viernes, 30 de septiembre de 2011

Menos de lo mismo

Estamos inmersos en el pozo de una recesión a la que todo el mundo sigue insistiendo en llamar crisis, como si por eso fuera a pasar antes, intentando acostumbrarnos a la presión de esta profundidad, y, después de unos años de mirar a los toros desde la barrera, vienen ahora los mismos que provocaron todo este desaguisado y nos dicen que nos tenemos que apretar el cinturón. ¡Buena idea!

Era de temer que en esto también íbamos a resultar al final los culpables y, cómo no, los paganos. Lo que nadie sospechaba es que los mismos que nos habían llevado a esta situación iban a ser los responsables de sacarnos de ella y que el remedio que, después de todo este tiempo de contemplación, habían descubierto se trataba de la misma medicina que nos hizo enfermar, pero en una dosis menor.

Se conoce que nos quieren inmunizar a base de envenenarnos un poco menos, pero siempre con el mismo brevaje. Lo que nos aguante el cuerpo: lo que sea sostenible. En todos los terrenos y en todos los aspectos, estamos intentando recuperar la misma situación que nos ha conducido hasta nos encontramos. Somos así: torpes, testarudos, conservadores, reaccionarios, cobardes y acomodados. Y somos capaces de dejarnos llevar estúpidamente por el rebaño hasta caer por el acantilado.

La crisis es la oportunidad

Ya lo decía Einstein, aunque quizá se equivocaba también en esto:
"No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y países, porque la crisis trae progresos, la creatividad nace de la angustia como el día de la noche oscura. Es de la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a si mismo sin quedar superado. Quien atribuye la crisis a sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones, la verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los paises es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin la crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos nuestro talento y nuestras habilidades para encontrar soluciones, acabemos de una sola vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla."

Hay que romper con los dogmas, cuestionar los paradigmas y escapar de las inercias, si queremos estar en condiciones de superar la crisis en la que nos han envuelto y nos hemos dejado enredar, sin acabar atrapados y arrastrados por la corriente.

Recortar no es suficiente

En estos momentos convulsos, donde parece que todo se va a resolver recortando gastos, nadie está tratando de proponer alternativas. No podemos esperar que sean los mismos responsables de las operaciones de ingeniería financiera, de especulación inmobiliaria, de precariedad laboral y de perversión propagandística los que nos saquen de este embrollo.


En lo que a las bicis respecta, no podemos confiar en los mismos irresponsables que han implementado, favorecido y permitido toda esta colección de despropósitos en forma de obras públicas más que cuestionables, de operaciones de marketing social apoyadas en multinacionales de la publicidad y de campañas institucionales mojigatas y generalistas, que han deparado en toda una suerte de vicisitudes (más bien "bicisitudes") que han dejado a los que andan en bici indefensos, inhabilitados, desprotegidos y cuestionados, cuando no circulando directamente por la acera.

Mientras tanto, ninguna propuesta de educación, de salud, de movilidad laboral, de intermodalidad, de aparcamiento de seguridad o simplemente de adquisición de habilidades y conocimientos básicos para aquellas personas que lo soliciten y con ayudas públicas, porque esto del replanteamiento de la movilidad, más que una cosa bonita, ya va empezando a ser una necesidad imperiosa de carácter social, para hacer nuestras ciudades más habitables y dar oportunidades a las futuras generaciones.

Así pues, menos de lo mismo, por favor, y un poquito de algo distinto si queremos salir de esta vorágine que no la cura el que la provocó.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Bicivilidad

Una de las asignaturas pendientes de nuestro ciclismo urbano es la visibilidad. Todo lleva su tiempo: acostumbrarse a andar en bicicleta en la ciudad, equipar la bicicleta, mejorar nuestra actitud, ganar nuestro espacio, defender nuestra presencia... Todo esto que de día ya resulta complicado, de noche se convierte para muchas personas en un reto. Y no es tan difícil, pero, como todo, depende de la determinación, de las prestaciones y del buen uso que se haga de ello. Antes de que nos impongan el cambio horario que nos recorta la vida en invierno debemos aprender a ser bicibles.

Bicivilidad, o visibilidad responsable en bicicleta, es un conjunto de equipamientos y actitudes que nos hacen más seguros circulando en bicicleta en condiciones de poca luz.

Luces

Un elemento transcendental cuando circulamos de noche es una buena iluminación complementada de elementos reflectantes. Luces delantera y trasera que alumbren, que avisen a los demás vehículos de nuestra presencia, de nuestra posición y de nuestra velocidad, tanto desde delante y detrás como lateralmente (el golpe lateral es, de todos, el más grave). Luces de calidad permanentes (la intermitencia que tanto gusta aquí es ilegal y no es más visible) y que no se apaguen cuando paramos. No escatimes en unas buenas luces y elementos reflectantes, tu integridad puede depender de ellas.

Cámaras

La visión nocturna es, en líneas generales, más segura entre vehículos. Hay menos sorpresas y se puede anticipar su llegada porque vienen precedidos por un halo luminoso. De todas maneras, hay que extremar precauciones y asegurarnos que nos han visto y entonces el contacto visual con los conductores es especialmente dificultoso.

Acción

Una vez en marcha la clave es, más que nunca, ocupar un espacio en la calzada, por el centro de un carril, señalizando nuestras maniobras, con seguridad, con dignidad y con respeto, cumpliendo escrupulosamente el Código de Circulación, como un vehículo más. Ahora bien, con el vehículo en perfecto estado: además de las luces, frenos, cambios y ruedas revisados y en buen estado. Sin sorpresas, conduciendo con anticipación y con atención, lograremos un nivel de seguridad inmejorable.

Cumpliendo estos sencillos consejos serás bicible y podrás circular sin riesgo. Si no serás un fantasma en bicicleta  ¿Listos para sumergirnos en la noche invernal?


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Si no lo creo, no lo veo

Es lo que hacemos la mayoría de los humanos respecto a lo divino y lo mundano. No es ya suficiente que no sea tangible, comprobable y no me lo pongan en los morros cuando miro para allá, para que consideremos que algo no existe. Es peor. Es más bien al revés. Aquel famoso tomasiano "Si no lo veo, no lo creo" que representaba el escepticismo de aquel santo varón, hoy en día ha sido sustituído por el "Si no lo creo, no lo veo" en el cual es la incredulidad la que nos hace ignorantes.

Un ejemplo: el cambio climático. Otro: la movilidad sostenible. Otro: la crisis del petróleo. Uno peor: el decrecimiento económico. Hoy en día, en esta sociedad sectarizada, proselitista y seguidista, la gente necesita creer en algo para poder ver. Si no están ciegos. La capacidad de discernimiento está mediatizada por la intencionalidad reconocible, la recomendación expresa o el congraciamiento con nuestros parroquianos de facción.

Ayer por ejemplo se publicaban los datos de los niveles de contaminación de micropartículas de las principales ciudades del mundo y se ha ilustrado en un mapa de contaminación mundial. Ninguna sorpresa a nivel planetario. Estamos a la cabeza de esto de la microcontaminación. Y sin embargo nadie está preocupado. Y no es porque esas micropartículas no sean nocivas, que lo son y mucho, ni siquiera porque no se puedan ver a simple vista, es porque todavía hay demasiada gente que, por no creer en eso, no se preocupa y es capaz de ignorarlo con toda tranquilidad, sin inmutarse.


No es un mirar a otra parte, es más que eso. Es buscar cualquier explicación para contrarrestar este rollo verde. El progreso, el desarrollo, el bienestar, la riqueza, todo ese dogmatismo occidentaloide que nos hace creer que todo motor debe contaminar y que no hay bienestar sin daños colaterales. Así que esto de la contaminación, que los visionarios lo relacionan con una suerte de apocalipsis climática es de jipis reaccionarios. Eso es al menos lo que argumenta el negacionismo que todavía sustenta el orden económico y político dominantes a nuestro alrededor. El mismo que nos ha dejado expectantes mirando a la pantalla, creyendo que los tiempos pasados van a volver, porque "con frasco vivíamos mejor", porque todos chupábamos de él.

