martes, 29 de julio de 2014

Carta de una bicicleta a un coche

Estimado amigo,
Permíteme que hoy te escriba sobre las cosas que hace tiempo quiero hablarte. No sé si habrás notado que contigo estoy molesta, pero lo cierto es que se me hace difícil nuestra convivencia. Por ejemplo, nunca he comprendido porque cuando voy por la calle me pitas para que me aparte, alegando que ocupo demasiado. Yo, por más que me miro, me parece que estoy delgadita y que si alguien ocupa demasiado espacio como para adelantarme eres precisamente tú… Con toda esa carcasa que te rodea no me extraña que no puedas pasar por ninguna parte…

Ilustración: Ricard Efa (http://gmbtz.blogspot.com.es/)
Y además, todo sea dicho, eres un patoso… ¡Por favor! ¡Nunca he visto a nadie tan patoso como tú! Siempre en línea recta,  como si no hubieran cosas para hacer en una ciudad… Pregúntale sino al peatón, el rey de la ciudad. Fíjate en él: ahora adelante, ahora gira a la derecha a hablar con un conocido, ahora hace un paso atrás para leer un cartel, después giro de 180 grados para mirar un escaparate…Hay tantas cosas a hacer en una ciudad, tantos estímulos a los que responder, que tú con tu aparatosidad pareces un elefante entrando en una cristalería.
Sólo debes verte cuando decides parar (aparcar, en tu caso), el gran espectáculo que tienes que hacer cada vez: te dejamos grandes espacios para que estaciones (ya sea en la calle o en enormes agujeros subterráneos especialmente construidos para ti), pero aún con la grandiosidad de éstos a ti te parecen pequeños. Y para meterte en ellos te vas moviendo como un pato hacia adelante y hacia detrás hasta que consigues encajonarte…
Detesto tu soberbia cuando aparcas sobre la acera, aunque sólo sea para poco rato. El privilegio de ir de puerta a puerta sólo lo tiene el rey -el peatón- y yo, la reina -la bicicleta (te recuerdo que soy la reina desde que las ciudades se hicieron demasiado grandes como para ir a todas partes a pie). Tú no puedes ir de puerta a puerta: tú cuando llegas allá donde quieres, debes primero buscar un aparcamiento. Apuntarte al privilegio de peatones y bicicletas resulta no sólo acaparador, sino a su vez usurpador de nuestros espacios… Pero, ¡mira por dónde!, gracias a las aceras y a los carriles bici siempre te parece que hay un espacio suplementario esperándote para que cuando vayas a hacer una gestión puedas aparcar justo delante.
Y todo esto todavía sería poco si no nos impusieras tus reglas del juego. ¿Qué me dices de las calles de sentido único? ¡Los peatones no se plantean que las calles tengan ningún sentido! Fíjate, sino, en las calles para peatones: ¿puedes adivinar algún orden o concierto en sus itinerarios? Pues, de manera similar nos sucede a las bicicletas. Pero tú, con tu torpeza y necesidad de moverte en línea recta, impones a todas las calles estrechas (y no tan estrechas) un único sentido de circulación, obligándonos a las bicicletas a que juguemos tu juego y enfadándote si nos ves pasar por tu lado en contra sentido… pero ¿en contra de qué sentido? Será de tu sentido, del sentido que os habéis inventado los aparatosos, pero no en contra del sentido común de la ciudad. Los sentidos de circulación son un juego que resulta ajeno al espacio urbano, dónde el rey y la reina siempre seguimos la lógica del camino más corto.
¿¿¿Y el juego de los semáforos??? ¡¡¡Esta sí que es buena!!! ¿Te imaginas una zona para peatones con semáforos para que peatones y ciclistas se pararan todos detrás de una línea?  Los peatones y las bicicletas nos regulamos solos y nuestros cruces suceden espontáneamente. Es a velocidades más grandes cuando hay que regular los cruces con stops, ceda el paso y semáforos, derivándose que correr exige tener que parar después y, por lo tanto, perder buena parte del tiempo ganado. O hasta me atrevería a decir que mientras se está parado ante un semáforo en rojo se pierde más tiempo del que se ha supuestamente  ganado mientras se corría, cosa que explicaría el porqué las bicicletas llegamos antes que vosotros cuando nos saltamos los semáforos. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene correr por dentro de una ciudad? ¿Qué sentido tiene que lleves un motor que te permite ir a 50 km/h pero que no te ahorra tiempo? ¿Qué sentido tiene que todo el mundo se pare ante unos semáforos puestos inicialmente para que tú pudieras correr por la ciudad, si no ahorras tiempo a nadie y no eres el primero en llegar a los sitios?  ¿Qué demonios hacemos todos plantados ante unas lucecitas rojas?
