martes, 26 de febrero de 2013

Amenaza, que algo queda

Nos gusta. Entendemos las relaciones civiles bajo el principio de la imposición de una serie de normas colectivas, que ayudan, mediante la amenaza de la vigilancia y el castigo, a ordenarnos. Porque solos no podemos, o preferimos no poder, y porque nos gusta someternos a una autoridad que regule el asunto este de la convivencia, porque, si no, somos muy dados a la anarquía y al individualismo feroz y esos no nos ayudan a entendernos.

Pasa igual con esto de las bicis. Después de unos años de improvisación, libre albedrío y canibalismo, ahora nos ha dado por encomendarnos a la autoridad competente para que dirima sobre algo que nosotros solos hemos sido incapaces: las relaciones de bicicletas y peatones. Siempre bajo la amenaza de abandonar nuestra actividad, siempre bajo las tesis del miedo a los automóviles, muchos ciclistas han decidido tomar a los peatones como rehenes mientras se acondicionaba la ciudad para la circulación de las bicis por corredores exclusivos.

Después de ningunear a los más débiles y de menospreciar las condiciones de muchos espacios públicos, imponiendo su derecho a circular por encima de la capacidad socializadora de dichos lugares, los ciclistas, o sus representantes, han decidido sentarse a la mesa con la máxima autoridad para hacer prevalecer sus derechos sobre los de los demás agentes de la circulación, simplemente porque ellos, los bicicleteros, son buenos y vulnerables y todos los demás, por lo visto, no.

De acuerdo con esta estrategia, los ambiciosos ciclistas han decidido hacer valer sus posiciones y demandar toda una serie de facilidades para el ejercicio de su actividad circulatoria sin importarles las de quiénes se podían poner en juego, y no han calculado cuáles podían ser las consecuencias de tanta ambición cuando el interlocutor, al que se le exigían estas modificaciones, les pidiera algo a cambio.


Todavía no se ha conseguido cambiar nada y ya se empiezan a atisbar los efectos del atrevimiento ciclista. Por un lado, los peatones han decidido defenderse y defender, con la misma, el derecho a la calle como lugar de encuentro y de socialización, por valores por encima del derecho a la libre circulación, y, por otro, la propia autoridad ha optado por empezar a exigir a los ciclistas algunas condiciones ante tanta petición.

Hemos confundido normalización con normativización

Así llevamos unos meses, años ya, de discordia respecto a la obligatoriedad del casco, a la permisividad de la circulación ciclista en espacios reservados para los peatones y, ahora, a la necesidad de una capacitación universal para todos los ciclistas que quieran circular. Ya casi tenemos el carnet. Sólo falta proponer la matriculación y la necesaria aportación de un seguro de responsabilidad civil para acabar de bordarlo.

La amenaza ya ha sido formulada literalmente. Las primeras consecuencias entre los ayuntamientos más "sensibles" a la limitación del cachondeo ciclista ya se están anunciando. Somos unos inconscientes en manos de unos irresponsables que, a cambio de algo de reconocimiento legal, son capaces de poner en juego la simpleza, la flexibilidad y la frescura que hacían de la bicicleta un vehículo conveniente, fácil y competitivo en el entorno urbano.

Veremos hasta dónde llega todo esto, pero de momento la cosa apunta mal. La tan esperada revisión del Reglamento General de Circulación puede acabar a este paso en una merienda de negros como sigamos alimentando expectativas y dando rienda suelta a nuestras ansias hiperlegisladoras, por nuestra incapacidad de entendernos por las buenas. Y, lo peor de todo, es que parece que no va a conseguir la normalización de la bicicleta como vehículo prioritario en las ciudades, ni mucho menos.

lunes, 25 de febrero de 2013

Una docena de consejos para circular en bicicleta sobre nieve y hielo


Actualmente, debido a motivos ecológicos, urbanísticos y desgraciadamente económicos, en España se está experimentando un auge creciente del ciclismo urbano por motivos utilitarios, motivos que se tienen durante todo el año.

