil y siempre que se impacte con el area protegida por el mismo, yendo éste bien colocado y ajustado y hablando, claro, de un casco homologado que no haya caducado y que esté en perfecto estado.
¿Poco?
Siempre es poco cuando hablamos de la integridad. Siempre es poco cuando valoramos todas las circunstancias posibles. Siempre es poco cuando tratamos de prevenir. Se ha calculado que la posibilidad de que una persona que se desplaza en bicicleta normalmente sufra una lesión cerebral en un accidente es muchísimo menor que la de un pasajero de un automóvil e incluso menor que la de un peatón.
No voy a entrar a valorar esto y menos a sacar conclusiones apresuradas y gratuítas. Sólo quiero reflexionar sobre mi experiencia.
Me viene a la cabeza...
Me acuerdo cuando andábamos en bicicleta de chavales. Nadie usaba casco. Nadie. Ni en la ciudad ni fuera de ella. Simplemente no los había. Y nadie se echaba las manos a la cabeza. No era un tema del que se trataba. Y entonces andaba en bicicleta mucha gente. Y se caían muchos. Y se hacían daño. También en la cabeza.
Me acuerdo cuando nos introdujeron al mundo de la competición, todavía niños, en peligrosísimos circuitos urbanos, como auténticos posesos, a cuchillo... y lo que más odiábamos era utilizar aquellas absurdas e incómodas chichoneras que no eran capaces siquiera de recoger la masa encefálica si nos partíamos la cabeza.
Luego vino la bicicleta de monte. ¡Eso sí que era extremo! Sobre todo en sus comienzos, cuando nadie sabía de qué iba aquello de conducir en terreno suelto e irregular, lleno de sorpresas, de sustos. ¡Eso sí que eran golpes! Ahí ya se empezaron a difundir los cascos de poliespán, más o menos recubierto. Hoy en día nadie sería capaz de calzarse uno de esos en la cabeza y creer que así se protegía. En competición se utilizaban los mismos.
Luego, unos años viajando en bicicleta de manera intensa e intensiva... varias decenas de miles de kilómetros, siempre sin casco.
Más tarde trabajé de ciclomensajero. Otra actividad pretendidamente peligrosa, arriesgada, extrema. Entonces seguíamos enfundándonos lo que había, lo que se podía conseguir. Pero lo hacíamos más para dar una imagen de seguridad, para transmitir un mensaje de fiabilidad en una sociedad temerosa, que por creer que fuera imprescindible.
Consejos vendo...
Y un buen día me hice mayor, nos hicimos mayores, y asumimos responsabilidades por otras personas. Ahí fue cuando nos tocó decidir. Y el casco, cada vez más sofisticado, volvió a ponerse sobre la mesa. Y decidimos que, para trabajar, para competir y en las actividades masivas que organizáramos: casco. Pero para la vida normal: sólo bicicleta. Nuestros hijos sin casco a menos que se pusieran especialmente testarudos. No se lo ponemos ni en los columpios. Tampoco las rodilleras ni las coderas. Somos así. Arrojados, insolentes, presuntamente inconscientes e irresponsables.
Eso sí, nuestras bicicletas funcionan perfectamente. Sobre todo frenos, cambios (las que los tienen) y ruedas. Sin holguras. Bien lubricadas. Cuidadas, mimadas. Nosotros nos encargamos de ellas. Por eso nos quieren.
Y procuramos conducir con todos los sentidos puestos en ello. Niños y mayores. Haciéndonos visibles, siendo predecibles, señalizando nuestras maniobras, mirando a los demás a los ojos, anticipándonos, manteniendo el control de nuestra bicicleta, haciéndonos valer y respetando a los demás. Y no nos podemos quejar.
Recuerdo un consejo que dábamos cuando organizábamos salidas colectivas hace 20 años: Cuida tu cabeza, sin ella todo lo demás es lo de menos.
Ahora propondría otro: No seas descerebrado, usa la cabeza... y si quieres ponte también un casco.
Anteayer conocimos el infausto accidente del belga Thomas Weinlandt en el Giro de Italia que debido al brutal golpe en la cara, le produjo la muerte casi instantánea. Una desgracia. Weinlandt llevaba casco, como todos los profesionales en competición, como todos los ciclistas que circulan en carretera en nuestro país. Por ley. Una ley muy discutida y muy discutible, un reglamento de competición muy contestado. No quiero abundar en la literatura que hay sobre ello. Sólo quiero aportar un poco de sentido común en lo que respecta a las protecciones que cualquier persona que utilice la bicicleta debe tener.