Ahora bien, ¿sabes que es lo peor de todo? Es el hecho de que la ciudad viva en una burbuja llena de sentimiento de peligro por riesgo de accidentes, de ruido, humo y con falta de espacio para el disfrute de las personas. Y aunque me dijeras que a veces sí que ahorras un poco de tiempo y que cualquier pequeña ganancia de tiempo lo justifica todo en esta sociedad, entonces te diría que si tanto valoras los minutos y los segundos computaras también el tiempo que podríamos ahorrarnos en una ciudad segura donde los niños jugaran solos en las calles sin necesidad de apuntarlos a extra escolares o buscarles canguros (dinero que se traducen en tiempo de trabajo), sin necesidad de acompañarlos cada día a la escuela, sin necesidad de tanta farmacia y tanto médico por problemas respiratorios, etc.
Amigo mío, ¿te has planteado alguna vez salir de tu carcasa y vivir la ciudad desde fuera de tu trinchera? Quizás te sorprendería descubrir que todo aquello que vives como obstáculos a diestro y siniestro, elementos móviles que nunca se sabe en qué dirección se moverán, son personas que se saludan y que reconocen en los otros posibles amigos o conocidos. Pero tú, en los otros, sobre todo reconoces molestos obstáculos que no te dejan correr, y en vez de dedicarles un hola amistoso, les regalas una bocanada de humos y el rugir de tu motor a cuatro palmos de la cara…¡Muy bonito!
Ya ves, amigo mío, que no acabo de entender tus supuestos atractivos… porque si después de todo esto que te he dicho yo viera que fueras saludable, o fuente de calma y tranquilidad, todavía te podría entender. Pero, contrariamente, a menudo te veo enfadado, nervioso y desprendiendo agresividad. ¿Qué gracia o beneficio tienes, pues? Cuando te anuncias en la televisión siempre apareces corriendo en medio de desiertos, mares, montañas, en horizontes muy amplios y lejanos… nada que estorbe tu libertad, ¡que tanto pregonas sin cesar! Pero, ¿no has visto que tu cotidianidad es muy diferente? Rodeado de pisos y casas, por calles que a tí te resultan estrechas, parado absurdamente ante una luz roja o atrapado en medio de un atasco provocado por tus mismos semejantes… Verdaderamente, sólo tienes razón de ser en tu soledad, como en los anuncios… porque si todos los coches decidierais salir a la vez ¡no podríais ni moveros de la puerta del garaje!
En cambio, déjame que te diga que las bicicletas podemos salir todas juntas a la vez porque no atascaríamos nada. No dependemos de lo que hagan las otras para poder circular. No dependemos de parar en una gasolinera y pagar por un combustible para poder avanzar. No quedamos fácilmente atrapadas ante un pequeño obstáculo porque lo podemos esquivar. Y avanzando adelante, arriba y abajo, sentimos el corazón latir y el viento pasar. ¿No es todo esto más parecido a la libertad?
Pero antes de despedirme, déjame confesarte que los dos tenemos un gran cosa en común. ¿Sabes cuál es? Pues que los dos creamos adicción… Aquél quién nos conoce queda fácilmente atrapado en nuestros encantos y ya no sabe cómo desprenderse de nosotros… porque tanto existe quién hasta el pan va a comprar en coche, como quién lo hace en bicicleta… Una vez se nos conoce, ¡a todos les gustamos! Por lo tanto, no dudes que yo te pediré ayuda cuando esté enferma, cuando tenga que cargar objetos pesados, cuando quiera ir lejos donde no llegan ni el tren ni el autobús… Pero, para el resto de desplazamientos, ¿qué te parece si tú empiezas a usarme? Ya lo verás, sólo tienes que probarlo unas pocas veces y ya estarás enganchado… Es cuestión de dejar de lado aquello siempre conocido y probar algo nuevo… ¡Y ya verás que rápido te BICIarás!
Un abrazo,
Tu bicicleta.
Màrius Navazo trabaja en planificación urbana y ordenación del territorio. Forma parte de Gea21 (www.gea21.com).
Este post recogido de La Ciudad Viva es una versión mejorada y corregida del artículo original: NAVAZO, M (2007)Carta d’una bicicleta a un cotxe,  Revista Mobilitat Sostenible i Segura nº 41, Associació per a la Promoció del Transport Públic.

