martes, 31 de enero de 2012

Conducción inteligente

Existe una creencia infundada de que la conducción de una bicicleta en la calzada, sin más, entraña una peligrosidad extrema. No se puede generalizar, nunca se puede generalizar, pero, en la mayoría de los casos y en vías puramente urbanas, la cosa no reviste tanta gravedad.

Se podría hacer todo un tratado al respecto. De hecho, ya se han hecho muchos y buenos, en los que se habla de anticipación, visibilidad, control de la zona de riesgo, posicionamiento, contacto visual, dignidad, ocupación de un espacio suficiente, interacción con otros conductores y peatones, señalización de las maniobras y muchas más cosas. Para eso se organizan también muchas biciescuelas a lo largo y ancho del planeta.

Yo, en mi última faceta de tenaz persecutor de ciclistas urbanos, he preferido proponer un ejemplo gráfico. Un video de apenas 2 minutos y medio es suficiente para hacerse una idea. Las imágenes (como todas en mis capturas) son reales, la conductora es anónima y no sabía que estaba siendo grabada. La secuencia está tomada en las calles del Eixample de Barcelona a media tarde. No es perfecto, nada es perfecto, pero es sin duda ilustrativo.



inteligencia

(Del lat. intelligentĭa).
1. f. Capacidad de entender o comprender.
2. f. Capacidad de resolver problemas.
3. f. Conocimiento, comprensión, acto de entender.
4. f. Sentido en que se puede tomar una sentencia, un dicho o una expresión.
5. f. Habilidad, destreza y experiencia.

lunes, 30 de enero de 2012

¿Por qué no hay ciclistas urbanos en Alicante?

Llega el bus de madrugada. Hace frío. El cielo está raso. Ha amanecido tan sólo hace unos minutos. Hace tiempo que no pasaba por Alicante haciendo cicloturismo. Esta vez se trata de una nueva fórmula: es cicloturismo urbano.

Las últimas noticias que he leído respecto al uso de la bici en esta ciudad relataban desgraciadamente una serie de atropellos a ciclistas en pasos peatonales. No quiero hacer una crónica del suceso, ni es una visita morbosa. Simplemente era una escala obligatoria y he querido aprovecharla para pasear unas horas por esta capital.

Veo que esta ciudad ha hecho los deberes de la bici, de acuerdo al catálogo nacional de "medidas e infraestructuras que todo ayuntamiento que crea que está haciendo algo por la bicicleta debe cumplir". A saber: unos buenos kilómetros de acera bici bidireccional ocupando espacios peatonales, algunas otras "pintadas" más o menos atrevidas bajo el sello de "ciclocalles", calmado de tráfico en calles calmadas, un sistema de bicicletas públicas y unas cuantas estructuras metálicas a modo de aparcabicis colocados con más o menos fortuna.

Pese a esa batería de actuaciones, en Alicante no hay bicis en la hora punta, ni en la siguiente, ni en la siguiente. Es cierto que es una ciudad que se asienta en una ladera de una pendiente considerable, es también cierto que es otra ciudad orientada excesivamente al tráfico motorizado. También es verdad que, como en otras ciudades mediterráneas, hay muchas motos que zumban de un lado a otro y hay mucho apego al coche. Pero todo esto no debería ser suficiente para evitar que el uso de la bicicleta, aunque sólo sea por pura tendencia, cuente con un número mínimo de adeptos, más teniendo en cuenta el clima excepcional de esta zona.

Sin embargo no hay bicis. ¿Alguien me puede explicar por qué?

sábado, 28 de enero de 2012

Tricicleatona

Aún quedan secuelas del viaje cicloturista que tuve el placer de realizar hace unas semanas.

Una de mis persecuciones ciclistas preferidas es esta señora a bordo de su triciclo acosando educadamente a los peatones en espacios exclusivos con gran afluencia pedestre. Merece la pena.

viernes, 27 de enero de 2012

Estancamiento y ciclocrisis

Leer un periódico o revisar una lista de noticias hoy en día se ha convertido en un ejercicio inequívoco de masoquismo. Nada hace elucubrar, ni a los más incautos, que esto tenga visos de cambio aunque sean borrosos y lejanos. En este estado de cosas hay un sentimiento de conformismo de la más baja estofa que ha ido emergiendo y que está sirviendo para afianzar el inmovilismo en todas sus variantes y grados de intensidad.

El inmovilismo en forma de ¨virgencita, virgencita¨, esa especie de postración imbécil e indefensa del que cree que la realidad funciona por intervención divina y que la mejor actitud es la sumisión, es el estadio previo a la parálisis. La renuncia a la reacción, el dar por buena la derrota, el asumir la penitencia incluso de los pecados que no hemos cometido es algo espeluznantemente aterrador que se ha convertido en una actitud demasiado habitual entre nosotros en los úlltimos años.

Pero aún nos falta por presenciar una fase más triste de todo este proceso: el  adocenamiento y el engangrenamiento progresivo por inacción y, con ellos, la vulgarización y la depreciación de los argumentos.

"Nunca te asustes de decir lo que realmente sientes"

¿La bicicleta empieza a oler raro?

En los asuntos de la bici ya se empieza a atisbar. El tufillo a rancio ya se percibe. Después de 5 escasos años de chapuzas más o menos generalizadas, con socios más o menos interesados, ha llegado el momento de cerrar el grifo y de regodearse por los éxitos obtenidos, revolcándose en la mierda con placer porcino.

Hace unos días tuve la oportunidad  de comentarlo con algunos de los representantes de lo más granado de nuestra escena asociativa ciclista. El posibilismo y la autocomplacencia se han apoderado de una manera tan definitiva de nuestra sociedad, que han conseguido mediatizar cualquier visión que no fuera descafeinada o seguidista.

Así hemos acabado considerando como incuestionables las actuaciones que ya han sido consumadas y sólo pasamos a discutir pequeños detalles a modo de parcheos, legitimando y dando carta de naturaleza a todas ellas y renunciando a otros propósitos.

Así hemos acabado tragando con las bicicletas públicas que no existían hasta que no las inventaron las multinacionales de la publicidad en calle. Y así hemos acabado tragando con cientos de kilómetros de ciclovías mal implementadas, innecesarias y peligrosas. Y así andamos deliberando si son 3 ó 4 los metros suficientes para invadir las aceras o si es mejor que los ciclistas crucen los pasos de cebra montados o a pie. Y así también nos parece razonable o cuando menos lógico multar a los ciclistas transgresores de manera ejemplar sin hacer lo mismo con los automovilistas.

¿Miopía o interés en mirar para otro lado?

