Hablamos en este caso de un carril bici en una de las cuestas que da acceso a la ciudad amurallada de Pamplona, una demanda antigua que, después de mucha batalla callada, se ha hecho realidad con una medida salomónica y tirando a barata, por no llamarla pobre, porque el "estamos en crisis" sirve de excusa para no hacer las cosas ni siquiera dignamente.
Para entenderlo hay que tener en cuenta que Pamplona es una ciudad a la que, por el norte, sólo puede accederse escalando sus murallas por las pocas puertas que se han abierto en ellas. Cuestas empinadas donde confluye todo el tráfico y que, en hora punta, se convierten en embudos terribles a los que incorporarse en bicicleta es, más que aventurado, temerario. Adosadas por unas aceras miserables en las que los ciclistas solos o invitados por el propio Ayuntamiento se pelean de una manera denigrante por unos espacios impropios, indignos y peligrosos con unos peatones que perplejos y resignados sufren las consecuencias.
El carril bici que se ha hecho en la embocadura de la Avenida Guipúzcoa, también conocida como Cuesta de San Lorenzo, se va a estrenar en breve, probablemente esta misma semana, y va a servir para conectar el Centro con el flamante parque de Trinitarios y con el barrio de la Rotxapea, al pie de la muralla.
La actuación la podemos resumir en la eliminación de dos carriles de circulación motorizada y la habilitación, con ese espacio, de una vía para bicicletas y una ampliación de una acera que era poco más que un bordillo donde circulaban peatones y ciclistas "refugiados" en dos direcciones.
¿La valoración? Mala. Un carril bici estrecho para ser en pendiente, con los ciclistas bajando entre peatones y ciclistas que suben, con unas defensas insuficientes hechas con bolardos de plástico, con distancia de defensa del tráfico motorizado insuficiente y con una acera duplicada en el puro asfalto, con una conexión espantosa con su carril homónimo en el Parque de Trinitarios (otra chapuza soberana). En fin, que no ofrece soluciones de calidad para los presuntos beneficiarios, pero que mejora una situación insostenible.
... excepto el que sirve para desmontar una autopista urbana
Del resultado, como vemos discutible, nos quedamos con el hito que representa al ser el primer desmantelamiento de una autopista urbana en la capital navarra. Con eso, en una ciudad de corte acusadamente automovilista es, para empezar, más que suficiente.

El efecto no se ha hecho esperar. Colas de coches (de a 1 pasajero y pico por carrocería) y algún bus y taxi atrapado. Mal, pero, como decía el responsable de la difunta y deficiente Area de Movilidad del Ayuntamiento de Pamplona, "esto dura un par de días, hasta que la gente espabila y elige un recorrido alternativo".

Las reacciones también se han sucedido y las opiniones gratuitas se han apresurado en hacerse oir. No podía ser de otra manera. La gente no quiere cambios, prefiere seguir soportando el estado de las cosas aunque ese estado les reprima, les impida disfrutar del espacio público, les condicione los itinerarios o beneficie sólo a una minoría frente a los demás.
Veremos cómo funciona en el tiempo, qué efecto llamada hace, cuántos usuarios congrega y, más en perspectiva, qué nuevas oportunidades promoverá, qué itinerarios consolidará y qué supondrá todo ello en la concepción de una ciudad que, ahora mismo, todavía es demasiado autocéntrica y demasiado despótica con la movilidad no motorizada. Demos tiempo al tiempo y exijamos mientras tanto su mejora y su extrapolación a otros puntos de esta ciudad o de otras donde se reproducen las mismas condiciones.