domingo, 26 de agosto de 2012

La estrategia de Tian Anmen

Es la imagen de una generación. Ese tipo intrépido, desesperado, loco, que se planta estoicamente delante de una hilera de tanques y consigue pararlos es algo que ha quedado impreso en la retina de muchos como una actitud heróica: el enfrentamiento de la persona contra un sistema desproporcionado e inhumano, el levantamiento de la conciencia frente al pensamiento único, la lucha por la libertad frente a la opresión totalitarista, la apuesta por la no violencia en medio de la masacre... en fin. Demasiado.


No es a ese tipo de prohombres o de descerebrados oportunos a los que me quería referir hoy. Es más al mero hecho de ponerse en medio y confiar en que, al mando de esos tanques, de cualquier tanque, hay una persona conduciendo y que su instinto le va a impedir atropellarte. Ese es el verdadero símbolo.

El derecho a circular se conquista circulando

Esa es la reivindicación. Circulando y confiando en que los demás nos van a respetar. Sabiéndolo. Superando el miedo a las máquinas y sabiendo que es un juego de personas y que los de las bicis somos personas al menos con los mismos derechos de circular que los demás y con las mismas obligaciones de respetar que los demás.

Sólo así podremos conseguir dignificar la bicicleta. Lo demás es miedo. Puro miedo. Y el miedo, además de paralizante, es aterrador, porque coharta nuestra capacidad de entendernos, condiciona nuestras percepciones y nos sume en una congoja que nos hace buscar refugios y consuelo incluso donde no lo hay. El miedo nos hace más cobardes.

Ponte en medio y reclama tu lugar en la calle

Es una forma de insumisión. Aunque es cierto que en algunas ciudades llevan tiempo proponiendo este juego en algunas calles (y sólo en algunas) que las llaman ciclocalles, y que algunas otras, las menos, han modificado las ordenanzas, contraviniendo el Reglamento de Circulación, y lo han permitido en algunas condiciones, la idea es: utiliza el carril que necesites, el que te convenga para tu trayectoria, para tu maniobra, y hazte valer.

A mucha gente esto le parece una estupidez temeraria, pero hecho con dignidad, con seguridad, con respeto y con fluidez es de lo más natural. ¿Por qué? Porque, en el fondo, todos somos personas y sabemos discernir y, en contra de lo que algunos promulgan, hay tan pocos asesinos al volante que merece la pena probarlo. Yo en 35 años no me he encontrado con ninguno.


sábado, 25 de agosto de 2012

Besando el suelo

De vez en cuando ocurre. Es lo que tiene el equilibrio, que a veces se pierde. Ayer tocó desmontar de la bici involuntariamente y besar el suelo no precisamente con la boca. Un buen sopapo. Un buen susto. Las bicicletas tienen eso, que de vez en cuando te caes. Por un despiste, por una sorpresa, por un accidente, por una mala maniobra o por el maldito exceso de confianza.

El caso es que te caes y eso te hace pensar: en la vulnerabilidad, en el riesgo no percibido, en la mala suerte o en la inconsciencia. Pero piensas. Más si te haces daño. Más si vas solo. Más si no te lo esperabas. Porque hay veces que lo ves venir, pero otras te coge de improviso. Y ahí es donde se suelen producir los males mayores.

Foto de Nationaal Archief

Ayer fue una de esas, en un sitio poco comprometido, no transitado, sin cobertura. No me hice nada grave, la bici tampoco. Pero me preocupé y me lamenté, todo al mismo tiempo. Porque no había sido capaz de verla. 35 años andando en todo tipo de bicis, por todo tipo de terrenos no son suficientes. Está claro que hay que extremar precauciones y hay que conducir con los seis sentidos, el de la intuición incluído, y eso no te va a salvar de encontrarte con el suelo de vez en cuando.

¿Casco? Sí, claro. Pero, pese a ser una caída sorpresiva, no toqué con la cabeza el suelo. Cuando te caes, rara vez te pasa. Es por eso que los detractores, valorando el cálculo de probabilidades, aducen que sería más efectivo poner casco a los pasajeros de los coches o a los peatones que a los ciclistas. Pero esa es otra batalla.