Y ya nadie cuestiona el uso excesivo, indiscriminado y violento del coche, ni la usurpación del espacio público, ni los daños colaterales de todo esto en la salud colectiva, ni tampoco la sustentabilidad o, mejor, la idoneidad de todo ello. Simplemente hemos renunciado.

En definitiva, que nos han hecho creer que a donde hemos conseguido llegar era a donde queríamos llegar y eso justifica el itinerario que hemos seguido, y nos hemos tragado tanta basura en el camino que nos hemos acabado acostumbrando a su sabor y ahora, lejos de parecernos repulsiva, nos empieza a gustar. Es lo que tiene  el ser humano, que es  capaz de adaptarse a cualquier nueva coyuntura, renunciando incluso a sus principios y a sus deseos por mantenerse en juego.

No es esencialmente malo ni bueno, simplemente deja constancia de que el conformismo es una manera de interpretar el bienestar y el estabilismo es una manera de entender la seguridad, pero que ninguno de los dos sirven para cambiar el estado de las cosas y construir una realidad distinta.

Seguiremos atentos a los monitores, mientras presenciamos impasibles cómo todo se va pudriendo a nuestro alrededor.

sábado, 21 de enero de 2012

2D2 (acertijo)

Hay una serie de sucesos que, por más que sean importantes porque abundan en la inseguridad de los ciclistas en la ciudad, no aparecen en las estadísticas por no ser motivo de atestado policial ni requerir ingreso hospitalario. Me refiero a todos esos accidentados de carácter leve que se estan multiplicando en nuestras ciudades presuntamente ciclabilizadas, gracias a la ayuda de esas infraestructuras terribles que son las aceras bici.

2 de 2 ¿coincidencia?

Ayer mantuve dos conversaciones con dos personas que habían resultado atropelladas recientemente en sendos pasos peatonales, cuando iban siguiendo la traza de sendas aceras bici bidireccionales. Las dos personas habían sido atropelladas en pasos peatonales por coches cuyos conductores no les habían visto, pese a haber sucedido, en ambos casos, a la luz del día y en calles de tráfico calmado con un carril en cada dirección. Lo que hace unos días tratábamos de explicar como la trampa mortal de la seguridad percibida.

A las dos víctimas propiciatorias les parecía que los conductores de los coches eran los culpables de los accidentes, culpabilidad que eran capaz de reconocer los propios encausados según los relatos. Sin embargo, ninguna de las víctimas era capaz de explicar cómo hubiera podido evitar el atropello. Ninguna de ellas habían tomado las precauciones necesarias para afrontar estas situaciones: reducir la velocidad e incluso frenar, asegurarse de que te han visto o establecer contacto visual con los conductores antes de incorporarse.


2 dedos serían suficientes

¿Por qué pasa esto? ¿Es que la gente es estúpida? ¿Es que no tienen dos dedos de frente? ¿Es que no valoran su integridad física? ¿Es acaso que vale más tener la razón que evitar un atropello?

Muchas veces nos devanamos la cabeza intentando hacer normas que recojan todo tipo de supuestos para tratar de ordenar toda una serie de situaciones que hemos sido nosotros mismos las que las hemos creado a base de perder el sentido común y la capacidad de dejar que la gente se las entienda y actúe desde la prevención y desde la empatía. Pero parece que en los últimos años de ciclabilidad alocada y de conculcación colectiva del derecho a la libre elección y al entendimiento, se ha hecho necesario regular lo irregulable, lo que no atendía a ninguna razón, lo que se ha hecho aprisa y corriendo y de cualquier manera. Porque la gente prefiere, por lo visto, seguir órdenes y pagar multas. Aquí, según parece, más vale lamentar que prevenir o, dicho de otro modo, nos gusta recibir.

Nada indica que algo de esto vaya a cambiar a corto plazo, ya que, a lo sumo, las últimas propuestas van dirigidas a revisar la red ciclista, a parchear las chapuzas o a imponer la norma antes de tratar de consensuar nada, de reconocer los desmanes hechos o de recular en busca de escenarios más razonables, más naturales y que faciliten el entendimiento y nos ahorren un montón de tiempo, de dinero, de disgustos y de discusiones. Pero está visto que no.


miércoles, 18 de enero de 2012

La escuela de la calle

Un día cualquiera, andando por una calle de una ciudad cualquiera, de noche, cansado pero no derrotado, vuelves al sitio donde has pensado en descansar y vas y te topas con una de esas personas a las que la vida precisamente no le ha sonreído, que anda rebuscando en las basuras algo a lo que sacar provecho de lo que los demás han desechado. Te sorprende porque lleva una bicicleta cargada hasta las cartolas, unas cartolas que él mismo ha construido con maderas, a modo de armario, con llave y todo, donde guarda sus efectos personales y las cosas que va recogiendo. Te gusta, es simbólica, representa la supervivencia.

Le propones retratarla. Rehúsa cortésmente pero con algo de resentimiento.
- Déjame tranquilo. Yo no molesto a nadie. He acabado así pero no me quejo. Prefiero que no se me conozca, pasar desapercibido. Sólo así podré seguir haciendo esto. – te explica enseñándote una tijera con la que se dispone a abrir una bolsa de basura.

Te disculpas y le explicas que lo único que te movía a hacer la foto es que para ti las bicis son el sentido de tu vida. Que escribes sobre ello. Que trabajas en ello. Que tú también has cargado extraordinariamente una bicicleta y has vivido con ella meses, años por esos mundos de dios, y que te había gustado. Nada más. Te vuelves a disculpar.

Y entonces surge la conversación. Una conversación densa, profunda, armada de sentido común, de conocimiento de causa, una conversación sobre la bicicleta y la ciudad y lo que ha pasado estos últimos años y sobre lo que tiene que pasar. Es increíble. Tú sólo escuchas.
- Ha habido mucha locura con esto de la bici en los últimos años. Tantos carriles bici, tantas bicicletas públicas ¿para qué? ¿Para que al final todo el mundo ande como un loco por las aceras sin ningún respeto?
No contestas, no rebates, sólo asientes, no quieres cortarle.
- Esto es un despilfarro, créeme. No sé de cuántos millones. De muchos. Mejor no saber. Y no se ha hecho lo que se tenía que haber hecho hace muchos años. Yo ando en bici desde siempre. Antes utilizaba otra, la misma con la que mi padre había ido a la huerta desde siempre. Esa me la robaron. Se roban demasiadas bicis. Demasiadas. Y nadie hace nada por pararlo. No interesa. Son bicis. Es penoso.
Se queda pensativo, melancólico.