No obstante, todavía tenemos carencias culturales y prejuicios al respecto. Uno de ellos es que las bicicletas son para el verano, lo cual es tan cierto como que también son para el invierno, solo es cuestión de saber cómo, para lo que adelanto una docena de consejos y trucos.

1. Baja el sillín

Coloca el sillín en una posición en la que puedas colocar la planta de ambos pies en el suelo sin bajar del sillín. Así, en caso de patinazo puedes echar pie tierra rápidamente y evitar caer. Es una posición que da peor rendimiento para pedalear, pero dado que hay que circular más despacio que en seco, eso no será un problema.

2. Modera la velocidad y los giros bruscos

El principal peligro de patinazo se da en las frenadas, por lo que hay que ir más despacio para minimizarlas en cantidad e intensidad. Un giro brusco también puede ocasionar un patinazo y acabar en el suelo, igual que si frenas bruscamente con el freno delantero.

3. Monta en posición erguida

Además del consejo anterior, sube el pescante del manillar todo lo que puedas hasta que puedas sentarte erguido sobre el sillín soportando el mínimo peso sobre el manillar, así la rueda delantera tiene menos tendencia a patinar, y si lo hace, no se cae al suelo tan fácilmente. La postura erguida es característica de las bicicletas holandesas y las beachcruiser.

4. Anticipa las frenadas solo con el freno trasero

No esperes a frenar hasta el último momento, deja de pedalear con anticipación para después frenar menos, y cuando lo hagas y usa el freno trasero. El freno delantero puede provocar que la rueda delantera patine y acabes en el suelo.

5. Escoge las calles más limpias

Los planes de vialidad invernal municipales establecen un orden de preferencia a la hora de limpiar las calles de las ciudades, se limpian antes y con mayor frecuencia las avenidas y calles de mayor tránsito.
Además, aunque en condiciones normales estas vías soportan un tráfico intenso y poco pacificado, con nieve o hielo el tráfico es menor y más lento. El primer día de una nevada te puedes sorprender adelantando a los automóviles a pesar de ir com más prudencia de lo habitual, en España los automovilistas no saben conducir sobre hielo y por eso van muy despacio.

6. Circula sobre las rodadas

Las rodadas de otros vehículos están más limpias, sobre todo si son de coches y más aún de camiones. La nieve puede estar helada con lo que es intransitable, o no estarlo y esconder algún bache, socavón, u otras sorpresas desagradables.

7. Presta atención a las condiciones del firme

Si el firme está nevado o helado este consejo parece obvio, pero cuando no lo está puede solo parecerlo, puede haber hielo negro, que en realidad es transparente. No se ve a primera vista, se distingue cuando el firme refleja la luz con destellos de escarcha, pero como suele aparecer en zonas umbrías el difícil que la luz incida para ver los reflejos.

8. Presta atención a los automóviles

Los automóviles son más pesados, por lo que patinan más fácilmente por inercia en las curvas y en las frenadas, para las que necesitan mucho más recorrido que en seco y desde luego más que a una bicicleta a la misma velocidad. Además el conductor español es inexperto sobre hielo, lo cual hace aún más impredecible sus maniobras. Por todo ello mantén una distancia aún más prudencial.

9. No olvides la iluminación

En condiciones de visibilidad adversas es importante hacerse ver para evitar más de un susto. Luz trasera, delantera y reflectantes trasero y laterales.

10. Viste adecuadamente

Viste con varias capas para que el aire atrapado entre ellas haga de aislante térmico. Usa por fuera un impermeable transpirable, y por dentro un jersey de lana o un forro polar y debajo una camisa o camiseta. No te abrigues demasiado o puedes sudar, y el sudor después se enfría y se pasa muy mal. Usa guantes, gorro y bufanda o braga, siempre cubriendo las orejas.

Ten a mano unos pantalones impermeables para ponerse cuando nieve o llueva, o para cortar el viento, y que te puedes quitar al llegar a destino. Para un trayecto corto, de menos de 5 km, no es necesario que sean transpirables, pero es aconsejable. Si hace mucho frío viste un calzón de algodón hasta los tobillos por debajo del pantalón.