Aún dolorido y relamiéndome las heridas miro la previsión meteorólogica para mañana. Al que anda le pasa... y yo voy a seguir andando.

jueves, 23 de agosto de 2012

La gestión de la congestión: una oportunidad para la bici

Me he encontrado navegando por ahí una serie de videos producidos por ITDP que nos enseñan, de una manera gráfica, amena y dinámica los fundamentos de la gestión del tráfico y que repasa la teoría de la congestión, herramienta clave para trabajar sobre el mismo y sobre la gestión del espacio público. Conceptos fundamentales como tráfico inducido, conductores latentes, tarifas de congestión o costes asociados a la misma, en unos videos cortos de apenas un minuto cada uno.

¿Cómo no se soluciona el tráfico?


Introducción a las tarifas de congestión


Economía de la congestión


¿Y las bicis?

No hablan de bicis. No hace falta. En esta lógica, la bicicleta emerge por sí misma y se erige en un vehículo estratégico, privilegiado, oportuno, conveniente. La clave, la verdadera clave en la incorporación definitiva de la bicicleta está, más allá de las infraestructuras o la educación, en la gestión de la demanda de movilidad y en una gestión inteligente de la congestión. Sin esto, el intento de introducir la bicicleta en concurrencia con un tráfico dominado y orientado hacia los motorizados se queda en algo meramente testimonial y posibilista. Nada, o casi nada.

Es sólo cuando la decisión va dirigida a reducir el tráfico motorizado y la movilidad en general cuando surgen las oportunidades, los espacios, la posibilidad de calmar el tráfico, de limitar las zonas de acceso motorizado y cuando la bicicleta cobra un sentido por su propia naturaleza.

Lo que pasa es que nadie o casi nadie está dispuesto a tomar esta decisión, ni a difundir este mensaje. Claro que están toda esa gente de EPOMM, Eltis y otros en otras partes del mundo, como el potentísimo ITDP que edita estos videos, pero muchas veces sus mensajes, sus congresos, sus trabajos, sus informes se quedan en círculos puramente especializados y no trascienden a la sociedad.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Me encanta la gente que amenaza con dejar la bici

Me resultan simpáticos. La mayoría son tíos, las mujeres no amenazan con ese tipo de cosas, simplemente las hacen o no. Pero los que nos amenazan a los demás con que si algo en su universo inmediato, sobrevenido y autocomplaciente cambia (o lo que es lo mismo aceras y carriles bici deficientes) volverán a coger el coche como si se tratara de volverse a las armas me provocan.


Probablemente son los mismos que cuando circulan en bici, muchos con chaleco y casco, por zonas peatonales van dando la paliza con el timbre y pasan rozando a los peatones sin reducir la velocidad. Los mismos que, aferrados a su manillar, son incapaces de desmontar, incluso en situaciones comprometidas. Los mismos que van propinando sustos cuando aparecen desde una acera, sin frenar, en una calzada donde nadie les espera y luego hacen aspavientos y dicen maldiciones alegando un derecho que sólo debe asistirles a ellos.

Creerme si os digo que este tipo de usuarios de la bicicleta, esos que amenazan con volverse al coche, sobran en nuestras ciudades y creerme también que, a bordo de un coche, van a ser igual de irrespetuosos y de insolentes que en sus bicicletas.

No es ese el camino para reivindicar la necesidad de la bicicleta en la ciudad, como no lo son la mayoría de los carriles bici que se han perpetrado en nuestras ciudades. La vía, la verdadera vía ciclista es la educación, el civismo, el respeto y la empatía. Todo lo demás vale de bien poco.

lunes, 20 de agosto de 2012

Amigos peatones, veo biciones

Es lo que tiene el verano, el calor, las endorfinas, el bienestar que produce el pedaleo mañanero en estas tierras privilegiadas (¿cuáles no lo son?), que te hacen ver las cosas diferentes. El otro día me volvió a pasar. Iba tan tranquilo intentando mantener la media a duras penas cuando tuve esta "bición" (perspectiva ciertamente distorsionada que se tiene de algo visto desde una bici).


No es lo que parece, no es que se me represente el fantasma del carril bici también en carretera abierta y en lugares recónditos, como resultado de mis sueños impenitentes de segregación ineficaz. Es lo que es: un carril bici en toda regla y un carril peatón a su lado y convenientemente separados y defendidos uno del otro.