- Y lo que había que haber hecho es parar un poco más a los coches y enseñar a la gente a andar con respeto, porque la calle es de todos y en ella cabemos todos, y nos tenemos que entender. Si sólo hacemos carriles lo único que hacemos es enfrentar a la gente y que peleen en una estúpida guerra por el espacio. Y sólo aumenta la violencia. Y no se consigue nada.
La conversación continúa por espacio de más de una hora. Es un hombre realmente ameno, que desborda dignidad y entereza, que sabe de lo que habla y que dice las cosas sin revueltas, sin miramientos, sin tapujos. El no se juega nada, sólo se juega la vida. Lo ha perdido todo, todo menos la personalidad, pero no guarda rencor. Es realmente admirable.


Nos despedimos con un fuerte apretón de manos y con los mejores deseos mutuos.
- Mira chaval, la verdad es que no me habías pillado en un buen día, estaba yo un poco amargadillo hoy y encima me vienes tú con la historia esa de sacarle una foto a la bici y tal… pero mira tú por dónde que después de este rato que hemos estado hablando se me ha cambiado un poco el humor y hoy me voy a dormir un poco más tranquilo. No sé…
Me he emocionado. 

martes, 17 de enero de 2012

La mujer de verde

Mucha gente utiliza la bicicleta en Murcia. Mucha. Más de la que cabría esperar, sobre todo si llegas desde Alicante, donde los ciclistas se cuentan con los dedos de una mano.

No vamos a entrar en el porqué de esto. Simplemente ocurre. Gente de todo tipo. Mayores, pequeños, hombres y mujeres que utilizan la bicicleta para sus desplazamientos y lo hacen con naturalidad, con desparpajo, por donde pueden, por donde se les ocurre, sin muchos miramientos, con decisión y con precaución.

Para muestra un botón:



Sencillamente. Con anticipación, con prevención, ocupando el espacio necesario, evitando aperturas de puertas, sin maniobras extrañas, sabiendo esperar, manteniendo la marcha, transladándose, sin perder la compostura, conduciendo, con elegancia. Así de fácil.

El curandero de bicicletas

Nada más llegar a Murcia puedes sentir que es una ciudad abarcable. Con rincones especiales llenos de sabor, con detalles y con gente cercana, amigable. En Murcia no te sientes un extraño desde el primer minuto que paseas por sus calles, por sus parques, por sus avenidas. Es curioso, pero no pasa muchas ciudades.

Pese a viajar con una bici, la primera salida prefiero hacerla andando. Es más pausado, menos agresivo, más directo.

La primera visita, después de pasar por el hotel, es para el Hospital de Bicis, un taller que ha abierto (literalmente porque no tiene puertas) Juan Antonio en la calle Cuartel de Artilleria 1. Un sitio distinto, especial, personal. Un espacio pequeño pero impecable y lleno de buenos detalles, regentado por un tipo singular, simpático, amable.

En Hospital de Bicis, además de curar bicicletas, se venden. ¡Pero sólo bicicletas holandesas! que también las vende a través de la web bicisholandesas.com.

Además de eso, una vez al mes, el Hospital se abre para que la gente que lo desee se acerque a aprender a reparar sus propias bicicletas en un autotaller de reparación, que no deja de ser una excusa para juntarse y echarse unas cervezas y algo más en buena compañía.

Una apuesta original y decidida de una persona entrañable que se merece todo el éxito que seguro le acompañará.

lunes, 16 de enero de 2012

Cicloturismo urbano

Una Brompton, dos cámaras de fotos, una de video, algo de ropa, unos billetes de transporte colectivo y unas reservas en unos cuantos hoteles baratos, es suficiente equipaje para proponerse una semana de cicloturismo que, en invierno y con las temperaturas que hay que afrontar, mejor proponérselo de visita de unas cuantas ciudades en las que el sol da mejores resultados que en la tuya. Eso y unos cuantos amigos y amigas que visitar, que es más un privilegio que una condición.


Una semana da tiempo para ver mucho. Demasiado. Aunque no da tiempo de digerirlo. La visión directa de la realidad es lo que tiene, que es difícil de conceptualizar, de relativizar, de encasillar. Es una vivencia y, como tal, requiere un cierto tiempo de digestión antes de tratar de interpretarla, de expresar algo sobre ella.

Es algo realmente nuevo para mi, pese a que muchas veces he practicado la intermodalidad en muchas de mis visitas, con resultados inmejorables. Cuando vas porque te da la gana, sin más objetivos que dar una vuelta, visitar, ver, pasear, mantener unas cuantas conversaciones jugosas y catar unos cuantos platos sabrosos, la cosa cambia. Para mejor.

Es un verdadero lujo. Una verdadera comodidad. Presentarse en el centro de una ciudad con una bicicleta desplegable en la mano que es capaz de moverte con soltura, con agilidad por sus calles, visitando sus rincones, acudiendo a las citas, interactuando con sus habitantes. Es un privilegio que está al alcance de cualquiera pero que sólo unos pocos practicamos, no acabo de entender muy bien por qué.

El caso es que he estado una semana visitando algunas capitales mediterráneas y las impresiones han sido inmejorables. Con sus cosas y sus casos, con sus peros y sus temas pendientes, pero siempre es un descubrimiento ver en directo la realidad en comparación a retransmitirla y hablar con algunos de los protagonistas de la misma. En primera persona.

Un placer. Un lujo.

domingo, 8 de enero de 2012

España necesita más coches

En la dudosa tarea de tratar de ver la realidad desde sus distintos prismas y tratar de comprender el sentido de algunas poderosas fuerzas que mueven los hilos y tejen las redes que encorsetan nuestra sociedad y que la inmovilizan en la lógica de la movilidad motorizada, ayer planteaba un ejercicio de intentar comprender el sentido del "otro lado" el de la industria del automóvil.

Hoy he sabido que la fabricación de automóviles en nuestro país sigue siendo uno de los motores de nuestra decrépita economía y sigue siendo una de las esperanzas de mantenimiento y recuperación de la misma, aunque sea a corto plazo. En España se fabrican más de 2.000.000 de coches al año, de los cuales tan sólo un 10% son para el mercado interior y el resto se exportan. Terrible balance.


Esto que, dicho así no dice gran cosa, nos coloca como la octava potencia mundial en la poderosísima industria de la automoción, superados sólo por China, Japón, Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur, Brasil e India. En España este sector representa casi el 10% de la población activa, factura más del 6 % del PIB y representa casi un 20% de sus exportaciones. ¡Como para meterle mano!