Usa calzado de invierno con calcetines de lana. En caso de frío extremo usa más de un par. Si el calzado no es impermeable protégelo de la humedad con spray hidrófugo, con cubiertas de calzado, o usando un pantalón impermeable algo más largo.

11. Usa una bicicleta adecuada

El cambio interno y los frenos de buje se ven mucho menos afectados por la humedad y el frío como les sucede a los frenos de zapata o disco, y a los cambios con corona y desviador. Además el cambio con buje interno permite el carenado integral de la transmisión, piñón, cadena y plato, para protegerla de las inclemencias. Otras opción de transmisión menos sensible al clima es la transmisión por cardan. Estas bicicletas suelen ser de posición erguida. Los guardabarros se dan por descontado.

Como contrapartida, estas bicicletas ofrecen prestaciones menos deportivas, pero ese no es nuestro objetivo.

12. O adapta tu bicicleta

Tampoco es cuestión de comprar otra bicicleta, pero al menos debes tener los guardabarros y segur los consejos ergonómicos anteriores, aunque los frenos chirriarán y tendrás que cuidar la transmisión, aunque si tu ciudad es del las que llueve mucho, te recomiendo el consejo anterior.

Puedes cambiar las cubiertas por unas de invierno, pero no hará falta que sean de clavos, y si ocasionalmente éstos hicieran falta y no cambiaste las cubiertas puedes recurrir a esta solución casera.

Si habéis llegado a leer hasta aquí seguro que ya tenéis ganas de lanzaros con la bici al hielo, si es ese el caso seguid algunos de los consejos de aquí y acá, y para que veáis que esto está al alcance de cualquiera, os muestro este vídeo de la ciudad holandesa de Utrecht, donde el frío es bastante más riguroso que en cualquier latitud española.



Como podréis ver, cualquiera en esa ciudad es capaz, sea cual sea su edad, sexo y condición social. Si no lo haces, di simplemente que es que no quieres, no hacen falta excusas.

artículo escrito por Fernando Clavijo en una docena de...
imagen cortesía de Lambert Wolterbeek Muller con licencia Creative Commons

martes, 19 de febrero de 2013

La Ley de la Calle, las bicis y las aceras

En España llevamos ya más de dos años de gestación de la revisión de la Ley de la Calle, más conocida como Reglamento General de Circulación, por parte de la máxima autoridad encargada de ordenar cómo nos movemos, que no es otra que la Dirección General de Tráfico, más conocida por su acrónimo DGT. Tan largo se está haciendo que ya empezamos a pensar que este es un hijo no deseado.

Porque la DGT nunca ha estado muy preocupada por las bicicletas. Lo suyo siempre han sido los coches. Ni siquiera con España marcando máximos mundiales en muertes de ciclistas en carretera. Pero llegó un día en que el equipo del clarividente Pere Navarro decidió tomar cartas en el asunto de proteger a los ciclistas y ahí empezaron las cuitas y las alternativas.

Lo que, después de un primer intento fallido de legalizar la circulación de las bicis por las aceras, empezó apuntando bien como una prometedora norma que suavizaba la persecución del ciclista y mejoraba su circulación en la calzada, dando cobertura a situaciones antes no comprendidas, ha ido derivando, igual que el pulso poítico, en algo coercitivo y discriminador de la bicicleta en la lógica circulatoria.

Las aceras se erigen ahora como el punto central en la nueva y controvertida norma, para regocijo de unos e indignación de otros. Parece que la DGT del PP ha decidido poner coto a las aceras y bajo la eterna promesa de querer proteger a los ciclistas noveles, hacer imposible la vida a los peatones y penalizar de manera tácita a los que ya andan en bici de manera normalizada.


Ahora bien, teniendo en cuenta que las aceras siempre han estado vetadas para los ciclistas y que muchos de éstos han decidido ignorar la ley para autoprotegerse y que, de la misma maneral que llevar luces es obligatorio desde la noche de los tiempos, aquí no ha pasado nada por más que se han transgredido estas normas de manera sistemática, ¿por qué ahora estamos tan preocupados con esto de las aceras?

