Cada vez que utilizas tu bicicleta para desplazarte, estás haciendo
algo bueno para ti, para tu salud, para tu bolsillo, para tu presente,
para tu futuro, para tu calle, para tu barrio, para tu ciudad, para tu
país, para tu continente, para tu planeta.
Cada vez que señalizas bien una maniobra y te relacionas
apropiadamente con los demás vehículos de la calzada, estás
contribuyendo a crear y a mejorar la cultura de la bicicleta en tu
ciudad, a incrementar la visibilidad y la presencia de la bici, a
normalizar su uso.
Cada vez que circulas por la calzada en vez de hacerlo por una acera
estás contribuyendo valientemente a pacificar el tráfico y a mejorar las
a veces maltrechas relaciones entre ciclistas y peatones.
Cada vez que candas tu bici de forma segura con al menos dos buenos
candados estás dejando de alimentar el despreciable mercado de bicis
robadas.
Cada vez que agradeces con un gesto a un conductor de autobús o a un
automovilista que te ceden el paso o respetan tu derecho a circular por
el centro del carril o muestran la paciencia suficiente como para no
atosigarte por detrás en una calle de un solo carril, etc. etc., cada
vez que agradeces todo ello estás fomentando la convivencia segura entre
motorizados y ciclistas.
Cada vez que reparas tu bici en un taller profesional de bicicletas
próximo a tu casa estás manteniendo el comercio local e invirtiendo tu
dinero en tu barrio.
Cada vez que enciendes las luces de tu bici cuando circulas de noche
estás reclamando tu derecho y el derecho de los demás ciclistas a ser
vistos y a ser respetados.
Leído en Actibici Valencia
Sólo añadiría...
Cada vez que haces que esto parezca fácil, cómodo y seguro estás invitando a los demás a hacerlo de una manera mucho más persuasiva que a través de cualquier campaña o jornada dedicada a ello.
lunes, 30 de abril de 2012
domingo, 29 de abril de 2012
Espacios públicos para el Buen Vivir
Hoy me permito el lujo de transcribir literalmente una nota que Diego Hurtado Vázquez de la Asociación de Peatones de Quito, publicó en Facebook el sábado, 28 de abril de 2012 a la(s) 3:30. Simplemente magistral.
De acuerdo a como esté configurado el espacio público, la ciudad podrá tener características diferentes que la definan. Por ejemplo, si el espacio público está poniendo énfasis en la circulación motorizada, olvidando o relegando otras necesidades sociales y colectivas, tendremos como resultado una ciudad motorizada y carente, con todas las consecuencias que de ello se deriva, tal es el caso de la mayoría de las ciudades modernas.
El potencial de hacer cambios en nuestra forma de vida está en gran parte en como podamos cambiar el espacio público para lograr el sueño de la ciudad que queremos. De ciudades insostenibles, hacia ciudades sostenibles; de ciudades inhóspitas hacia ciudades hospitalarias; de ciudades agresivas, violentas e inseguras, hacia ciudades amigables y seguras; de ciudades contaminadas, ruidosas, productoras de desechos, hacia ciudades saludables, respetuosas del ambiente y limpias; de ciudades grises a ciudades verdes; de ciudades disociadoras, a ciudades integradoras e incluyentes; de ciudades sin identidad a ciudades educadoras y que nos marquen un sentido de pertenencia.
Depende en gran forma de cuan rico sea nuestro espacio público para satisfacer las necesidades sociales y de convivencia, para tener una sociedad satisfecha, productiva, feliz, para lograr el Buen Vivir.
Criterios para el diseño de espacios públicos para el Buen Vivir.
- Preservar el ambiente. En el diseño, adaptación y construcción de los espacios públicos, debemos evitar perjudicar el ambiente y preservar las condiciones ambientales del medio. “La estructura del espacio público en el sistema orográfico de la ciudad, constituye la base que garantizará la preservación de las áreas de gran significación ambiental, la conservación de áreas de interés ecológico y la recuperación de las áreas degradadas por la acción del hombre. El sistema orográfico é hídrico, debe mantenerse como un sistema coherente, continuo é integral a todos los demás sistemas urbanos de la ciudad, y como tal la visualidad y la relación física deben ser los principios primarios en las intervenciones de su espacio público”.
- Participación ciudadana. Un espacio público debe ser un lugar con el cual una comunidad se sienta plenamente identificada. La participación ciudadana es fundamental para la apropiación positiva de los espacios públicos. Nadie mejor que los propios habitantes de los barrios, para saber cómo quieren su entorno, que falencias tiene y como se pueden mejorar. Todos tenemos nuestros sueños de ciudad, si nos dejan participar podremos hacer realidad esos sueños.
- Complementariedad entre la arquitectura y el urbanismo. Debe existir una complementariedad entre la arquitectura y el urbanismo, la forma tradicional de planificar ha desligado estos dos elementos teniendo como resultado las ciudades actuales. Se planifica las edificaciones (la arquitectura) con sus funciones definidas, como elementos aislados y los ingenieros de tránsito, transporte y vías diseñan los espacios públicos (la urbanización), con énfasis en la circulación vehicular. El diseño urbano viene a ser la herramienta que complementa la arquitectura con el urbanismo. El espacio privado con el espacio público. El espacio construido con el paisaje existente. De ahí la importancia de aplicar criterios de diseño urbano sostenible en la consecución de ciudades humanas. Por lo tanto cualquier proyecto arquitectónico, debe considerar las relaciones y efectos que el proyecto tienen con el espacio circundante. Paisaje, imagen urbana, tráfico, accesibilidad, relación con las actividades y con el espacio público.
- Fortalecimiento de las comunidades. Debemos configurar el espacio público para que fortalezca la comunidad. Estos deben ser considerados como una extensión del hogar, en donde se posibilite la realización de todo tipo de actividades comunitarias, reforzando con esto la integración barrial. Actualmente los creamos para facilitar los flujos y no los encuentros. Por lo tanto debemos diseñar espacios que inviten al encuentro ciudadano, a quedarse, a conocerse, al juego y el contacto social, se facilite la creación de nexos entre vecinos y se recupere la vida de barrio.
- Dominio de las personas sobre el espacio público. El espacio público debe estar configurado para que predomine la presencia de las personas sobre la de las máquinas, se facilite el encuentro ciudadano, la seguridad, la circulación de los peatones, el descanso y la observación pausada.
- Accesibilidad para todos. Los espacios públicos deben ser diseñados para que todos los ciudadanos puedan acceder a los mismos, priorizando la accesibilidad peatonal y en medios no motorizados, poniendo énfasis en personas con capacidades diferentes, niños pequeños, madres con bebés y o adultos mayores, evitar las barreras arquitectónicas, cruces muy largos en vías, cerramientos o pasos peatonales con grada
- Movilidad de personas. Por el espacio público podemos circular y movilizarnos por la ciudad. Por lo mismo este debe facilitar la circulación y la movilidad de personas. En el diseño, adaptación y construcción del espacio público, se debe considerar en primer lugar a los peatones, en segundo lugar a los modos no motorizados, en tercer lugar el transporte masivo y colectivo, y por último el transporte motorizado privado.
- Redes de espacios públicos continuos. Es necesario que existan circuitos continuos y seguros, por donde trasladarnos a pie o en bicicleta por varios barrios, libre del dominio del automóvil, por espacios arborizados, iluminados y con buenos pavimentos, que unan espacios de interés y centros de actividades. Las aceras y senderos peatonales deben estar diseñados para que los vecinos se sientan cómodos, seguros y sientan placer en la caminata, de tal manera que la prefieran para desplazarse.
- Recuperar la calle. La calle es el referente mayor del espacio público. Si hacemos un recuento de la historia de la calle, veremos la importancia que esta tenía como sitio de reuniones y encuentros. Actualmente el concepto de circulación se impone, perdiendo totalmente la función de la calle y ganando terreno la función de vía. Solo devolviendo a la calle su función tradicional de sitio en donde se desarrollaba la vida comunitaria podremos lograr una ciudad más humana.
- Espacios que generen actividades. Para lograrlo, es importante que la relación entre espacio privado y espacio público sea muy fuerte y de esta manera se puedan generar muchas actividades. Para conseguir esto, los lotes deberán tener una relación directa con el espacio público, de tal manera de integrar la actividad que se realiza al interior, con la actividad del espacio público. Un espacio exterior, patio, plaza o calle, se enriquece y cobra vida, cuando, los espacios interiores colindantes, se relacionan directamente, mediante puertas, ventanas, portales, gradas exteriores, balcones, terrazas, portales y demás elementos que marcan una conexión entre la vida al interior, con la vida al exterior. Para ello es necesario crear fachadas vivas hacia la calle, por lo que puede ser recomendable la utilización de las plantas bajas con predominio comercial, incluyendo oficinas y talleres y en las plantas altas viviendas. Además hay que tomar en cuenta que la calle no es un objeto plano, sino un volumen compuesto por las fachadas de las edificaciones y la calle en sí.
- Pequeños espacios para grandes encuentros. Evitar los espacios vacíos concentrados y distribuirlos a la escala de las manzanas al interior de los barrios. En espacios distribuidos en toda la urbanización es más fácil la apropiación por parte de los vecinos y facilita su mantenimiento. Distribuyendo equitativamente los espacios públicos en todas las manzanas, podemos crear un sistema de plazas y calles que conformen redes de espacios públicos. Más que crear grandes espacios, debemos pensar en crear pequeños espacios pero que permitan grandes encuentros.
- Espacios exteriores positivos. Disponer del espacio urbano para que sea claramente configurado, creando usos definidos, y que funcionen como elementos de relación de las personas, que faciliten el descanso y los encuentros. Por lo tanto es importante que se creen, plazas, plazoletas, salones urbanos y que tengan mobiliario, iluminación y arborización.
- La recuperación de la plaza. La plaza fue el elemento estructurador de la ciudad colonial, eso lo podemos ver en las Leyes de Indias en donde se recomendaba ubicar la plaza central con los poderes civil y religioso y a partir de ella realizar el trazado de las calles y manzanas. Eran los espacios simbólicos de la comunidad, los espacios de referencia en donde confluían los ciudadanos y en donde se sentían identificados espacialmente los vecinos de los diferentes barrios. Eran los espacios de encuentro de los ciudadanos. Esto se ha perdido por completo en nuestras ciudades por lo que se hace necesario el volver a crear estos espacios a la escala del barrio.
Asociación de Peatones de Quito
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viernes, 27 de abril de 2012
Cicloapocalipsis y ciclogénesis
Llevamos un tiempo acostumbrándonos a capear el temporal, a soportar frentes, uno tras otro, todos en el mismo costado, de intensidades variables, pero todos ellos encaminados a menoscabar nuestra entereza. Y lo único que creen estar consiguiendo es que nos hagamos insensibles a sus embates y, unas veces por conformismo y otras por impotencia, acabemos desistiendo al derecho de expresar nuestro inconformismo. No lo van a conseguir.