Por supuesto y para despejar la sombra de la duda, el carril bici no es más que un arcén en buenas condiciones, de ancho suficiente, limpio y separado del resto de carriles por una línea contínua, vamos, lo que vienen demandando los ciclistas desde los años 70.  Lo realmente sorprendente es la ejecución de ese itinerario peatonal entre dos localidades adyacentes con semejantes medios.

Un poco más adelante, en esa misma carretera, hay esta otra modalidad, ya más simplista y posibilista, aunque mucho más barata, de ocupación compartida de la carretera por y para los peatones.


Pues bien, en la obligada excursión al litoral cantábrico que procuramos hacer todos los años, este año me he encontrado con esto.


Otra formulación, mucho más agradable, del mismo concepto. Los senderos peatonales aparejados a las carreteras son, sorprendentemente, mucho más transitados por los lugareños que las intrincados y estupendos que muchos marcan para los senderistas, y son utilizados durante todo el año, prácticamente todos los días.

A los lugareños y a los visitantes les gusta andar por la carretera. Porque se ha hecho de toda la vida, porque se ve quién viene y quién va, porque es el camino natural, el obvio, el histórico, el mejor, el que se fue concediendo al coche y del que el coche les ha ido defenestrando hasta hacerlos casi intransitables a pie. Incluso en carreteras comprometidas, seguimos viendo a los vecinos de los pueblos andando por ellas. Formulaciones como estas son bienvenidas entre ellos.

La prueba:

miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Quién nos protege de los promotores de la nueva movilidad?

Pongamos que quisiéramos introducir un nuevo medio de locomoción en nuestras ciudades por considerarlo realmente interesante para resolver algunos de los problemas que se han ido generando como consecuencia de un estilo de vida y una forma de moverse insostenibles. Pongamos que ese medio fuera asequible, limpio, conocido, saludable y relativamente fácil de acceder por toda la población, independientemente de su edad y de su nivel económico: un medio popular.

Pongamos, además, que, para mejorar las cosas y animar más a su uso, dispusiéramos de toda una serie de facilidades para que se puedan desplazar de manera segura y prioritaria a otros modos de transporte. Pongamos, incluso, que cambiáramos en parte la fisonomía y la ordenación de muchas calles de nuestras ciudades para reorganizar la circulación, favoreciendo a los que elijan el medio seleccionado.

Dispuesto todo lo anterior ¿a alguien con un minimo de juicio no se le ocurriría montar todo un sistema de información, educación y adiestramiento tanto generalista (para toda la población) como específico (para aquellos que hubieran elegido el medio propuesto) con todo tipo de medios y herramientas para intentar llegar a todos los rincones de la ciudad que se lo hubiera propuesto?


Pongamos que el medio elegido hubieran sido los patines. ¿A alguien con dos dedos de frente se le ocurriría montar un sistema de promoción de la movilidad con patines sin alertar a toda aquella persona que se lo proponga de que la cosa entraña sus riesgos y sus dificultades y que sólo a través de un periodo de prueba y entrenamiento, mejor tutelado, se puede lograr un dominio mínimo para aventurarse a utilizarlos para desplazarse?

Y si, pese a no haber organizado de esa manera la promoción, la gente se hubiese lanzado a la nueva práctica alegremente y se estuvieran poniendo en riesgo e incluso anduvieran dándose sus buenos leñazos, con varios accidentes mortales, y además estuvieran comprometiendo la tranquilidad de las zonas peatonales, ¿tampoco entonces nadie pondría el grito en el cielo y reclamaría un poco de cordura y un poco más de prevención?

¿Ni siquiera si estuvieran empujando a semejante práctica a nuestros niños y a nuestros abuelos reclamando la ciudad 8-80 o la 5-90? ¿No diríamos que se han vuelto todos locos?

¿Y qué tal si, además, todo esto nos estuviera costando unos milloncetes? 

¿Nadie lo estaría denunciando y tachando a las autoridades y a los representantes de los usuarios que lo estuvieran consintiendo y respaldando de irresponsables temerarios? ¿O acaso estaríamos todos tan felices practicando con nuestros patines o los que nos hubiera dispuesto nuestro amable ayuntamiento en máquinas expendedoras para poder coger unos patines aquí y dejarlos allá, jugando a supermanes apareciendo por sorpresa en cruces y aceras y cayendo como moscas en las proyecciones de nuestros circuitos exclusivos?