¿Qué pasaría si realmente se consiguiera aprobar la prohibición de la circulación de las bicis por las aceras?

¿Qué nueva policía se iba a a encargar de hacer cumplir esta norma en nuestras ciudades que no lo esté haciendo ya? ¿Qué directriz universal y de obligatorio seguimiento se va a dictar que va a convencer a nuestros agentes de calle de perseguir a los ciclistas de manera implacable? Veremos si todo esto finalmente se aprueba o se renegocia a la baja, pero la pelota vuelve al tejado de donde salió que no es otro que la jurisdicción municipal y ahí en cada pueblo manda un alcalde para bien y para mal.
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¿Y si se decide permitir la circulación de los ciclistas por las aceras?

¿Qué cambiaría cuando ya han sido sistemáticamente invadidas? ¿O es que acaso las aceras van a proteger a los ciclistas en los cruces? Y si, como se está debatiendo, la cosa va a depender de la anchura de las aceras ¿quién se va a encargar de medirlas y denunciar cinta métrica en mano cuando se infrinja la norma?

Por suerte esto no va a depender de ninguno de ellos ya que el crecimiento de la opción ciclista en la movilidad urbana es algo imparable. Esto hace tiempo que no depende de ellos y, como se verá en el futuro, tampoco ellos lo van a poder parar y difícilmente condicionar si no es con la colaboración masiva de los ayuntamientos y, salvo desafortunadas excepciones, nada parece apuntar que esto vaya a ser así.

Lo que falta en nuestra sociedad y, por desgracia, no se va a poder anticipar, es que se imponga el sentido común en la práctica ciclista urbana, ese que, por desgracia insisto, sólo se va a conseguir a costa de un montón de víctimas, sobre todo entre las filas de bicipeatones y alguna que otra entre los viandantes a manos de aquellos. Somos así de tristes y así de incorregibles.

Paciencia.

lunes, 18 de febrero de 2013

La bicicleta urbana objeto de estudio

El otro día estuvimos dilucidando, con unos estudiantes de decoración de la Escuela de Arte de Pamplona, cuáles podían ser las claves de un centro de referencia para ciclistas urbanos en una ciudad como ésta, en la que la bicicleta ha ido ganando presencia de una manera notoria en los últimos años.

Resulta complicado poner en antecedentes en tan sólo una hora a un grupo de jóvenes para los que la bicicleta, en muchos casos, no es más que un encargo más dentro de su disciplina académica, un escollo más, una idea más o menos peregrina o más o menos acertada de sus profesores.

Sin embargo, resulta también interesante tratar de profundizar con un grupo de profanos en este asunto de la bicicleta, porque se puede descubrir cómo de inquietante y vigente es el tema en cualquier círculo de nuestra sociedad y cómo de conscientes son nuestros jóvenes del papel que juega y puede jugar la bicicleta en el espacio urbano y las oportunidades que ofrece y que merece.

Al final de la sesión tuve que enseñarles cómo funcionaba mi Brompton

Salvando los tópicos más reiterados como son la indecencia de los carriles bici (o como se le quiera llamar a la gamberrada que han desplegado nuestros responsables municipales), la actitud de algunos ciclistas, la convivencia con los peatones y el miedo al tráfico, la práctica totalidad de nuestros jóvenes son incapaces de poner en cuestión el protagonismo de la bicicleta y su potencialidad en la configuración de una ciudad que necesita cambiar hacia un modelo más sostenible, más humanizado y más amable.

Resulta igualmente emocionante observar cómo se ha desmitificado la bicicleta como elemento minoritario, como vehículo marginal o como opción descabellada y estereotipada, incluso teniendo en cuenta todos esos prejuicios y dificultades que todavía presenta a priori.