En la movilidad ciclista la cosa no difiere mucho de este panorama general. De hecho, las mejores noticias son las que hablan de cómo unificar criterios para controlar el tráfico de bicicletas en las ciudades y para resolver el entuerto que se ha promocionado en las aceras y en los carriles bici.
Es realmente triste que nos alegremos de que, por fin, nos vayan a controlar de acuerdo a un patrón universal, cuando tendríamos que reclamar nuestro espacio perdido y la creciente persecución a que nos vemos sujetos "los de las bicis". Es doblemente penoso que estemos encomendándonos a registrar y matricular nuestras bicicletas con la promesa de que la policia las va a velar contra los ladrones, en vez de exigir que una parte del presupuesto destinado a hacer aparcamientos se destine a habilitar otros para bicis seguros y cómodos. Es miserable que las reivindicaciones de la mayoría de los grupos ciclistas ante el recorte en los "presupuestos bici" se limiten a reclamar más carriles bici, sin criterios de calidad y sin denunciar los ya ejecutados y, lo que es peor, sin considerar el derecho irrenunciable de circular por la calzada.
Son tiempos de tempestades y turbulencias donde la gente sigue sin buscar la calma y sigue creyendo que los tiempos alocados del desarrollismo ilimitado volverán como las oscuras golondrinas.
El problema va a ser que, a lo mejor, este no va a ser un proceso cíclico o que, en cualquier caso, será el inicio de un nuevo ciclo. Un ciclo distinto, un ciclo que vuelva la mirada a las personas, un ciclo se tome las cosas con un poco más de tranquilidad, con un poco más de serenidad, un ciclo que devuelva la cordura y haga las cosas a otra escala. Un ciclo, en definitiva, donde herramientas tan valiosas como las bicicletas cobren un protagonismo porque son fáciles, baratas, respetuosas y amables.
Esperemos que todas estas tormentas sirvan para reverdecer el paisaje y hacerlo más ilusionante.
En la movilidad ciclista la cosa no difiere mucho de este panorama general. De hecho, las mejores noticias son las que hablan de cómo unificar criterios para controlar el tráfico de bicicletas en las ciudades y para resolver el entuerto que se ha promocionado en las aceras y en los carriles bici.
Es realmente triste que nos alegremos de que, por fin, nos vayan a controlar de acuerdo a un patrón universal, cuando tendríamos que reclamar nuestro espacio perdido y la creciente persecución a que nos vemos sujetos "los de las bicis". Es doblemente penoso que estemos encomendándonos a registrar y matricular nuestras bicicletas con la promesa de que la policia las va a velar contra los ladrones, en vez de exigir que una parte del presupuesto destinado a hacer aparcamientos se destine a habilitar otros para bicis seguros y cómodos. Es miserable que las reivindicaciones de la mayoría de los grupos ciclistas ante el recorte en los "presupuestos bici" se limiten a reclamar más carriles bici, sin criterios de calidad y sin denunciar los ya ejecutados y, lo que es peor, sin considerar el derecho irrenunciable de circular por la calzada.
Son tiempos de tempestades y turbulencias donde la gente sigue sin buscar la calma y sigue creyendo que los tiempos alocados del desarrollismo ilimitado volverán como las oscuras golondrinas.
El problema va a ser que, a lo mejor, este no va a ser un proceso cíclico o que, en cualquier caso, será el inicio de un nuevo ciclo. Un ciclo distinto, un ciclo que vuelva la mirada a las personas, un ciclo se tome las cosas con un poco más de tranquilidad, con un poco más de serenidad, un ciclo que devuelva la cordura y haga las cosas a otra escala. Un ciclo, en definitiva, donde herramientas tan valiosas como las bicicletas cobren un protagonismo porque son fáciles, baratas, respetuosas y amables.
Esperemos que todas estas tormentas sirvan para reverdecer el paisaje y hacerlo más ilusionante.
miércoles, 25 de abril de 2012
La bicicleta no es conveniente
No al menos como está concebida y practicada de manera masiva aunque minoritaria actualmente. La bici no genera economías de escala, no recauda impuestos, no necesita grandes equipamientos, no hace industria, no requiere grandes obras públicas, no provoca guerras, no incrementa los gastos en sanidad ni en farmacología, no acusa los vaivenes interesados de la moda, no necesita financiación, no obliga a contratar seguros, no ocupa grandes espacios, no necesita una regulación del tráfico excesiva, no alimenta la prisa ni la aceleración, no consume prácticamente nada. Es por todo eso por lo que la bicicleta no tiene crédito en una sociedad que continúa abrazada, aferrada, a un sistema que se tambalea y que hay que mantener a cualquier precio.
En esta lógica de consumo, independencia, competitividad, productividad, rentabilidad, especulación, aceleración, deslocalización, globalización, dependencia energética, endeudamiento y miedo, la bicicleta no representa sino austeridad, socialización, solidaridad, economía, ecología, durabilidad, proximidad, cercanía, tranquilidad, eficiencia energética y confianza, que la colocan en la antítesis de lo que predica la lógica imperante e imperativa.
No es de extrañar entonces, que todo lo que se haga por la bicicleta sea pura propaganda, puro teatro, pura fachada. Porque es bonito decorar una ciudad con bicicletas, siempre que se preserve el orden establecido que es el de la velocidad, la prisa, el menosprecio del entorno, el dinero, la usura y la desconfianza. Así bici pública, carril bici, ciclovía, registro de bicis o aparcabicis, adornan el decorado y proveen una imagen amistosa que esconde la negación de oportunidades reales a la bici privada, su circulación preferente por el viario urbano, su normalización, la persecución real del robo y la dotación de aparcamientos seguros domésticos y en destino.
Sigamos jugando al circo de la bici, ese que llena la ciudad de iconografía ciclista y que hace de la bicicleta un juguete interesante y seguiremos difiriendo la verdadera alternativa de la bicicleta como vehículo con plenos derechos y obligaciones para construir ciudades más amables.
Mientras tanto, los que trabajamos para que la bicicleta tenga oportunidades reales en el escenario actual y en el futuro aparecemos como ilusos que, mientras nos movamos en círculos marginales y no seamos demasiado influyentes seremos inofensivos, pero nunca dejaremos de ser sospechosos, por amenazar o cuando menos cuestionar su ordenamiento.
Mientras tanto, los que trabajamos para que la bicicleta tenga oportunidades reales en el escenario actual y en el futuro aparecemos como ilusos que, mientras nos movamos en círculos marginales y no seamos demasiado influyentes seremos inofensivos, pero nunca dejaremos de ser sospechosos, por amenazar o cuando menos cuestionar su ordenamiento.
martes, 24 de abril de 2012
La bici: así de simple
Hoy la cosa ha tenido su intríngulis. Tocaba convencer a un curso de estudiantes de automoción de que la bici es más conveniente que el coche y que el oficio que estaban aprendiendo (estos eran de chapa y pintura) lo iban a tener que aprender muy bien porque, si todo salía de acuerdo con nuestros planes, la competencia se iba a poner muy dura. Difícil tarea sin duda. Para más inri, a las 3 de la tarde, justo después de comer y en un centro que, para acceder, hay que salvar una cuesta con rampas del 10%. Y, para rematarlo, después les enseñaríamos lo fácil que es la mecánica de mantenimiento de la bici. Tanto que cada uno se la podía hacer en su casa prácticamente sin herramienta y con unos conocimientos que se adquirían en una hora. ¿El marco? Un taller de mecánica del automóvil. ¿Surrealista? ¿Contradictorio? No. Simplemente un reto. A ello nos hemos dedicado toda la tarde.
¿Cuál es la principal virtud de la bicicleta?
Sin duda su sencillez. Sencillez de manejo, sencillez de desplazamientos, sencillez mecánica, sencillez de presupuestos, sencillez a la hora de relacionarse con los demás. La bici es sencilla. He ahí su potencial. Cualquiera puede hacerse con una bici. Cualquiera. Ese ha sido el centro de la argumentación y probablemente ese ha sido el éxito de la jornada.
Unos estudiantes que hacen todo un ciclo formativo durante varios años para comprender los entresijos de la complejidad mecánica de un automóvil son, probablemente, los que mejor pueden comprender y valorar la simplicidad de un vehículo como la bicicleta y a los que más puede sorprender su eficiencia basada en la fuerza humana, dos ruedas y unos mecanismos de palanca y transmisión realmente básicos, fundamentales.
El esfuerzo en este caso consiste más en saber llegar a un público que, de salida, se presentaba apático, adormecido y escéptico, por no decir desinteresado, que en tratar de darle la vuelta a los tópicos y ampliar la información disponible, muchas veces basada en arquetipos comerciales, en un modelo que premia el consumo, la apariencia y la posición social y donde la bicicleta todavía no ocupa el lugar que se merece.
No creo que ninguno de los participantes en los talleres de hoy vayan a cambiar sus hábitos de movilidad. Estos ya están maleados. Lo único que me parece interesante es aportarles información valiosa y argumentos de calidad que les sirvan, al menos, para darse cuenta de las consecuencias que tienen las decisiones que toman y las que van a tomar en el futuro a la hora de moverse y para poder valorar y respetar a los que hagan otras opciones y utilicen otros medios para desplazarse.
Así de simple.
¿Cuál es la principal virtud de la bicicleta?
Sin duda su sencillez. Sencillez de manejo, sencillez de desplazamientos, sencillez mecánica, sencillez de presupuestos, sencillez a la hora de relacionarse con los demás. La bici es sencilla. He ahí su potencial. Cualquiera puede hacerse con una bici. Cualquiera. Ese ha sido el centro de la argumentación y probablemente ese ha sido el éxito de la jornada.
Unos estudiantes que hacen todo un ciclo formativo durante varios años para comprender los entresijos de la complejidad mecánica de un automóvil son, probablemente, los que mejor pueden comprender y valorar la simplicidad de un vehículo como la bicicleta y a los que más puede sorprender su eficiencia basada en la fuerza humana, dos ruedas y unos mecanismos de palanca y transmisión realmente básicos, fundamentales.
El esfuerzo en este caso consiste más en saber llegar a un público que, de salida, se presentaba apático, adormecido y escéptico, por no decir desinteresado, que en tratar de darle la vuelta a los tópicos y ampliar la información disponible, muchas veces basada en arquetipos comerciales, en un modelo que premia el consumo, la apariencia y la posición social y donde la bicicleta todavía no ocupa el lugar que se merece.