¿Creeis que en ese caso seríamos capaces de consentir que los presuntos responsables del asunto estuvieran deliberando si hacer el casco obligatorio o no para todos los patinadores?

No ¿verdad? ¿Entonces por qué lo consentimos con la bicicleta?

martes, 14 de agosto de 2012

La calle no es tuya, es de todos

Mucho hemos hablado sobre la disposición de la calle, sobre su reparto y sobre la usurpación histórica de la misma en beneficio del coche.

De unos años a esta parte se ha producido una progresiva desmotorización de muchas calles y zonas para convertirlas en más peatonales y ganar así espacios donde se vuelva a producir la vida, el comercio, el encuentro, de una manera relajada, sin condicionantes circulatorios.

Así se han ido desarrollando las peatonalizaciones y las zonas de tráfico restringido en muchas ciudades y se ha descubierto el valor de las mismas, la revitalización de las calles, el vigor comercial, la rehumanización del espacio público. Todo ventajas

Hasta aquí todo bien, aunque no fácil, ya que hay que contrarrestar la oposición sistemática de comerciantes, vecinos, transportistas y visitantes que ven en esto una afrenta al derecho de la accesibilidad universal en automóvil.

El problema es qué pasa entonces en esos espacios peatonales públicos. ¿Se puede invadir el mismo a bordo de vehículos blandos y ligeros? ¿En qué condiciones?


¿Se puede ocupar como extensiones de los locales comerciales adyacentes para exponer el género o para atender directamente en dicho espacio?

Muchos ayuntamientos se han puesto ya a regular el tema con más o menos acierto y se han aprobado ya diversas normativas sobre el tema: terrazas y veladores, reparto de mercancías, circulación de bicicletas...

El asunto se las trae y aquí ya hemos dejado clara nuestra postura al respecto: prioridad absoluta para el disfrute peatonal y restricciones a todos los demás.

Sin embargo, podemos comprobar cada día que la realidad es otra y que la apropiación indebida de estos nuevos espacios es cada vez mayor, cada vez más prepotente y todavía sigue impune para perjuicio de todos e indignación de cada vez más gente.

domingo, 12 de agosto de 2012

La esencia del cicloturista

Recuerdo en mis tiempos de viajero hiperactivo en bicicleta que estábamos empeñados en marcar una frontera infranqueable que separaba al viajero del turista y que, básicamente, los diferenciaba por su actitud cuando visitaban países que no eran el suyo. Así el viajero era una persona que trataba de descubrir la parte auténtica de la ruta que había elegido, diseñada por ella misma, de acuerdo con unos objetivos y unos intereses casi personales, mientras que el turista era un mero consumidor de productos dirigidos por toda una industria montada para atraer visitantes y con productos terminados, normalmente masivos y masificados, normalmente comercializados dentro de paquetes con toda una mercadotecnia alrededor.

Según esta división el turista era una víctima, una presa de un mercado interesado, mientras que el viajero era el protagonista de su propio viaje. El turista debía cumplir y comprobar toda una serie de hitos y expectativas que le eran dadas y el viajero dependía sólo de su capacidad de investigar, improvisar y maravillarse por las pequeñas cosas, por los detalles, por las personas y los parajes tal y como eran, sin espectáculo y sin marketing alrededor.

El tiempo pasa y la experiencia te enseña que nada es puro, como nada está totalmente contaminado, que en todos los sitios hay cosas auténticas y que la propia mercadotecnia turística es una realidad en sí misma, digna de conocerse y descubrirse, con sus ambientes, su encanto y sus protagonistas, basta con tener las ganas de verlas así y de disfrutarlas.


Así, cuando hablemos de cicloturismo, tratemos de poner el acento en la actitud, más que en el producto. Porque no se puede esperar eternamente, a semejanza de lo que ocurre con los carriles bici, a que una ruta esté perfectamente diseñada, señalizada y aparejada y conveniente segregada para catalogarla como cicloturista. Ejemplos: el Danubio, el Canal del Midi o el Camino de Santiago (salvando las distancias).

La esencia del cicloturismo debe radicar en el propio protagonista y en su capacidad de descubrir, improvisar, interactuar y maravillarse.  Sólo así seremos capaces de promocionar y proteger esta variedad de viaje que no es comparable con ninguna otra, y, con ella, el encanto de las carreteras secundarias, de las pistas locales, de los pueblos olvidados, de los lugares "vírgenes"... y de aquellos que no lo son. Y eso no depende del tipo de bicicleta, de la calidad de los accesorios, de si se viaja con alforjas o no... esas son cuestiones menores, aunque pueden condicionar tu forma de viajar de manera determinante.