Pero lo más alentador es que cualquiera que piensa e intenta desarrollar un proyecto relacionado con la bicicleta le da un carácter social, más allá de grupos reducidos, y considera que la bicicleta reúne todos los ingredientes de universalidad, cercanía, accesibilidad y familiaridad para ser un óptimo punto de encuentro para cualquiera. Una buena excusa, un buen motivo, un punto de coincidencia, algo que pertenece a nuestro subconsciente colectivo, porque es parte de nuestra vida, porque es fácil, porque es conveniente y, sobre todo, porque nos recuerda que la vida puede ser simple y divertida.

Ignoro cómo plasmarán estos estudiantes las ideas que estuvimos barajando durante esta jornada y que estarán a punto de presentar, pero, sólo con las expectativas que generaba el proyecto, podemos esperar que poco a poco vayan surgiendo todo tipo de iniciativas interesantes alrededor de la bicicleta. Estaremos atentos.

domingo, 17 de febrero de 2013

Los peatones pierden Independencia

Con mayúscula. Porque la Independencia, el libre albedrío, la capacidad de pasear descuidadamente parece que no se acaba de comprender como un derecho civil en muchas de nuestras ciudades. En Zaragoza, por ejemplo. Una de las ciudades donde más ciclistas te puedes encontrar en las aceras y los paseos de todo el panorama estatal.


En Zaragoza llevan unos cuantos años dando a entender a su población que algo está cambiando en términos de movilidad. Grandes peatonalizaciones, obras faraónicas para introducir el tranvía y reconfigurar el centro neurálgico de la ciudad, calmado de tráfico prácticamente en todas las calles de ese centro, carriles bici, bicicletas públicas.

Pues bien, en esa ciudad, la columna vertebral se denomina precisamente Paseo de Independencia y, merced a todo este proceso, se había vuelto a convertir en un verdadero Paseo, después de muchas décadas de haber sido una Avenida para los coches. Así los zaragozanos habían recuperado el carácter original de dicha vía, e incluso la habían mejorado, ya que, originalmente, el Paseo era un gran andén central y ahora aprovechaba mucho mejor la vida comercial de los porches para dejar la parte central para el tranvía y una exigua calzada de un carril para los vehículos, bicicletas incluídas, a 30 kms/hora. Toda una conquista, una reconquista o, simplemente, un logro.

¿Perfecto? Pues no. Porque los cicleatones han hecho caso omiso de dicha indicación de circular por la calzada calmada y han seguido campando por las aceras, tanto, que han acabado por convencer a los responsables municipales (aunque más que responsables quizá debiéramos llamarles tan solo electos) de pintar una acera bici restando espacio a los peatones, para ordenar la cosa.


De nada parece que van a valer las movilizaciones ejemplificantes de Pedalea, de nada parece que va a servir la pataleta que se han llevado los peatones denunciada por Acera Peatonal, porque en este circo de políticos pusilánimes y de ciudadanos irresponsables, impunes y prepotentes la ley la escriben los más descarados, los que se aprovechan del civismo de los demás y de la buena voluntad de la gente. Así nos va.

Espero que en ese Observatorio de la Bicicleta las aguas vuelvan a su cauce y las bicicletas vuelvan a la calzada pacificada en Independencia, porque la riada de ciclistas de acera en Zaragoza es verdaderamente un problema de orden público.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La cadena siempre se rompe por el eslabón más débil

Pero todavía hay demasiada gente que se empeña en ignorarlo. En el juego de la movilidad el más débil es siempre el mismo: el peatón. Pero todavía hay demasiada gente que se afana en desviar la atención sobre esta evidencia, tratando de despistar a la opinión pública y tratando de repartir la culpa de los atropellos que estos sufren en sus carnes, con graves consecuencias, cuando no fatales.

Campañas, informes, investigaciones y noticias sueltas, acompañadas un mar de opiniones que respaldan este enfoque centrado en defender los intereses de los más fuertes y su dominio sobre la circulación. Esto está montado así y estas son las consecuencias.

Culpabilizar al más débil es tan sólo la punta de un iceberg de mucho mayor calado: toda una sociedad organizada durante 50 años alrededor de la potenciación de uso masivo del coche como motor del desarrollo de una forma de vivir basada en la movilidad. Dispersión urbanística, deslocalización de las actividades, zonificación de las actividades, periferización de los centros de interés, todo ha ido dirigido a hacernos dependientes del coche como único medio de poder acceder a todos esos espacios que se han ido configurando en el entorno urbano y periurbano.