En el asunto de las dos ruedas ocurre un poco lo mismo. Los talibanes del carril bici, la bici pública y todo lo que brille es oro han vendido tanto progresismo ciclista a través de la obra pública y del pelotazo de constructoras y multinacionales que se han olvidado de que la verdadera revolución ciclista se hubiera producido de cualquier manera y nos habríamos ahorrado muchos disgustos y un buen montón de millones. Pero vete tú y cuéntaselo. No ven. No pueden ver. No creen. Simplemente se niegan a creer en ello. Y su arrogancia, que no conoce límites, les permite considerar a las víctimas (accidentados y discriminados) como daños colaterales necesarios para la conquista final: la ciudad ciclista. 

No nos queda nada para explotar tanto globo sonda, correr tanto tupido velo y apagar tanto fuego artificial que nos tienen absortos, hipnotizados, espeluznados, aturdidos, olvidándonos de lo esencial, lo simple y lo barato. Lo bueno de la bicicleta es que da fondo, así que seguiremos pedaleando.

martes, 27 de septiembre de 2011

lunes, 26 de septiembre de 2011

Soy ciclista ¿soy culpable?

Leo con interés los artículos que se suceden prácticamente todos los días en la prensa. Desde distintas perspectivas y con distintos talantes, todos ellos ponen de relieve la relevancia que ha ido adquiriendo la bicicleta en la ciudad y la falta de una lógica generalizada que agrade a todos, con el resultado invariable del cuestionamiento generalizado de las actitudes ciclistas, sean estas las que sean.

Las bicicletas o, mejor dicho, las personas que utilizan la bicicleta se ganan las críticas de todos, peatones, automovilistas y agentes de la ley, por su discrecionalidad a la hora de circular. Los que lo hacen por la carretera reciben la presión de algunos conductores que no entienden que la calzada no es exclusiva de los vehículos motorizados, los que conducen por las aceras se sienten incómodos en un espacio que no admitía usuarios mecanizados, los que utilizan las vías exclusivas para ciclistas se quejan de la invasión permanente de las mismas y de la desprotección en intersecciones e incorporaciones.



Pero ¿por qué ha ocurrido todo esto?

Bicis había habido desde siempre, desde hace muchos años, y siempre las bicicletas habían sido unos vehículos un tanto particulares porque circulaban lento, no ocupaban espacio, no emitían ruido ni contaminación y porque se podían convertir en peatones con mucha facilidad. En los principios, cuando todavía no había tantos coches, y las avenidas, rondas y rotondas no estaban tan sobredimensionadas, los ciclistas convivían decentemente en medio del tráfico y buscaban aceras y zonas peatonales de manera excepcional para buscar un atajo o acceder hasta su destino.

Lo que ocurrió después es de sobra conocido por todos. El coche fue ganando espacios y derechos, tanto de circulación como de estacionamiento y fue dominando el tráfico en las ciudades, que fueron adaptándose a sus necesidades y demandas, esto es, cada vez más espacio y más velocidad de tránsito. Las ciudades y las actividades humanas también se fueron configurando de acuerdo a todas estas facilidades, cada vez más distantes, cada vez más dispersas, cada vez más dependientes del coche. Esto fue relegando al resto de modos de transporte entre los cuales los ciclistas se convirtieron en una minoría aguerrida.

De unos años a esta parte, las tornas han cambiado y cada vez es más la gente que se anima a utilizar la bicicleta en la ciudad, pese a las dificultades que existen para hacerlo. Este cambio tendencial coincide y no por casualidad con lo que sólo es de momento el principio de la crisis automovilística en la que llevamos inmersos ya unos años y también con el intento de recuperar los centros urbanos como espacios de convivencia y encuentro y como zonas comerciales de calidad.


La buena voluntad improvisada no da buenos resultados

El problema fundamental en el que se incurre cuando se trata de reincorporar a la bicicleta a este nuevo orden de cosas, es que la falta de hábito en su uso entre la población y, sobre todo, entre los responsables de reconfigurar la ciudad y sus asesores, hace que se considere la convivencia en la calzada como algo desaconsejable para el ordenamiento de la circulación ciclista y sólo se contemple la misma de manera separada al tráfico rodado, aún reconociendo a la bicicleta su condición de vehículo.

Este es el punto de partida que da lugar a toda una serie de despropósitos que, amparados en la buena voluntad de querer potenciar el uso de la bici en la ciudad, provocan toda una serie de resultados que es lo que hoy en día hace que la bicicleta esté de manera casi permanente en el candelero.

Carriles bici de anchuras insuficientes, con intersecciones peligrosas, encajonados entre coches aparcados y bordillos o ejecutados directamente en las aceras, ordenanzas de tráfico difíciles de interpretar y que no acaban de reconocer los derechos y deberes de los ciclistas y, lo que es peor, aceras pintadas dando a entender un derecho de circulación ciclista más o menos generalizado (sólo para conseguir una continuidad en una red de vías separadas para ciclistas que más que ofrecerles mayor seguridad, les da una ilusión de ella) producen un escenario en el que todas las partes involucradas se ven damnificadas.

Los peatones que, una vez más, se sienten deshauciados, invadidos e intimidados, los automovilistas que no entienden el derecho que asiste a los ciclistas de circular por la calzada, incluso si existen facilidades para ellos en las aceras y pasos de cebra, y, finalmente, los agentes de la ley, que tratan de interpretar de una manera conciliadora todo este caos. Y por supuesto los ciclistas. Por un lado los ciclistas noveles que no acaban de entender cómo deberían de actuar en medio de sus inseguridades y las que les ofrecen como solución y acaban circulando por las aceras, y por otro los ciclistas experimentados y responsables que ya no conocen bien sus derechos, sus obligaciones y sus oportunidades, y que empiezan a vivir todo este proceso de impulso de su elección de movilidad más como víctimas que como protagonistas.


¿Qué se puede hacer?

Llegados a este punto, parece que lo más juicioso es devolver el sentido común a todo este asunto de la ciclabilidad y esto pasa por:
  1. Exigir el reconocimiento explícito de la libre circulación de las bicicletas por el viario urbano, como vehículos de pleno derecho y deseables.
  2. Buscar soluciones de calidad que aporten seguridad de acuerdo con criterios universales para resolver los puntos de mayor peligrosidad (rechazando las que no los cumplan), calmar el tráfico limitando las velocidades de circulación y persiguiendo ejemplarmente a los transgresores (principal motivo de la peligrosidad y de la inseguridad vial).
  3. Explicar claramente la normativa vigente y los objetivos que persigue la movilidad sostenible en medios de comunicación con suficiente participación y difusión, siempre desde una perspectiva conciliadora fundamentada más en la convivencia y en el fomento de los medios de locomoción limpios para conseguir ciudades mejores para todos, que en la confrontación de derechos y libertades. 
  4. Y una vez hecho esto, exigir a todas aquellas personas que utilizan las bicicletas en la ciudad y fuera de ella que sigan las normas y se atengan a las consecuencias de no hacerlo.
Lo que parece también es que todo este juego de la movilidad y de la ciclabilidad se nos ha ido de las manos y que nadie se lo tomaba realmente en serio hasta que se ha comprobado la respuesta ciudadana y ahora representa más un problema que haya que resolver que una oportunidad que haya que aprovechar.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Un coche te cambia la vida

Ayer la vida me dió un susto. Tiene triste gracia que le pase a alguien que anda todo el día denunciando la inseguridad y la violencia vial y reclamando la convivencia y las calles para todos. Pero así es. Nada grave.

Un coche la atropelló. En un paso de peatones. Iba jugando, despistada, emocionada, con su hermano y con su abuelo al salir del cole, y ocurrió. Una serie de circunstancias provocaron el accidente: una camioneta mal aparcada que anulaba la visibilidad, un conductor que circulaba despreocupado, una chiquilla que salió de un salto y zás, todo dió la vuelta.

