martes, 27 de enero de 2015

Acabemos con el "perdona pero no te he visto"

Hoy han sido dos los testimonios del famoso "perdona que no te he visto". Ciclistas atropellados por conductores que sólo ven automóviles y no se ocupan de nada que no sea un paciente peatón (o ciclista) esperando sumisamente su permiso para continuar su marcha por un paso de cebra, por una zona peatonal con tránsito regulado, por una rotonda o por un carril bici. 

El caso es que es el accidente más común, más repetido y más grave entre los que no usan un pesado vehículo a motor para desplazarse, porque incluso los motoristas sufren muchas veces las consecuencias de su fragilidad y su capacidad de colarse entre el pesado tráfico pesado.


A los peatones, desearles suerte en su próxima aventura en un paso que no esté semaforizado. Para los ciclistas, el consejo es más complejo.
Queridos ciclistas y queridas bicicleteras,
Los automovilistas no os ven. No os ven porque no os miran. Ellos (y ellas) no miran bicicletas, ni peatones, sólo miran automóviles y sólo calculan en términos automovilísticos. 
No os empecinéis en que la razón os asiste y majaderías por el estilo porque la carrocería que os jugáis vosotros es vuestra carne y vuestros huesos. No insistáis en vuestros derechos, que aunque escritos y reconocidos, cuando no son respetados no os van a asistir en el siniestro.
Para vosotros, ciclistas, el consejo es la desconfianza. Desconfiad de que os hayan visto hasta que no estéis seguros de que os van a ceder, desconfiad de que van a respetar las normas aunque aparentemente su seguimiento sea inequívoco, desconfiad de vuestra destreza y capacidad de sortear inconvenientes.
Por desgracia, este mundo todavía está demasiado orientado a favorecer la práctica automovilística y vosotros sois unos invitados incómodos en un mundo pesado, acelerado, estridente y violento. Curiosamente vosotros, ligeros, ágiles, silenciosos y discretos sois los molestos, porque ellos tienen todo montado a su favor.
Sin duda todo esto irá cambiando, pero, mientras tanto, manteneros alerta, redoblar la atención, ser más prudentes de lo que os aconseje vuestro sentido común, haceros visibles y aseguraros de que os ven, porque, si no, las consecuencias más graves las vais a sufrir vosotros en vuestras carnes.
Gracias y suerte a pedales.

miércoles, 21 de enero de 2015

El todo y las partes

Todos somos parciales. Nadie se escapa a lo de ver la cosa desde su punto de vista, desde su condición, desde su perspectiva. Miramos desde nuestro lado del prisma, sin tener conciencia de que es un prisma y de que no sólo tiene varias caras sino que distorsiona nuestra forma de ver las cosas. Muchas veces esto se interpreta como un mero problema de empatía, de comprensión de las situaciones y de las intenciones de los demás. Pero eso también es hacer reduccionismo de alguna manera.


El escenario donde ocurren las cosas en la ciudad es la calle, lugar de encuentro y desencuentro, y en su faceta más cruel, el tráfico, es donde el problema del "faccionamiento" se agudiza de una manera más palpable.

Somos lo que conducimos, actuamos de acuerdo con nuestra elección de desplazamiento. Punto. No vemos más allá de la discriminación de los pasos peatonales y de la intimidación de los vehículos cuando caminamos, no vemos más allá de la marginación de la bicicleta como vehículo y de la falta de respeto generalizado para con los ciclistas cuando pedaleamos y, en fin, no vemos más que colapsos, semaforizaciones mal coordinadas, listos demasiado listos o torpes demasiado torpes cuando viajamos en un automóvil, cuanto más grande peor.


Pero el problema no es una cuestión de entendimiento, o no sólo es una cuestión de entendimiento, es algo que viene producido más por una falta de concepción de la ciudad como un sistema complejo o como un ecosistema. Aquí es donde la cosa presenta unas lagunas grandes y donde la gente exhibe una ignorancia tremenda y un atrevimiento proporcional a la misma, sobre todo a la hora de interpretar no ya el estado de la cosa urbana sino las posibles soluciones, y no digamos cuando se trata de proponer escenarios deseables. Aquí nadie sale de su miopía interesada.


Y no es culpa de la gente, de las personas, de lo aberrantes que nos hemos hecho de pura alienación asumida, no. Es un problema de cinismo demagógico por parte de los encargados de organizar este cotarro en el que se han convertido nuestras ciudades y más concretamente esa especie de campo de batalla en el que se han convertido nuestras calles.