Salud, pedales y a descubrir mundo.

sábado, 11 de agosto de 2012

Así están las cosas amigos de la bicicleta

Desde la distancia, desde el retiro, las cosas se ven más claras, más sencillas, más simples. A veces el fragor de la batalla te hace posicionarte en exceso, tomar cualquier pequeño acontecimiento como una señal inequívoca de un movimiento organizado, intencionado. Y a veces no es así.

No lo puedo evitar. Leo los periódicos. Los de aquí y los de allá. Y todos los días siguen goteando noticias relacionadas con la bicicleta. Y vistas así, repantingado en la playa, con el sol, la brisa, los niños y los vecinos de toalla sobrevenidos dificultando la capacidad de atención, las noticias no son tan graves y adquieren ciertos tintes amables, incluso grotescos.

El otro día era una entrevista al ex-director del Area de Protección Ciudadana de Pamplona, recientemente ascendido a Director General del Gobierno de Navarra. En ella, entre otras cosas, hablaba de tráfico, de muertos y de carriles bici, como no podía ser de otra manera. He perdido el ejemplar y en internet no está disponible gratis, pero lo que venía a decir es que lo de las bicis es un mal menor generalizado y que están abocadas a entenderse con los peatones. En las aceras, claro, su lugar natural a partir de ahora. ¿El casco? Obligatorio, pero sin dramatizar. Chapeau!

A los días, y siempre referido a la ciudad de la que he tomado una distancia defensiva, publicaban los primeros números del Registro de Bicicletas con Matrícula Incluída del que Pamplona hace gala, innovando en la vigilancia del ciclista trangresor. 141 bicis registradas en 4 meses. Record!

Ayer el que visitaba un pueblo de Navarra era el Ministro del Interior, que ha dejado claro que lo del casco y la acera eran un envido en el primer caso y un hórdago en el segundo. ¡Menuda jugada, maestro!

En el periódico de hoy (¿o era el de ayer?) me he encontrado de lleno, foto de cuarta incluída, a la delegación del asociacionismo carrilbicista de mi pueblo de visita en la Santa Sede (léase Holanda) para hacer ofrenda de su premio simbólico a un santón conocido por ser uno de los mayores protectores y promocionadores del sistema neerlandés de segregación ciclista, junto con Mr.David Hembrow: Mark Wagenbuur. ¡Amén Jesús!

La imagen rezuma emoción y convicción apostolar. Sobre todo después de conocer los últimos premiados: el Director del Area de Movilidad, destituido junto con todo el departamento por el mismo partido que lo puso, y La Mujer, así en general y con mayúsculas. Este va para uno de sus obispos y funciona a modo de canonización. Me gustaría saber si ya han invitado a Mark a visitar Pamplona y alrededores para que les deje las cosas claras de lo que ni para los más acérrimos de la segregación es admisible, es decir, las gamberradas que se han hecho por aquí en nombre del Carril Bici. Recomendable el último artículo de Mark en su blog Bicycle Dutch.

Seguro que no lo han hecho y están dispuestos a ponerse las orejeras que les impiden ver otra cosa que no sea la señal azul de la esperanza ciclista, aunque detrás haya una chapuza innombrable que ponga en riesgo la integridad de sus correligionarios. Esos que no tienen espíritu crítico, esos que no dudan en agraviar a los peatones, como hacen los holandeses, para preservar su derecho inalienable a la seguridad percibida.

En fin, un circo. El mismo circo pero cada vez más esperpéntico y con los enanos creciendo a toda pastilla. A mi me sigue haciendo gracia.

Saludos.

jueves, 9 de agosto de 2012

Días de playa

Tocaba parar. Y dedicarse a la vida contemplativa, al placer de no hacer nada, al cambio de rutinas, a andar en bici, nadar y retozar. A escuchar música, a leer y a cotillear la conversación de Iphone de la vecina de toalla, que está encantada de estar desenamorada de ese tío que no le merecía y de poder contarlo una y otra vez. Tirarse a la bartola tiene su premio. La placidez de estas playas norteñas es el remedio a estas olas de calor que deben andar sufriendo por ahí. Aquí no se nota el sofoco. Así que vamos a resistir unas semanas.