Por suerte se ha quedado en un susto, pero me ha hizo pensar, mientras acudía en bici hacia el lugar del suceso. ¿Somos verdaderamente conscientes del peligro y la inseguridad ciudadana que conlleva el fomento del uso indiscriminado y abusivo del coche en la ciudad? ¿Somos conscientes? ¿Somos verdaderamente conscientes de las consecuencias que contrae?

Creo sinceramente que no y no es una percepción mía. Si no ¿por qué se culpabiliza a los peatones de sus propios atropellos aleccionándolos con mensajes atemorizadores mientras no se hace lo mismo con los automovilistas que en definitiva son los causantes de que los sustos sean graves e incluso mortales?

Iba yo en estas cuando me crucé con uno de esos perros que pintaron a la salida de muchos colegios en una campaña el año pasado y pensé:

"Muy acertado lo de los perros en los pasos peatonales. Alertan a los niños de que el perro que les puede atropellar puede ser su propio padre"


Y me asusté, porque la idea me pareció atroz de puro lógica. Aún así y viviendo con los pies en esta tierra, creo que podemos ser optimistas y creer que todo esto puede cambiar y que las generaciones que vienen tendrán mejor talante y sabrán valorar estas pequeñas cosas que son esenciales para conseguir vivir mejor.

Cogí a la pequeña en la bici y la llevé al centro de salud. No es nada. Uf. De vuelta a casa le conté este cuento y le gustó.



Sin embargo, cuando llegamos a casa y ví este homenaje al coche de un grupo de peatones risueños bailando en un paso de peatones (donde se producen la mayoría de los accidentes graves) y la realidad virtual, la más real de las realidades, me volvió a dar una bofetada que me dejó frío. Y no es la primera vez y tampoco creo que sea la última.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Contrarrelojeando por el carril bici

Anteayer hacía referencia a una carrera de medios de transporte, una carrera mediática, con participantes mediáticos y finalidad mediática. Hoy toca el análisis posterior a la etapa, que también se las trae.

Como sabréis y como siempre, ganó la bicicleta conducida por toda una atleta, Ana Casares, una eminencia en el deporte de rendimiento de por aquí. Mis respetos hacia ella, su carrera, su talante y su trayectoria profesional intachable. Ahora bien, alguien del nivel de Ana, ciclista experimentada ¿qué hace poniéndose al servicio de este espectáculo pertrechada con ropa deportiva haciendo una contrarreloj por la ciudad?

Analizando sus registros me he quedado sorprendido: 2 kilómetros en 11 minutos y medio (a una media que no llega a 11 kms/h). ¿Cómo una deportista de su talla y con su manejo de la bicicleta que además conoce ese trayecto perfectamente hace un tiempo tan malo? ¿Por qué hace algunas calles a contramano? ¿Por qué se mete por algunas traseras peatonales teniendo una avenida diáfana y directa hacia el objetivo? ¿Por qué?


Pues simplemente es tan lenta porque circula por el carril bici o, mejor dicho, le han hecho circular por el carril bici, por la acera bici, por la acera pintada y por el Camino de Santiago en contradirección. ¿A qué obedece esto? Simple y claro: a legitimar y justificar las actuaciones, implementaciones y los consejos del consistorio pamplonés, organizador del evento y final de los recorridos. A eso y a no ridiculizar en exceso al coche, para que quede claro que, quitando a esos cuatro chalados de las bicis, es lo que verdaderamente merece la pena para desplazarse con dignidad por esta ciudad.

¿Sorprendente? En absoluto. Lo verdaderamente sorprendente es que incluso circulando por esa colección de despropósitos, que parecen pensados más para disuadir del uso de la bici que para fomentarla, la "carrilbicista" sea un minuto más rápida que el intrépido automovilista que es capaz en 12 minutos de recorrer un kilómetro y medio con sus semáforos, aparcar en un parking subterráneo que se las trae y hacer el último medio kilómetro a pie. ¡Ese sí que tiene mérito!

¿Qué hubiera pasado si el ciclista hubiera circulado por la calzada?

He querido probar cuánto me costaría hacer ese mismo trayecto circulando por la calzada, cumpliendo escrupulosamente el Código de Circulación y la Ordenanza de Tráfico de esta ciudad y, después de varios intentos, no puedo pasar de los 7 minutos. Aunque las secuencias semafóricas se me pongan en contra, sin forzar la máquina, sin sudar, sin jugarme el tipo y sin incomodar a nadie, naturalmente. El tiempo deja al resto de medios en evidencia, incluidos los que circulan por los caminos recomendados por el Ayuntamiento para las bicicletas.

La prueba acelerada al doble (perdón por la calidad de las imágenes):



¿Quién cuestiona esto?

Mientras no seamos capaces de reconocer que con la política de relegar a los ciclistas a circuitos descabellados estamos ralentizándolos además de hacerlos invisibles al tráfico y multiplicar el riesgo en cruces e intersecciones a la vez que estamos intimidando a los peatones, todo lo que hagamos tendrá poco que ver con el impulso de la bicicleta y la mejora de sus condiciones de circulación y de su potencial como medio de transporte. Mucho más cuando todo esto se hace con absoluta ignorancia, indolencia, despilfarro y desinterés, ni siquiera las muertes serán suficientes para cambiar las cosas.

Amigas y amigos, si no desenterramos el hacha, esto serán lentejas, que si quieres te las comes y si no las dejas. Y así se queda todo como estaba.

martes, 20 de septiembre de 2011

Que gane la bici

Ayer se celebró, del verbo celebrar con luz y taquígrafos, la carrera de modos de transporte dentro de los actos de la Semana de la Movilidad de la ciudad en la que vivo y, cómo no, ganó otra vez la bici. Como siempre. No he visto ninguna carrera de estas donde gane el coche. Ni una sola. Tampoco la moto, que es mucho más competitiva. El bus siempre queda el penúltimo y el desgraciado peatón siempre hace el ridículo. Así debe ser y así es. Tiene que ganar el que conviene. Si no, no funciona. Imagínate que en plena ceremonia de ilusión sostenible y de confraternización colectiva, el Alcalde encabezando la comitiva, va y aparece el automovilista el primero. Sería un fracaso absoluto y un ridículo espantoso.


Así que hicieron lo que hay que hacer para que las cosas salgan como uno quiere a priori, que no es otra cosa que amañar la competición. Se puede hacer muy descaradamente o de una manera más discreta. Aquí se optó por la primera, para que no quede lugar a dudas sobre la voluntad de éxito y la intencionalidad del acto. Y así se eligió un recorrido imposible para el coche e inaccesible para el transporte público, lo suficientemente largo para que el peatón no tuviera opciones y con unos contendientes desequilibrados a favor de la bici. De hecho, la ciclista, que además era la única chica (mírate tú qué bien) era doña Ana Casares, una triatleta de élite que iba pertrechada de contrarreloj al más puro estilo Induráin, vamos, como va cualquiera que ande en bici habitualmente en esta ciudad. El resto de contendientes estaban seleccionados por su capacidad de superar situaciones de ridículo: un árbitro de fútbol (Undiano Mallenco), un visionario mediático (Txumari Alfaro) y un equipo de fútbol sala (Xota). De chiste.

En fin, aún habrá gente que se congratulará del espectáculo y vitoreará el resultado con un ¿ves? emocionado. Y ya está. Todo seguirá como estaba y todos tan felices comiendo perdices. Conseguido.

Que el coche sigue sin perder

Mientras tanto, Comisiones Obreras, el único sindicato que ha asumido el tema de la movilidad como una tarea propia entre sus misiones, nos muestra los datos reales referentes a la movilidad obligada en esta parte del mundo, que arrojan unos datos que, lejos de ser reveladores, ponen las cosas en su sitio: un 60% de los trabajadores se desplazan en coche a sus lugares de empleo. Luego, en su exposición de propuestas, ignoran, como no podía ser de otra manera, a la bicicleta dentro de las alternativas. Bastante denigrados están por lo visto los trabajadores como para proponerles además ir en bici.