No creo que ninguno de los participantes en los talleres de hoy vayan a cambiar sus hábitos de movilidad. Estos ya están maleados. Lo único que me parece interesante es aportarles información valiosa y argumentos de calidad que les sirvan, al menos, para darse cuenta de las consecuencias que tienen las decisiones que toman y las que van a tomar en el futuro a la hora de moverse y para poder valorar y respetar a los que hagan otras opciones y utilicen otros medios para desplazarse.
Así de simple.
lunes, 23 de abril de 2012
Así no, señor talibán
Corren tiempos nefastos en lo público, tiempos donde los recortes no hay por qué justificarlos, basta con perpetrarlos, tiempos donde pedir se ha convertido en sinónimo de reivindicar. Son tiempos de histeria y de confrontación, no cabe la reflexión ni el consenso, es preferible el atrincheramiento y la identificación del enemigo. Es lo único que nos da seguridad, sabernos con los nuestros, haber elegido el frente adecuado y reforzar posiciones.
En este clima casi bélico o cuando menos pre-bélico, aún hay intentos de creación de nuevos espacios de participación, iniciativas cívicas más o menos atrevidas, más o menos afortunadas y menos o más refrendadas. Lo malo en estos tiempos de recrudecimiento es que las posiciones se radicalizan y los matices se pierden porque los objetivos se maximizan y entonces las posturas se desenmascaran y los que tienen discursos monolíticos pierden la paciencia cuando no se recogen sus postulados tal cual.
Crónica de un conciliábulo biciclista
El otro día en un encuentro testimonial entre unos pocos ilusos de la bici en Pamplona tuve la desgracia de comprobarlo. El cinismo, la demagogia, la descalificación personal, dejaban patente que los buenos tiempos habían pasado y la palmada en el lomo y la rueda de prensa oficial ya no formaban parte del juego obsceno que había puesto en solfa la política de promoción de la bicicleta y había dado paso a un espectáculo dantesco de obras deficientes, actuaciones teatrales, fasto propagandístico y "marioneteo" vergonzoso. Todo por tener algunos "elementos bici" en la ciudad.
Ahora que había que retomar posiciones y recuperar los fundamentos del asunto, ahora que era el momento de hacer las cosas con calma y con principios, lejos de las prisas electoralistas y de los plazos de ejecución de legislatura, ahora que se podía retomar el Pacto de Movilidad y releer el Plan de Ciclabilidad para replantear el asunto desde el sentido común y los compromisos adquiridos públicamente, ahora que se podía restituir al peatón y desagraviarlo después de estos años de humillación, ahora que se podía recordar que el asunto iba de desincentivar y poner dificultades al uso excesivo del coche en la ciudad, justo ahora van unos pocos y nos vuelven a repetir las consignas facilonas consabidas. Esas de "la bici es buena", "carril bici ya" o "una bici más, un coche menos". Basadas en los viejos argumentos de "el miedo al coche", "la convivencia con el peatón es posible y deseable" o "sin segregación no hay futuro".
Lo que coloquialmente algunos denominamos "talibanismo", que no es otra cosa que la incapacidad absoluta de reconocer otros postulados que los propios, la tendencia a la reinterpretación de todo para argumentarlos, el extremismo y el maquiavelismo más siniestro para conseguir sus fines, aflora en estos tiempos con más fuerza que nunca. Es lo que tienen las crisis, que sacan lo peor y lo mejor de cada uno.
Desgraciadamente, con este tipo de postulantes es imposible llegar a más acuerdos que comulgar con sus doctrinas y aplaudir sus máximas. Cualquier otra cosa es una pretensión casi insultante, cuando no blasfema. Es lo que tiene estar en posesión de la verdad, que sólo te permite redimir a los demás de su equivocación.
Pues no, amigo talibán, así no mejoramos lo presente, así no se consigue ganar apoyos que no se tengan ya, así no se hace democracia, así no se cambia nada. De hecho se empeora. En fin, seguiremos buscando fórmulas para avanzar, pero, desde luego, seguiremos denunciando estas maneras y estas actitudes aberrantes. Esto no es una cuestión de fe, no estamos ungidos por un poder divino. No. Y no tragamos con eso. Perdón pero no.
En este clima casi bélico o cuando menos pre-bélico, aún hay intentos de creación de nuevos espacios de participación, iniciativas cívicas más o menos atrevidas, más o menos afortunadas y menos o más refrendadas. Lo malo en estos tiempos de recrudecimiento es que las posiciones se radicalizan y los matices se pierden porque los objetivos se maximizan y entonces las posturas se desenmascaran y los que tienen discursos monolíticos pierden la paciencia cuando no se recogen sus postulados tal cual.
Crónica de un conciliábulo biciclista
El otro día en un encuentro testimonial entre unos pocos ilusos de la bici en Pamplona tuve la desgracia de comprobarlo. El cinismo, la demagogia, la descalificación personal, dejaban patente que los buenos tiempos habían pasado y la palmada en el lomo y la rueda de prensa oficial ya no formaban parte del juego obsceno que había puesto en solfa la política de promoción de la bicicleta y había dado paso a un espectáculo dantesco de obras deficientes, actuaciones teatrales, fasto propagandístico y "marioneteo" vergonzoso. Todo por tener algunos "elementos bici" en la ciudad.
Ahora que había que retomar posiciones y recuperar los fundamentos del asunto, ahora que era el momento de hacer las cosas con calma y con principios, lejos de las prisas electoralistas y de los plazos de ejecución de legislatura, ahora que se podía retomar el Pacto de Movilidad y releer el Plan de Ciclabilidad para replantear el asunto desde el sentido común y los compromisos adquiridos públicamente, ahora que se podía restituir al peatón y desagraviarlo después de estos años de humillación, ahora que se podía recordar que el asunto iba de desincentivar y poner dificultades al uso excesivo del coche en la ciudad, justo ahora van unos pocos y nos vuelven a repetir las consignas facilonas consabidas. Esas de "la bici es buena", "carril bici ya" o "una bici más, un coche menos". Basadas en los viejos argumentos de "el miedo al coche", "la convivencia con el peatón es posible y deseable" o "sin segregación no hay futuro".
Lo que coloquialmente algunos denominamos "talibanismo", que no es otra cosa que la incapacidad absoluta de reconocer otros postulados que los propios, la tendencia a la reinterpretación de todo para argumentarlos, el extremismo y el maquiavelismo más siniestro para conseguir sus fines, aflora en estos tiempos con más fuerza que nunca. Es lo que tienen las crisis, que sacan lo peor y lo mejor de cada uno.
Desgraciadamente, con este tipo de postulantes es imposible llegar a más acuerdos que comulgar con sus doctrinas y aplaudir sus máximas. Cualquier otra cosa es una pretensión casi insultante, cuando no blasfema. Es lo que tiene estar en posesión de la verdad, que sólo te permite redimir a los demás de su equivocación.
Pues no, amigo talibán, así no mejoramos lo presente, así no se consigue ganar apoyos que no se tengan ya, así no se hace democracia, así no se cambia nada. De hecho se empeora. En fin, seguiremos buscando fórmulas para avanzar, pero, desde luego, seguiremos denunciando estas maneras y estas actitudes aberrantes. Esto no es una cuestión de fe, no estamos ungidos por un poder divino. No. Y no tragamos con eso. Perdón pero no.
"Dios quiere que ande en bici" |
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domingo, 22 de abril de 2012
Aunque tú puedas, tu país no puede
Vivimos inmersos en una vorágine que nos impide pararnos un momento y pensar qué estamos haciendo, qué hemos hecho mal o qué podemos hacer para aliviar esta sensación de congestión y agarrotamiento a que nos están condenando los que alimentan y mantienen este estado de cosas. Hemos aprendido a tragar y a sufrir las consecuencias de tal manera que parece obsceno y de alguna manera traidor tratar de cuestionar el rumbo que seguimos empecinados en mantener o tratar de denunciar algunas situaciones que favorecen esta deriva.
Nos han enseñado a no ser críticos, nos han enseñado a ser obedientes, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por nuestro propio bien, por el bien colectivo. Tanto es así, que incluso cuando las cosas se ponen feas de verdad como se están poniendo, sólo una minoría es capaz de denunciarlo públicamente, porque el resto sigue creyendo que es mejor estar parados que moverse si nadie se lo ha ordenado. Es curioso el fundamento del orden social que se ha ido consolidando en nuestra sociedad, ese que fomenta el aborregamiento, el seguidismo y la resignación.
Hoy toca hablar del presupuesto familiar, una de esas entelequias que la mayoría de nosotros estamos habituados a gestionar con maestría pero sin cuestionar ninguna de sus partidas porque parecen inamovibles. Entre dichas subcuentas, hay una que es especialmente importante, muchas veces tan importante incluso como la de la vivienda, y que participa decisivamente en la asfixia que viven muchas familias en este país. Es la cuenta del coche.
Nadie cuestiona la cuenta del coche en una sociedad que ha trabajado muy duro para hacer que el coche sea el medio de locomoción más conveniente. Nadie. Nadie ha reparado en que la tenencia y manutención de un coche, cuesta mensualmente un mínimo de 300 euros. Nos hemos acostumbrado de tal manera a soportar este gasto que lo hemos asimilado al de la hipoteca o el alquiler de la vivienda. De hecho, muchas familias alimentan 2 y 3 coches con presupuestos familiares realmente exiguos y con agobios financieros fenomenales. Pero somos así de valientes cuando nos lo proponemos, o, casi mejor, cuando asumimos algo como incuestionable.
Lo más aterrorizante de esta situación es que, ahora que nos están haciendo apretarnos el cinturón de una manera increíble, la gente sigue aferrada al volante en propiedad y a todo lo que ello conlleva como si de ello dependiera su libertad, su capacidad de moverse o su acceso al mercado laboral. Somos así de miserables. Vivimos así de engañados.
Pero la verdadera cuenta del coche, la de cuánto tenemos que pagar no ya sólo como propietarios sino además como contribuyentes, es la que la inmensa mayoría en esta sociedad engañosa y falsa está empeñada en ignorar, intencionadamente o no. El coste real para una sociedad que se ha organizado alrededor del coche es muchísimo mayor que ese presupuesto familiar donde sólo nos han repercutido algunos impuestos marginales como son el de los carburantes, el de circulación o el del valor añadido.
Nadie en su sano juicio es capaz de cuestionar hasta el día de hoy el gasto en construcción y mantenimiento de las infraestructuras megalomaníacas que se han aparejado para el coche a lo largo y ancho del país, aunque es quizá la partida presupuestaria que todo el mundo sospecha que representa el precio para poder disfrutar de nuestros todopoderosos coches y para garantizarnos la ubicuidad que ellos nos facilitan. Más bien al contrario, se siguen justificando autopistas urbanas e interurbanas como la solución a la concurrencia de un parque automovilístico cada vez mayor y cada vez más utilizado.