Coches que dependen del tren para subsistir

Más es. El mismo artículo menciona las dificultades logísticas en las que se encuentra el sector en un mundo globalizado y residiendo en una esquina de Europa. Paradójicamente se plantea como una necesidad para tratar de mantener este bastión de nuestra economía el implementar una red de ferrocarril de mercancías poderosa, que nos acerque al resto del continente y que nos permita competir interiormente con Chequia, Eslovaquia o Polonia, ya que el coste logístico representa un 13% del precio, casi lo mismo que el coste de personal (!). Una red ferroviaria cuya implementación precisamente está diferida por el esfuerzo de montar en este país la mayor red de tren de alta velocidad y de autovías del mundo. 

Todo ello, coincidiendo justo con la noticia de que el año ha cerrado con un nivel de ventas de coches semejante al de 1993 y que el petróleo vuelve a lograr máximos históricos, parece poco halagüeño el futuro de una sociedad dependiente de la venta de coches, que ha basado su desarrollo efímero de la última década en la dispersión urbanística y en la especulación a todos los niveles, y que habla de sostenibilidad en términos casi más agonísticos que ilusionantes.

¿Alguien sigue pensando que lo de la movilidad sostenible y lo de la promoción de la bicicleta no son sino globos sonda para mantenernos entretenidos mientras en las cocinas de la economía seguían preparando el mismo menú que nos había dado de comer las últimas décadas?

El gobierno regional de donde yo procedo hace tiempo que nos ha dejado de engañar con paños calientes y lleva unos cuantos años dirigiendo sus mejores esfuerzos a consolidar y mejorar el futuro incierto de un sector que por estos lares además de ser fundamental en la economía se ha erigido como valedor de toda una idiosincrasia que aún empodera más al coche. ¡Como si le hiciera falta!

Llamarme conspiranóico pero creo que pensar que esto se va a poder cambiar por la vía política es ser algo más que un poco iluso.

sábado, 7 de enero de 2012

El otro lado existe... y tiene sus planes

A veces, a fuerza de repetirnos una y otra vez los mismos argumentos, las mismas posiciones, las mismas ilusiones, los mismos proyectos, acabamos olvidándonos que los demás existen y que también tienen sus argumentos, sus ilusiones y sus proyectos. Hablo por supuesto del mundo del coche y todo el aparato que alenta sus proposiciones. En el otro mundo, el que ve las cosas desde el salpicadero, protegido por carrocería y lunas, también hay gente, mucha gente, y tienen sus planes.


Hace unos días estuve leyendo con atención un informe editado a todo lujo por Drive World, una publicación financiada por una poderosa industria del sector de la automoción alemana, en la que a modo de compendio se presentaba un panorama del estado de la cosa en la movilidad mundial y, por otro lado, se aportaban algunas de sus grandes soluciones al tema.

Ante ediciones de esta índole hay que tener unas ciertas defensas. Por lo pronto, un papel de semejante calidad, unas tapas tornasoladas, unas fotografías a página completa, una maquetación oxigenada... huele a mucho envoltorio para poco regalo. Al leer sus artículos, sorprende la profundidad del análisis que se hace respecto a la movilidad, a la sostenibilidad, al colapso de las grandes urbes y a los retos que hay que afrontar.
Por las coincidencias del cibermundo estos días me he encontrado este documento de otra megacompañía de automóviles que bajo el título Driving Life recoge sus apuestas para los retos que se nos presentan en la movilidad futura.

El problema viene cuando se atreven a proponer su gran solución: el automóvil, o, más concretamente, la electromovilidad. Eso y seguir implementando nuevas vías o viales que lleguen a todos los extremos del mundo mundial, incluidos desiertos, y que accedan a todos los rincones de nuestras ciudades, y, donde no quepan más, entonces se soterran o se sobreelevan. Todo ello acompañado, por supuesto, de toda una demostración de tecnología punta con la que van a equiparlo de manera segura, eficiente, interactiva y confortable. Perfecto.

Algo similar ocurre con la guía que editó el IDAE bajo el nombre PROBICI en la que, después de hacer un análisis brillante del panorama de la bicicleta en España, de las motivaciones que inducen o desincentivan a la utilización de la bicicleta, de las distintas opciones y medidas que se pueden utilizar y que se utilizan para impulsar su uso, acaban concluyendo que las bicicletas públicas son la herramienta perfecta para organizar el fomento de la bicicleta. Y luego dedican el resto de la guía a desarrollar toda una metodología para su implementación y optimización. Casi nada.

¿Clientelismo o miopía?

Está claro que es fácil hacer diagnósticos sobre los hechos y las realidades que nos rodean una vez se han producido, pero a la hora de hacer pronósticos, proyecciones o propuestas la cosa se vuelve más peliaguda, arriesgada, más comprometida y, al final, todos acaban en el más de lo mismo.

¿Solucionamos los problemas de la movilidad?


Las cuentas les salen. Son muchos los que esperan que el coche eléctrico nos va a venir a solucionar los problemas de movilidad. Sólo porque es eléctrico y porque no emite gases. Como si el principal problema en nuestras ciudades se redujera a la contaminación. Obviando el problema de la disposición (mejor diríamos apropiación o usurpación) de espacio público que demanda el coche de baja ocupación. Obviando la congestión. Obviando el problema de la peligrosidad, la inseguridad y la violencia vial que genera. Obviando la dependencia energética. Obviando la ordenación urbanística que obliga a depender de vehículos motorizados para acceder a determinados espacios. Obviando, sobre todo, que son los mismos que han causado estos problemas los que pretendemos que ahora nos los solucionen.

Es lo que tiene el reduccionismo, que es capaz de resolver los problemas simplificándolos y sólo atendiéndolos de manera parcial y esperando que la adición de los distintos sumandos dé el mismo resultado. Lo mismo ocurre con los que piensan que el mero hecho de que haya más bicicletas en la calle va a resolver el problema de la movilidad, de la seguridad o de la sostenibilidad de nuestras ciudades.

El problema es precisamente ese: que la sostenibilidad depende más de restas que de intentar sumar más en un ecosistema que no admite ni lo que ya tiene agregado. Así que, si sólo estamos intentando incorporar elementos, por esencialmente inocuos que parezcan a simple vista, no ofrecerán ningún tipo de solución hasta que no se demuestre que restan usos y vehículos nocivos de nuestras ciudades, y eso, señoras y señores, está por demostrarse. Mucho más en el asunto del coche eléctrico, pero también en el tema de la "bici porque sí".

Abandonemos el discurso del bueno o malo y empecemos a argumentar sobre lo que mejora la situación y lo que no la mejora.

