domingo, 27 de abril de 2014

A años luz

Que estamos retrasados en el desarrollo de la bicicleta como medio de locomoción es algo que tenemos asimilado. Lo que pasa es que muchas veces sólo somos capaces de fijarnos en las grandes cosas, en las infraestructuras (carriles bici, aparcamientos, etc.) y nos perdemos los detalles. Y muchas veces en los detalles hay quizá más diferencias que en las grandes actuaciones.

Hoy hemos visto esto: un punto de "ciclostop"



Ahí queda eso.

miércoles, 23 de abril de 2014

Llevando a los niños a pedales

Una parte vital de la logística doméstica es, además de acarrear las compras a casa, transportar a los menores a los distintos lugares a donde les tenemos destinados, empezando por el colegio y acabando por esa interminable carta de actividades en las que hemos decidido los mayores que tienen que invertir su tiempo y nuestro dinero y así, de paso, tenerlos colocados en lugares seguros.

Eludiendo la cuestión de fondo del confinamiento infantil y de la agorafobia que padecemos muchos de los mayores y que infringimos a nuestros pequeños, vamos a tratar del tema no menos escabroso de cómo transportamos a los niños de un sitio a otro y, más que eso, cómo los podríamos transportar si quisiéramos, entre todos, promocionar entornos que dieran oportunidades a las distintas opciones de locomoción por igual.

Podríamos ponernos realmente pesados tratando de argumentar pros, fórmulas, modelos, accesorios, trucos prácticos, sistemas, condiciones y hasta ingeniería civil y social, pero muchas veces es más útil y más sugerente ver unos cuantos ejemplos más o menos llamativos, más o menos fáciles.

Ahí van unos cuantos rescatados de la última visita al país líder en hacerlo a pedales.



Hasta aquí todo muy bien, muy correcto y muy conocido, pero el que se lleva la palma es el vehículo que vi pasar un viernes por la mañana en Nijmegen, no sabiendo bien si estaba suficientemente despierto como para dar crédito a lo que estaba presenciando.


martes, 22 de abril de 2014

La “ciclologística” ¿una broma pesada?

Venimos de asistir a la conferencia final del proyecto europeo Cyclelogistics, una de esas propuestas que financia la Comisión Europea en uno de sus infinitos tentáculos dedicados a tratar de hacer una Europa más sostenible, al menos de cara a la galería.

Cyclelogistics tenía como empeño tratar de fomentar el uso de las bicicletas de carga para el reparto de mercancías en las ciudades. Algo que muchos llevamos haciendo años con quizá más pena que gloria, y que se hacía y se hace en todas las latitudes del planeta, en algunas por puro subdesarrollo y en otras por tratar de convencerse y convencer a los demás de que es posible reformular el transporte urbano de una manera más ecológica y que, ahí también, las bicicletas en su versión de carga tienen algo que aportar.


En esta conferencia final, en la que se exponían los logros de algunos de los participantes y las reflexiones de otros muchos, lo que pudimos comprobar todos los que nos desplazamos hasta Nijmegen (Países Bajos) es que esto de las “cargo bikes” es todavía un juguete en manos de unos cuantos locos inocentes bienintencionados, pero no va más allá de una cosa pintoresca.

De camino al lugar de la conferencia, tuve la ocasión de departir unos minutos, mientras circulábamos por una de esas “cicloautopistas” en sendas OV Fiets –las bicicletas públicas asociadas al transporte ferroviario holandés-, sobre el asunto con un consultor de ese país. La impresión era compartida: las bicicletas de reparto de mercancías pueden representar tan sólo una pequeña aportación para ayudar a hacer el transporte urbano más sostenible, pero nada más.

Tratar de pensar de otra manera, al menos visto el “estado actual de la cosa” (“the state of art”, que tanto les gusta a todos estos conferenciantes que se reúnen al calor de la financiación pública internacional), es no pisar sobre el terreno.

Foto de familia  de la plana mayor de Cyclelogistics, mientras un participante prueba un juguete

Ahora mismo no hay experiencia, por más que las bicicletas de carga no hayan desaparecido de la faz de las ciudades europeas. Y no hay experiencia porque nadie, o casi nadie, se toma esto en serio. No hay tecnología, no hay modelos de gestión, no hay política sostenida de fomento, no hay políticos a la altura de las circunstancias. Nos movemos en un puro mar de ilusiones, proyectos piloto y prototipos, casi todos subvencionados por entes públicos.

Las empresas que nos estamos jugando el tipo y los garbanzos en esto estamos sufriendo las consecuencias. Bicicletas de carga endebles, motorizaciones deficientes, políticos poco convencidos y operadores que sólo quieren deshacerse de los marrones, contribuyen a que lo que podía ser una interesante contribución para zonas condicionadas y condicionables (cascos antiguos y zonas peatonalizadas sobre todo) no pase de ser un trabajo casi indigno.

Falta fundamento

¿Por qué está pasando todo esto? Porque se está improvisando, porque nadie está apostando por ello en serio.

Receso en la conferencia adornado con cargo bikes: mesa, cafetería y puesto de arenques

Porque la industria de los “pedelecs”, las bicicletas de pedaleo asistido, no va más allá de hacer vehículos para pasajeros. Los pocos vehículos de carga a pedales que se ven son meros “rickshaws” electrificados con motores chinos, mientras Panasonic, Bosch and company siguen mirando sólo hacia el “electrociclista” utilitario o deportivo.