Sin embargo, no es la cuenta más importante. Mucho mayor es el peaje que estamos pagando en salud pública por el uso intensivo y extensivo del coche. La incidencia de la obesidad, de las enfermedades cardiorrespiratorias o del estrés en nuestra sociedad producto de un estilo de vida cada vez más sedentario y de una calidad del aire cada vez peor, fomentado por el uso del coche se han convertido en los problemas más acuciantes de la sanidad pública en este país. Eso por no hablar del coste de los accidentes y de las secuelas de los mismos.
Pero está también el precio de la congestión y el coste de la subsidiarización del aparcamiento, algo que nos cuesta mucho más creer pero que desgraciadamente es igual de real. Todo eso sin tener el cuenta las fabulosas ayudas y exenciones a la fabricación, compra y reposición de coches y recambios. Y por supuesto sin cuestionar el estilo de urbanismo y la hipermovilidad que nos han vendido, que sólo tiene sentido a bordo de un automóvil.
Lo que no tiene precio es el espacio público que se ha usurpado para conseguir que todo esto funcione, tanto para circulación como para aparcamiento y que ahora parece descabellado de restituir a sus verdaderos acreedores: las personas.
Por todo esto y porque además el coche aisla, violenta y condiciona los tránsitos de los demás, haznos un favor: deja el coche en casa. Cuando puedas y cuanto puedas. Tu bolsillo lo agradecerá, el nuestro también.
Nos han enseñado a no ser críticos, nos han enseñado a ser obedientes, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por nuestro propio bien, por el bien colectivo. Tanto es así, que incluso cuando las cosas se ponen feas de verdad como se están poniendo, sólo una minoría es capaz de denunciarlo públicamente, porque el resto sigue creyendo que es mejor estar parados que moverse si nadie se lo ha ordenado. Es curioso el fundamento del orden social que se ha ido consolidando en nuestra sociedad, ese que fomenta el aborregamiento, el seguidismo y la resignación.
Hoy toca hablar del presupuesto familiar, una de esas entelequias que la mayoría de nosotros estamos habituados a gestionar con maestría pero sin cuestionar ninguna de sus partidas porque parecen inamovibles. Entre dichas subcuentas, hay una que es especialmente importante, muchas veces tan importante incluso como la de la vivienda, y que participa decisivamente en la asfixia que viven muchas familias en este país. Es la cuenta del coche.
La cuenta del coche
Nadie cuestiona la cuenta del coche en una sociedad que ha trabajado muy duro para hacer que el coche sea el medio de locomoción más conveniente. Nadie. Nadie ha reparado en que la tenencia y manutención de un coche, cuesta mensualmente un mínimo de 300 euros. Nos hemos acostumbrado de tal manera a soportar este gasto que lo hemos asimilado al de la hipoteca o el alquiler de la vivienda. De hecho, muchas familias alimentan 2 y 3 coches con presupuestos familiares realmente exiguos y con agobios financieros fenomenales. Pero somos así de valientes cuando nos lo proponemos, o, casi mejor, cuando asumimos algo como incuestionable.
Lo más aterrorizante de esta situación es que, ahora que nos están haciendo apretarnos el cinturón de una manera increíble, la gente sigue aferrada al volante en propiedad y a todo lo que ello conlleva como si de ello dependiera su libertad, su capacidad de moverse o su acceso al mercado laboral. Somos así de miserables. Vivimos así de engañados.
La verdadera cuenta del coche
Pero la verdadera cuenta del coche, la de cuánto tenemos que pagar no ya sólo como propietarios sino además como contribuyentes, es la que la inmensa mayoría en esta sociedad engañosa y falsa está empeñada en ignorar, intencionadamente o no. El coste real para una sociedad que se ha organizado alrededor del coche es muchísimo mayor que ese presupuesto familiar donde sólo nos han repercutido algunos impuestos marginales como son el de los carburantes, el de circulación o el del valor añadido.
Nadie en su sano juicio es capaz de cuestionar hasta el día de hoy el gasto en construcción y mantenimiento de las infraestructuras megalomaníacas que se han aparejado para el coche a lo largo y ancho del país, aunque es quizá la partida presupuestaria que todo el mundo sospecha que representa el precio para poder disfrutar de nuestros todopoderosos coches y para garantizarnos la ubicuidad que ellos nos facilitan. Más bien al contrario, se siguen justificando autopistas urbanas e interurbanas como la solución a la concurrencia de un parque automovilístico cada vez mayor y cada vez más utilizado.
Sin embargo, no es la cuenta más importante. Mucho mayor es el peaje que estamos pagando en salud pública por el uso intensivo y extensivo del coche. La incidencia de la obesidad, de las enfermedades cardiorrespiratorias o del estrés en nuestra sociedad producto de un estilo de vida cada vez más sedentario y de una calidad del aire cada vez peor, fomentado por el uso del coche se han convertido en los problemas más acuciantes de la sanidad pública en este país. Eso por no hablar del coste de los accidentes y de las secuelas de los mismos.
Pero está también el precio de la congestión y el coste de la subsidiarización del aparcamiento, algo que nos cuesta mucho más creer pero que desgraciadamente es igual de real. Todo eso sin tener el cuenta las fabulosas ayudas y exenciones a la fabricación, compra y reposición de coches y recambios. Y por supuesto sin cuestionar el estilo de urbanismo y la hipermovilidad que nos han vendido, que sólo tiene sentido a bordo de un automóvil.
Lo que no tiene precio es el espacio público que se ha usurpado para conseguir que todo esto funcione, tanto para circulación como para aparcamiento y que ahora parece descabellado de restituir a sus verdaderos acreedores: las personas.
Por todo esto y porque además el coche aisla, violenta y condiciona los tránsitos de los demás, haznos un favor: deja el coche en casa. Cuando puedas y cuanto puedas. Tu bolsillo lo agradecerá, el nuestro también.
viernes, 20 de abril de 2012
La vergüenza continúa
Mencionábamos hace unos días el caso de un padre irresponsable que transgredía la ley al transportar a sus dos inocentes hijas en bicicleta al colegio y que fue denunciado por la Policía Municipal haciendo aplicación del Código de Circulación de este país, que no contempla ese tipo de prácticas expresamente. Ocurría en Pozuelo de Alarcón y el encausado, un tal Oliver Green, se hizo eco en el cibermundo para denunciar el suceso con gran repercusión mediática en los principales altavoces del asunto ciclista de este país y de Europa.
Bien, pues el cuerpo de Policía Municipal de Pozuelo, lejos de amilanarse por tamaño desacato, continúa firme en su propósito de que el transgresor pague por su atrevimiento y le han recordado que su bicicleta no es legal en España y que, por tanto, no puede utilizarla mientras no cambie el Reglamento de Circulación vigente y que, ya puestos, se verán obligados a retenerle si intenta hacer uso de la misma para dicho fin.
Están en su derecho, es su obligación: hacer cumplir la ley y preservar el orden, así que nada que objetar. Pero ¿por qué han decidido actuar en este caso y perseguir tan celosamente a un ciudadano que no ponía en peligro a nadie y que no molestaba a los demás en su ejercicio diario de desplazarse a sus destinos rutinarios? ¿Por qué le pasa algo aquí que en el resto de Europa no le ocurriría? ¿Por qué no se le ha hecho la vista gorda como se hace, por ejemplo, con la doble fila institucionalizada en todos los centros escolares de este país? ¿Por qué se le acosa al débil por una falta que no va a ninguna parte y no se persigue al peligroso con el mismo celo y determinación?
Pues simplemente porque vivimos en un país atrasado en asuntos de movilidad. Muy atrasado. Y, pese a que hay visos que de momento no son más que promesas de hace ya más de un año de que la cosa va a cambiar, mientras no se haga, no podremos acceder a la Unión Europea en este aspecto por una cuestión puramente legal y, de hecho, los europeos que se atrevan a circular por este país a su estilo correrán el mismo riesgo que éste y otros muchos jinetes del apocalipsis que campan poniendo en riesgo su vida y las de los suyos.
Mejor no pensar que le podría pasar a esta mujer por aquí.
Por cierto, si os interesa el modelo de bicicleta que utiliza este infractor, lo podéis comprar, por ejemplo, en esta tienda de armas ilegales y letales, aunque no es la única que vende máquinas de éstas o artículos para trucarlas.
Bien, pues el cuerpo de Policía Municipal de Pozuelo, lejos de amilanarse por tamaño desacato, continúa firme en su propósito de que el transgresor pague por su atrevimiento y le han recordado que su bicicleta no es legal en España y que, por tanto, no puede utilizarla mientras no cambie el Reglamento de Circulación vigente y que, ya puestos, se verán obligados a retenerle si intenta hacer uso de la misma para dicho fin.
La máquina de la discordia |
Están en su derecho, es su obligación: hacer cumplir la ley y preservar el orden, así que nada que objetar. Pero ¿por qué han decidido actuar en este caso y perseguir tan celosamente a un ciudadano que no ponía en peligro a nadie y que no molestaba a los demás en su ejercicio diario de desplazarse a sus destinos rutinarios? ¿Por qué le pasa algo aquí que en el resto de Europa no le ocurriría? ¿Por qué no se le ha hecho la vista gorda como se hace, por ejemplo, con la doble fila institucionalizada en todos los centros escolares de este país? ¿Por qué se le acosa al débil por una falta que no va a ninguna parte y no se persigue al peligroso con el mismo celo y determinación?
La máquina de la discordia cargada |
Pues simplemente porque vivimos en un país atrasado en asuntos de movilidad. Muy atrasado. Y, pese a que hay visos que de momento no son más que promesas de hace ya más de un año de que la cosa va a cambiar, mientras no se haga, no podremos acceder a la Unión Europea en este aspecto por una cuestión puramente legal y, de hecho, los europeos que se atrevan a circular por este país a su estilo correrán el mismo riesgo que éste y otros muchos jinetes del apocalipsis que campan poniendo en riesgo su vida y las de los suyos.
Mejor no pensar que le podría pasar a esta mujer por aquí.
Por cierto, si os interesa el modelo de bicicleta que utiliza este infractor, lo podéis comprar, por ejemplo, en esta tienda de armas ilegales y letales, aunque no es la única que vende máquinas de éstas o artículos para trucarlas.
jueves, 19 de abril de 2012
¿Qué son las "ciclocalles" y para qué sirven?