viernes, 11 de julio de 2014

Pon un OVNI en tu vida

Si estás cansado de soportar y ejercer la violencia vial, si ya no aguantas más viajar encerrado en un vehículo blindado, si no puedes con el aire viciado, el aliento de tu vecino en el transporte colectivo o con el olor corporal de algunas personas por la mañana o en tu camino de vuelta a casa, es que necesitas poner un OVNI en tu vida.

Otro Vehículo No Intimidador

Un OVNI te dará la oportunidad de disfrutar de tus viajes cotidianos y también de los extraordinarios, un OVNI te hará sentirte libre, sin ataduras, ligero, como si volaras. Pero lo que va a conseguir tu OVNI sobre todo es que aportes, con tu forma de desplazarte, un granito más para conseguir que tu ciudad, tu pueblo, tu barrio, tu calle, tu entorno sea un poco más agradable, más amable, más divertido, más limpio.


Tú y todos esos extraterroristas que habéis decidido desplazaros a pedales lo vais a conseguir y nadie os lo va a agradecer, nadie más que vosotros mismos, comprobando cómo vuestras vidas a bordo de vuestras naves espaciales vuelven a ser divertidas, intensas, infantiles, emocionantes y, por que no, un poco arriesgadas y excéntricas. No te importe que te miren raro, como si fueras un alienígena, la mayor parte de las veces no va a ser producto más que de su envidia.

Pon un OVNI en tu vida y deja el moterrorismo, si puedes. Sí, puedes.

miércoles, 9 de julio de 2014

Una cuestión de detalle

Hay cosas sutiles, decisiones puntuales, presuntas nimiedades que marcan el ritmo de los cambios o consiguen el efecto contrario. Son pequeñeces que escapan al conocimiento y al entendimiento del vulgo pero que definen la política dándole un cariz progresista o un matiz conservador. En prensa resultan igual de efectistas y para el público ignorante son equivalentes, pero a las élites no se les escapan estas cuestiones porque suponen un antes y un después y marcan rumbos o consolidan la inmovilidad más recalcitrante.

Un ejemplo lo tenemos en las calles 30. Para el común de los mortales una calle 30 es una calle en la que la velocidad está limitada a un máximo de 30 kms/hora y nada más. Si hablamos de equidad a la hora de gestionar las opciones de movilidad es una buena medida dentro de un montón. Bien y punto.


Pues no. Mírate tú por dónde, no es lo mismo una calle con la velocidad simplemente limitada a 30 por unos discos que informan de ello en las embocaduras, que una calle dentro de una zona 30. ¿Pijoterío? Nada de eso. He aquí la diferencia.

Una Zona 30, según la DGT, es un área urbana conformada por “vías de estar”, que corresponden a entornos urbanos más amables y tranquilos en los que los ciudadanos desarrollan sus actividades sin la presión del tráfico y cuya velocidad máxima de circulación es de 30 Km/h, a las que se accede desde vías más dedicadas a la distribución del tráfico rodado, “vías de pasar”.

Las zonas 30 deben de caracterizarse por tener un tráfico básicamente de destino, es decir, que garanticen el acceso a viviendas y actividades terciarias en ellas, pero en ningún caso, soportar tráfico de paso. Una zona 30 debe presentar una visión homogénea de los diferentes elementos que la conforman. Lo recomendable es realizar una intervención completa introduciendo las modificaciones urbanísticas necesarias para todas las vías contenidas en la zona.


Una calle con una señal de 30 kms/hora es, solamente, una calle que cuenta con una limitación de velocidad. No tiene un tratamiento de promoción peatonal, no busca la mal llamada "prioridad invertida" según la cual hay una "discriminación positiva" (otro eufemismo nefasto) hacia los más frágiles, es decir, hacia los no motorizados, empezando por los peatones. No hay un tratamiento socializador de la calle, no hay una búsqueda del calmado del tráfico. Hay una mera señal que limita la velocidad máxima de circulación. Nada más.