Así que queda un trabajo realmente impresionante por hacer como para andar con este tipo de festejos para calmar conciencias inconscientes. Yo para hacer una pantomima en condiciones haría lo que hicieron en Sao Paulo y montaría un buen video. Puestos a dejar las cosas como estaban, no nos quedemos con las ganas.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Kero ir en bizi

Dale la oportunidad. Que aprenda a decirlo no es menos emocionante que lo que le motiva a hacerlo. Dale a tu hijo o hija la oportunidad de hacer el viaje a la guardería, al cole, a casa, a la compra, a pasear o de visita en tu bici. Enséñale el mundo desde tu perspectiva privilegiada, dinámica, cercana, equilibrada, sana y divertida. No le quites la ilusión. Aprenderá a decirlo y tú te emocionarás, te lo aseguro. Hazlo por él o ella, hazlo por ti, hazlo por vosotros.


Cada vez se ve a más gente con una sillita en su bicicleta, o con dos o con un remolque, circulando en hora punta con serenidad, con determinación, con ilusión, con una sonrisa, con dos sonrisas. Hay algunos que van con dos, uno delante y uno detrás, o en un carro para dos pasajeritos. Es un buen principio, es la mejor iniciación.


Llevando a tus hijos en bici en sus primeros trayectos urbanos les estás enseñando que otro mundo es posible. El tuyo, el suyo. Hoy todavía marcaréis una diferencia, atraeréis la atención de los demás, padres y niños. Algo de lo que los hijos van a estar bien orgullosos. Dentro de unos años será normal.


Lleva a tus hijos en bici y ahórrate el estrés, la violencia, el agobio, el aire viciado, el aislamiento, la peligrosidad, el aturdimiento propios del coche. Y ahórrate unos buenos duros. Y ahórrate unos buenos minutos. Y ganarás salud, vitalidad, buen punto, puntualidad, contacto con el entorno, proximidad, vulnerabilidad y amabilidad.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Familia que pedalea unida...

Mucha gente reserva la bici sólo para sus paseos dominicales. Se equipan con sus cascos, con su ropa sport y sus bicicletas relucientes y salen en familia a pedalear. Circulan normalmente en formación por carriles bici, por paseos y zonas peatonales y por aceras, por muchas aceras. Resulta comprensible. La mayoría no sabe andar, sólo mantener el equilibrio y muchos no tienen seguridad al manejarse en bicicleta.


Estos paseos mañaneros son saludables. Ayudan a entender lo práctica que es la bici, lo que se avanza con ella fácilmente, lo divertida que es y lo que nos activa. También ayudan a entender el entorno y las distintas situaciones que se pueden suceder a bordo de una bici: los riesgos, los peligros y las amenazas. Las que nos podemos encontrar y las que generamos con nuestras imprudencias y actitudes.

Hacerlo en familia, además, es más divertido porque pone a los niños a la altura de sus padres y a estos a la de aquellos. Cada una maneja un vehículo con las mismas habilidades y las mismas responsabilidades. Esto resulta especialmente emocionante para los menores, que se ven responsables, independientes, autónomos, libres y en movimiento y se lo pueden demostrar a sus padres. Reforzar estos valores proporciona un aprendizaje esencial y genera unas expectativas ilusionantes a través de la bicicleta.


La pena es que, en la mayoría de los casos, la experiencia se queda en eso. En un puro paseo acompañados y nada más. Y lo que se transmite es un poco de miedo, mucho de circulación en espacios peatonales y muy poco de independencia y de potencial de movilidad. Pero bueno, eso es mejor que nada. Es suficiente con probar, basta con haber comprobado lo divertido que es. Las sensaciones que se experimentan son inolvidables y eso es algo que queda impregnado, una semilla que en algún momento va a renacer, tarde o temprano.

Algunos consejos para pedalear en familia

  1. Revisar el estado de las bicis antes de salir: frenos, cambios y estado de las ruedas.
  2. Pensar en recorridos seguros, a la altura de vuestras posibilidades, divertidos y variados.
  3. Circular de manera respetuosa, sobre todo en zonas peatonales.
  4. No evitéis algunos tránsitos por la calzada en calles tranquilas y zonas residenciales. Con prudencia pero con decisión.
  5. Si vais con niños, llevarlos delante, no detrás. Podréis guiarlos, orientarlos y vigilarlos mejor y se sentirán los protagonistas del paseo.
  6. Bajaros de la bici en aceras y espacios de mucha circulación peatonal.
  7. Y disfrutar. Llegar con ganas de andar más, sin cansaros en exceso, sin saturaros de bici. Sólo así podréis proponer la siguiente salida o, mejor, descubriréis que serán ellos (los niños) los que la propondrán.

Y luego, estar dispuestos a aceptar el reto de dejar a vuestros hijos ir en bici solos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Viva la Pepa

Estamos a punto de sumergirnos en la celebración colectiva de la movilidad. Durante toda una semana tendremos la oportunidad de presenciar y participar en toda una serie de escenificaciones más o menos ingeniosas, la mayoría simplemente ingenuas, en las que podremos hacer una demostración gratuita de buenos propósitos cuyo objetivo no es más que ese: la pura representación.


Lo que pasa inadvertido a la inmensa mayoría emocionada es que todo este circo tiene gato encerrado. Y es que el propio término de movilidad conlleva la asunción necesaria e ineludible de tener que moverse para todo como condición de partida, y es ahí donde todo el asunto de la sostenibilidad (otro término obsceno por definición) hace aguas. Mientras no cuestionemos esto, que hemos aceptado alegremente como axioma, no nos podremos dar cuenta de cómo podremos resolverlo (si es que de verdad queremos hacerlo). Es la promoción de la movilidad la que nos ha dejado como estamos y nos ha condionado el futuro. Y es precisamente el ejercicio masivo y compulsivo de la  movilidad, la llamada "hipermovilidad", la que nos tiene atenazados, obnubilados, moviéndonos de un lado para otro como gallinas descabezadas.


Y es que, hasta que no cambiemos la perspectiva y prioricemos en la proximidad y en la accesibilidad como objetivos deseables, esto no va a ser más que un juego perverso. Un juego en el que nosotros somos meros espectadores, y en el que cuestiones como el compromiso con el clima, la revitalización de las ciudades, la mejora en la seguridad vial, el ahorro energético, la disminución de la contaminación, la recuperación de espacios públicos para su disfrute colectivo, el impulso del comercio local, en definitiva, la reconfiguración de las ciudades, son tareas reservadas para expertos, para técnicos, para gobiernos y para los poderes fácticos.

Para este juego no nos quieren, para eso no nos necesitan y para eso tienen los 358 días restantes del año. Sin molestas intromisiones de los civiles sin cualificar, o de los cualificados que no han sido invitados. Es entonces cuando se corta el bacalao, es entonces cuando se hacen los grandes proyectos, es entonces cuando se deciden los usos del suelo, las expansiones urbanísticas, las reurbanizaciones, con sus recalificaciones y sus apaños. Entonces los procesos de participación, las exposiciones públicas y la opinión pública no son sino inconvenientes que no hacen más que ralentizar la ejecución y diferir el beneficio, que cuanto más pingüe sea, mejor.

No es que haya que condenar la cosa. Es más bien que hace falta constatar que esto es un paripé masivo con pretensiones de universal o cuando menos planetario. Por lo demás, que viva la Pepa (o la Virgen de Guadalupe), pero que no viva tan lejos, por favor. 

jueves, 15 de septiembre de 2011

Ladran, luego pedaleamos

Es curioso ver la importancia relativa respecto a otros temas que tienen los asuntos de la bicicleta en las secciones de opinión de nuestros queridos y odiados periódicos. Parece mentira que, en los momentos críticos en los que vivimos, la gente preste tanta atención a las pobres bicis. Esto es, sin duda, sintomático de que algo está ocurriendo y que nos tiene a todos muy preocupados. Pero mucho, para que toda esa gente se tome la molestia de escribir unas líneas tanto en contra como a favor...