Las bicicletas en este juego se han quedado atrapadas en terreno de nadie y han sufrido el redimensionamiento del viario que ha promovido el uso de las grandes vías, rondas y circunvalaciones en detrimento de las calles normales y corrientes donde resultaban verdaderamente competitivas y la priorización de la circulación motorizada en dichas vías gracias a semaforizaciones totalmente descompensadas y a exiguos pasos y veredas para los más débiles.

Pero también los ciclistas han aprovechado su victimismo para infligir un castigo sobre los peatones, escudándose en su indefensión frente a los coches para invadir las aceras, acosando voluntaria o involuntariamente a los transeúntes, presionándoles, tensando la cadena. Y encima han tenido la desfachatez de reconocer que no lo iban a dejar de hacer hasta que no cambiaran las cosas en la calzada. Tanto ha sido así que, en muchas ciudades, la mayoría de la circulación ciclista se produce en las aceras, con total impunidad y, para colmo, con una cierta prepotencia por parte de los ciclistas peatonalizados o cicleatones.

Eso cuando no contaban con vías exclusivas para bicicletas. Porque, cuando las había, entonces la prepotencia desvariaba en chulería sin más, o con su correspondiente carga de cinismo.



Triste realidad la que vivimos, en la que cada uno defiende sólo el juego según le va en él y nadie se ocupa en trabajar por hacer ciudades más habitables, más vitales y más potentes. Sigamos rompiendo eslabones en esta cadena que cada vez nos constriñe y nos condena más y luego lamentémonos de las consecuencias.

miércoles, 6 de febrero de 2013

La ignorancia no nos librará de sus consecuencias

Dicen que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Vale. Sin embargo, resulta más caro ignorar la trampa y son igual de ineludibles sus consecuencias, si no mayores. Vivimos sometidos a toda una serie de vicios, más o menos consentidos, más o menos voluntarios y creemos que con ignorar los efectos que conllevan podremos evitar sus consecuencias. Vamos lo que se llama "hacer el avestruz", "mirar a otra parte".

Esta actitud que es evidente en la arena política actual, pero que se podría extrapolar a cualquier otro campo, empezando por la economía o el medio ambiente, es especialmente dramática cuando toca a nuestra vida directamente, en primera persona, y seguimos queriendo ponernos las orejeras de la ignorancia.

Leo hoy que la salud de los menores viene ya condicionada por el aire que respiran sus padres, especialmente sus madres, y que en zonas contaminadas los bebés pesan menos que en zonas más saludables y eso condiciona su vulnerabilidad frente a todo tipo de afecciones de la salud. Esto es, que antes de nacer, ya están condicionados por el ambiente.

Foto robada de Valencia en Bici

Las famosas micropartículas en suspensión cuyos máximos se negocian en los foros en los que se debate sobre la calidad del aire y que nos parece un asunto científico, casi irrelevante para los legos, son las responsables de nuestra salud antes incluso de que vengamos a este mundo cruel y emocionante. Eso y el estrés, los hábitos alimenticios y la saludabilidad de nuestros progenitores, hacen tanto como el dichoso código genético a la hora de condicionarnos para toda la vida.

Parece agorero e incluso determinista, pero todavía hay gente que se mantiene ajena a esto, como si no fuera con ellos esta guerra, como si fueran asuntos para los demás, como si no le fuera a salpicar. Pues esto salpica, y mucho. Por eso merece la pena mojarse a fondo y remangarse para intentar mejorar la calidad del mundo en el que vivimos, aunque sea en lo que podemos hacer por nosotros mismos y que puede aportar algo a los demás. Evitar usar el coche es, sin duda, una de esas cosas que representará un gran paso para nosotros y un pequeño paso para los demás..