Así pues, no se trata de ninguna sutileza sino de un concepto de calle, de zona, de ciudad en definitiva, orientada hacia el tráfico (y cuando decimos tráfico, nos estamos refiriendo al tráfico motorizado) o una calle, una zona, una ciudad orientada a las personas, como lugar de encuentro, como espacio social y socializador. No es un detalle. Bien es cierto que a los conformistas, a esos a los que les vale con cualquier cosa, un disco con un 30 dentro les parece estupendo, como uno azul con una bici dentro. Pero en estas nimiedades es donde está la enjundia de las cosas bien hechas o los apaños para salir del paso.

De hecho, no debe ser tan tonto el asunto cuando un Ayuntamiento tan retraído para desincentivar el uso y recortar los derechos del coche como el de Pamplona ha reculado y ha reconvertido las zonas 30 de nuestra ciudad en meras calles con velocidad limitada a 30. Por algo será.


Para la próxima fechoría de este estilo, recomendamos modificar también las señales de salida de la zona 30 porque si no la gente se ve envuelta en confusiones tontas y viajes astrales raros.

Saludos cordiales.

lunes, 7 de julio de 2014

Lo anterior, lo siguiente y el más allá del ciclismo urbano

A fuerza de cometer errores garrafales de una manera preocupantemente reincidente en esto de tratar de reintroducir la bicicleta en el medio urbano, muchos han llegado a creer que se han conquistado bastiones hasta hace unos años inexpugnables para los pedaleantes. Nos hemos aburrido de criticar de manera repetida y casi hasta la extenuación todas las chapuzas de las que hemos sido testigos y nos hemos hastiado de recordar las terribles consecuencias que han tenido a lo largo de estos años, sobre todo en forma de accidentes con víctimas inocentes y confiadas, pero parece que no ha servido para nada o para casi nada.

Es cierto que sólo ve el que puede ver, pero no es menos cierto que sólo puede ver el que quiere y hay todavía demasiada gente mirando a otra parte a nuestro alrededor mientras cada vez más personas apuestan por la bicicleta y se aventuran a pedalear por nuestras ciudades y pueblos de una manera más o menos inconsciente. Y esto es grave, porque el número de accidentes ciclistas crecen preocupantemente. Quizá no lo hagan de manera exponencial, ni siquiera en muchos casos será proporcional, pero todavía se siguen repitiendo los mismos sucesos, porque no se hace nada para remediarlo y esto nos tiene que hacer reflexionar y actuar, para cambiar este orden de cosas y procurar unas ciudades más amables con las bicicletas.

Pero todavía hay demasiada gente pensando que lo siguiente, lo que tiene que venir son los tan ansiados carriles bici, en red, cuanto más tupida mejor y cuanto más segregados mejor, y esto es un mito que hay que cambiar, porque ha demostrado que por sí sólo no consigue más que incrementar el número de ciclistas y su percepción de seguridad, pero no reduce la peligrosidad de los itinerarios cicilistas y, lo que es peor, no reduce la accidentalidad de los pedaleantes ni la gravedad de los accidentes.

Hay que mirar más allá, hay que salirse del torrente y ver la riada desde fuera, para darnos cuenta de que las infraestructuras por sí mismas no hacen gran cosa y menos si no cumplen unos requisitos mínimos de seguridad en su construcción, como es el caso de la inmensa mayoría de las que nos rodean.


Lo que de verdad retrae a la gente de andar en bicicleta en nuestras ciudades no es la ausencia de carriles bici ni la posible prohibición de la circulación de los biciclos por las aceras. No. Lo que de verdad echa para atrás a la gente que quiere desplazarse en bicicleta en sus itinerarios urbanos es ver y comprobar cómo la ciudad está dominada por el tráfico motorizado y cómo nadie quiere cuestionar esta tiranía. Eso y que la incidencia de los robos de bicicletas cada vez es mayor (no hay más que ver cuántos candados se venden hoy en día comparados con los de hace tan sólo 5 años).