Esa sensación de inquietud que produce a mucha gente que la bicicleta vaya teniendo presencia, más o menos desordenada, pero creciente en nuestras ciudades, es la realmente provocativa. Esa inestabilidad es la que mueve a unos a atacar y a otros a defenderse. Ese cambio en el orden establecido, esa tendencia inexorable es la que tiene preocupados a unos y emocionados a otros. Ese resquebrajamiento de algo que se había venido consolidando durante tantos años. Eso es lo que preocupa. La revolución. La verdadera revolución, la que viene tranquilamente, día a día.. Esa, mucho más que ninguna otra. Y genera auténticos regueros de tinta.


Para muestra, un botón. El pasado lunes un señor dedicaba su diatriba particular a lamentarse de que "sigue la anarquía, sigue el descontrol, sigue el incumplimiento de las normas..." que él mismo había anunciado ya el año pasado. Por supuesto, dejando claro su postura con el consabido "no estoy en contra de las bicicletas por la ciudad" para acabar rematando con el ejercicio habitual de demagogia barata:
 "Yo sugiero al Ayuntamiento de Pamplona, haga un sondeo por la ciudadanía, incluyendo a taxistas y conductores de autobuses urbanos y saque consecuencias sobre lo que de nuevo planteo para evitar el malestar que existe sobre el tema..." 
Un clásico.

Al día siguiente, la respuesta no se hizo esperar. Sin alusiones. La transcribo literalmente, que para eso este es un blog que promueve el uso de la bici.
ORDENANZA DE TRAFICO Y BICICLETAS
La bici se ha convertido en el paria de la circulación urbana. Los peatones las quieren en la calzada, los automovilistas en las aceras ciclables a las que erróneamente llaman carril bici. Es frecuente ver reproches a los ciclistas a pesar de circular correctamente, supongo que por desconocimiento de la normativa, aunque también hay quien considera que la calle es suya y le estorban las bicis. Sin embargo, la normativa permite circular por aceras y por la calzada y no las circunscribe al carril bici:
1. Las bicis pueden circular por la calzada sin perjuicio de que les esté permitido circular por el resto de vías e itinerarios señalizados. (art. 23 Ordenanza de tráfico de Pamplona). Es decir que no tienen por qué ir por el carril bici. Pueden circular por la calzada y ningún automovilista puede mandar a un ciclista al carril bici. 
2. Los ciclistas que circulen por la calzada tendrán la misma consideración que el resto de vehículos. El resto de vehículos, al sobrepasar a los ciclistas o al circular en paralelo a ellos, deberán mantener una distancia mínima de seguridad de 1,5 metros (art. 28). 
3. Las vías ciclistas, segregadas del tráfico y de las zonas destinadas al tránsito peatonal (carril bici, no acera pintada), solamente podrán ser utilizadas para la circulación en bicicleta, patines, bicicletas eléctricas y sillas de personas discapacitadas. Los usuarios de tales vías deberán mantener una velocidad moderada no superior a 20 km/h (art. 25). 
4. Está prohibido invadir o detenerse en el carril bici (art. 20.6). Vamos, que en el carril bici no se puede aparcar el coche ni utilizar para carga y descarga. 
5. Las bicis pueden circular por parques, paseos y zonas peatonales (art. 27) y por las aceras, excepcionalmente (art. 26), teniendo preferencia el peatón en la totalidad de la acera. Deben circular por debajo de 10 km/h. 
6. Los ciclistas que circulen por las aceras señalizadas y por las vías ciclistas, al llegar a las calzadas en el punto donde haya paso de peatones o de bicis, deberán detenerse, echar pie a tierra y, tras comprobar que son vistos por los vehículos que circulan por la calzada, podrán reanudar su marcha. En estos pasos, los ciclistas tienen preferencia sobre los vehículos que circulan por la calzada (art. 26). Es decir, que sí se puede cruzar el paso de peatones montado en bici y el automóvil tiene que ceder el paso a quien cruza sea peatón o bici.
Sin más. Con la ley en la mano, el caos y el desorden está originado por los mismos a los que apela nuestro primer indignado y a los que exige retrotraernos al orden anterior, el de los coches todopoderosos y el de los peatones intimidados y conformistas. Una lástima.

Una vez a la semana, por lo menos, se produce uno de estos diálogos diferidos en los medios locales de las diferentes ciudades de nuestra geografía donde la bicicleta ha renacido aunque sea tímidamente. No es que aburra, es que simplemente no avanza. Pero ilusiona ver que en estos tiempos difíciles y convulsos tanta gente esté ocupada en algo tan banal en principio como puede ser la influencia de unas cuantas personas que han elegido un vehículo amable sobre el resto de la sociedad. Algo está cambiando, seguimos pedaleando.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

¿Quién inventó las rotondas?

No es que sea una cuestión central, pero ando dándole vueltas al tema desde hace tiempo al tema. Las rotondas y las rondas representan auténticas barreras para los que andamos en bici y es donde se producen la mayoría de los accidentes graves en la ciudad.

Esto no es nada nuevo. Lo que me sorprende es que ni siquiera respondan a las exigencias de los coches. Porque no lo hacen. Las rotondas, que se inventaron para mejorar la seguridad de las intersecciones, para eliminar semáforos y para conseguir que el tráfico fluya y se redistribuya naturalmente, provocan la mayor parte de los accidentes, sustos y encontronazos de la circulación en el ámbito urbano.

No hablo de las minirotondas de un solo carril, que no presentan ningún tipo de dificultad y ayudan a comprender la prioridad de circulación. Las que preocupan más son esas megarotondas de varios carriles donde la gente se aventura a introducirse no sabiendo realmente si va a salir indemne ni por la salida que espera tomar. Y no ya porque no sepa interpretarlas, sino por el sinfín de vicisitudes que se pueden suceder en tan sólo unos centenares de metros. Salidas desde el carril interior, adelantamientos kamikazes, entradas de ruleta rusa y, lo mejor, embudos que hay que resolver en décimas de segundo porque muchas de ellas tienen menos carriles que las vías que conectan y obligan a decidir la entrada a base de agarrarse fuerte y pisar.

En la prensa de mi pueblo llevan dos días dedicados a investigar el estado de la cosa en relación con estos inventos y la sensación que se extrae de los artículos es que los automovilistas son los mayores detractores de estas infraestructuras. Infraestructuras que, dicho sea de paso, han obligado, en muchos casos y dada la envergadura de las mismas, a hacer obras de reforma para ofrecer unas ratoneras que hagan posible el paso peatonal y ciclista. Porque esos malditos parias de la sociedad también querían llegar al otro lado de la rotonda y los urbanistas que las diseñaron no habían pensado en ello sobre el papel.


Leo en Wikipedia que las rotondas se concibieron inicialmente como islas peatonales, para mejorar su seguridad al afrontar algunos cruces multidireccionales. Ahora son ellas  las que aislan a los peatones formando fabulosas barreras que muchas veces sólo sirven de soporte de propuestas florales o monumentales más que discutibles.

Los ciclistas, esos empecinados en conducir vehículos de segunda, también han encontrado en estas estructuras uno de los escollos más difíciles de gestionar en su devenir urbano, ya que su aceleración, su volumen y su fragilidad los hacen víctimas seguras en caso de accidente. Para ellos, algunas ingenierías han trabajado duramente y han propuesto soluciones cuando menos rocambolescas e imposibles de gestionar y entender por los sufridos automovilistas que bastante tienen con entenderse entre ellos sin colisionar.


En fin. Creo que el "rotondismo" ha sido y es otro de los peores movimientos que se han inventado al servicio de la movilidad motorizada que más daño han hecho a los no motorizados, condicionando sus itinerarios, alargándolos y haciéndolos más peligrosos.