Por suerte y pese a todos los intentos de introducirlos por parte de ministerios, gobiernos regionales y ayuntamientos, el coche eléctrico no ha cuajado y sus ventas no son ni siquiera testimoniales.

viernes, 6 de enero de 2012

Ciudades que no planean... mariposean

Es curioso ver cómo muchas ciudades están tomando medidas e implementando actuaciones que pretendidamente persiguen hacer la movilidad en su entorno más sostenible. Se hacen carriles bici y carriles bus, se instalan bicicletas públicas, se regula el aparcamiento, se potencia el transporte urbano, todo muy loable y bienintencionado. Y, sin embargo, ¿cuántas de estas medidas responden a un plan de movilidad previamente estructurado que persiga disminuir el uso del coche en la ciudad?

Uno de los casos más graves que conozco de primera mano es el de la ciudad de Pamplona y su comarca. Una ciudad con unas condiciones excepcionales para promover medios de transporte alternativos al coche por su tamaño, por su estructura urbanística, por su red viaria y por el servicio de transporte público con el que cuenta. Pamplona ha sido siempre una ciudad agradable para vivir, con zonas verdes y paseos, con barrios vivos y un buen comercio, pero eso no es suficiente para justificar cualquier actuación que se haga en el marco de la movilidad.

Por ejemplo, ¿de acuerdo con qué criterio se implementó y se mantiene el sistema de bicicletas públicas con que cuenta la ciudad? ¿y los carriles bici? ¿y los aparcamientos supuestamente disuasorios dispersos por la ciudad o la zona azul? ¿y los ascensores?

Pamplona, que fue una de las primeras ciudades que firmó un Pacto de Movilidad allá por 2005 y que se dotó de un Plan de Ciclabilidad al año siguiente, estuvo inmersa en un proyecto de Plan de Movilidad comarcal que quedó abortado precisamente por la falta de voluntad de su ayuntamiento a la hora de llegar a acuerdos básicos respecto a las medidas que apuntaba dicho estudio. Dichas medidas trataban de ofrecer oportunidades a modos de movilidad limpios y sanos, tales como caminar, andar en bici o viajar en transporte público, a costa de restar oportunidades a la utilización másiva e indiscriminada del coche.

El Plan quedó abortado a principios de 2008 y, pese a que ha habido intentos de revitalizarlo mediante mociones mayoritarias, el Ayuntamiento de Pamplona ha hecho caso omiso y ha seguido improvisando su quehacer en estos temas. Tal ha sido la falta de voluntad por aparejar algo mínimamente estructurado que, con el cambio de gobierno municipal, han decidido desmantelar el Area de Movilidad, que supuestamente se dedicaba a estas labores, aunque nos consta que sin presupuesto y sin planificación suficientes. Eso dejó a la ciudad sin estrategia y a las poblaciones contiguas que forman la Comarca huérfanas y obligadas a hacer sus propios planes interiores pero sin una herramienta para coordinar sus esfuerzos a nivel comarcal. Pero, más que eso, sirvió para sentar un estilo, el de la improvisación, el posibilismo y el oportunismo para hacer chapuzas tan sangrantes como muchos tramos de carril bici, que han sido imitados en otras partes de la Comarca y del resto de Navarra.

Hoy es el día en que nuestros vecinos de Vitoria celebran la capitalidad europea en el asunto verde y que su última encuesta de movilidad arroja unos datos realmente impresionantes en crecimiento del uso de la bici y en optimización del transporte público. Ellos cuentan con un Plan de Movilidad Sostenible y nosotros no. Y, además, lo están poniendo en marcha con determinación y con participación. Y así les va: mejor. Y así nos va a nosotros: igual de mal.

La sospecha razonable es que nuestro ayuntamiento no quiere que en nuestra ciudad se condicione para nada el tráfico automovilista y es capaz de hacer cualquier cosa para que esto siga así: promover la circulación de bicicletas por aceras, denigrar a los peatones, despotenciar el transporte público o maniatar el transporte de mercancías. No sé cuánto calculan que se puede mantener esta situación, pero, gracias a su empeño, Pamplona puede presumir de estar perdiendo oportunidades de mejorar su movilidad y su accesibilidad de manera consensuada y con financiación externa, para perjuicio de sus habitantes, de sus comerciantes y de sus visitantes.

Lo peor del asunto es que si hoy, después de 3 años, se quiere reactivar dicho Plan descubriremos que se ha quedado obsoleto y habría que revisar el diagnóstico, que ya tiene 4 años, para volver a diseñar las líneas de actuación, así que eso que nos ahorramos.

Por cierto, la semana pasada se publicaron las ayudas del Gobierno de Navarra en su convenio con el IDAE para proyectos relacionados con la movilidad. ¿La condición? Que estén recogidos en un Plan de Movilidad Urbana Sostenible. Luego diremos que es culpa de la crisis.

Como para hablar de educación, de sensibilización, de respeto, de empatía y de memeces de esas...

jueves, 5 de enero de 2012

Los jinetes del apocalipsis van en bici

Hace unos días leí con estupor un artículo que, bajo el sugerente nombre de "La muerte en bici", clamaba contra todos esos padres y madres irresponsables que ponen en juego la integridad de su prole transportándola en esos ridículos vehículos de dos ruedas. Sobra entrar a discutir las lindezas que les dedica, sin embargo creo que responde a un sentir que no es tan minoritario como los que vivimos inmersos en el universo ciclista queremos creer.

Foto Amsterdamize
Por desgracia aquí no hay cultura ciclista y se sigue viendo a los que utilizamos la bicicleta como medio de transporte, bien sea individual como de personas o mercancías, como una especie de locos a pedales. Eso que a veces es positivo y provoca comentarios de admiración, muchas veces también sirve para expresar la indignación de muchos ciudadanos que tratan de imponer un estilo cívico entre sus semejantes donde este tipo de prácticas resultan no sólo inconvenientes, sino denunciables como criminales..

Me confieso. Yo soy uno de esos jinetes del apocalipsis que me enorgullezco de jugar con la supuesta integridad de mis hijos para tratar de conservar su salud física y mental, gracias a un nivel de actividad suave y divertida que hace que nuestros viajes urbanos sean atractivos e interactivos. Llamarme maltratador y asesino pero cada vez que nos proponemos el viaje diario obligado y planteamos las alternativas (somos unos de esos privilegiados que se lo puede proponer, como más del 50% de la población) la respuesta es invariable: ¡la bici!