Porque ¿alguien puede decirme quién es el principal responsable de las emisiones de esas micropartículas así como de los gases que contaminan nuestro aire?

martes, 5 de febrero de 2013

El Ciclista Respetable

Hay maneras y maneras. Y la convivencia depende muchas más veces de cómo se hacen las cosas que de qué cosas se hacen. De la actitud, de la paciencia, de la prevención, de la empatía. Es una cuestión de estilo, de talante, de visión de la vida, del entorno, de los demás y de la forma de relacionarse con todo ello.

Por eso quien demuestra ser respetuoso, más allá de las normas, más allá de los casos, debe ser respetable, porque gracias a este tipo de personas, con este tipo de actitudes se construye la vida en sociedad de forma civilizada, amable, digna y pacífica.



Sólo deberían merecer respeto quienes a su vez lo profesan. Sólo las personas que son capaces de realizar sus actividades sin incordiar a los demás. Así todo funcionaría sin necesidad de regularlo todo demasiado. Lo que pasa es que muchas veces, demasiadas, la excepción justifica la regla y una vez que la regla existe su transgresión origina enfrentamiento, crispación, violencia. Y entonces se pierde la oportunidad de ser respetuoso porque la regla incorpora el obligado cumplimiento y ahí acaba la cosa. Y el juego social se empobre, se envilece, se normativiza.

Así pues, un saludo y un homenaje a las Personas Respetuosas. Cada vez más.

lunes, 4 de febrero de 2013

Con prisa y sin ganas

Somos la generación de la prisa. Y nos hemos perdido lo importante por llegar a lo urgente. Constantemente, invariablemente. Somos la generación del segundero, de la hora punta, del acelerón, del "ya llego", del "voy volando" y del "cuanto antes mejor". También hemos contado con las herramientas más poderosas para conseguirlo y hemos sido capaces de desarrollarlas y explotarlas hasta límites insospechados.

Somos la generación de la multitarea, del control remoto, de las telecomunicaciones, de la movilidad. Y nos ha ido bien durante mucho tiempo, o eso al menos eso nos parecía, porque nos lo habían hecho creer y porque nos lo habíamos creído. Porque éramos la generación de la ubicuidad. Todo el mundo estaba al alcance de nuestras manos y lo visitábamos virtual y realmente. O al menos eso pensábamos.

Pero somos también la generación del estrés, del agobio, del achuchón, de los proyectos inconclusos y de los atropellos. Porque no nos ha quedado otro remedio que atropellar y ser atropellados. Y así hemos ido azuzando y siendo azuzados como si no hubiera otra forma de ir. Somos la generación del "veeenga, vaaamos", del "moc moc" y del "ring ring". Y esto es lo peor de nosotros.


Porque somos una generación que se nos ha enseñado a creernos el centro del mundo y a actuar como tal. Achuchando, exigiendo prioridad o tomándola por la mano, y si no increpando a los que se ponían en nuestro camino. Con insolencia, con prepotencia. Porque nos creíamos más importantes que los demás y más listos que ellos. Adelantando, anticipándonos, empujando, apabullando.

Y así nos ha ido, y así nos va. Asfixiados en nuestra vorágine, amedrentados por alcanzar el futuro a costa del presente, atosigando a los demás, amonestándoles si no corren en nuestra dirección y a nuestra velocidad, derrochando medios irreemplazables, malográndonos y condenando a los demás en nuestro castigo. Permanentemente ansiosos, permanentemente insatisfechos.

Pero ¿por qué? ¿Para qué? ¿Y por cuánto tiempo más? ¿Cuánto vamos a hacer durar esta agonía? Y más que eso ¿cuándo nos vamos a dar cuenta de que esto no funciona si no lo ralentizamos, si no recuperamos el gusto por vivir, el valor del momento, las ganas de hacer las cosas bien hechas por el placer de hacerlas bien, tomándonos nuestro tiempo, el sabor, en definitiva, de disfrutar el hoy para construir un mañana mejor?

Hasta que no seamos capaces de hacerlo no le vamos a dar la vuelta a estas tornas que nos están pisando, que nos están estrangulando mientras seguimos empujándolas como burros de noria. Pero ¿cómo lo vamos a hacer?

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