Hace tiempo que se inventó legalmente una fórmula que, basada en la teoría del bote de pintura que los activistas practican desde tiempos inmemoriales, define un espacio en la calzada en calles de un sentido y normalmente de velocidad limitada a 30 kms/hora que indica que los ciclistas circularán por ellas por el centro y de una manera prioritaria. Son las "ciclocalles" y cada vez nos las encontramos con más asiduidad en nuestras ciudades.
Esto que a primera vista pasaría por una sandez bienintencionada no deja de ser una herramienta adecuada para reeducar a los usuarios de dichas calles en la convivencia, para establecer prioridades dando preeminencia a la bicicleta y para reivindicar dicho privilegio.
Una medida sencilla y barata que, aunque costosa, lo es muchísimo menos que construir carriles bici imposibles, se puede hacer en la mayoría de las calles de una ciudad y sirve de recordatorio y de guía para todos esos energúmenos que creen que la calle es de ellos. Así pues, sirve también para educar en la necesidad de compartir el espacio público (que es finito y escaso) y para recordar que, en las nuevas ciudades más humanas, más sostenibles, más seguras y más tranquilas, necesitamos un tráfico más calmado, necesitamos entendernos de una manera pacífica, necesitamos aprender a convivir y necesitamos reconocer que hay modos que son bienvenidos en dicho orden y hay otros que no lo son tanto.
Dicho todo esto, parecería incontestable que en esa Ciudad 30 sobre la que parece que hay un principio de consenso entre los distintos agentes sociales encausados en el asunto de la movilidad a nivel estatal, las "ciclocalles" representarían la herramienta más valiosa y más eficiente para conseguirlo, y, sin embargo, podemos encontrarnos con detractores curiosamente entre muchos presuntos expertos en el tema (lamentable recuerdo el del Director provincial de Tráfico de Murcia en sus declaraciones ante la implantación de las primeras "ciclocalles" en dicha ciudad, por ejemplo).
¿A qué jugamos?
El debate sobre la reinclusión de la bicicleta en un escenario descabellado se sigue dilatando y enconando preocupante e inexplicablemente (o no tanto) y medidas tan sencillas como estas que dan solución a más del 70% de las calles de las ciudades no se quieren poner en juego. ¿No será que "el juego de la bici" ha sido un canto de sirena y una cortina verde que ha servido para despistar a unos cuantos incautos y ocultar el objetivo de seguir preservando el tráfico motorizado casi intacto? ¿Cuánto más vamos a seguir jugando al "Carril bici ya" en vez de al "Queremos ciudades amables"? ¿No nos damos cuenta que lo que está en juego realmente es la convivencia, la seguridad y la habitabilidad de las calles y que el tráfico motorizado segregado e impune no hace sino empeorar el asunto?
Seguiremos dando la tabarra lo que haga falta y seguiremos jugando en frontones impasibles y hablando a sordos cognitivos hasta que logremos abrir brechas de sensatez, de civilidad y de diálogo para que se restablezca el sentido común que nos devuelva las ciudades a las personas, ciudades donde las calles sean para vivirlas lo más amablemente posible, que no sean excluyentes, que no sean inseguras y que no fomenten la violencia.
Esto que a primera vista pasaría por una sandez bienintencionada no deja de ser una herramienta adecuada para reeducar a los usuarios de dichas calles en la convivencia, para establecer prioridades dando preeminencia a la bicicleta y para reivindicar dicho privilegio.
Una medida sencilla y barata que, aunque costosa, lo es muchísimo menos que construir carriles bici imposibles, se puede hacer en la mayoría de las calles de una ciudad y sirve de recordatorio y de guía para todos esos energúmenos que creen que la calle es de ellos. Así pues, sirve también para educar en la necesidad de compartir el espacio público (que es finito y escaso) y para recordar que, en las nuevas ciudades más humanas, más sostenibles, más seguras y más tranquilas, necesitamos un tráfico más calmado, necesitamos entendernos de una manera pacífica, necesitamos aprender a convivir y necesitamos reconocer que hay modos que son bienvenidos en dicho orden y hay otros que no lo son tanto.
Dicho todo esto, parecería incontestable que en esa Ciudad 30 sobre la que parece que hay un principio de consenso entre los distintos agentes sociales encausados en el asunto de la movilidad a nivel estatal, las "ciclocalles" representarían la herramienta más valiosa y más eficiente para conseguirlo, y, sin embargo, podemos encontrarnos con detractores curiosamente entre muchos presuntos expertos en el tema (lamentable recuerdo el del Director provincial de Tráfico de Murcia en sus declaraciones ante la implantación de las primeras "ciclocalles" en dicha ciudad, por ejemplo).
¿A qué jugamos?
El debate sobre la reinclusión de la bicicleta en un escenario descabellado se sigue dilatando y enconando preocupante e inexplicablemente (o no tanto) y medidas tan sencillas como estas que dan solución a más del 70% de las calles de las ciudades no se quieren poner en juego. ¿No será que "el juego de la bici" ha sido un canto de sirena y una cortina verde que ha servido para despistar a unos cuantos incautos y ocultar el objetivo de seguir preservando el tráfico motorizado casi intacto? ¿Cuánto más vamos a seguir jugando al "Carril bici ya" en vez de al "Queremos ciudades amables"? ¿No nos damos cuenta que lo que está en juego realmente es la convivencia, la seguridad y la habitabilidad de las calles y que el tráfico motorizado segregado e impune no hace sino empeorar el asunto?
Seguiremos dando la tabarra lo que haga falta y seguiremos jugando en frontones impasibles y hablando a sordos cognitivos hasta que logremos abrir brechas de sensatez, de civilidad y de diálogo para que se restablezca el sentido común que nos devuelva las ciudades a las personas, ciudades donde las calles sean para vivirlas lo más amablemente posible, que no sean excluyentes, que no sean inseguras y que no fomenten la violencia.
miércoles, 18 de abril de 2012
Ahora que los peatones se habían acostumbrado...
... van estos y nos quieren prohibir andar por las aceras.
Así responden los cicleatones sobrevenidos y también los vocacionales a la intención generalizada por parte de la autoridad competente de tratar de regular un desmán que, por acción y por omisión, se está perpetrando en las aceras y demás espacios peatonales.
Lo mejor es que lo dicen sin segundas, sin mala intención, sin acritud, apelando a lo que son hechos consumados y que ellos han reinterpretado como derechos consolidados: la mayoría ha aceptado "acera" como lugar de circulación para bicicletas y esto ahora es muy difícil de revocar. De hecho hasta los sufridos peatones se resignan a mirar por encima del hombro antes de girar, a disculparse cuando se cruzan inesperadamente, a reprender a sus peatones queridos y hasta a mirar a las señales de tráfico, no vaya a ser que vayan dirigidas a ellos. Y lo hacen con una sumisión ejemplar. Y los que se quejan y reprenden a los ciclistas empiezan a parecernos energúmenos con actitudes desmesuradas y casi incívicas, por no decir desalmadas.
No tiene razón de ser pero es. Para darle la vuelta a la circulación ciclista y peatonal han bastado apenas cuatro años de desidia, connivencia y desorientación para afianzar algo que, hasta entonces, era una práctica ilegal y excepcional.
Hay un extremo realmente fascinante en todo este proceso, que es el que protagonizan ciclistas experimentados que, viéndose fuera de juego en el nuevo orden establecido, se han incorporado también a este siniestro juego de hacer ver que las aceras y los carriles bici son espacios adecuados y seguros para la práctica ciclista. No es broma. Y no me refiero al espectacular caso de Tony Martin circulando a lo Go Go Girl por un carril bici y colisionando con un coche. No. Son muchos de esos novatos de la bici urbana, que son en su ocio ciclistas deportivos de un cierto rendimiento en carretera o en montaña, y que, cuando van de civil, circulan como peatones.
Corroe la inquietud por ver qué son capaces de pergeñar los cerebros de la DGT para atajar semejante realidad sangrante o si sólo se van a quedar en una colección de medias tintas bienintencionadas que sigan dando cobertura a esta discrecionalidad desquiciante de nuestras autoridades locales.
Mientras tanto, seguiremos boquiabiertos y patidifusos presenciando la vorágine demencial en la que se están convirtiendo nuestras ciudades y lo complicado que se está volviendo esto de caminar, por no hablar de lo de circular en bici por ellas.
martes, 17 de abril de 2012
Sistema bicicleta
Nos hemos acostumbrado de tal manera a ver tantas actuaciones aisladas, deslavazadas, inconexas y oportunistas en lo relativo al impulso de la bicicleta, que muchos han acabado creyendo que esto depende más de la buena voluntad o del atrevimiento de algunos políticos o responsables que de una política dirigida a ello. Es decir, que nos hemos acostumbrado de tal manera al posibilismo, al populismo y a la mentecatez, que ya nos parece imposible organizar una estrategia que recoja las distintas areas y vertientes pero que tenga como denominador común el fomento de la bicicleta como medio, como vehículo y como herramienta para conseguirlos. Un plan de la bicicleta, para que nos entendamos. Un sistema basado en la bicicleta.
Hay una visión simplista y sesgada de un sistema que sólo se refiere a su parte infraestructural, a la adaptación de la ciudad a la bicicleta, a las facilidades con las que deberían contar los distintos elementos dotacionales para incluir la bicicleta. Pero eso sólo es una parte mínima de todo el asunto. Podría resumirse en este gráfico.
Este esquema no deja de representar un escenario, una plantilla, sin embargo el impulso de la bicicleta resulta de algo más que una más o menos compleja y aparatosa obra de ingenería civil. La bicicleta requiere un cambio de mentalidad y un cambio de hábitos, una modificación sustancial de las rutinas y una consolidación de todo ello. Y eso, más que como un sistema más o menos artificioso, hay que concebirlo como un organismo vivo, con sus órganos diferenciados pero dependientes.
Para ello hay que revisar las areas de influencia de la bicicleta, para después identificar los objetivos y los agentes, y poner los medios para conseguirlos. Educación, Salud, Obras Públicas, Medio Ambiente, Turismo, Trabajo, Empresa, Transportes, Comunicación, Asuntos Sociales, Administraciones Locales, Interior, Deporte y Juventud, podrían ser, en primera instancia, las grandes áreas de actuación.
Y este sistema complejo y vivo hay que analizarlo de forma transversal, tanto horizontal como verticalmente. Es decir, hay que tener en cuenta que se trata de un complejo multidisciplinar, donde habrá que coordinar esfuerzos paralelos, cruzados, complementarios, organizados, orquestados, integrando todos los niveles sociales y administrativos. De manera acompasada y progresiva, porque de nada valen grandes esfuerzos en algunas areas si no están compensados con avances en otras. De hecho, pueden devenir crecimientos desproporcionados que suelen resultar traumáticos.