Los poderes y los poderosos han estado y están muy interesados en mantener este orden de cosas, donde hemos asumido que debemos conculcar nuestro derecho a disfrutar de las calles para convertirlas en espacios de circulación al servicio de un coche que ha permitido la suburbanización de las ciudades, la zonificación de las actividades y la consecuente necesidad de moverse para todo.


Haber renunciado a las calles, haber conculcado el derecho a su disfrute, haber secuestrado a nuestros pequeños y a nuestros mayores, habernos hipermotorizado e hipermovilizado tiene un precio que va más allá de los meros problemas de seguridad vial, contaminación o congestión del tráfico. El verdadero precio de esta tremenda "operación automobiliaria" es que hemos perdido la perspectiva de lo que deberían ser nuestras calles, nuestros barrios y nuestras ciudades y hemos capitulado porque nos hemos creído que el progreso, el bienestar, la sostenibilidad económica y la felicidad consistía precisamente en eso.


Tenemos que trabajar por devolver a nuestros familiares y allegados, a nuestros vecinos, a nuestros ciudadanos, a la gente la inquietud y la conciencia por recuperar las calles para las personas. No es algo urgente, es simplemente importante, necesario, imprescindible por eso hay que hacerlo sin prisa y con ganas, con serenidad y con tesón, con convicción y con firmeza.

Nos vemos en la calle.

martes, 20 de enero de 2015

La movilidad, cuestión de Estado

¿Quién nos iba a decir hace unos años que los asuntos de movilidad podrían en algún momento llegar a convertirse en asuntos de Estado? Pues mírate tú, después de ya van para cuatro años de borrador de Reglamento General de Circulación, que los delirios de la Dirección General de Tráfico española han creado tanta polémica y tanta incertidumbre que han promovido la apelación al Consejo de Estado, órgano consultivo de mayor rango del aparato del Estado, para que emita un dictamen al respecto.

Hay tanta disputa incluso entre las propias instancias gubernamentales (DGT contra su propio Ministerio de Interior o contra el Ministerio de Fomento), ademas del tremendo descontento social, que han ido a buscar a un árbitro, aunque sea a nivel consultivo, y han recurrido ni más ni menos que al Consejo de Estado.


Pero ¿quién es el Consejo de Estado y qué sabe de movilidad para decidir sobre las medidas relacionadas con el tráfico y su gestión?

Pues son la creme de la creme de lo que hoy en día algunos han denominado "la casta": ex-presidentes, ex-ministros, ex-altos cargos de la administración, ex-nombrados a dedo. ¿Y son ellos los que han sido capaces de dictaminar si es conveniente aumentar las velocidades en las autovías, reducirlas en la ciudad o si es prudente permitir la circulación de las bicicletas por zonas peatonales? Pues sí.

Y así, además de alertar de la imprudencia temeraria que supondría aumentar la limitación de velocidad en autopistas y autovías a 130 kms/hora, se permiten el lujo de defender disparates tales como que la limitación de velocidad a 30 kms/hora en calles con un sólo carril por sentido ralentizaría la vida de las ciudades y podría llegar a provocar su colapso. ¡Y se quedan tan anchos! Y los correveidiles de turno amplifican la noticia y hacen coro.

Luego dedican también su espacio a reflexionar sobre lo inadecuado de permitir la circulación de las bicicletas por las aceras por no considerarlas espacios de circulación, en cuya argumentación se llegó a barajar la conveniencia de introducir una licencia y un seguro obligatorios, pero que, vista la cantidad de despropósitos que presentaba, se optó por recomendar retirar todo el capítulo relativo a bicicletas.

Pero la joya del informe, la frase lapidaria que determina el punto y final que centra la filosofía de este dictamen es la que dice que ahora mismo es inviable el modelo sostenible propuesto de abandonar el automóvil y fomentar el uso de la bicicleta: Terrorífico.

Ya sabíamos de qué lado estaba el Gobierno, ahora también constatamos que la casta no quiere ciclistas sino dóciles automovilistas que contribuyan obedientemente al mantenimiento del cotarro que tienen montado y bien montado para su uso, disfrute, lucro y regodeo. ¿Qué os habíais pensado?

Está claro más que nunca que los que nos han traído hasta aquí no nos pueden ayudar a salir, pero no es menos cierto que, tan sólo que le dediquen tiempo a estas cuestiones da una idea de la entidad que empieza a cobrar y del terror que les da ver cómo su sistema se empieza a derrumbar inexorablemente. Tiempo al tiempo.

miércoles, 14 de enero de 2015

En bici al trabajo, también en invierno

Lo de que el tiempo, el malo claro, es una de las excusas más recurrentes entre la gente que ve en la bici una opción con más pegas que otra cosa se vende como un tópico fácilmente desmontable por el simple hecho de que en esos países donde la bicicleta se usa de una manera masiva el tiempo no es para nada respetuoso en el invierno (y tampoco en el otoño ni en la primavera).