Estoy seguro que les he abducido con mis argucias enfermizas de adulto obstinado y con la intimidación de padre a la antigua, pero dejarme creer que nos lo estamos pasando bien y que estamos aprovechando los mejores años de nuestra vida haciendo las cosas divertidas y agradables y enseñando a los demás que pueden hacerse y que es fácil.

Estoy convencido de que merezco un castigo ejemplar y estoy dispuesto a pagar por mi atrevimiento ante los tribunales morales que me desautorizan. No espero ningún tipo de clemencia porque sé que atento contra sus valores más fundamentales y además lo hago con intencionalidad, alevosía y muchas veces también con nocturnidad. Mientras pueda, seguiré pecando.



Lo peor del asunto es que con mi actitud estoy induciendo a otros a transgredir esos valores proteccionistas de nuestros menores, lo cual me hace doblemente responsable. Cargaré también con esa pena.

El mal ya está hecho. Ahora bien, tenemos que estar especialmente preocupados porque la semilla del mal está echando raices y cada vez está ganando más adeptos que, además, están divulgando sus experiencias sectarias y maléficas. ¡Cuidado!

miércoles, 4 de enero de 2012

Donde acaba el camino

Hoy he encotrado esta imagen aquí y me ha resultado especialmente inspiradora. Sobre todo después de los últimos acontecimientos que nos han sumido en una vorágine de comentarios, artículos, secuelas, propuestas y lamentaciones.

La imagen de un camino que nos abandona en un mar que, aunque inquietante, parece tranquilo y navegable, es una especie de alegoría de la situación a la que estamos llevando a la gente: a donde se acaba el carril bici protector. Es terrible pensar como piensan algunos que debería haber caminos por todos los lados como única manera de llegar a la otra orilla.

El simbolismo de esta imagen me suscita una cuestión:

¿Estamos realmente resolviendo el problema haciendo caminos para las bicis o lo estamos empeorando?

Desde luego, depende de cuál sea el problema que tratemos de resolver. A saber. Hay algunos que buscan incrementar el número de ciclistas a base de hacer preguntas orientadas a la gente. Algo así como: ¿usaría usted la bicicleta si le hiciéramos carriles seguros y exclusivos por todos los lados? No hace falta demostrar cómo ni por qué. Funciona. Y los ciclistas siguen el carril.

Hay otros que lo que persiguen es tratar de que la gente que quiere utilizar la bicicleta sea consciente de las precauciones y habilidades que hay que tener al conducirla para prevenir situaciones de riesgo. Para ellos los caminos, en la mayoría de los casos, no hacen más que incrementar las situaciones de peligro innecesariamente.

¿Les damos peces o les enseñamos a pescar?

Me recuerda mucho al dicho ese que acusa a las sociedades opulentas de repartir limosnas entre los pobres en vez de darles herramientas para que salgan de su miseria. Esto es algo parecido, solo que los peces que les damos a los cilclistas muchas veces, muchísimas, están envenenados.

Lo más sangrante del asunto es que es muy fácil hacer demagogia con el carril bici diciendo que es lo que la gente demanda y lo que a la gente le impulsa a andar en bici y después hacer cualquier chapuza con este argumento y poner de manera negligente a esa misma gente en peligro y con la excusa de los abultados presupuestos que se manejan, aducir que ya se está haciendo bastante por las bicis.

¿Les damos bicis o les ayudamos a usar las suyas?

La misma lógica la podemos aplicar a las bicicletas públicas. Parece que es políticamente más correcto, además de más rentable, "regalar" bicicletas para que la gente se "ahorre" en aparcamiento, mantenimiento y reposición de bicicletas, en vez de ayudarles en la compra, el mantenimiento y las facilidades para guardar las bicis a buen recaudo.

Con este tipo de actuaciones de montantes megalíticos estamos invitando a la gente a andar por caminos rodeados de mares enbravecidos, en vez de tratar de calmar a los que provocan la tempestad y demostrar a esa misma gente que se puede nadar en aguas tranquilas con facilidad, en vez de seguir haciendo estanques, piscinas y canales inposibles.

El problema de fondo es que nos ha dado la prisa por tener montones de gente en bicicleta en nuestras calles y con ese fin somos capaces de justificar cualquier medio, en lugar de haber sentado, con calma pero con determinación, las bases para configurar un nuevo orden y un nuevo estilo de movilidad en nuestras ciudades que las haga más accesibles para los medios de transporte limpios, blandos, económicos, amables... y más sostenibles.

La chapuza nacional del carril bici

A veces nos obstinamos en intentar explicar con argumentos lo que se explica mucho mejor con imágenes. Así pues, hoy he rescatado algunos videos que reproducen lo que tantas veces hemos querido explicar respecto a los inconvenientes, peligros, incomodidades, artificios y apaños que, bajo la denominación común de carril bici, se han perpetrado en este país y que mucha gente se afana no sólo en defender y sino en seguir promoviendo.

La selección no es en absoluto exhaustiva sino fruto de una búsqueda rápida en la red. Merece la pena echar un vistazo y ver en realidad en qué nos hemos gastado un buen montón de millones estos últimos años.

Valencia



Valladolid



Barcelona



Sevilla



Málaga



Albacete



Pamplona

martes, 3 de enero de 2012

¿A quién no le han robado la bici?

En el mundo del revés que rodea la bicicleta, las cosas han dado tantas vueltas que hemos acabado asumiendo como normales algunos supuestos que no deberían serlo en ningún caso. Por ejemplo, que las bicicletas urbanas deben ser robadas o, dicho más suave, que, con la probabilidad tan alta de que te roben la bici si la dejas en la calle unas horas, mejor andar con chatarra o con las bicicletas públicas, que viene a ser lo mismo y además no nos cuestan nada.

Tanto es así que ya nadie se sorprende cuando alguien le cuenta que le han robado una bici. Ni siquiera si el suceso es inminente. Tampoco si en vez de robarle "una bici" le han robado "la bici", el vehículo. Nada.

¿A ti también? ... y nos sentimos reconfortados. Mal de muchos... A lo sumo le preguntamos dónde o qué candado utilizaba. Sonreimos, ponemos cara de circunstancias y a otra cosa, mariposa.


¿Qué nos pasa?

¿Nos hemos vuelto indolentes con esto de la bici? ¿No nos importa un pimiento nada que se pueda volver a comprar? ¿Nos hemos hecho una partida de conformistas o es que todos tenemos un familiar con un negocio de bicicletas? Me temo que ninguna de esas y todas a la vez.