Para ello habrá que saber sentar las bases y poner los cimientos para que la estructura se sujete, pero estableciendo prioridades. Y habrá que sospechar de cualquier fórmula mágica que no esté comprendida en la estrategia planificada, aunque esto no significa que el sistema deba ser especialmente rígido, más bien al contrario, un proyecto de esta envergadura deberá ser flexible, adaptable y con capacidad de acomodarse a los nuevos tiempos, a las circunstancias, cuando éstas sean suficientemente trascendentes.
Es hora de plantear el asunto como algo más que una colección de medidas aisladas, por más espectaculares que estas sean. Así unos cuantos carriles bici, unas bicicletas públicas, una siembra de aparcabicis, una nueva ordenanza o un registro de bicicletas no son más que anécdotas si no forman parte de un plan más integral y de una visión más holística que incluya la revisión de las políticas urbanísticas, la educación y la formación tanto integrada en el curriculum , sensibilización, soluciones de aparcamiento domésticas y en los centros de actividad, fiscalidad favorable, ayudas a la compra y a la utilización de la bici, fomento del cicloturismo, programas que promuevan la actividad física en los distintos colectivos sociales, normativas que integren la bicicleta de manera natural y labor policial para combatir el robo y para comprender las excepciones y atajar las prácticas abusivas e ilegales, entre otras políticas.
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Hay una visión simplista y sesgada de un sistema que sólo se refiere a su parte infraestructural, a la adaptación de la ciudad a la bicicleta, a las facilidades con las que deberían contar los distintos elementos dotacionales para incluir la bicicleta. Pero eso sólo es una parte mínima de todo el asunto. Podría resumirse en este gráfico.
Este esquema no deja de representar un escenario, una plantilla, sin embargo el impulso de la bicicleta resulta de algo más que una más o menos compleja y aparatosa obra de ingenería civil. La bicicleta requiere un cambio de mentalidad y un cambio de hábitos, una modificación sustancial de las rutinas y una consolidación de todo ello. Y eso, más que como un sistema más o menos artificioso, hay que concebirlo como un organismo vivo, con sus órganos diferenciados pero dependientes.
Para ello hay que revisar las areas de influencia de la bicicleta, para después identificar los objetivos y los agentes, y poner los medios para conseguirlos. Educación, Salud, Obras Públicas, Medio Ambiente, Turismo, Trabajo, Empresa, Transportes, Comunicación, Asuntos Sociales, Administraciones Locales, Interior, Deporte y Juventud, podrían ser, en primera instancia, las grandes áreas de actuación.
Y este sistema complejo y vivo hay que analizarlo de forma transversal, tanto horizontal como verticalmente. Es decir, hay que tener en cuenta que se trata de un complejo multidisciplinar, donde habrá que coordinar esfuerzos paralelos, cruzados, complementarios, organizados, orquestados, integrando todos los niveles sociales y administrativos. De manera acompasada y progresiva, porque de nada valen grandes esfuerzos en algunas areas si no están compensados con avances en otras. De hecho, pueden devenir crecimientos desproporcionados que suelen resultar traumáticos.
Para ello habrá que saber sentar las bases y poner los cimientos para que la estructura se sujete, pero estableciendo prioridades. Y habrá que sospechar de cualquier fórmula mágica que no esté comprendida en la estrategia planificada, aunque esto no significa que el sistema deba ser especialmente rígido, más bien al contrario, un proyecto de esta envergadura deberá ser flexible, adaptable y con capacidad de acomodarse a los nuevos tiempos, a las circunstancias, cuando éstas sean suficientemente trascendentes.
Es hora de plantear el asunto como algo más que una colección de medidas aisladas, por más espectaculares que estas sean. Así unos cuantos carriles bici, unas bicicletas públicas, una siembra de aparcabicis, una nueva ordenanza o un registro de bicicletas no son más que anécdotas si no forman parte de un plan más integral y de una visión más holística que incluya la revisión de las políticas urbanísticas, la educación y la formación tanto integrada en el curriculum , sensibilización, soluciones de aparcamiento domésticas y en los centros de actividad, fiscalidad favorable, ayudas a la compra y a la utilización de la bici, fomento del cicloturismo, programas que promuevan la actividad física en los distintos colectivos sociales, normativas que integren la bicicleta de manera natural y labor policial para combatir el robo y para comprender las excepciones y atajar las prácticas abusivas e ilegales, entre otras políticas.
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domingo, 15 de abril de 2012
Pienso, luego insisto
Las cosas se han torcido espectacularmente en un país que nunca ha sabido marcar una dirección, acorde a una estrategia, para sentar las bases de algo que se sujete y que fundamente el desarrollo de un futuro mejor. Hablo de bicis, no nos dejemos engañar. Pero hablo también de políticos miopes, de técnicos y asesores clientelistas, de una sociedad razonablemente adormecida y de una facilidad colectiva para la alucinación con cualquier novedad.
Creo que las cosas en estos momentos de crisis que nos siguen vendiendo no pueden pintar más feas, ya que, desgraciadamente, los recortes más importantes anunciados van a cercenar dos de los bastiones donde había que invertir mucho en bicicleta, y no hablo de los carriles bici y de las bicis públicas, no. Hablo de Educación y Sanidad.
Ahora que parece que el mundo se acaba cuando nos anuncian que no va a haber más presupuestos para hacer fastuosas obras en forma de "caminitos imposibles para bicicletas", ahora que el ideario pro-bici se agota y se sigue afanando en hacer líneas divisorias, ahora el asunto del cambio de hábitos de vida y de modelo de ciudad parece que queda más lejos que nunca. Incluso puede llegar a parecer que resulta inconveniente hablar de ello en un escenario donde cada uno se agarra a su nómina y a su vida anterior con más fuerza que nunca.
El futuro de nuestra sociedad, como el futuro de nuestras ciudades, pasa irremisiblemente por replantear algunos paradigmas que han fundamentado el errático camino que nos ha traído hasta donde estamos. Hay que volver a pensar en el huevo y la gallina, hay que volver a pensar quién paga el pato, hay que pensar quién se lleva el ascua a su sardina y quién sigue vendiendo duros a cuatro pesetas y, sobre todo, hay que volver a pensar qué hemos dejado de hacer en todo este tiempo.
Así pues, hay que empezar a pensar en que la gallina de los huevos de oro la hemos matado y hay que cambiar de sistema, porque también en los asuntos de la bici estamos ante una crisis sistémica, ya que la era del ladrillo, de la excavadora y del pelotazo, o lo que es lo mismo, la era del carril bici y la bici pública, está prácticamente finiquitada y hay que cambiar el panorama y empezar a construir las cosas desde la base y la base no puede ser nunca otra que: menos coches, para conseguir espacios más habitables, más seguros y más limpios, y hábitos de vida más saludables, más sociables y más humanos, donde demos oportunidades reales a nuestros menores y donde nuestros mayores no se encuentren tan desplazados. Y después habrá que empeñar nuestro mejor esfuerzo en consolidarlo.
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Ciclocrisis
Creo que las cosas en estos momentos de crisis que nos siguen vendiendo no pueden pintar más feas, ya que, desgraciadamente, los recortes más importantes anunciados van a cercenar dos de los bastiones donde había que invertir mucho en bicicleta, y no hablo de los carriles bici y de las bicis públicas, no. Hablo de Educación y Sanidad.
Ahora que parece que el mundo se acaba cuando nos anuncian que no va a haber más presupuestos para hacer fastuosas obras en forma de "caminitos imposibles para bicicletas", ahora que el ideario pro-bici se agota y se sigue afanando en hacer líneas divisorias, ahora el asunto del cambio de hábitos de vida y de modelo de ciudad parece que queda más lejos que nunca. Incluso puede llegar a parecer que resulta inconveniente hablar de ello en un escenario donde cada uno se agarra a su nómina y a su vida anterior con más fuerza que nunca.
Cambio de desarrollo
El futuro de nuestra sociedad, como el futuro de nuestras ciudades, pasa irremisiblemente por replantear algunos paradigmas que han fundamentado el errático camino que nos ha traído hasta donde estamos. Hay que volver a pensar en el huevo y la gallina, hay que volver a pensar quién paga el pato, hay que pensar quién se lleva el ascua a su sardina y quién sigue vendiendo duros a cuatro pesetas y, sobre todo, hay que volver a pensar qué hemos dejado de hacer en todo este tiempo.
Así pues, hay que empezar a pensar en que la gallina de los huevos de oro la hemos matado y hay que cambiar de sistema, porque también en los asuntos de la bici estamos ante una crisis sistémica, ya que la era del ladrillo, de la excavadora y del pelotazo, o lo que es lo mismo, la era del carril bici y la bici pública, está prácticamente finiquitada y hay que cambiar el panorama y empezar a construir las cosas desde la base y la base no puede ser nunca otra que: menos coches, para conseguir espacios más habitables, más seguros y más limpios, y hábitos de vida más saludables, más sociables y más humanos, donde demos oportunidades reales a nuestros menores y donde nuestros mayores no se encuentren tan desplazados. Y después habrá que empeñar nuestro mejor esfuerzo en consolidarlo.
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sábado, 14 de abril de 2012
¡Viva el poncho, manito!
Hoy más que llover, jarrea en esta parte del planeta. Una parte como muchas otras por este lado del mundo sedienta de agua, necesitada de líquido elemento. Porque la estamos desecando a toda velocidad y parece que seguimos sin levantar el pie del acelerador porque no queremos ver más allá de nuestro ombligo que, dicho sea de paso, cada vez está más adelante.
Hoy es día de paraguas, de impermeable y de poncho si vas en bicicleta o andando. Porque la excusa de que si llueve no se puede andar en bici se está desmitificando poco a poco también en esta parte del planeta, donde la gente, contra viento y marea, sigue apostando por la practicidad de la bici. También cuando llueve.
Dicen que nunca llueve a gusto de todos. Cierto. Hoy llueve a gusto. No más.
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Hoy es día de paraguas, de impermeable y de poncho si vas en bicicleta o andando. Porque la excusa de que si llueve no se puede andar en bici se está desmitificando poco a poco también en esta parte del planeta, donde la gente, contra viento y marea, sigue apostando por la practicidad de la bici. También cuando llueve.
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viernes, 13 de abril de 2012
Más sobre robos, candados y parkings de bicis
Esta es la constatación de una realidad que cada vez es más patente y por tanto más preocupante: el robo es la causa principal que desincentiva el uso de la bicicleta en la ciudad y la gente sigue sin darse por enterada. Mientras no se trabaje de una manera seria y coordinada contra esta lacra que ataca sin hacer distingos en la calidad de las bicicleta que se roban y que sólo depende de su vulnerabilidad, de la desinformación de sus dueños, de la poca seguridad que ofrecen los aparcamientos disponibles, de la escasa acción policial y de la impunidad de los ladrones, esto no hará más que empeorar.