Sí, es verdad, en Holanda, en Dinamarca y en Alemania hace malo en invierno, y hace frío y hay poca luz, y en Suecia no digamos, y, sin embargo, eso no arredra a nórdicos y centroeuropeos en su empeño de utilizar la bicicleta como medio de transporte. No, eso no es una excusa para ellos. Por eso no debería ser excusa para nosotros tampoco y así lo decimos y repetimos. Lo que pasa es que ellos son vikingos y teutones y nosotros no. Por eso, cuando el frío aprieta y las inclemencias azotan nuestras latitudes, las tropas ciclistas urbanas se diezman. Invariablemente.


Es por eso que hay que insistir en el argumento. Porque esto debe plantearse como una misión, donde los adeptos rebosen convicción, fe en su elección. El hábito hace al monje que dice el refrán. Y el sacrificio no es tanto cuando hay muchos parroquianos haciendo el mismo ejercicio. Eso han debido pensar muchos. Al menos por estos lares.

Lo que sorprende es que este tipo de llamamientos procedan precisamente de esos lugares donde nadie se cuestiona el tema. El ejemplo nos llegó ayer mismo en forma de reto bajo el nombre literal de Día Internacional de ir en Bici al Trabajo en Invierno, que en inglés suena mejor (International Winter Bike to Work Day). Y nos llegó desde el Norte más ciclista.


El reto consiste en geoposicionarte en un mapa global en el que tu aportación, tu gota, es comprometerte a ir en bici al trabajo el viernes 13 de Febrero haga el tiempo que haga. Así de simple... al menos sobre el papel. El gancho es ver un mapa lleno de gotas, tantas como ciclistas que dicen que van a cumplir el reto, tantos como gotas de lluvia o copos de nieve en ese Viernes 13. Se aprovecha la propuesta para hacer una breve encuesta sobre el sujeto y el objeto del reto (perfil de la persona, itinerario, opinión sobre los elementos que más promocionan o motivan los viajes en bici, etc.)

Bonito y con esas pretensiones virales que tanto nos gustan hoy en día. Lo sospechoso es que la invitación a semejante reto es que no provenga de Italia, España, Portugal o Grecia sino de Holanda. ¿Qué mueve a una holandesa a querer hacer cruzada de algo que para ellos es absolutamente normal e incuestionable? Y ¿por qué no se propone un reto parecido en Julio o Agosto donde en el otro hemisferio de este planeta las cosas se ponen más difíciles, al menos en lo que a la meteorología se refiere? ¿O es que la cosa ciclista también es una exclusiva del Norte?

What it Feels Like in Winter Cycling Paradise from Winter Bike to Work Day on Vimeo.

miércoles, 7 de enero de 2015

9 razones por las que nunca deberías ir a trabajar en bicicleta

Por si alguna vez te has planteado o has llegado a sopesar la idea de sustituir tu coche en el viaje al trabajo y has llegado a valorar ese cuento de que desplazarte en bicicleta hasta tu lugar de ocupación es posible, aquí tienes tan solo una novena de argumentos irrefutables que te harán atender a la razón y descartar esas ocurrencias. Conste que no son 10 para que no sean mandamientos.

1. Es demasiado peligroso

Puedes imaginarte. Ahí fuera, con una bici entre todos esos conductores locos que te pasan volando, sin más protección que un trozo de plástico relleno de polispan sobre tu cabeza en el mejor de los casos. Te podrían matar. Lo mejor, sin lugar a dudas, es refugiarte en la coraza de tu coche, porque nadie jamás ha muerto dentro de un automóvil. Conducir es seguro.

2. Necesitas ponerte corbata, traje o falda para trabajar

No sólo eso, es importante que lleves puesta la corbata, el vestido o el "casual wear" desde que sales de tu casa por la mañana hasta que vuelves. Es inconcebible que puedas tener alguno de esos elementos en tu oficina y cambiarte allí una vez llegues en tu bici. Además, tu fondo de armario es tan grande y la coordinación de tu indumentaria es tan perfecta, que sería necesario duplicar tu colección en dos lugares. Eso además de que es materialmente imposible, como sabrás, andar en bici con traje, vestido o falda. Por no hablar de los que en su trabajo tienen que utilizar una indumentaria específica: buzos, uniformes o batas son incompatibles con gente que no llegue prácticamente desinfectada a su trabajo.

