lunes, 27 de abril de 2015

¿Superhéroes, supervillanos o personas normales?

Esa es la cuestión. Estamos tratando de visibilizar a las personas que utilizan la bicicleta en nuestras ciudades y no acertamos. Desde los que pretenden que esto de la bicicleta es algo que comporta una actitud digna de mención y de reconocimiento (los ciclistas valientes) pasando por los que, apelando al miedo, han optado por justificar el uso de la bicicleta en defensa propia y para los que los daños colaterales son despreciables (los cicleatones temerosos), hasta los que defendemos que debe proponerse como una opción sin más, que está al alcance de cualquiera, el caso es que seguimos sin acertar.


¿Cómo vendemos la bicicleta? 

Nos preguntamos una y otra vez, ¿cómo hacemos para convencer a la gente para que la comprenda como una opción natural, fácil y conveniente? Parece que lo que es válido para unos es condenable para otros y, mientras tanto, sigue pasando el tiempo y siguen agravándose las situaciones, afilándose los cuchillos en una u otra dirección y exagerándose los personajes sin conseguir lo que desde un principio se debería haber perseguido y quizá muchos perseguían que es que la gente contemplara la bicicleta como algo deseable.

Los que sospechamos que hay una conspiración para mantener a la bicicleta como algo marginal en favor del coche, creemos que esta situación es la que más les conviene para demostrar no sólo que somos pocos, sino que no estamos bien avenidos ni siquiera entre nosotros mismos. Y es que, efectivamente, es difícil estar de acuerdo cuando hay gente dispuesta a consentir muchas cosas y a pelear sólo por tener favores y no obligaciones. Y así buscamos formulaciones como el pintado de aceras o, en su defecto, el permiso tácito para circular por ellas, o la relajación en el seguimiento de las normas aduciendo que estas están pensadas por y para los automóviles y acabamos siendo héroes para los nuestros y villanos para los demás.


¿Hasta cuándo vamos a mantener esta situación?

Ese es el verdadero problema. Dilatar la situación no tiene más que consecuencias negativas para los usuarios de la bicicleta que seguimos sufriendo los desaires de unos y otros y nos seguimos sintiendo invitados incómodos e incomodados en todos los escenarios, carriles bici incluídos por supuesto.

Si no somos capaces de enfocar todo el asunto de la bicicleta desde una perspectiva más amplia y en el marco de una nueva concepción de la movilidad y de las relaciones vehiculares en el que el coche pierda preponderancia y prepotencia en favor de otras formas de moverse, esto se va a enquistar demasiado y nos vamos a acabar acostumbrando a seguir presionados, perseguidos o aclamados y vitoreados, pero nunca a pasar desapercibidos porque a nadie le sorprenda nuestra presencia.

lunes, 20 de abril de 2015

Queridos ciclistas, vosotros no sois la solución

Hoy, el día después del Día Mundial de la Bicicleta, tenemos malas noticias para vosotras, personas que festejáis la bici: vosotras no sois la solución. Tampoco se puede decir que seáis parte del problema, exactamente, aunque colaboráis con vuestra inocencia en el mantenimiento del mismo. Colaboráis cuando os miráis al ombligo y obviáis al resto del mundo, colaboráis cuando creéis que vuestra sola presencia basta para cambiarlo, colaboráis cuando presuponéis que algo cambia si tú cambias. Y eso no es así, o, al menos, eso no es suficiente.

El día que no haya que celebrar el Día Mundial de la Bicicleta será el verdadero día de la bicicleta, ese en el que la bicicleta sea normal, tanto como lo es hoy en día una lavadora, el televisor, el teléfono móvil o el coche (¿alguien se imagina celebrar el día del coche?), y, con el paso que llevamos, nos va a costar mucho llegar a ese día o, quizá, va a ser imposible si no cambiamos de rumbo.


No, amigos y amigas de las bicicletas, vosotros no podéis cambiar el mundo solos y, si no se producen acontecimientos de mayor dimensión o no se trabaja en supuestos en otra dirección a lo único a lo que podéis aspirar es a ser un invitado molesto en las calles de los demás. Sentimos ser tan aguafiestas, pero más vale ser sinceros que seguir alimentando ilusiones inconsistentes y sueños inalcanzables.

No va a ser suficiente con que ganéis más adeptos, por más convencidos que estos estén, no va a ser suficiente con que logréis que os hagan algunos carriles bici más, o muchos, no va a ser suficiente con que insistáis en enseñar a la gente a andar en bici por la calzada, no va a ser suficiente con que os declaréis insumisos y circuléis por las aceras. Vais a seguir siendo una minoría y os van a seguir tratando como algo marginal.

Mientras no cuestionemos y reduzcamos drásticamente el uso del coche privado y su tiranía, todo lo demás va a ser insuficiente. No hay más. Nos pongamos lo dignos que nos pongamos, hagamos las declaraciones que se nos ocurran, expliquemos por activa y por pasiva las bonanzas de nuestra opción o salgamos una y otra vez a la calle a demostrar que somos un pelotón.

Si no cambiamos las reglas de este juego, si no replanteamos el uso de la calle, si no cambiamos el rumbo de la ordenación del territorio, de la dispersión de los usos, de la zonificación de los actividades, lo nuestro va a ser puro onanismo, buen rollo autocomplaciente, y poco más.