Ante esta realidad, cabe resignarse y hacerse el argumento de consolación de que, aunque te lleguen a robar una bici de vez en cuando, la inversión estará más que amortizada si sacamos la cuenta del ahorro en tiempo y dinero que supone la utilización de la bici al día y la mejora en nuestro estado de salud tanto física como mental. Sin embargo, hay gente que se resiste a ello y opta por pasar a la acción.
Albacete se mueve
Un ejemplo, que ya comentamos en su día es el de la asociación Almansa en Bici que lanzó una campaña con información de calidad que hoy presentamos en formato folleto.
La buena noticia nos llega también desde Albacete, esta vez desde la capital, donde tres parkings subterráneos crearán 45 plazas para bicis, además de disponer de vestuarios, consignas y hasta candados para los usuarios de dichos servicios por una cuota de 10 euros al mes. Respondiendo a la iniciativa presentada y defendida por la asociación Curba Ciclistas Urbanos de promoción del uso de la bici como medio de transporte.
Aparcamiento Avenida de España de Albacete (foto sacada de aquí) |
Aparcamiento subterráneo de bicis belga (imagen cortesía de Doble Fïla) |
Dos buenos ejemplos, casi inmejorables, de acción social contra el robo de bicicletas. A ver si tomamos ejemplo y difundimos y reproducimos este tipo de iniciativasen otros puntos de nuestra geografía.
jueves, 12 de abril de 2012
Deja el coche y aprende a socializar
Dicen los entendidos que utilizando la bicicleta contribuímos a hacer nuestro entorno más amable. Es lo que muchos de nosotros nos empeñamos en comunicar a nuestros semejantes por activa y por pasiva. Ahí va otro intento de explicarlo.
Gente razonable e incluso personas agradables se vuelven irascibles con sólo ponerse al volante. Dicen que conducir enerva. Habría que añadir que conducir también te hace insolente, ordinario, insolidario y te ayuda a practicar la violencia vial y la verbal.
El problema es que lo tenemos tan interiorizado que ya no nos damos cuenta. De hecho, contamos con ello.
Sería largo y tedioso tratar de explicar los efectos que provocan este cambio de actitud en las personas nada más ponerse a conducir. La mente humana es compleja. Pero lo que está claro es que respirar un aire viciado, acondicionado, ir protegidos por una estructura que nos protege, nos aisla y nos insonoriza y funcionar a golpe de acelerador y freno tiene unos efectos terminales en todas las personas que se exponen a ello. Esta sensación de poder que proporciona el coche, que te hace sentirte invulnerable, fomenta esa prepotencia y esa valentía.
Es precisamente la vulnerabilidad la que obliga a la gente que anda en bicicleta a ser más amable y respetuosa. Tener que entenderse con los demás por el privilegio de ir a cara descubierta y la condición de circular sin coraza, por la imposibilidad de escapar a golpe de acelerador o de ignorar al vecino subiendo la ventanilla y el volúmen de la música. Oir las voces, los gritos, los comentarios incluso. Eso hace que la gente que utiliza la bici para desplazarse sea más sociable voluntaria o involuntariamente.
Eso y el aire en la cara, sintiendo el frío, el calor, los aromas, oyendo los sonidos, realizando un ejercicio suave y eficiente en cada viaje, limpio y silencioso, sacando adrenalina, liberando endorfinas... todo eso provoca una sensación de bienestar realmente agradable. No hay manera de llegar de mal humor cuando se circula en bicicleta.
Tú eliges.
¿Te has dado cuenta cómo muta la gente cuando se pone al volante?
Gente razonable e incluso personas agradables se vuelven irascibles con sólo ponerse al volante. Dicen que conducir enerva. Habría que añadir que conducir también te hace insolente, ordinario, insolidario y te ayuda a practicar la violencia vial y la verbal.
El problema es que lo tenemos tan interiorizado que ya no nos damos cuenta. De hecho, contamos con ello.
Pero ¿por qué se produce esta mutación?
Sería largo y tedioso tratar de explicar los efectos que provocan este cambio de actitud en las personas nada más ponerse a conducir. La mente humana es compleja. Pero lo que está claro es que respirar un aire viciado, acondicionado, ir protegidos por una estructura que nos protege, nos aisla y nos insonoriza y funcionar a golpe de acelerador y freno tiene unos efectos terminales en todas las personas que se exponen a ello. Esta sensación de poder que proporciona el coche, que te hace sentirte invulnerable, fomenta esa prepotencia y esa valentía.
¿Y por qué a los ciclistas no les pasa eso?
Es precisamente la vulnerabilidad la que obliga a la gente que anda en bicicleta a ser más amable y respetuosa. Tener que entenderse con los demás por el privilegio de ir a cara descubierta y la condición de circular sin coraza, por la imposibilidad de escapar a golpe de acelerador o de ignorar al vecino subiendo la ventanilla y el volúmen de la música. Oir las voces, los gritos, los comentarios incluso. Eso hace que la gente que utiliza la bici para desplazarse sea más sociable voluntaria o involuntariamente.
Eso y el aire en la cara, sintiendo el frío, el calor, los aromas, oyendo los sonidos, realizando un ejercicio suave y eficiente en cada viaje, limpio y silencioso, sacando adrenalina, liberando endorfinas... todo eso provoca una sensación de bienestar realmente agradable. No hay manera de llegar de mal humor cuando se circula en bicicleta.
Tú eliges.
martes, 10 de abril de 2012
¿Quién dijo que no se puede correr en un carril bici?
¡Y aún hay algunos que se atreven a poner en tela de juicio la seguridad y la agilidad que aportan este tipo de infraestructuras para la circulación ciclista en la ciudad y de cuestionar a los que las utilizan de irresponsables! ¡Insensatos!
¿Y quién dijo que no se puede ir despacio por la calzada?
Son los mismos que proponen ocupar la calzada a bordo de una bicicleta y hacerse valer en ella. ¡En el tráfico! ¡Entre coches y autobuses! ¿Qué se habrán creído? ¿Que somos una pandilla de kamikazes que no tenemos apego a nuestras vidas?
lunes, 9 de abril de 2012
El "terracing" conquista la calzada
La ciudad de Pamplona lleva unos días revuelta desde que se dió a conocer en la prensa la modificación propuesta en la ordenanza que regula el uso de las terrazas. Nada nuevo: el que quiera terraza que la pague. Ahora bien, hay una pequeña novedad que llama la atención: donde las aceras resulten demasiado estrechas, las terrazas se podrán colocar en la calzada, ocupando las plazas de parking que se crean convenientes hasta el límite correspondiente a la fachada del establecimiento.
Ocupar plazas de aparcamiento, que en algunos lugares se hace como una práctica ciertamente subversiva que se denomina "parking day" (día del aparcamiento) y que consiste en plantarse en una plaza de aparcamiento para todo el día como forma de reivindicar la recuperación del espacio urbano cedido al coche, aquí se ha consentido en mercantilizar bajo la fórmula del "terracing" que, sobre todo después de la implantación de la ley anti-tabaco, ha cobrado especial relevancia y un éxito sin precedentes en nuestras calles.
Claro que hará falta pagar la tasa correspondiente y justificar suficientemente la necesidad, pero simbólicamente esta medida marca un hito en dos direcciones fundamentales:
Hay un concepto que se maneja todavía en el campo pero que en las ciudades, que tendría mucho más sentido y significado, no está tan vigente: la servidumbre de paso. Realmente recoge el derecho del propietario de una finca para exigir a su vecino el paso para acceder a la suya. Aquí, porque hablamos del espacio público, lo recogeríamos como el derecho de todo peatón a acceder al otro lado de la acera ante la invasión de la misma por diversos motivos. Es una figura novedosa en una sociedad que no ha tenido empacho en comerse las calles, aceras incluidas, para dárselas al coche, a la bici o a cualquier fin comercial. Esto sienta un importante precedente.
Pero lo que resulta realmente significativo es la concesión a la ocupación de la calzada y más concretamente de plazas de aparcamiento para algo que no sea relativo al coche. Hasta ahora lo que habíamos aprendido es que los aparcamientos en superficie eran algo así como un derecho consolidado de los propietarios de los coches, algo que iba incluído en el permiso de circulación y que era tan exigible con inalienable. Sólo se entendía la excepcionalidad de la peatonalización. Permitir que la calzada se ocupe de manera permanente para un fin que no sea la circulación o el aparcamiento de automóviles es, más que una novedad, un cambio cualitativo determinante.
Por supuesto que tiene fines indudablemente mercantilistas y recaudatorios, pero siempre será mejor tener una terraza más, por más privada y consumista que esta sea, que un espacio ocupado de manera privativa por un automovilista para dejar su coche en la calle. Hay que recuperar muchas parcelas en la ciudad para las personas arrebatándoselas a los coches y ésta, entre otras, es una buena manera. Sería mejor que fuera sin precio, pero la noticia es la que es y el mundo en el que vivimos no está para florituras, sobre todo en lo que a financiación municipal respecta, así que, lo daremos por bueno.
Ocupar plazas de aparcamiento, que en algunos lugares se hace como una práctica ciertamente subversiva que se denomina "parking day" (día del aparcamiento) y que consiste en plantarse en una plaza de aparcamiento para todo el día como forma de reivindicar la recuperación del espacio urbano cedido al coche, aquí se ha consentido en mercantilizar bajo la fórmula del "terracing" que, sobre todo después de la implantación de la ley anti-tabaco, ha cobrado especial relevancia y un éxito sin precedentes en nuestras calles.
Imagen de RetROW (Rethinking the Right-Of-Way) |
Claro que hará falta pagar la tasa correspondiente y justificar suficientemente la necesidad, pero simbólicamente esta medida marca un hito en dos direcciones fundamentales:
Defiende las aceras
Hay un concepto que se maneja todavía en el campo pero que en las ciudades, que tendría mucho más sentido y significado, no está tan vigente: la servidumbre de paso. Realmente recoge el derecho del propietario de una finca para exigir a su vecino el paso para acceder a la suya. Aquí, porque hablamos del espacio público, lo recogeríamos como el derecho de todo peatón a acceder al otro lado de la acera ante la invasión de la misma por diversos motivos. Es una figura novedosa en una sociedad que no ha tenido empacho en comerse las calles, aceras incluidas, para dárselas al coche, a la bici o a cualquier fin comercial. Esto sienta un importante precedente.