Esto es lo que nadie parece querer reconocer y nadie parece querer ver en serio. O muy pocos, demasiado pocos. No habrá ciclismo urbano si no nos lo tomamos tan en serio como el automovilismo urbano o como el transporte público urbano, con la diferencia de que el presupuesto proporcional es astronómicamente más pequeño. Y no lo habrá porque hasta entonces el tema de la bicicleta en la ciudad para nuestros responsables no será más que un juego con el que hacer un poco de propaganda y lavarse la cara ante sus conciudadanos.

Bicis en la escuela, bicis en la educación secundaria y superior, bicis en el trabajo, policías en bici, funcionarios en bici, directivos en bici, señoras y señoritas en bici, y niños, muchos niños, bicis para ir de compras, bicis para salir por ahí a dar una vuelta, programas para introducir la bicicleta en todos esos ámbitos, buenos aparcamientos para todos esos menesteres y un buen montón de publicidad del rollito ciclista y, para el que quiera, una colección de bicicletas públicas que no sean demasiadas ni demasiado aparatosas y ya veréis la diferencia.

Entonces si queréis hablamos de carriles bici, de avenidas bici, de autopistas bici y de lo que se os antoje. Hasta entonces, y mientras no pongamos en cuestión el ordenamiento orientado al automovilismo nos vemos en las páginas de sucesos o en las fotos de los anuncios de un mundo mejor.

Un abrazo y feliz navidad.

miércoles, 2 de julio de 2014

¿Culpabilidad o seguridad?

Creo que vamos a seguir necesitando expresarnos en espacios como este hasta que seamos capaces de ir construyendo un mundo que garantice la seguridad de las personas en sus desplazamientos independientemente del medio de locomoción que utilicen. Y, por desgracia, parece que vamos a necesitar bastante tiempo y buenas dosis de paciencia y de comprensión para lograrlo.

Comprensión de que no bastan infraestructuras y leyes. Comprensión de que esto no se hace sin respeto a las personas por encima de derechos y obligaciones. Comprensión de que la prevención y la empatía deben conformar el eje central del trabajo y de que eso no se hace sin educación, sin civismo.

Pongamos un caso bien conocido por los que estamos atentos a los accidentes ciclistas y preocupados por sus consecuencias y su creciente incidencia: un ciclista es arrollado por un vehículo motorizado al tratar de cruzar, montado, un paso de peatones. El resultado: el ciclista se lleva la peor parte y, en muchos casos, además es culpable del incidente.


¿Cuál es la reacción habitual ante este tipo de sucesos? Normalmente, después de superar el morbo propio de cualquier acontecimiento violento y de conocer el alcance de los daños personales, determinar la culpabilidad (a veces incluso antes de preocuparnos por las víctimas). A continuación lo más frecuente suele ser emitir un juicio gratuito, generalizando y ejemplarizando. Como si la legalidad fuera suficiente para justificar o resolver el asunto.

La pregunta es ¿es más importante conocer o determinar la culpabilidad de estos sucesos o tratar de prevenirlos y evitarlos, priorizando en la integridad de las personas? ¿Una perogrullada? Ya. Pero el problema es que en la mayoría de los casos estamos más ocupados en tratar de dilucidar la culpabilidad, normalmente atendiendo a una ley que puede ser tan absurda como para proteger a los que se abalanzan sin ningún tipo de prevención y se ponen en riesgo de una manera más o menos inconsciente, que a tratar de resolver el problema y buscar la reducción de las víctimas, por más derechos que les asistan.

Mientras sigamos siendo tan estúpidos como para pensar que la seguridad de los ciclistas depende del miedo, de una infraestructura más o menos miserable o de la ley y la vigilancia de su cumplimiento, seguiremos consolidando una situación que cada vez se hace más grave y seguiremos evitando solucionarla, atajando las causas principales que la provocan, a saber: la predominancia insoportable del tráfico motorizado en nuestras calles, la falta de respeto que garantice una convivencia amable y, sobre todo, la insensatez de muchos a la hora de garantizar su propia integridad.

Hasta entonces seguiremos presenciando estos incidentes en los que seguirán cayendo víctimas, víctimas propiciatorias, donde el beneficiado es sin duda el tráfico motorizado segregado. Y lo seguiremos haciendo de una manera cada vez más indolente, con la indolencia que provoca el acostumbramiento a este tipo de sucesos.