3. Tienes que ir al gimnasio después de trabajar

¿Qué me cuentas? ¿Que tengo que llevar todo mi equipo de gimnasio en una mochila o en una alforja en la bici? ¡Venga ya! ¿Qué es esto? ¿En bici al trabajo, en bici al gimnasio, además de mis 45 minutos de spinning y devuelta en bici a casa? ¿Qué os habéis pensado? ¿Que soy Contador, Valverde o Purito Rodriguez? Supongo que a alguien se le habrá ocurrido eso de ir en bici a todos los sitios y así dejar de ir al gimnasio, pero a los que nos machacamos nos gusta más el trabajo en máquina y a cubierto. Además nos gusta sudar con otros en una sala cerrada. Somos así, sabemos lo que queremos.


4. No te puedes presentar en el trabajo sudando

Está demostrado: una vez que ya has sudado, no vuelves a ser presentable hasta que no tomas una ducha o un buen baño y te secas bien después. Otro hecho: el sudor humano esta compuesto en más de un 90% por partículas fecales, que hacen que huelas como un cerdo conforme empiezas a hacer algo de ejercicio teniendo en cuenta que el resto de la gente en el ascensor o por los pasillos no transmiten ningún tipo de olor simplemente porque son pulcros y desodorantes. Nadie habla de ducharse en el trabajo o llevar unas toallitas, no, deberás soportar a tus colegas con eso de "Dios, ¿que demonios has hecho, no se te habrá ocurrido venir al curro en bici? Porque hueles como si vinieras directamente de pasar una semana en el matadero".

5. No tienes "la bici" para eso

La única bici que posees es una vieja mountain bike o, en el mejor de los casos, una bici de paseo, que no te van a servir para llevarte a trabajar. Tendrás que ir a la tienda y gastarte al menos 800 euros en una bici para eso. A nadie se le ocurriría hacerlo en algo que no sea un modelo específico de "bicicleta para ir a trabajar" llena de accesorios y gadgets para la ciudad.

6. No puedes llevar un casco y arreglarte el pelo antes de entrar a trabajar

O no llevar casco. ¡Eso sí que no! La gente que anda en bici no hace más que darse cabezazos contra el suelo. Todo el rato. Son así de torpes. De todas maneras, si lo usas es imposible que, después de 10, 20 ó 30 minutos de viaje con el casco puesto tu pelo vuelva a ser algo más que un mocho de fregona mal secado y viejo. Además es imposible tener algo para arreglarte el pelo en tu puesto de trabajo. Eso se hace en casa y punto.

7. La ruta de tu casa a tu curro es un suicidio para ir en bici

No hay alternativa. No hay calles tranquilas, no hay barrios residenciales, ni parques, ni carriles bici de los que puedas echar mano para aliviarlo. Es imposible. Además, no puedes perder el tiempo buscando recorridos más agradables o más seguros. No los hay. Así pues, es mejor que lo olvides.

8. ¿Y qué pasa si llueve?

¿Eh? ¿O crees que este sol de hoy es para siempre? ¿No habías pensado en ello, verdad? Pues mira, hay días en los que la lluvia hace que ese empeño de andar en bici se haga imposible. Porque cae agua del cielo y además moja y el suelo salpica. Contra eso el remedio es la enfermedad. Te vas a mojar y vas a coger un constipado. ¿O pretendes disfrazarte de submarinista los días que el pronóstico del tiempo no sea bueno? Porque las burbujas para bicicletas, que se sepa, no están todavía inventadas y eso de los guardabarros, ponchos, pantalones impermeables, botines y tal no funciona. Pregúntales si no a todos esos holandeses, daneses, belgas y alemanes que llegan como sopas a todos los sitios.

9. Tendrías que cambiar tus rutinas

Ah no, eso sí que no. Eso sí que es imposible. ¿Cómo vas a prescindir de esa media hora larga que dedicas a conducir para llegar pletórico a tu puesto de trabajo? ¿Y perder el trato con el resto de conductores en las rondas, semáforos y autovías? ¡Ja, ja, ja, hasta ahí podíamos llegar! Ahora cuéntame que además el viaje me va a costar menos y no me meo encima porque llevo el traje puesto.

Por cierto, gracias a semi-rad.com por la inspiración casi literal, porque considerar este texto una traducción de su artículo más que un atrevimiento sería una pretensión.

domingo, 4 de enero de 2015

¿Qué luz es más importante en una bici?