Está claro que un profesional es un ciclista experto. Está claro también que la alta competición es lamentablemente un juego demasiado extremo donde se pone en juego la salud de los deportistas en muchos sentidos y en muchos casos. Y también está claro que la suerte es un componente absolutamente imponderable, imprevisible.
Ahora bien, dicho esto, hay que ser consciente de cuándo el casco sirve y cuándo no.
¿El casco protector?
Dicen que el casco es el único método de protección efectivo para prevenir la causa más común que provoca la muerte en los accidentes ciclistas, el traumatismo craneoencefálico, siempre que el impacto se produzca a menos de 20 kilómetros por hora y cuando no sea un choque frontal o una colisión contra un elemento inmóvil y siempre que se impacte con el area protegida por el mismo, yendo éste bien colocado y ajustado y hablando, claro, de un casco homologado que no haya caducado y que esté en perfecto estado.
¿Poco?
Siempre es poco cuando hablamos de la integridad. Siempre es poco cuando valoramos todas las circunstancias posibles. Siempre es poco cuando tratamos de prevenir. Se ha calculado que la posibilidad de que una persona que se desplaza en bicicleta normalmente sufra una lesión cerebral en un accidente es muchísimo menor que la de un pasajero de un automóvil e incluso menor que la de un peatón.
No voy a entrar a valorar esto y menos a sacar conclusiones apresuradas y gratuítas. Sólo quiero reflexionar sobre mi experiencia.
Me viene a la cabeza...
Me acuerdo cuando andábamos en bicicleta de chavales. Nadie usaba casco. Nadie. Ni en la ciudad ni fuera de ella. Simplemente no los había. Y nadie se echaba las manos a la cabeza. No era un tema del que se trataba. Y entonces andaba en bicicleta mucha gente. Y se caían muchos. Y se hacían daño. También en la cabeza.
Chichonera de La ciudad de las bicicletas |
Luego vino la bicicleta de monte. ¡Eso sí que era extremo! Sobre todo en sus comienzos, cuando nadie sabía de qué iba aquello de conducir en terreno suelto e irregular, lleno de sorpresas, de sustos. ¡Eso sí que eran golpes! Ahí ya se empezaron a difundir los cascos de poliespán, más o menos recubierto. Hoy en día nadie sería capaz de calzarse uno de esos en la cabeza y creer que así se protegía. En competición se utilizaban los mismos.
Luego, unos años viajando en bicicleta de manera intensa e intensiva... varias decenas de miles de kilómetros, siempre sin casco.
Más tarde trabajé de ciclomensajero. Otra actividad pretendidamente peligrosa, arriesgada, extrema. Entonces seguíamos enfundándonos lo que había, lo que se podía conseguir. Pero lo hacíamos más para dar una imagen de seguridad, para transmitir un mensaje de fiabilidad en una sociedad temerosa, que por creer que fuera imprescindible.
Consejos vendo...
Y un buen día me hice mayor, nos hicimos mayores, y asumimos responsabilidades por otras personas. Ahí fue cuando nos tocó decidir. Y el casco, cada vez más sofisticado, volvió a ponerse sobre la mesa. Y decidimos que, para trabajar, para competir y en las actividades masivas que organizáramos: casco. Pero para la vida normal: sólo bicicleta. Nuestros hijos sin casco a menos que se pusieran especialmente testarudos. No se lo ponemos ni en los columpios. Tampoco las rodilleras ni las coderas. Somos así. Arrojados, insolentes, presuntamente inconscientes e irresponsables.
¡Mira Johnny! ¡ Su cabeza está intacta! ¡ Usa casco siempre que andes en bici! (viñeta de Wulff Morgenthaler)
Eso sí, nuestras bicicletas funcionan perfectamente. Sobre todo frenos, cambios (las que los tienen) y ruedas. Sin holguras. Bien lubricadas. Cuidadas, mimadas. Nosotros nos encargamos de ellas. Por eso nos quieren.
Y procuramos conducir con todos los sentidos puestos en ello. Niños y mayores. Haciéndonos visibles, siendo predecibles, señalizando nuestras maniobras, mirando a los demás a los ojos, anticipándonos, manteniendo el control de nuestra bicicleta, haciéndonos valer y respetando a los demás. Y no nos podemos quejar.
Recuerdo un consejo que dábamos cuando organizábamos salidas colectivas hace 20 años: Cuida tu cabeza, sin ella todo lo demás es lo de menos.