Porque la normativa sigue siendo ridícula y pretende que la misma asistencia (250 vatios) sirva para desplazar a una persona en una bici que puede pesar 25 kilos, que a esa misma persona, un triciclo que perfectamente puede pesar 200 kg y una carga de otros tantos y en España, por ejemplo, no permite llevar intermitentes o sirenas.

Porque los políticos y los gestores de las ciudades no se atreven a restringir aún más el tráfico motorizado en los centros urbanos, y no se atreven a hacer una “zona cero emisiones” donde sólo se puedan utilizar vehículos amables y limpios y cerrar el acceso a todos los demás, como lo hacen en sus edificios oficiales y sedes institucionales, donde sólo se puede llegar a la estafeta correspondiente y luego hay un servicio de reparto interno.

Porque los operadores de carga, esos que manejan la mercancía y que forman grupos transnacionales, no quieren hacer nada al respecto, no quieren “soltar su carga” más allá de un poco de “publicidad verde” que les prestigie ante sus clientes, cada vez más dispersos y más atomizados y cada vez más sensibles a la propaganda.


Escepticismo e ilusión

Por eso hay que ser escépticos. Porque si los propios holandeses, daneses o alemanes no están apostando por ello en serio, países muchos de ellos donde la bicicleta se utiliza masivamente y donde todo está montado a favor de la bici, ¿qué vamos a hacer los pobres diablos del sur?

Pero el escepticismo no nos puede dejar inmóviles sino que nos tiene que servir para ser realistas sobre el momento en el que vivimos, ser cautos en nuestras expectativas y concienzudos con nuestras iniciativas. Porque, curiosamente, las mejores propuestas, las más exitosas, las más ambiciosas y las más avanzadas provienen de los extremos de la Europa Ciclista, en nuestro caso de Suecia, de Britannia y de Hispania, en Catalunya, Euskadi, Navarra o la República Popular de Valladolid. De la mano de Move by Bike, Outspoken Delivery, VanAPedal, Txita, Oraintxe o Xiclo aprenderemos mucho más de las posibilidades de este sector que de toda esa partida de cerebros agradecidos que se afanan más en dorarse la píldora unos a otros que en creer que pueden cambiar las cosas, aunque sea poco a poco, y apostar por ello.

Seguiremos peleando, seguiremos pedaleando. Seguiremos “ciclologizando” y seguiremos “ciclologistizando” lo que nos sea posible, lo que alcancemos.

jueves, 10 de abril de 2014

La ciudad que defiende al peatón es una ciudad ciclista

Pues sí hay una ciudad en el mundo cuyo símbolo más famoso es un icono peatonal. Es Berlín y su Ampelmännchen, el hombrecillo del semáforo, ese personaje que representa a la vez la memoria histórica de una ciudad bipolar en la que Occidente quiso eliminar la imaginería del Este (ese hombrecillo sólo habitaba en los semáforos del Berlín oriental) y el reconocimiento y la reivindicación popular de un simpático enanito con sombrero que nadie quería que desapareciese. 


Esa ciudad que ha decidido defender la imagen del peatón como uno de sus símbolos más identificativos es una ciudad ciclista y no precisamente por sus infraestructuras, y decididamente no lo es por sus bicicletas públicas, ni siquiera porque haya conseguido alejar el coche de sus centros neurálgicos. Berlín es una ciudad ciclista porque allí la gente va en bici de manera habitual a los sitios. Y lo hace con total naturalidad.


Ayuda mucho que sea una ciudad plana como la palma de una mano. Ayuda también que se haya hecho complicada la circulación en coche en algunas zonas. Sin embargo Berlín sigue siendo una ciudad bicéfala, multicéfala, sin un centro histórico, sin un único punto de referencia sobre el que organizar una mancha peatonal, por ejemplo, y eso ha favorecido el desarrollo del vehículo a pedales.


Ayuda también su carácter bohemio, neohippie, posmoderno, hipster o como se le quiera etiquetar. Berlin es una ciudad dinámica, joven, descreída, descarada, desmitificadora, y la bicicleta en ese escenario ha cuajado, como no podía ser de otra manera.


Basta asomarse a la calle en una de esas mañanas metálicas para comprobarlo. Bicicletas en las calles, bicicletas en los patios, bicicletas en las estaciones, bicicletas en las escuelas y en los centros de trabajo, y muchas bicicletas desplazándose, desplazando a mayores y menores, mujeres y hombres, tranquilos y apresurados, despistados y atentos.







Esta ciudad amable y dinámica, entrañable y fría, cercana y distante, es una ciudad donde la gente que se desplaza en bici está comprendida, está integrada, está normalizada y todo eso se ha hecho sin alardes de infraestructuras, sin ostentación mediática, sin prepotencia, sin propaganda, sin más.


Y lo ha hecho con un respeto escrupuloso de los derechos y de los espacios de los peatones. Con sus excepciones, pero siempre desde el reconocimiento de los verdaderos protagonistas de la calle que son las personas. Hay una imagen que quizá simbolice y resuma esta cualidad y esta calidad. Una imagen que resume también el entendimiento entre ciclistas y peatones.