Curiosamente presenciamos la escalada de robos que se está produciendo en este país con la indiferencia del impotente. Es así ¡qué le vamos a hacer! Si quieres andar en bici, ya sabes a lo que te expones. No dejes la bici en la calle, no la uses para trabajar, no te confíes porque pagarás... y así sucesivamente. Tal es el desgaste, que hemos acabado renunciando a rebelarnos, ya ni siquiera nos quejamos, y confiamos tan poco en la capacidad de reacción de la policía que mucha gente ni denuncia los robos. Total ¿para qué?

¿Y qué proponen?

Ahora nos anuncian, por fin, que nos van a hacer caso y que se van a ocupar de nosotros, y como toda medida lo único que se les ocurre es volver a los registros y las matriculaciones de bicicletas. De verdad ¿alguien piensa que eso va a servir para reducir el robo?


Para mi que se hacía de otra manera, pero no me hagáis mucho caso, que yo también vendo bicicletas, también candados y hasta aparcabicis... y además me estoy haciendo viejo y chocheo.

Mientras tanto, y como decía aquel, el mundo seguirá dividiéndose en dos: aquellos a los que ya le han robado alguna bici y aquellos a los que se la van a robar. Tenerlo por seguro.

lunes, 2 de enero de 2012

La muerte en el carril bici

Cuesta escribir algo que no sea un profundo pésame cuando se tiene la noticia de la muerte de una persona desdichada. Cuesta doblemente hacerlo cuando el motivo que te incita a escribir cada día es tratar de mejorar las condiciones y la seguridad de la gente que apuesta por la bicicleta para desplazarse. Pero hay que hacerlo.

Hoy nos ha caído a bocajarro la noticia del accidente fatal de una ciclista en Barcelona. La imagen que publica El País es quizá demasiado truculenta y sólo sirve para alimentar la cultura del miedo más atroz y más visceral y creo que no es el camino, ya que sólo sirve para aterrorizar a la gente y posicionarla ante este tipo de sucesos.


No es momento de analizar las circunstancias que rodean el accidente para determinar culpas, que para eso ya están las autoridades competentes, pero sí quizá parece necesario volver a recordar algunas cuestiones respecto a la circulación en bicicleta en la ciudad, para que la fatalidad y la gravedad de este suceso no sirvan para alimentar falsas creencias relacionadas con la terrible peligrosidad que entraña el uso de la bicicleta en la ciudad y no sirvan para justificar medidas que busquen culpabilizar a aquellas personas que quieren circular en el tráfico como temerarias, imprudentes, incautas o decididamente suicidas.

¿Mala suerte o probabilidad?

Hay tres circunstancias decisivas que rodean este fatal accidente y que es importantísimo destacar:

1. El accidente se produce en una intersección.
2. La ciclista circula por un arcén bici segregado a la derecha del tráfico rodado.
3. El vehículo que atropella a la ciclista es un camión.

La suma de estos tres elementos es decididamente una conjunción que multiplica la peligrosidad de la situación.

Veamos primero la intersección:


Ver mapa más grande

La "protección" desaparece cuando llega el peligro

Puede observarse que, como en muchas de estos cruces el carril bici, que va "protegiendo" al ciclista o, más bien, ofreciéndole un corredor angosto pero expedito para circular en paralelo al tráfico, se acaba justo en la intersección y no vuelve a aparecer hasta una vez superada esta. Es una decisión que exime al implementador de resolver el punto de mayor peligrosidad en la trayectoria de los ciclistas y abandona a éstos a la merced de su suerte allí precisamente donde más visibilidad necesitan y donde más protección teóricamente requerirían.

Los bienaventurados ciclistas que concurren en este tipo de espacios después de haber circulado con una ilusión de protección durante unas buenas decenas de metros, se ven imposibilitados a la hora de tomar libremente decisiones ya que el carril es interceptado por aquellos conductores que quieren girar a la derecha. No digamos nada si lo que quiere hacer el ciclista es girar a la izquierda. La maniobra es prácticamente imposible.

... y multiplica los riesgos

Muchas veces, además el ciclista circula adelantando vehículos por la derecha, con todo el derecho a su favor, pero incrementando terriblemente su riesgo, ya que, normalmente, un automóvil que va a girar a la derecha en una vía, como son las del Eixample, de una sola dirección sólo se preocupa de mirar a su izquierda para ver si no viene ningún vehículo, no puede hacerlo simultáneamente.

Y luego están los ángulos muertos. Esos que nos hacen a los ciclistas y a cualquier vehículo invisibles en un momento que es crucial para nuestra integridad y que es especialmente fatal cuando estamos rebasando por la derecha. Los ángulos muertos cuando hablamos de un camión son terroríficamente grandes.


Yo no sé cuántos de vosotros y vosotras habéis circulado por este tipo de vías o, más exactamente, por esta vía. Yo lo he hecho unas cuantas veces en mi vida, antes y después de la implantación de estos carriles bici y os puedo asegurar que hacerlo ahora es muchísimo más peligroso que antes.

Un minuto basta para entenderlo:



Creo que es una imprudencia terrible y una irresponsabilidad enorme fomentar este tipo de vías ciclistas sin informar debidamente a los ciclistas alertándolos de los peligros que conllevan. Como también es una irresponsabilidad máxima invitar a la gente a utilizar la bicicleta de una manera masiva e inconsciente sin haber hecho nada antes por pacificar el tráfico, por difundir una educación vial sobre el respeto mutuo y el derecho preferente de aquellas personas que utilizan los medios de transporte más frágiles y más convenientes para nuestras ciudades y toda una serie de habilidades, actitudes y prevenciones necesarias para circular por la calle en bicicleta.

Hasta que todo esto no se haga, seguiremos por desgracia teniendo este tipo de noticias indeseables.

Choque frontal de bicicletas ¡en la acera!

Es como un chiste malo, si no fuera porque es verdad. Después de dedicar más de la mitad del espacio en este blog y en otros espacios de comunicación alertando sobre los peligros, las amenazas y las terribles consecuencias de este estilo de ciclabilidad que se ha puesto de moda en este país, consistente fundamentalmente en apartar a los ciclistas del tráfico y discriminarlos a las aceras y carriles bici infames, hoy se ha producido la noticia que nunca tenía que haberse producido.

Dos ciclistas circulando por una acera de una pendiente, visibilidad y anchura comprometidas para ser compartida no ya con peatones sino siquiera entre peatones. La escena ya de por sí se las trae, en una vía urbana con la velocidad limitada a 50 kms/hora y convenientemente sobredimensionada para el tránsito motorizado, donde las aceras son poco más que pasillos. Nunca se ha registrado un atropello a un ciclista en esta carretera hasta donde alcanza la memoria. Sin embargo el Ayuntamiento de esta ciudad decidió que los de las dos ruedas a pedales no convenían en uno de los accesos estratégicos y decidió confinarlos en una acera bidireccional de apenas 2,5 metros para todos los que no lleven motor. Así de paso convertían el acceso en una autopista urbana de primera. De hecho hizo la misma operación en todos los accesos en cuesta al centro de la ciudad.