Ahora propondría otro: No seas descerebrado, usa la cabeza... y si quieres ponte también un casco.
lunes, 9 de mayo de 2011
Yo tampoco trabajo para el Decathlon
Las grandes potencias comerciales y económicas saben cómo organizar sus propuestas para hacernos creer que participamos en causas justas, cuando en realidad estamos colaborando en consolidar su imagen corporativa y su deseada hegemonía dentro de su sector. Decathlon en esto son auténticos maestros. No venden productos, venden conceptos asociados a sus líneas de productos, venden propuestas, venden actitudes, venden ideales... pero nosotros, al final, pasamos por caja.
Hace unas semanas lanzaban una campaña idílica de fomento de la bicicleta bajo el inteligentísimo lema: La vida es bella en bicicleta que traté de analizar en un artículo ya entonces. No estoy contra las grandes franquicias por definición, sino contra los buenos propósitos que insidiosamente nos quieren vender más mercadería.
Hoy es la resaca del Decabike, ese día nacionalcomercialista de la bicicleta instaurado bajo el auspicio y el interés de este monstruo del material deportivo europeo. El Día de la Bicicleta ya existía, no hacía falta inventarlo. En cada ciudad, en cada pueblo se hacía de una manera, con un estilo, con un patrocinio. Era una fiesta. No pasaba de eso.
Pero en los últimos años la bicicleta se ha convertido en algo más. Ahora es una revolución montada desde el propio sistema. Ahora es una operación. Y a las grandes casas que montan operaciones no se les podía escapar la oportunidad. Si visitas la página de Decabike te podrás fijar que la URL es www.operacionesdecathlon.es/decabike. No es para menos.
Hasta ahora habíamos visto apropiaciones más o menos indebidas del concepto, esto ya es parte de una estrategia. La comercial.
Ya sé que a todos nos gusta formar parte de algo, de algo más o menos grande, aunque sea una vez al año. Pero formar parte de un proyecto comercial multinacional me parece un tanto abyecto, por decir algo. Para que te desengañes puedes comprobar cuáles son las otras operaciones de Decathlon a las que también te puedes sumar incondicionalmente.
Yo no he participado en este "día comercial de una marca que tan bien aunaba fines comerciales y electoralistas", como no lo suelo hacer en otros "días de todos vamos juntos en la bici", tampoco lo hice en el "día mundial esta vez va a ser... de la bicicleta", no lo hice en la "masa crítica que no busca cambiar las cosas". Sin embargo, todos esos días anduve en bicicleta. Solo y acompañado. Para ir a trabajar, para volver, para ir a buscar a los míos, para pasear con ellos, para comprar, para hacer algo de deporte...para lo que hiciera falta, para lo que me hacía falta. Igual que lo he hecho hoy y lo haré mañana, como todos esos miles, millones de personas que lo hacen anónimamente como absolutos protagonistas de sus vidas y de sus decisiones.
Ya se que es difícil abstraerse de un mundo tan mediatizado y que la pureza es siempre sospechosa, pero, si tú tampoco trabajas para el Decathlon, enhorabuena, si no, bienaventurado, porque alguien tiene que mantener todo este tinglado y me parece que tú vas a ser parte de ese gran movimiento que sólo te quiere por tu cartera.
Hace unas semanas lanzaban una campaña idílica de fomento de la bicicleta bajo el inteligentísimo lema: La vida es bella en bicicleta que traté de analizar en un artículo ya entonces. No estoy contra las grandes franquicias por definición, sino contra los buenos propósitos que insidiosamente nos quieren vender más mercadería.
Hoy es la resaca del Decabike, ese día nacionalcomercialista de la bicicleta instaurado bajo el auspicio y el interés de este monstruo del material deportivo europeo. El Día de la Bicicleta ya existía, no hacía falta inventarlo. En cada ciudad, en cada pueblo se hacía de una manera, con un estilo, con un patrocinio. Era una fiesta. No pasaba de eso.
Pero en los últimos años la bicicleta se ha convertido en algo más. Ahora es una revolución montada desde el propio sistema. Ahora es una operación. Y a las grandes casas que montan operaciones no se les podía escapar la oportunidad. Si visitas la página de Decabike te podrás fijar que la URL es www.operacionesdecathlon.es/decabike. No es para menos.
Hasta ahora habíamos visto apropiaciones más o menos indebidas del concepto, esto ya es parte de una estrategia. La comercial.
Así como en el mundo real existen casualidades, en el mundo virtual de la publicidad nada es por casualidad, todo está metódicamente previsto y programado.
Primero el anuncio, ahora la operación nacional, mañana...