Perdón por interrumpir la resaca de la fiesta.

lunes, 13 de abril de 2015

El ciclista valiente no es conveniente

Seguimos aquejando un mal endémico en las sociedades donde los coches siguen ostentando el dominio de la calle en la que queremos reintroducir la bicicleta: el mal del ciclista valiente. El ciclista valiente es esa persona aguerrida que se enfrenta al tráfico en su condición de vehículo, asumiendo las diferencias con dignidad, carácter y actitud. Sabe perfectamente que ese tráfico al que dice pertenecer está organizado a favor de los coches o, más en general, de los vehículos motorizados, pero insiste en confluir con ellos y de hecho cree comportarse como ellos, aunque ni lo consigue por volúmen, peso, aceleración y velocidad, ni ellos le reconocen como un igual y actúan en consecuencia, menospreciándolo.


Esto que muchos lo han interiorizado como normal, e incluso deseable, no deja de ser una señal clara de que hemos consentido que esto pase durante demasiado tiempo, tanto que no creemos que se pueda cambiar y, entonces, no queremos cambiarlo.

El ciclista valiente es un elemento que es igual de contraproducente en muchos casos para la proposición de un ordenamiento diferente (más protectivo y más inclusivo) que el ingeniero que regula el tráfico y que cree que todo se puede resolver con semaforizaciones inteligentes, turborrotondas y carriles dedicados.


Está claro que hay que educar a toda la gente, desde el colegio y desde el entorno familiar, en que la calle es de todos y que las bicicletas tienen el mismo derecho, aunque deberían tener más, de circular por ellas libremente y con seguridad, ocupando el espacio que precisen para hacerlo y exigiendo un respeto a los demás, el mismo que es exigible a ellas, pero en una sociedad en la que el coche sigue representando tanto con esto no es suficiente.

Porque a lo que hay que dedicar mayor esfuerzo educativo, empezando desde la más tierna infancia, es a que la lógica del coche tiene que ser desmontada en favor de la lógica de las personas y que, mientras esto no se produzca, todos seremos víctimas de una ordenación urbana que no busca más que saciar la avidez de espacio y de velocidad de los coches y sus sucedáneos. Ahora bien, habrá qué determinar cómo se hace esto.


Porque el ciclista valiente no va a ser capaz de acabar con los gigantes por su mera presencia o por su testarudez y lo peor es que parece que no vaya a colaborar mucho desde su perspectiva a reducir el número de gigantes. De hecho, esta visión caballeresca y casi beligerante no va a ayudar a cambiar este orden de cosas sino, quizá, y sólo digo quiza, vaya a servir para consolidarla un poco más si cabe y para reforzar la idea de que los ciclistas pueden convivir sin problemas y pueden seguir sufriendo la tiranía de los coches en las ciudades.

Por cierto, yo soy uno de esos ciclistas valientes.

miércoles, 8 de abril de 2015

Hacer fácil lo difícil

Hacer fácil lo que ahora mismo resulta difícil. Ese es el gran reto al que nos enfrentamos en este punto de inflexión en el que nos encontramos en los asuntos de la movilidad no motorizada. Hasta ahora todo ha sido poner facilidades al movimiento de vehículos pesados por dentro y fuera de nuestros barrios, pueblos y ciudades. Coches, furgonetas, camiones, buses... todos tenían que llegar a todas partes. Si para ello había que hacer la vida imposible a todos los demás, no se dudaba ni un segundo.


Así se ha ido pervirtiendo el uso del espacio público que, en tan sólo unas décadas, ha pasado de ser el espacio común a ser un espacio al servicio de la movilidad motorizada. El resto de usos y el resto de opciones de movilidad han quedado relegados a un papel secundario que ahora queremos recuperar.

El problema es que esas opciones, básicamente caminar y andar en bici, que deberían ser las más naturales y las más fáciles de ejercer, se han ido convirtiendo en pequeños (o no tan pequeños) retos debido al condicionamiento formidable que supone el ordenamiento de la ciudad al servicio de vehículos pesados y que circulan a velocidades importantes y con los cuales la convivencia, en las condiciones actuales, se plantea cuando menos difícil.

Es por eso que hay que plantearse, más ahora que llegan nuevos turnos políticos, cómo darle la vuelta a esta situación y cambiar las tornas poniendo el objetivo en favorecer a los ciudadanos que optan por moverse de la manera más ecológica posible.


O hacer difícil lo que es fácil

Para ello el reto tiene una doble vertiente, que no se puede afrontar de manera parcial o unilateral: sólo se podrá dar facilidades a los no motorizados poniendo dificultades al tránsito y aparcamiento de los motorizados.

Si no trabajamos desde esta óptica podemos caer en la tentación de hacer políticas timoratas, apocadas, que se reduzcan a ingeniar algunos pasillos angostos e ineficientes y dar la ilusión mediática de que se logran cambios importantes, cuando, en términos generales, se mantienen las mismas condiciones básicas de circulación orientada al tráfico motorizado.

No basta, en esta línea de trabajo, con hacer los centros urbanos peatonales, no basta, tampoco, con implantar una red de carriles bici más o menos densa, ya que, mientras no se deje claro que lo que se persigue es incomodar el tráfico de vehículos a motor, no se actúe sobre él y no se explique claramente cuál es el beneficio que ello conlleva para la sostenibilidad y la mejora de la calidad de la vida urbana, todo se quedará en intentos voluntariosos pero marginales.

Aquí sí que vale tratar de importar experiencias y aquí sí que vale mirar a otros sitios para ver cómo lo han hecho, porque esto aporta una visión de conjunto de la movilidad, que la simple promoción de carriles bici, parques urbanos, peatonalizaciones, aparcamientos masivos para bicicletas o cosas por el estilo no aportan, porque se quedan cojas si no forman parte de una estrategia que trate de cambiar todo el sistema de movilidad de una comunidad.