- Buenas, quería una luz para mi bicicleta. ¿Me podría decir cuál es la más importante? Esta pregunta se repite una y otra vez en los establecimientos de venta de accesorios ciclistas. Parece una estupidez pero encierra todo un mundo detrás. Para empezar discrimina las luces, que en cualquier vehículo deberían ser al menos dos grupos (delanteras y traseras) y las reduce a uno, con todo lo que ello conlleva. Al tratar de dirimir esta primera cuestión nos damos cuenta de la falta de conciencia que tienen muchos ciclistas de lo importante que es ser vistos en la oscuridad.

Los ciclistas que sólo quieren luz delante y no detrás son, normalmente ciclistas de acera o de carril bici y buscan en la luz una especie de bocina que anuncie su llegada. Los que sólo quieren luz trasera (una minoría) son ciclistas de asfalto que necesitan ofrecer una baliza a los automovilistas para que les respeten.

Dos realidades tristes pero, por desgracia, repetidas y la primera amparada hasta hace poco por la ley, que, actualmente exige a los ciclistas llevar un faro delantero de luz blanca, luz de posición trasera y un reflector trasero. De hecho, mucha gente con las luces sólo busca cumplir la ley y no está pensando en su integridad más que de una forma indirecta.


Luego está la pregunta de las preguntas.

- ¿La quieres para ver o para que te vean?

Otro escalofrío debería recorrernos el espinazo a los que lo preguntamos, conscientes que las de "para que te vean" muchas veces son meros señuelos intermitentes que valdrían para poco más que para decorar un árbol de navidad, pero a los que mucha gente se encomienda como garantes de su seguridad. Lo de "ver" también suele tener su enjundia, porque los hay que quieren algo casi hiriente para el resto de usuarios de sus espacio (en defensa propia, claro) y lo que buscan es ir dando fogonazos a la gente como el que va por la selva dando machetazos para abrirse paso entre la maleza.

Y luego está lo de colocarlas. Porque pareciera que las luces sean un incordio y haga falta explicar casi antes de ponerlas cómo se quitan, como si fueran unos guantes. Ahi está el trabajo de convencer a la gente que anda en bici a diario de que las luces deben formar parte estructural de la bici. Lo de explicar que hay luces con dinamo, para estas personas, es un trabajo baldío, tratar de introducirles en las dinamos integradas en el buje de la rueda delantera más que ciencia ficción es algo así como un chiste.

Hay mucho trabajo por hacer para conseguir que empiece a imperar el sentido común entre un colectivo de bicicleteros, predominantemente novatos, pero mayoritariamente inconscientes, a juzgar por lo que se puede presenciar en nuestras calles. Inculcarles la conciencia de la prevención no debería ser un trabajo policial en una sociedad avanzada y responsable.

Las luces son tu salvaguarda en la oscuridad. Las luces y los elementos reflectantes. No escatimes en un buen par de luces. Y, por favor, no le pongas dos ridiculeces a tu bici sólo para cumplir con la ley, la ley no va a iluminar tu camino ni va a apercibir al resto de gente que circula por la calle de si llegas o te vas. Pero lo que no te a a evitar la ley es un buen susto o un disgusto por ir a oscuras y a ciegas a bordo de tu bici.

Busca luces buenas, que iluminen en la oscuridad, que se dejen ver también de lado, que te posicionen en el tráfico y que no se apaguen cuando te paras. Y luego extrema precauciones, porque, en la oscuridad, cada vehículo viaja por el túnel que le ofrece su luz, como caballería con orejeras, y muchas veces no pueden ver más allá de lo que éstas le iluminan, salvo que sea otra luz.

Ten luces. Es por ti. Luego ya si son de pilas, de baterías recargables, magnéticas o de dinamo será lo de menos. En el manillar, en la horquilla, en la tija o en la parrilla, ten luces y vive la bida.

viernes, 2 de enero de 2015

No me da la gana

No me da la gana de creerme eso de que la bicicleta es la hermana menor de la movilidad.

No me da la gana de tener que entender y seguir unas normas de tráfico que no están pensadas más que para coches.

No me da la gana de tragar con la basura que se está vendiendo como infraestructuras y facilidades para ciclistas.

No me da la gana de asumir que parte del precio de utilizar la bicicleta en la ciudad es que tengan que robarte una de vez en cuando.

No me da la gana de renunciar a las ventajas que me aporta la bicicleta por tratar de seguir un orden que ha pensado gente que nunca ha utilizado una bici ni la utilizará.

No me da la gana de resignarme a ser un invitado entre coches y peatones y tener que estar dando explicaciones todo el día.

No me da la gana de estar callado esperando a que esto cambie.