Claro que esto "los de allá arriba" ya lo han resuelto. Maravillas de la ciencia civil:



Los de esta parte, los subdesarrollados, seguiremos intentando ayudar a los pobres ciclistas a interpretar las rotondas en código ciclista...


para tratar de afrontarlas con la mayor seguridad posible.

martes, 13 de septiembre de 2011

El cielo puede esperar... porque vamos en bicicleta

Lanzaba hace un par de días la consigna de que "El paraíso ciclista no existe" animando a hacer una labor introspectiva de revalorización de lo que tenemos cerca y de lo que debemos conservar antes de lanzarnos a imitar modelos de otras latitudes. Hoy redundo en ello. Resulta difícil remontar el vuelo después de una noticia como la de ayer, pero es, hoy más que nunca, imprescindible.


No podemos esperar a que se reconfigure todo nuestro entorno para empezar a vivir a nuestro estilo o a cambiar nuestros hábitos. Hay que interactuar en una realidad para cambiarla y, sobre todo en bicicleta, el movimiento se demuestra andando. Por donde se pueda y como se pueda. Primero con pasos titubeantes, después con pedaleo decidido, con prudencia, con dignidad, con seguridad, con respeto, siendo visibles, ocupando un espacio, el que nos merecemos, porque tenemos derecho y porque nos hemos hecho acreedores ya que nuestra forma de desplazarnos es beneficiosa para todos.

Empezando por nosotros mismos. Andar en bici asiduamente da tono vital, muscular y mental, da karma. No os voy a decir que da felicidad, pero sí da bienestar, buen punto. No es la primera vez que mantengo una conversación con alguien que se incorpora a esto de la bicicleta como medio de locomoción habitual y afirma que lo más positivo es la forma en la que llega a su actividad: despierto, activo, tranquilo y con una sonrisa. Los que antes iban en coche o en bus son los que más promulgan esta visión.

Tampoco soy el único que hace conteos en sus trayectos habituales y, en mi histórico, las personas que se mueven en bicicleta se han multiplicado por 3 en los últimos años. Así pues, es más una cuestión de tiempo, de pura comunicación de experiencias, de envidia de ese ciclista que fluye cuando el tráfico se colapsa, de onda expansiva y de masa crítica (de la de todos los días) que esto vaya para adelante de una manera irremediable. Mucho más que a base de grandes infraestructuras, de bicicletas públicas, de registro de bicicletas, de semanas del asunto y de campañas institucionales magníficas. ¿Un millón más para 2015? Eso se consigue por pura inercia.

De todas maneras, hay un montón de iniciativas que, bien organizadas, pueden tener unos resultados realmente espectaculares en poco tiempo, pero que van para largo. Un ejemplo: la Ikastola Salbatore Mitxelena de Zarautz. Otro: el colegio Landako Eskola de Durango. Y, como estos, muchos más. Que hacen que eso de andar en bici (o pie) sea cada vez más terrenal, menos divino.


El cielo puede esperar por mi y por cada vez más personas, que vamos a pedalear todos los días porque eso ocurra, y, aunque "Sin bicicletas no hay paraíso", ya dije al principio que "El paraíso ciclista no existe" así que, que nos dejen en paz los que venden la moto y que no nos venden más los ojos, que solos ya vemos.

Además, que no se preocupen por nosotros los del cielo porque, yendo en bici, vamos despacio pero seguiro que llegamos puntuales.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Irresponsabilidad mortal

Hoy hemos tenido la noticia de la muerte de otro ciclista en la ciudad. No es cuestión de hacer valoraciones simplistas para incurrir en juicios gratuitos antes de conocer las circunstancias exactas del accidente. Lo que considero que merece la pena es hacer una reflexión más general sobre por qué suceden este tipo de infortunios, frutos, más que de la casualidad, de una mezcla de mala suerte e irresponsabilidad.


Por un lado, hay que reflexionar sobre la imprudencia temeraria de muchos ciclistas que circulan de noche, sin luces y por vías rápidas, como es ésta. Muchas veces, además, conduciendo en malas condiciones. Pero esto no nos puede hacer perder la perspectiva sobre el problema central: la configuración general del viario y la accesibilidad (o mejor la inaccesibilidad) de muchos núcleos urbanos y polígonos industriales en algo que no sea un vehículo motorizado (y muchas veces incluso en un de ellos).

Me refiero a esas formas urbanísticas aisladas, a las cuales se accede sólo por una vía rápida, que enlaza en una terrible rotonda o en una salida tipo autopista. En estos lugares, proponerse el viaje en bici es una temeridad, aunque no esté prohibido expresamente y aunque a la persona que se lo proponga le asista todo el derecho. Mucho más cuando, por lo general, los accesos desde estos núcleos en hora punta vienen precedidos por un pequeño colapso que hace a muchos conductores "liberarse" pisando el acelerador. Aunque no sea este el caso, bien conviene recordarlo.

De la conjunción de todas estas irresponsabilidades, es de donde surgen muchos de los accidentes ciclistas en las zonas urbanas y periurbanas. De la imprevisión y de la imprudencia de todos, empezando por los responsables de la ordenación del territorio y de los urbanistas, siguiendo por los vigilantes del cumplimiento de la ley y acabando por los ciclistas y conductores.

No es el primer accidente mortal que se produce en una ronda o circunvalación, ni siquiera es el primero que se cobra una víctima en un ciclista en este preciso tramo en menos de un año. Creo que ya va siendo hora de poner en tela de juicio la eficacia y la eficiencia de este tipo de infraestructuras para resolver los problemas del tráfico, de empezar a cuestionar que la velocidad y el sobredimensionamiento de las vías no son sino el origen de la mayoría de los accidentes, y también merece la pena recordar que el alcohol y las drogas así como la conducción de madrugada son la causa principal de la mortandad juvenil.

Así que, o empezamos a meterle mano a estos asuntos de una vez y priorizamos en la seguridad colectiva, en la accesibilidad y en la permeabilidad del viario para medios no motorizados o, desgraciadamente, nos tendremos que seguir encontrando con este tipo de incidentes que, más que accidentales, habrá que ir pensando en adjudicarles las responsabilidades correspondientes más allá de las atribuibles a los implicados en los mismos.

sábado, 10 de septiembre de 2011

El paraíso ciclista no existe

No se trata de ser más pesimista de la cuenta, tampoco es un ejercicio de realismo recalcitrante. El asunto se reduce a comprender que el reto no es tanto intentar reproducir un sistema determinado sino más bien tratar de entender las circunstancias en las que nos desenvolvemos y actuar de acuerdo con objetivos alcanzables, óptimos relativos, metas volantes.

Para entenderlo mejor, tenemos este video del inefable defensor del modelo holandés markenlei



Esto a muchos les parecerá algo idílico, deseable, utópico casi por inalcanzable. Sin embargo, no soy el único que piensa que detrás de estas secuencias hay algo triste, lánguido, anodino, insulso. No sé si es el ambiente aséptico, los espacios vacíos, las grandes distancias, las trayectorias rectilíneas, la formalidad de los jóvenes, o todo junto. A todos esos que ansían conseguir este tipo de mundo ideal yo les recomiendo que hagan dos cosas: la primera visitar estos espacios in situ durante un tiempo y, después, emigrar allá si les gusta más esa forma de vivir que la de aquí.

Eso ha hecho por ejemplo el autor de este otro video, David Hembrow, el ciclista inglés netherlandista:



Él al menos supo darse cuenta a tiempo de lo que quería y, lejos de perder la vida y la paciencia intentando transplantar una forma de vivir de un sitio a otro con otro estilo y otra idiosincrasia, decidió emigrar y hacerse más papista que el papa, enseñando al mundo el camino de la virtud que no es otro que el "carril bici holandés".

No voy a ser yo el que se atreva a enjuiciar si este modelo es el más adecuado para los Países Bajos, lo que me parece una estupidez es la actitud de muchos de mis paisanos, emperrados en imitar este ejemplo pase lo que pase, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. El malinchismo es muy propio de estas tierras, donde estamos demasiado acostumbrados a despreciar lo que tenemos, ignorar nuestras virtudes y nuestros aciertos y renunciar a nuestra forma de entender la vida para intentar adoptar cualquier otro modelo como mejor, con tal de que venga desde fuera.

