miércoles, 21 de diciembre de 2011

La trampa mortal de la seguridad percibida

Hoy he tenido la fatal noticia del atropello de dos ciclistas y un peatón en sendos pasos de cebra en apenas unas horas en Alicante. Una desgracia, que, más allá del infortunio, revela un hecho preocupante que no nos cansaremos de repetir hasta la saciedad: la gran mayoría de los atropellos en las ciudades se producen en pasos peatonales. Los de los ciclistas, paradójicamente (o no tanto), también.

Uno de los ciclistas accidentados en Alicante (La Información)

Así dicho parece un poco determinista, pero es tan real como triste. Desgraciadamente, los intentos de proteger a los débiles a base de proveerles de corredores exclusivos y pasos segregados generan, entre otras cosas, una percepción de seguridad que relaja a muchos y provoca este tipo de situaciones. Lejos de tratar de culpabilizar a las víctimas, como hacen algunos en estos casos tratando de aleccionarles, creo que lo importante es tratar de reflexionar a la vista de esta realidad y evitar argumentaciones más triviales.

De esta manera, cuando tratemos de abordar el tema de la seguridad vial, habremos de tener en cuenta que, pese a que la segregación y la habilitación de pasillos pretendidamente seguros transmite una sensación de protección y comodidad, lo que en realidad provoca es muchas situaciones de grave peligro al disminuir el nivel de atención de los usuarios de las mismas, que acaban siendo las víctimas en los accidentes que se producen.


No hay que soslayar que el verdadero problema sigue residiendo en la preeminencia y el uso abusivo del coche y de los modos de transporte motorizados para desplazarse en las ciudades de manera masiva y, muchas veces, injustificada. Eso, y el exceso de velocidad, muchas veces permitida y otras simplemente consentida, que hace que la gravedad de los accidentes sea preocupante. Con reducir la velocidad de 50 kms/hora a 30 kms/hora en las ciudades los accidentes mortales se reducirían un 85 %. Claro que para eso debería vigilarse su cumplimiento y sabemos que eso, además de muy difícil, es terriblemente caro.

Sin embargo, no basta con reducir la velocidad de circulación si los automovilistas siguen contando con esa permisividad y esa connivencia a la hora de hacerles cumplir la ley a rajatabla, como debería hacerse teniendo en cuenta que estamos hablando de consecuencias mortales, hay que ir más allá. Hay que recortar espacios de circulación motorizada y, sobre todo, hay que reducir la percepción de continuidad y la visión de la carretera como algo necesariamente expedito, diáfano, sin obstáculos. Y hay que empezar a poner dificultades a la circulación motorizada, hacer recorridos sinuosos, sin grandes perspectivas que inviten al acelerón fatal. Así de fácil.



Hasta que no empecemos a jugar en serio al juego de la vida, de la convivencia, de la tranquilidad y de la empatía, seguiremos lamentándonos, conformistas, ante noticias como esta prácticamente todos los días. Y que conste que esto no lo soluciona la esperada reforma del Reglamento General de Circulación prometida por la Dirección General de Tráfico.

2 comentarios:

  1. La chicane me parece un excelente método de calmado de tráfico. Creo que una gran parte de las calles de la trama urbana de las ciudades españolas lo pueden instalar sin mayor problema. Lo que falla es la voluntad política para hacerlo y ese miedo irracional a restar "derechos" al automóvil.

    Gracias por tu artículo una vez más

    Fernando

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  2. Otro método muy bueno y que no dificulta al transporte colectivo, son los llamados "cojines berlineses" que dejan un espacio a cada lado de la calzada, donde por su ancho los autobuses pasan y los coches no y esas aberturas sirven también para las bicis.
    Saludos.

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