Estrenamos el año más incierto del siglo. Con una crisis de caballo que está rehusando saltar los obstáculos y se está quedando atrancada y sin visos de cambiar. Con un panorama político que da para atrás y no precisamente por una cuestión de colores sino más bien por una cuestión de confianza. Con un panorama social desmembrado y todavía más indignado que ilusionado.
Con estos ingredientes y, en el terreno de la bicicleta o de la movilidad en general, con una serie de promesas incumplidas, con unos cuantos platos rotos, con ambiciones todavía desmesuradas y presupuestos menguantes, parece que más vale quedarse en casa que pensar en hacer algo y, sin embargo, una vez más y contracorriente, hay que volver a la carga. Es necesario. Imprescindible.
Pensemos mejor qué vamos a hacer
Pero este año, a diferencia de los años anteriores,
necesitamos un plan. Un Plan de Acción con mayúsculas para mejorar nuestras ciudades y nuestros pueblos. Y me temo que no va a valer con un simple Plan de Movilidad o un Plan de Ciclabilidad, que en sí mismos no están tan mal pero que adolecen de un exceso de ingeniería y una falta vergonzosa de participación real.
Le llamaremos Plan de Acción porque su objetivo principal es plantear retos, actuaciones, acciones. Para definirlo necesitaremos un marco ideológico que nos defina los objetivos y que oriente las estrategias: un Pacto Local de Movilidad y Accesibilidad. Así que habrá que juntarse, pero no de cualquier manera,
habrá que conformar una mesa de trabajo.
¿Quiénes son los llamados a la mesa?
Pues, para empezar, y siempre en primer lugar,
los cargos electos, que para eso son los elegidos y que tienen que acostumbrarse a lidiar en este tipo de plazas que son las suyas, las públicas. Después habrá que contar con la mayor representatividad posible (una persona por entidad) de entre
los agentes sociales que realmente sean activos en la localidad. No precisamente los que tengan más nombre, sino más bien los que hagan más cosas, los que estén en los saraos, los que se remanguen y estén dispuestos a compartir esfuerzos y proyectos.
Y luego algún elemento externo,
alguien que haga de juez de paz y de abogado del diablo al mismo tiempo, que vea las cosas desde la barrera, que esté involucrado pero no comprometido ni cohartado, que no comparta el enviciamiento propio de las relaciones locales y que a la vez lo ponga en evidencia, alguien que dinamice, que recuerde lo que se olvida y que denuncie, si es necesario, los contubernios y que remarque que es un juego y que se trata de mejorar lo que es de todos, el espacio público, la calle.
Superando estereotipos e intereses creados
En esto de la movilidad hay que empezar a olvidarse de que esto es un asunto de ciclistas y de conductores y hay que empezar a hablar de vecinos y vecinas, porque, curiosamente, los peatones que somos mayoría no estamos nunca representados y a veces se nos olvida que deben presidir estas mesas en vez de sufrir las consecuencias del enfrentamiento entre las facciones minoritarias y las inframinoritarias que, además, muchas veces cuentan con líderes poco representativos y defienden modelos obsoletos con estúpida vehemencia y se olvidan fácilmente que ni siquiera sus secuaces más acérrimos son ciclistas o automovilistas exclusivamente, sino que alternan, y andan, y usan el transporte público.
Luego hay que contar con todos aquellos que se han ido apropiando de la calle como si fuera de ellos y que se resisten a devolverla: estos son los comerciantes, con su derecho inalienable de que toda su clientela aparque en su escaparate y sus proveedores puedan cargar y descargar en su puerta, y también son aquellas personas que se apropian de los lugares más valiosos de la población para dejar sus coches abandonados ocupando 10 fabulosos metros cuadrados de manera privativa, que nadie sabe bien quién se los ha concedido.
Hay que tener sentados en la mesa a representantes de los principales centros de actividad que movilicen a la gente todos los días: empresas, centros educativos, hospitales, centros de salud, instituciones públicas, polideportivos, etcétera. Y hay que prestar especial atención de entre estos a los menores y a los jóvenes, de los que dependerá, en muchos casos, que esto cuaje y que se mantenga en el futuro.
Si en este año podemos montar esta mesa y formular
un plan no estará nada mal. Si además podemos ponernos, después, manos a
la obra en él, mejor que mejor.
Sin pintadas, sin circo, sin basura
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"Herrian txirrindula" = "En el pueblo, bicicleta" pintada en Bera (Navarra) |
Ahora bien, si seguimos haciendo cositas más o menos vistosas, más o menos aparatosas, pero sin ton ni son, sólo porque nos las ofrecen a buen precio o gratis o porque las esté haciendo el vecino, o porque nos ponen en la palestra, entonces nos seguiremos sorprendiendo del fracaso de nuestras propuestas y de la poca efectividad de dichas medidas. Tampoco la vía es reivindicar, porque es demasiado fácil y no compromete a trabajar. Esto no se hace para la galería ni para la prensa, sino para tener un pueblo mejor, más humano, más habitable.
Hay gente que ya se ha puesto a ello y que el año que entra, con los deberes hechos, van a empezar a meter mano al asunto. Enhorabuena y suerte.