Lo verdaderamente peligroso de esta forma de pensar, es que somos capaces de destrozar un tesoro que ya tenemos por intentar alcanzar un espejismo, sin tratar de entender que igual es peor que lo que ya teníamos, simplemente porque nos gusta despreciarnos, creernos menos y alegrarnos del error propio para alabar el éxito ajeno. ¡Qué le vamos a hacer!

Lo mejor es enemigo de lo bueno

Acabo de volver de un viaje relámpago al sur de Alemania, donde la bicicleta tiene una presencia importante, donde hay muchas infraestructuras disponibles para los ciclistas, donde en ciudades y  pueblos se ha desterrado a los coches de los centros urbanos y a los propios ciclistas de las zonas peatonales, zonas que gozan de una salud comercial realmente envidiable. Y sin embargo, algo me ha dejado frío, y no ha sido precisamente la climatología que ha sido espectacular.


Lo que creo que me ha dejado así ha sido el exceso de orden, el exceso de formalidad, de limpieza, pulcritud diría yo. Esta suerte de profilaxis generalizada y de sistematización de todo es simplemente sosa, y eso que estábamos en verano. Con medio metro de nieve no quiero ni imaginármelo. Esas ciclocarreteritas paralelas perfectas, de cuento, una fantasía en medio de un paisaje tan impecable que tiene algo de inhumano, de despersonalizado, que lo hace casi siniestro.

La sensación es que todo ese orden, además de resultar subyugador, no deja de ser algo para alemanes o para suizos. Nosotros no somos tan impecables. Y me parece que el reto verdaderamente emocionante es convencerse de que, además, no queremos serlo. Y no simplemente porque no vayamos a ser capaces de organizarnos y mantenerlo, sino, mucho más que por eso, porque lo nuestro puede que sea mejor. Nuestra sociedad ruidosa, un poco anárquica, menos desinfectante, más relacional, más interactiva, un poco irrespetuosa, un poco irresponsable, pero mucho más alegre, más imprevisible, más divertida y más cálida: ese es nuestro verdadero tesoro.

Orgullo sin inmovilismo miope

No quiero que se entienda que este orgullo patrio nos debe eximir de intentar mejorar y cambiar muchas cosas. No. Claro que hay que cambiar muchas y centrales, entre ellas el uso masivo e irracional del coche para desplazamientos urbanos ridículos. Pero no hay que perder la perspectiva cuando intentemos montar tranvías, carriles bici e islas peatonales en una suerte de segregacionismo obsesivo porque sí, sino que debemos centrar nuestros esfuerzos en intentar conservar la masa crítica peatonal y la ciudad compacta por encima de cualquier otro objetivo. Acercar las cosas, mezclar los usos, rehabitar los cascos urbanos, rozarse un poco más, para conocer a la gente de tu calle, saludarla, relacionarse y que los niños anden un poco más a su aire, y los mayores también. Formar parte de nuestro mundo. Sin asustarnos de ello, sin miedo.


Claro que la bicicleta en este escenario puede jugar un papel importante, pero no tratemos de injertar un modelo de una manera absolutista, aunque funcione muy bien en otra parte del mundo, porque igual descubrimos que no toma y nos cargamos nuestro árbol con los frutos que nos podían haber alimentado si lo hubiéramos sabido cuidar, abonar y regar adecuadamente.

jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Ciclistas atacando desde las aceras?

Tan sólo unas horas después de arriar la bandera blanca de la tregua estival, ayer me encontré en la prensa local otra carta de una lectora indignada con la actitud de muchas personas que, aprovechando la permisividad de que gozan las bicicletas, la ponían en peligro lanzándose como kamikazes desde las aceras a los pasos peatonales, ella a bordo de su coche blindado.

No merece la pena entrar a desgranar las diferentes situaciones y los distintos casos para analizar si este tipo de maniobras es legal de acuerdo con la normativa vigente en esta ciudad (que curiosamente recoge la posibilidad de que los ciclistas, después de poner un pie en tierra puedan proseguir su marcha por el paso peatonal subidos en sus monturas) y su contradicción con el Código de Circulación.

Lo que creo que empieza a ser conveniente es tratar de atajar amable, adecuada, pero tajantemente la circulación de las bicicletas por las aceras, que es el origen de estos desgraciados sustos que, en contra de lo que les gusta decir a conductores y pasajeros de los automóviles, para los que resultan peligrosos no son para ellos, cuya integridad está garantizada por la carrocería de sus coches, sino desgraciadamente para los propios infractores.


¿Por qué se empeñan los ciclistas en jugarse la vida?

Es una pregunta que merece la pena hacerse antes de entrar a condenar sus conductas. ¿Qué les hace a esos desdichados ponerse en peligro y jugarse el tipo de esa manera? Me atrevo a apuntar algunos motivos:
  1. La inexperiencia.- Mucha gente se ha incorporado a esto de la bicicleta en los últimos años. Gente mayor en muchos casos, que no dominan la bicicleta con soltura, que "no saben mirar atrás sin perder el equilibrio". Esa gente, por su propia inseguridad a bordo de una bicicleta, sobredimensiona el riesgo de conducir por la calzada.
  2. El miedo.- Consecuencia lógica de esa inseguridad y de esa magnificación del riesgo, es el miedo, muchas veces ilógico e irracional de convivir en la calzada con el resto de vehículos, que les hace "refugiarse" en espacios libres de tráfico, aunque sea a costa de intimidar a los peatones y de reproducir el mismo sistema agresivo, esta vez en las aceras, paseos y parques.
  3. Las condiciones del tráfico.- Pero no es menos cierto que gran parte de ese miedo es justificable, porque la circulación se ha ido ordenando atendiendo casi única y exclusivamente los intereses de los automóviles particulares, que se han ido haciendo con las prioridades y los espacios más valiosos en la ciudad y han ido empujando por acelerar el tránsito como único medio para evitar la tan temida congestión. Así se les han facilitado las cosas mediante grandes avenidas, rondas, rotondas, aparcamientos de rotación, zonas azules y también mediante la periferización de las actividades.
  4. La actitud de muchos automovilistas.- Todo eso les ha hecho creerse a muchos automovilistas que son los dueños y señores del viario urbano en exclusiva y los mayores acreedores del espacio público para su disposición privativa, y que el resto de usuarios de las calles les deben una especie de pleitesía porque no son los "motores de la sociedad y de la economía". Esto les hace muchas veces comportarse de forma insolente, agresiva, cuando no temeraria o casi homicida. 
  5. La implementación de muchas facilidades ciclistas en espacios peatonales.- En medio de este escenario y de acuerdo a toda esa lógica imperante, cuando los responsables de nuestras administraciones se han decidido a habilitar espacios para pretendidamente mejorar la seguridad de los desplazamientos ciclistas, lo han hecho mayoritariamente en plataformas peatonales, cuando no en zonas exclusivas intersticiales entre la calzada y la acera. Esto ha producido una "invisibilización" del tránsito ciclista, excluyéndolo de la carretera e incorporándolo a una suerte de carriles, normalmente demasiado estrechos e intrincados, y casi siempre en competencia con los peatones, que han multiplicado la peligrosidad de los trayectos ciclistas sobre todo en las intersecciones e incorporaciones y han provocado que muchos ciclistas noveles de acera ("cicleatones"), a falta de carriles exclusivos, den continuidad a sus desplazamientos por zonas peatonales, aunque no les asista el Código de Circulación ni las normativas locales.
No creo que las razones anteriormente expuestas sean suficientes para justificar las maniobras imprudentes de muchos ciclistas y mucho menos la circulación normal de las bicicletas por las aceras, pero creo que hay que tenerlas en cuenta para no hacer juicios gratuitos, ni apresurarse a culpabilizar a unos cuantos incautos bienaventurados.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Desempolvando las trincheras

Llega un nuevo curso, una nueva temporada. Todo el mundo consume sus últimos suspiros para tratar de volver a sus peleas rutinarias con algo de aliento. Es la vuelta a la batalla, a la guerra. Ya está aquí otra vez. Las posiciones están tomadas, las plazas reservadas, en el mismo sitio donde las dejamos antes del verano, en las mismas condiciones. Vuelve el curso, la jornada, la rutina, la repetición, el bombardeo. Algunos optimistas llegan con buenos propósitos, otros simplemente con propuestas reincidentes, los menos con promesas bienaventuradas conscientes de que se van a quedar en eso.