Ver mapa más grande del lugar de los hechos

Pues eso. Van esos dos ciclistas en un alarde de la estupidez y la temeridad más absoluta y colisionan. Golpe frontal. Terrible. Y además se dan un coscorrón de narices y, los dos sin casco, se quedan aturdidos en el suelo. No median palabras. No pueden mediar. Es el colmo. Son el colmo. Ellos, allí accidentados, con las bicis averiadas, en el suelo, en la acera. No quiero saber cómo miraban los conductores que circulaban por la calzada, ni los comentarios que suscitaron. Tampoco quiero saber qué pensaron los peatones que tuvieron la oportunidad de presenciar el suceso.

Es demencial. Esa es la seguridad de las aceras. Ese es el peligro del tráfico. Sigamos inventando fórmulas imposibles, sigamos jugando a los caminitos relegando a los peatones mientras dejamos toda la calzada para los coches y sigamos sufriendo las consecuencias de nuestra estupidez y de nuestra cobardía de afrontar el verdadero problema. Seguiremos haciendo crónica, desgraciadamente, de ello. Para que quede constancia.

domingo, 1 de enero de 2012

¿Qué podemos esperar de 2012?

Estrenamos el año más incierto del siglo. Con una crisis de caballo que está rehusando saltar los obstáculos y se está quedando atrancada y sin visos de cambiar. Con un panorama político que da para atrás y no precisamente por una cuestión de colores sino más bien por una cuestión de confianza. Con un panorama social desmembrado y todavía más indignado que ilusionado.

Con estos ingredientes y, en el terreno de la bicicleta o de la movilidad en general, con una serie de promesas incumplidas, con unos cuantos platos rotos, con ambiciones todavía desmesuradas y presupuestos menguantes, parece que más vale quedarse en casa que pensar en hacer algo y, sin embargo, una vez más y contracorriente, hay que volver a la carga. Es necesario. Imprescindible.

Pensemos mejor qué vamos a hacer

Pero este año, a diferencia de los años anteriores, necesitamos un plan. Un Plan de Acción con mayúsculas para mejorar nuestras ciudades y nuestros pueblos. Y me temo que no va a valer con un simple Plan de Movilidad o un Plan de Ciclabilidad, que en sí mismos no están tan mal pero que adolecen de un exceso de ingeniería y una falta vergonzosa de participación real. Le llamaremos Plan de Acción porque su objetivo principal es plantear retos, actuaciones, acciones. Para definirlo necesitaremos un marco ideológico que nos defina los objetivos y que oriente las estrategias: un Pacto Local de Movilidad y Accesibilidad. Así que habrá que juntarse, pero no de cualquier manera, habrá que conformar una mesa de trabajo.


¿Quiénes son los llamados a la mesa?

Pues, para empezar, y siempre en primer lugar, los cargos electos, que para eso son los elegidos y que tienen que acostumbrarse a lidiar en este tipo de plazas que son las suyas, las públicas. Después habrá que contar con la mayor representatividad posible (una persona por entidad) de entre los agentes sociales que realmente sean activos en la localidad. No precisamente los que tengan más nombre, sino más bien los que hagan más cosas, los que estén en los saraos, los que se remanguen y estén dispuestos a compartir esfuerzos y proyectos.

Y luego algún elemento externo, alguien que haga de juez de paz y de abogado del diablo al mismo tiempo, que vea las cosas desde la barrera, que esté involucrado pero no comprometido ni cohartado, que no comparta el enviciamiento propio de las relaciones locales y que a la vez lo ponga en evidencia, alguien que dinamice, que recuerde lo que se olvida y que denuncie, si es necesario, los contubernios y que remarque que es un juego y que se trata de mejorar lo que es de todos, el espacio público, la calle.

Superando estereotipos e intereses creados

En esto de la movilidad hay que empezar a olvidarse de que esto es un asunto de ciclistas y de conductores y hay que empezar a hablar de vecinos y vecinas, porque, curiosamente, los peatones que somos mayoría no estamos nunca representados y a veces se nos olvida que deben presidir estas mesas en vez de sufrir las consecuencias del enfrentamiento entre las facciones minoritarias y las inframinoritarias que, además, muchas veces cuentan con líderes poco representativos y defienden modelos obsoletos con estúpida vehemencia y se olvidan fácilmente que ni siquiera sus secuaces más acérrimos son ciclistas o automovilistas exclusivamente, sino que alternan, y andan, y usan el transporte público.

Luego hay que contar con todos aquellos que se han ido apropiando de la calle como si fuera de ellos y que se resisten a devolverla: estos son los comerciantes, con su derecho inalienable de que toda su clientela aparque en su escaparate y sus proveedores puedan cargar y descargar en su puerta, y también son aquellas personas que se apropian de los lugares más valiosos de la población para dejar sus coches abandonados ocupando 10 fabulosos metros cuadrados de manera privativa, que nadie sabe bien quién se los ha concedido.

Hay que tener sentados en la mesa a representantes de los principales centros de actividad que movilicen a la gente todos los días: empresas, centros educativos, hospitales, centros de salud, instituciones públicas, polideportivos, etcétera. Y hay que prestar especial atención de entre estos a los menores y a los jóvenes, de los que dependerá, en muchos casos, que esto cuaje y que se mantenga en el futuro.

Si en este año podemos montar esta mesa y formular un plan no estará nada mal. Si además podemos ponernos, después, manos a la obra en él, mejor que mejor.

Sin pintadas, sin circo, sin basura

"Herrian txirrindula" = "En el pueblo, bicicleta" pintada en Bera (Navarra)
 Ahora bien, si seguimos haciendo cositas más o menos vistosas, más o menos aparatosas, pero sin ton ni son, sólo porque nos las ofrecen a buen precio o gratis o porque las esté haciendo el vecino, o porque nos ponen en la palestra, entonces nos seguiremos sorprendiendo del fracaso de nuestras propuestas y de la poca efectividad de dichas medidas. Tampoco la vía es reivindicar, porque es demasiado fácil y no compromete a trabajar. Esto no se hace para la galería ni para la prensa, sino para tener un pueblo mejor, más humano, más habitable.

Hay gente que ya se ha puesto a ello y que el año que entra, con los deberes hechos, van a empezar a meter mano al asunto. Enhorabuena y suerte.