miércoles, 19 de enero de 2011

La bici en la ciudad se usa porque es más rápida

Es la razón principal. Aquí y en Hong Kong. También en Copenhage y en Amsterdam. Si no fuera rápida, no tendría oportunidades. De nada vale que sea más barata, más respetuosa con el medio ambiente o más sana, si viajar con ella se eterniza.

En las distintas encuestas que se han hecho hasta el día de hoy, la agilidad es el motivo más poderoso que anima a la gente a usar la bicicleta. Hasta algunos ladrones y algunos terroristas, casos extremos de la urgencia en un entorno urbano, la han elegido como medio óptimo. Para el reparto urgente de mercancías ligeras, no tiene competencia. Y lo digo después de 16 años trabajando en ello en una ciudad difícil. 
Parece mentira que nadie por aquí repare en este aspecto
cuando trata de invertir en el fomento del uso de la bicicleta.


¿Cómo consigue un ciclista ser el más rápido en la ciudad?

Pues simplemente circulando. No se trata de que el ciclista en la ciudad sea un transgresor, un tramposo, un "fuera de la ley" que va incumpliendo todo tipo de códigos, escritos y no escritos, para alcanzar su destino. No. Un ciclista educado, cívico, cumpliendo las normas de tráfico llega muchas veces antes que toda esa pandilla de listos haciéndose todo tipo de jugadas.

Hay que acabar con el mito del ciclista aguerrido y superdotado que sortea todo tipo de peligros y  hace todo tipo de infracciones para ser el más rápido. De hecho, el mito del "friki" en bici (tradicionalmente personalizado en los ciclomensajeros con bicicletas de piñón fijo de Nueva York) es el gran enemigo histórico del ciclismo urbano y uno de los principales lastres del desarrollo normal del uso de la bicicleta en la ciudad. Por la aversión que provoca y la sensación de peligrosidad que transmite.



Basta con que las calles sean ciclables, es decir, que sean tranquilas y que los puntos negros estén resueltos para que una persona que elija la bicicleta llegue antes. Cualquiera. Nada más y nada menos.

Y en eso, no ayuda nada la segregación de las bicicletas en las aceras. Más bien al contrario. Las bicicletas que muchos ayuntamientos están haciendo circular por las aceras en vías específicas, con complicadas soluciones en las intersecciones, con encajonamientos peligrosísimos y con grandes desviaciones, ha desnaturalizado de tal manera la circulación de la bici que ésta ha acabado perdiendo su principal virtud. Todo por el encomiable empeño de que haya más ciclistas ocasionales en la calle.


Es como si para defender a los conductores noveles duplicáramos el viario y convirtiéramos la circulación en coche en un infierno, cambiáramos las normas básicas de tráfico, incrementáramos el número de puntos negros en la ciudad y complicáramos la vida a todo el mundo. O si lo hiciéramos para las motos.

El objetivo al tratar de mejorar la circulación de las bicicletas en la ciudad no puede ser nunca ralentizarla y complicarla, y mucho menos poniendo en juego la seguridad y la comodidad de los itinerarios de los peatones y, en muchos casos, también los de los propios ciclistas. Para favorecer el uso universal, indiscriminado e incondicional de la bicicleta en la ciudad lo que hay que hacer es ralentizar y condicionar el tráfico motorizado. No hay otro camino. De esta manera, se ayuda a demostrar que el coche va perdiendo sentido en la ciudad compacta y que otros vehículos van cobrando espacios y oportunidades.

Eso y resolver los puntos negros en algunas intersecciones y en las grandes arterias. Con sentido común. Sin grandes artificios. Estrechándolas, congestionándolas, haciéndolas menos atractivas para los coches, haciéndolas más atractivas para las bicicletas.

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