Ya sé que a todos nos gusta formar parte de algo, de algo más o menos grande, aunque sea una vez al año. Pero formar parte de un proyecto comercial multinacional me parece un tanto abyecto, por decir algo. Para que te desengañes puedes comprobar cuáles son las otras operaciones de Decathlon a las que también te puedes sumar incondicionalmente.
Yo no he participado en este "día comercial de una marca que tan bien aunaba fines comerciales y electoralistas", como no lo suelo hacer en otros "días de todos vamos juntos en la bici", tampoco lo hice en el "día mundial esta vez va a ser... de la bicicleta", no lo hice en la "masa crítica que no busca cambiar las cosas". Sin embargo, todos esos días anduve en bicicleta. Solo y acompañado. Para ir a trabajar, para volver, para ir a buscar a los míos, para pasear con ellos, para comprar, para hacer algo de deporte...para lo que hiciera falta, para lo que me hacía falta. Igual que lo he hecho hoy y lo haré mañana, como todos esos miles, millones de personas que lo hacen anónimamente como absolutos protagonistas de sus vidas y de sus decisiones.
Ya se que es difícil abstraerse de un mundo tan mediatizado y que la pureza es siempre sospechosa, pero, si tú tampoco trabajas para el Decathlon, enhorabuena, si no, bienaventurado, porque alguien tiene que mantener todo este tinglado y me parece que tú vas a ser parte de ese gran movimiento que sólo te quiere por tu cartera.
domingo, 8 de mayo de 2011
Si mi abuela tuviera ruedas...
El sábado leí esta entrada en un artículo que llamó mi atención por titularse "Y si la llamamos Bicicleta...". Hacía referencia a la originalidad de la gente a la hora de poner nombres a sus descendientes, originalidad que a veces se torna ridícula, y hasta ignominiosa.
- Eso se decía cuando alguien exageraba más de la cuenta o inventaba algo: "Si mi abuela tuviera ruedas... sería bicicleta".
... sería Bicicleta
El artículo continúa:
Ahora bien, hablando de niños, de mayores y de bicicletas, hay una iniciativa canadiense que propone las ciudades 8-80, que no es otra cosa que ciudades accesibles y practicables de manera independiente por personas comprendidas entre esas edades.
¿El fundamento? Que sean caminables y ciclables. Con muchas abuelas Bicicleta y con muchos Ciclitos que con sus 8 añitos circulen por calles amables y se encuentren y jueguen en espacios pensados para ello.
Ahora bien, con lo descreídos que somos en este país, no sé que es más improbable, si encontrarse a una niña llamada Orbea o que la abuela Cleta, de Anacleta, a sus 79 años crea que es posible circular en su bici por la ciudad donde vive, y lo haga.
De ahí que el dicho popular haya derivado a una reducción puramente anticiclista: "Sí ya... y mi abuela en bicicleta".
Susana, que trabaja en el Registro Civil de Pamplona, cuenta sonriente que una tía de su abuela, que nació en una aldea de la sierra de Gredos, en la provincia de Ávila, se llamaba Bicicleta. "Ocurrió hace mucho tiempo y no puedo recordar mucho más", se disculpa.No hubiera pensado en que esto fuera posible, pero creo que el periodista ha caído en un error de rigor profesional, al no comprobar si el tema del nombrecito no era una mera ocurrencia o respondía a una leyenda rural. Es comprensible: hace un buen titular. Yo sin embargo lo he hecho, y para ello no he tenido que recurrir a ninguna enciclopedia popular, ni a ninguna fuente del saber incontestable, me ha bastado comentarlo a la hora de la comida. Un familiar de mayor edad nos ha abierto los ojos.
- Eso se decía cuando alguien exageraba más de la cuenta o inventaba algo: "Si mi abuela tuviera ruedas... sería bicicleta".
... sería Bicicleta
El artículo continúa:
Alejandro Jodorowsky, actor y escritor chileno, intenta dar una explicación al respecto. "Los nombres que los progenitores regalan a sus hijos son fruto del deseo inconsciente de solucionar situaciones, la mayoría dolorosas".De acuerdo con Jodorowsky, mucha gente que hubiera querido solucionar situaciones indeseadas respecto al tráfico, a la voracidad del coche, a la pérdida de libertad, de autonomía de los menores, al incremento de la peligrosidad de las calles, máxime si hubiera antecedentes dolorosos, habría llamado a sus hijas Bicicleta y a sus hijos Triciclo... si no fueran tan disonantes como nombres personales.
Ahora bien, hablando de niños, de mayores y de bicicletas, hay una iniciativa canadiense que propone las ciudades 8-80, que no es otra cosa que ciudades accesibles y practicables de manera independiente por personas comprendidas entre esas edades.