Saludos desde el paraíso y hasta la vuelta (con minúscula).

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Seremos capaces de darle la vuelta a la tortilla?

Muchas veces nos sentimos cómodos quejándonos, asumiendo el papel de víctimas, soñando con un mundo mejor por más que nos parezca inalcanzable y lamentándonos de no tenerlo. Una forma de culpabilizar al mundo que nos pone. Porque somos un poco penitentes, creemos en el sufrimiento como camino para la virtud, somos un poco masocas.

Pero ¿qué pasaría realmente si la cosa fuera al revés? ¿No reproduciríamos los mismos vicios y no infringiríamos las mismas amenazas a los demás al sentirnos poderosos? Ayer me llegó, gracias a Sabine, este fantástico video en el que plantean ese escenario de una manera risueña, infantil, para reproducir, dándole la vuelta a los personajes, una situación por desgracia demasiado conocida. La de la intimidación del fuerte, la lógica de la cadena depredatoria de la circulación, en la que el vehículo grande se come al vehículo chico.



Fantásticos esos cochecitos asustadizos circulando por sus carriles coche, con sus desperfectos y todo. Ese amor imposible entre el bicicleto y la coche. Ese accidente contra la cargo bike en la rotonda del terror. Y la reconciliación final. Entrañable historia con moraleja y todo. Un video que propone la convivencia y que se aprovecha de la estética del éxito filmográfico de "Cars" (ese producto de la factoría Disney que ensalza la cultura automovilista americana) para presentar un escenario reconocible e intentar darle la vuelta.

La experiencia de los últimos años nos enseña que, cuando ocurre al contrario y la bicicleta es la dominante también actúa con la misma prepotencia en muchos casos, en demasiados. La cosa es tan sangrante que muchos hemos sido los que nos hemos dedicado a denunciarlo las veces que haga falta.

Hoy he tenido noticia de otra iniciativa que llega desde Guadalajara para dar fe de la existencia de  "cicleatones" arrogantes e impunes también en aquel lado del Atlántico. Una más. El autor los denomina "ciclocafres" y les dedica este pequeño video comentado.



Visto lo visto ¿alguien cree sinceramente que seremos capaces de darle la vuelta a esta tortilla que ya empieza a oler a quemado?

miércoles, 1 de agosto de 2012

Poco ruido y muchas nueces

El mundo es pequeño. Muy pequeño. De hecho, es mucho más pequeño de lo que muchos se han encargado durante mucho tiempo en hacernos ver. No es una cuestión de distancias, es más una percepción de las mismas y una apuesta por la cercanía, por la proximidad.

Tenemos en Mundoraintxe unos vecinos de excepción. El Restaurante La Nuez. No es un restaurante más, todo en este establecimiento rezuma calidad, frescura y a la vez calidez del trato. Es uno de esos sitios que te enamoran con sólo cruzar el umbral de su vetusta puerta de madera maciza de hace un par de siglos, restaurada y conservada con mimo.

Julio y Cristina regentan un local en el que, además de poder degustar unos platos exquisitos, se respira un ambiente distinto. Joven, austero y a la vez clásico y agradable. La Nuez ha hecho una apuesta arriesgada y ambiciosa en una ciudad pequeña y hasta cierto punto provinciana. Una apuesta por una cocina de autor, hecha y servida con esmero, con detalle, con productos de la tierra, de temporada, frescos, comprados por el chef en el mercado... ¡ en bici!

Y no en cualquier bici. En una Brompton. Porque saben elegir lo que es bueno... y lo que dura. Lo que funciona, lo que sirve. Por eso la han elegido. Con una bolsa de compra grande donde transportar la verdura y los productos frescos con agilidad, con sencillez, con elegancia y de una manera divertida, por qué no. Todo un ejemplo.



Muchas veces nos devanamos los sesos para dar con la forma de transmitir los valores de aquello en lo que creemos, que nos gusta y que nos hace estar implicados y no sabemos cómo hacerlo. Los responsables de este restaurante tan especial y tan recomendable han decidido utilizar la bicicleta para transmitir todo eso: frescura, cercanía y calidad. Y la meten hasta la cocina.



Publicidad así ¡sí gracias!