Esto es una gran rueda que gira, y da una vuelta más, inexorablemente. Repasando los asuntos relativos a la bicicleta creo que conviene recordar el fiasco terrible de la Dirección General de Tráfico española en su intento de meter mano en la ordenación del tráfico dentro de las ciudades para presuntamente impulsar el uso de la bicicleta como medio concurrente y prioritario de locomoción, a costa de limitar la velocidad del tráfico motorizado a 30 kms/hora en las calles de un carril por sentido. ¿Demasiado bombo y platillo para anunciar semejante puchero de agua de borrajas?

En la escena local veo que la asociación testimonial de mi pueblo vuelve a la carga con sus cursos exclusivos y minoritarios para aprender a andar en bici. La misma asociación que se atrevió a felicitar a la desparecida Area de Movilidad de esta ciudad por la habilitación de un modelo de carril bici que ha resultado desgraciadamente funesto. La misma que se atrevió a echarse la manta a la cabeza y defender, incluso después del fatal accidente de una señora, la necesidad ineludible de contar con estas infraestructuras como símbolo inequívoco de progreso. La misma que, después de que el Ayuntamiento se desdijera de su negativa inicial a modificar el diseño de esta ratonera, tuvo la osadía de retratarse al pie de esa precisa calle ilustrando su compromiso con la población de aquí, como ciudadanos consecuentes. Atrincherados en el carril bici, satisfechos, orgullosos, provocadores, insolentes. En el mismo tramo donde no se ha hecho nada. Ni se hará.

En el resto del país seguimos creyendo todavía que la fórmula "carril bici pública" sigue siendo el único camino posible, y seguimos olvidándonos de colegios, institutos, centros de trabajo, centros de ocio, complejos hospitalarios y demás. Nos olvidamos también del problema de los aparcamientos de calidad, de las consecuencias nefastas del incremento exponencial de los robos de bicicletas en nuestras ciudades.

Nos olvidamos del feo asunto de la obesidad, de las enfermedades cardiovasculares, de las complicaciones respiratorias y de la creciente incidencia de los daños mentales, frutos de un fomento del sedentarismo, del individualismo, del "autismo", del consumismo, de la competitividad desaforada, de la pasivización de la ciudadanía, de la idiotización progresiva de la gente.

Y mientras tanto los niños engordando, con las mochilas cada vez más cargadas, con más tareas para tenerlos atados en casa, con más actividades programadas en agendas interminables e incomprensibles. Acosados, perseguidos, vigilados, presionados. ¿Cuántos de estos formarán parte de ese prometido pelotón de 1 millón más de ciclistas para 2015?

¿Es como para estar satisfechos y pasivos? Quizá. Para muchos de nosotros es suficiente para volver a la carga. Así pues, desenterramos otra vez el hacha de guerra, nos armamos de paciencia y, remangados, nos volvemos a ver en la arena, en la calle, en el campo de batalla, en la bici.

martes, 6 de septiembre de 2011

Hazte ladrón y no pidas perdón

El otro día me preguntaba alguien cómo se podía hacer con una bicicleta en mi ciudad para andarla todos los días. La respuesta me salió mecánica:

- La puedes comprar, puedes usar las bicis públicas o si no la puedes robar. 

Mi interlocutor se quedó un tanto sorprendido, pero reaccionó:

- O te la puede dejar alguien.

La cosa no pasó de ahí... pero a los días me volvió la cuestión. Y es que parece mentira que, con los tiempos que corren, con lo listos que somos todos y con lo avanzados que nos creemos que estamos, todavía la gente resulte tan inocente en esto de las bicicletas y crea que hay algo por descubrir, más allá del mundo conocido, para acceder al universo del pedaleo.


Creo que merece la pena analizar las alternativas:

Opción A - Bici privada

Es la fórmula histórica de la propiedad: si quieres algo que tiene un valor, tendrás que comprarlo... a menos que seas "valiente" y te decidas por la opción C. La bici en propiedad tiene algunas ventajas y toda una serie de incovenientes. Por un lado, una bici comprada es indiscutiblemente tuya, aunque deberás conservar toda una serie de pruebas (factura, número de serie y fotografía) para demostrarlo en caso de que algún C... te la sustraiga y tu quieras reclamársela por la vía legal. Puedes disponer de ella cuando te de la gana, basta con que la tengas a mano. Esa bici te va a permitir ir de tu casa a donde quieras, pero te va a obligar a mantenerla, asegurarla para que no te la roben y disponer de espacio seguro para guardarla... y todo eso te va costar un ojo de la cara.

Opción B - Bici pública

Todos esos inconvenientes puedes ahorrártelos disponiendo de una bicicleta pública (si tu ciudad es una de esas que cuenta con este servicio), ya que es el ayuntamiento el que se encarga de todo. No debes preocuparte de guardarla, de mantenerla ni de que te la vayan a robar. Tú sólo la usas y punto. Ahora, eso sí, desde y hasta los puntos que te facilite tu ayuntamiento. ¿Que en tu barrio no hay ninguna? No te cuesta nada desplazarte al barrio de al lado. ¿Que tampoco hay ninguna base en los lugares a los que frecuentas ir? No importa, una caminata después de pedalear te irá muy bien para activarte un poco más. ¿Qué la bici que habías elegido no está entera? Pues coges la de al lado. ¿Que no hay ninguna? Pues esperas un ratito. O un rato más largo. Es lo que tiene lo público. ¿Que cuando vas a aparcar están todas las plazas ocupadas? Pues buscas otro aparcamiento. ¿Que te deja aún más lejos de tu destino? ¡Es que lo queréis todo!

Opción C - Bici robada

Si tantos inconvenientes ves en todo, lo mejor es que te decidas y robes una, o la pidas prestada que queda mucho más elegante. Es fácil. Con una simple cizalla o una tenaza fuerte tienes toda una gama de bicicletas a tu disposición en tu ciudad. Empieza por aquellas que han sido candadas con un simple cable. Verás qué fácil es. En apenas unos segundos tendrás una bici para ti. Sin cuidado. Si te aburres de ella, la abandonas o la tiras al río. Si te gusta, te la "tuneas" un poco y listo. No te preocupes porque te vayan a pillar. Siempre puedes decir que se la compraste a un amigo o que te la regaló un familiar. No falla decir que la viste abandonada en alguna parte y la adoptaste. El dueño o dueña lo va a tener muy difícil para demostrarlo, así que tú partes con la presunción de inocencia. También puedes robar una bici pública o tomarla prestada indefinidamente. Basta con que no sea una de las de tu ciudad. A nadie le sorprenderá y vas a resultar mucho más exclusivo.

La elección

Como puede verse la opción A es la más cara y la más complicada. Te obliga a desembolsar pasta, a responsabilizarte de su mantenimiento, de su seguridad y de su guarderío. Es casi como tener un hijo o una mascota. Aunque ya se sabe cómo es el amor y cuántas tonterías se hacen por él.

La opción B es mucho más relajada y además mucho más moderna, amén de económica. Y te pondrá más en forma porque, además de montar en bici, te pegarás tus buenas andadas.

Pero creo que la más conveniente es la opción C. Para empezar demuestra que eres valiente y decidido, que cuando te propones algo no hay quien te pare. Además, si te equivocas en tu elección, siempre puedes "cambiarla" por otra... o por algo. Como mucho, si eres un poco torpe y te sorprenden con las manos en la masa, te denunciarán, pero no te va a pasar nada. Te lo aseguro. Además estarás contribuyendo a reactivar la economía local del sector, ya que, gracias a gente como tú, muchos infelices se van a tener que comprar bici nueva y la venta de candados se disparará.

Así pues, si estás decidido, ya sabes. Gracias por todo y un saludo a tu madre, que es una santa.