¿El fundamento? Que sean caminables y ciclables. Con muchas abuelas Bicicleta y con muchos Ciclitos que con sus 8 añitos circulen por calles amables y se encuentren y jueguen en espacios pensados para ello.
Ahora bien, con lo descreídos que somos en este país, no sé que es más improbable, si encontrarse a una niña llamada Orbea o que la abuela Cleta, de Anacleta, a sus 79 años crea que es posible circular en su bici por la ciudad donde vive, y lo haga.
De ahí que el dicho popular haya derivado a una reducción puramente anticiclista: "Sí ya... y mi abuela en bicicleta".
viernes, 6 de mayo de 2011
jueves, 5 de mayo de 2011
El embotellamiento es un juego
Embotellamientos, atascos, congestión, retenciones... nadie puede ser tan estúpido de no darse cuenta que esto no es más que un juego. Perverso, pero juego. Hemos jugado con la expansión urbanística, hemos jugado con las autopistas urbanas e interurbanas, hemos jugado con la cesión del suelo y del subsuelo para el aparcamiento y ¿qué hemos conseguido? Atraer a más gente a jugar al juego del tráfico, al juego de la movilidad.
No hay que darle muchas vueltas. Cuando todos nuestros esfuerzos se han encaminado a tratar de lograr la ubicuidad todos a la vez, ¿quién de verdad no había pensado que no iba a haber sitio para todos?
Seamos serios. Lo sabíamos. Estábamos jugando. Jugando a destruir ciudades, jugando a acorralar peatones, jugando a atemorizar a la población, jugando a las casitas, jugando a las carreras, jugando a los autos de choque.
Hoy he tenido la oportunidad de ver uno de los juguetes que hay por casa, uno de esos regalos de algún familiar ingenioso: el "Rush Hour" de Thinkfun (Everybody Plays), algo así como la "Hora Punta" de Divertidea (Todo el mundo juega). La imagen de la caja me ha cautivado, el mensaje más aún: Escapa del atasco. ¡Ese es el juego! Demostrar que podemos pasar hasta cuarenta niveles de congestión y escapar del embrollo. Pura habilidad.
Y funciona. Aún creemos que vamos a tener suerte, que vamos a llegar en pocos minutos aunque sea hora punta, que vamos a encontrar sitio en la puerta de nuestro destino, que los gurús de la semaforización nos van a ayudar, que la diosa prioridad va a interceder por nosotros, que la santa prisa va a mejorar nuestra pericia al volante. Y seguimos jugando a eso.
Tú también puedes jugar. ¡Suerte!
Para un ciclista el embotellamiento también puede representar una dificultad, pero no hay duda de que no le condiciona más que en la mera ocupación de espacio y en la polución. Al final no deja de ser una situación de tráfico calmado, incluso estático. Es triste pero es real.
- Hora punta... una oportunidad para la bici
- ¿Congestión? Sí, gracias
No hay que darle muchas vueltas. Cuando todos nuestros esfuerzos se han encaminado a tratar de lograr la ubicuidad todos a la vez, ¿quién de verdad no había pensado que no iba a haber sitio para todos?
Seamos serios. Lo sabíamos. Estábamos jugando. Jugando a destruir ciudades, jugando a acorralar peatones, jugando a atemorizar a la población, jugando a las casitas, jugando a las carreras, jugando a los autos de choque.
Hoy he tenido la oportunidad de ver uno de los juguetes que hay por casa, uno de esos regalos de algún familiar ingenioso: el "Rush Hour" de Thinkfun (Everybody Plays), algo así como la "Hora Punta" de Divertidea (Todo el mundo juega). La imagen de la caja me ha cautivado, el mensaje más aún: Escapa del atasco. ¡Ese es el juego! Demostrar que podemos pasar hasta cuarenta niveles de congestión y escapar del embrollo. Pura habilidad.
Y funciona. Aún creemos que vamos a tener suerte, que vamos a llegar en pocos minutos aunque sea hora punta, que vamos a encontrar sitio en la puerta de nuestro destino, que los gurús de la semaforización nos van a ayudar, que la diosa prioridad va a interceder por nosotros, que la santa prisa va a mejorar nuestra pericia al volante. Y seguimos jugando a eso.
Tú también puedes jugar. ¡Suerte!
Para un ciclista el embotellamiento también puede representar una dificultad, pero no hay duda de que no le condiciona más que en la mera ocupación de espacio y en la polución. Al final no deja de ser una situación de tráfico calmado, incluso estático. Es triste pero es real.
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- ¿Congestión? Sí, gracias
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