Ocupa las calzadas
Pero lo que resulta realmente significativo es la concesión a la ocupación de la calzada y más concretamente de plazas de aparcamiento para algo que no sea relativo al coche. Hasta ahora lo que habíamos aprendido es que los aparcamientos en superficie eran algo así como un derecho consolidado de los propietarios de los coches, algo que iba incluído en el permiso de circulación y que era tan exigible con inalienable. Sólo se entendía la excepcionalidad de la peatonalización. Permitir que la calzada se ocupe de manera permanente para un fin que no sea la circulación o el aparcamiento de automóviles es, más que una novedad, un cambio cualitativo determinante.
Por supuesto que tiene fines indudablemente mercantilistas y recaudatorios, pero siempre será mejor tener una terraza más, por más privada y consumista que esta sea, que un espacio ocupado de manera privativa por un automovilista para dejar su coche en la calle. Hay que recuperar muchas parcelas en la ciudad para las personas arrebatándoselas a los coches y ésta, entre otras, es una buena manera. Sería mejor que fuera sin precio, pero la noticia es la que es y el mundo en el que vivimos no está para florituras, sobre todo en lo que a financiación municipal respecta, así que, lo daremos por bueno.
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domingo, 8 de abril de 2012
¿Sabemos candar nuestras bicis?
Estamos demasiado acostumbrados a quejarnos. En general, preferimos quejarnos por todo antes que hacer algo por mejorarlo. Hacer implica un esfuerzo y una responsabilidad, quejarse es gratis, pero tiene sus consecuencias: nada cambia. El asunto de las bicis está rodeado que quejicas. Gente que se queja de que no hay carriles bici, gente que se queja de que no le respetan en la calzada, gente que se queja de que esto de andar en bici es peligroso cuando casi no son capaces de mantener el equilibrio o gente que se queja de que le han robado la bici, de que se roban demasiadas bicis. Hoy vamos a ocuparnos de estos últimos.
A mucha gente a la que le roban la bici y se lamentan de ello se le podría responsabilizar de ello, aunque tan sólo sea en una parte, la que le compete a cada uno a la hora de tomar precauciones suficientes al asegurar la bici en la calle.
No es la pretensión de esta entrada hacer un manual prolijo y completo del ejercicio del candado. Tan sólo quiere ser una constatación de que la gente, la mayoría de la gente no conoce los principios básicos a la hora de candar una bicicleta. Repasemos.
Una sirga no es sino un reclamo para muchos ladrones de bicicletas que, por suerte o por desgracia, cuando operan en la calle, buscan objetivos fáciles. Consulta en tu tienda de confianza y busca candados que no se corten con una cizalla en unos segundos. Una sirga no vale, una cadena de ferretería tampoco, muchos pitones son también demasiado fáciles.
Por mucho candado que exhibas, es importante que lo utilices adecuadamente. Si sólo candas tu bici contra ella misma estás invitando a que se la lleven a cuestas, que, aunque sea una manera penosa de robar, es fácil si se cuenta con un vehículo. Esto vale para unos minutos, nunca para unas horas.
Si tienes que elegir, es importante que preserves lo más valioso de tu bici, normalmente el cuadro. Es eso lo que estás fijando, el resto se lo pueden llevar con soltar la pieza que has candado.
Aunque hay gente realmente descabellada capaz de hacer lo indecible para que le roben la bici, con tan sólo soltar un cierre rápido.
Tu bici no vale lo que cuesta, sino lo que representa para ti. Hay bicis por las que "los mercados" no darían un pimiento pero que para ti no tienen precio. Tenlo en cuenta cuando compres un candado. Tenlo en cuenta cuando la dejes en la calle a merced de "los elementos".
La próxima vez que vayas a dejar tu bici en la calle para un rato y quieras que esté allí a tu vuelta piensa que hay mucho chorizo suelto, así que deberás dejarla bien atada. Sobre todo si es tu elemento de locomoción habitual. Si no lo haces, por favor, no te quejes.
Y recuerda que tu inacción también contribuye a alimentar falsas expectativas y monstruos tan grandes como el registro de bicicletas y las bicicletas públicas, como soluciones disuasorias ante el robo de bicicletas.
La condecoración de hoy a la bicicleta mejor candada entre las que hemos encontrado esta semana se la lleva la persona que ha candado esta bicicleta de esta manera. ¡Enhorabuena! Con gente como tú mejoramos la estadística terriblemente.
Artículos relacionados
- Bicicletas robadas
- ¿A quién no le han robado la bici?
- No dejes que te roben la bici
- Abusar, cuestión de fuerza
- ¿Qué podemos hacer para que roben más bicis?
¿Cuántas bicis robadas habían sido antes bien candadas?
A mucha gente a la que le roban la bici y se lamentan de ello se le podría responsabilizar de ello, aunque tan sólo sea en una parte, la que le compete a cada uno a la hora de tomar precauciones suficientes al asegurar la bici en la calle.
No es la pretensión de esta entrada hacer un manual prolijo y completo del ejercicio del candado. Tan sólo quiere ser una constatación de que la gente, la mayoría de la gente no conoce los principios básicos a la hora de candar una bicicleta. Repasemos.
1. Utiliza un candado de seguridad
Una sirga no es sino un reclamo para muchos ladrones de bicicletas que, por suerte o por desgracia, cuando operan en la calle, buscan objetivos fáciles. Consulta en tu tienda de confianza y busca candados que no se corten con una cizalla en unos segundos. Una sirga no vale, una cadena de ferretería tampoco, muchos pitones son también demasiado fáciles.
2. Canda la bicicleta a un elemento fijo
Por mucho candado que exhibas, es importante que lo utilices adecuadamente. Si sólo candas tu bici contra ella misma estás invitando a que se la lleven a cuestas, que, aunque sea una manera penosa de robar, es fácil si se cuenta con un vehículo. Esto vale para unos minutos, nunca para unas horas.
3. Asegura al menos una rueda y el cuadro
Si tienes que elegir, es importante que preserves lo más valioso de tu bici, normalmente el cuadro. Es eso lo que estás fijando, el resto se lo pueden llevar con soltar la pieza que has candado.
Aunque hay gente realmente descabellada capaz de hacer lo indecible para que le roben la bici, con tan sólo soltar un cierre rápido.
4. No pienses en el precio candado sino en el valor de tu bici
Tu bici no vale lo que cuesta, sino lo que representa para ti. Hay bicis por las que "los mercados" no darían un pimiento pero que para ti no tienen precio. Tenlo en cuenta cuando compres un candado. Tenlo en cuenta cuando la dejes en la calle a merced de "los elementos".
La próxima vez que vayas a dejar tu bici en la calle para un rato y quieras que esté allí a tu vuelta piensa que hay mucho chorizo suelto, así que deberás dejarla bien atada. Sobre todo si es tu elemento de locomoción habitual. Si no lo haces, por favor, no te quejes.
Y recuerda que tu inacción también contribuye a alimentar falsas expectativas y monstruos tan grandes como el registro de bicicletas y las bicicletas públicas, como soluciones disuasorias ante el robo de bicicletas.
La condecoración de hoy a la bicicleta mejor candada entre las que hemos encontrado esta semana se la lleva la persona que ha candado esta bicicleta de esta manera. ¡Enhorabuena! Con gente como tú mejoramos la estadística terriblemente.
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- Bicicletas robadas
- ¿A quién no le han robado la bici?
- No dejes que te roben la bici
- Abusar, cuestión de fuerza
- ¿Qué podemos hacer para que roben más bicis?
sábado, 7 de abril de 2012
Cercanía, proximidad, inmediatez, familiaridad
Nos estamos haciendo mayores. Me doy cuenta porque empezamos a contar cosas de nuestra juventud y eso es un signo inconfundible de envejecimiento. Prefiero eso a no asumir la edad que se tiene o a intentar negar el paso inexorable del tiempo. Estos días hemos tenido dosis extra de comunicaciones con la siguiente generación, algo que sirve para tomar conciencia de la distancia que nos empieza a separar. Es precisamente de la distancia de lo que hemos estado hablando en todas ellas.
La gente joven de mi generación vivía mayoritariamente en las inmediaciones, en el barrio. Hoy en día no, o, al menos, no tanto. Entonces vivíamos, estudiábamos, salíamos y hacíamos las compras y las actividades en un radio de 2 kilómetros, normalmente a pie o en bici. No hacía falta más. No dependíamos de nadie que nos trajera y nos llevara. Eramos más independientes y más autosuficientes. Y además conocíamos perfectamente nuestro entorno, sus rincones, sus vericuetos, sus gentes, sus oportunidades y sus amenazas. Sabíamos perfectamente qué se podía hacer y qué no, quiénes eran las amistades seguras y cuáles eran las peligrosas.
Hoy en día, los jóvenes, niños y adolescentes, se encuentran mucho más desplazados. Los mayores también, pero esos me importan menos. Los jóvenes dependen mucho más del transporte, porque ahora hay que trasladarse para todo: para estudiar, para salir, para comprar y para hacer cualquier actividad. Y, en muchos casos, eso no lo pueden hacer por sus propios medios, y necesitan a otros que les transporten de manera segura, varias veces al día, muchas veces a la semana. Transporte colectivo y automóviles particulares juegan en este escenario un papel esencial. Es el mundo de la movilidad, de la hipermovilidad. Y sin embargo parece que nadie añora lo anterior porque estaría trasnochado, desfasado, sería un aldeano, y eso sí que no.
El homenaje de hoy va dirigido a todas aquellas personas que se han dado cuenta de que esto de moverse para todo y aumentar las distancias no genera más que ansiedad, lejanía, diferimiento, desubicación e impersonalización. Me encanta la gente que compra con carritos de la compra o, como algunos majaretas, con "la bici de la compra" y que conoce al tendero, a la vecina y al barrendero por su nombre. Llamarme pueblerino, me lo merezco. A mucha honra.
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- Refundemos la aldea local
- Cómo centripetar después de haber centrifugado tanto
- Autonomía a pedales
- Urbanismo sostenible = fomento de la proximidad
- Viva la Pepa
La gente joven de mi generación vivía mayoritariamente en las inmediaciones, en el barrio. Hoy en día no, o, al menos, no tanto. Entonces vivíamos, estudiábamos, salíamos y hacíamos las compras y las actividades en un radio de 2 kilómetros, normalmente a pie o en bici. No hacía falta más. No dependíamos de nadie que nos trajera y nos llevara. Eramos más independientes y más autosuficientes. Y además conocíamos perfectamente nuestro entorno, sus rincones, sus vericuetos, sus gentes, sus oportunidades y sus amenazas. Sabíamos perfectamente qué se podía hacer y qué no, quiénes eran las amistades seguras y cuáles eran las peligrosas.
Hoy en día, los jóvenes, niños y adolescentes, se encuentran mucho más desplazados. Los mayores también, pero esos me importan menos. Los jóvenes dependen mucho más del transporte, porque ahora hay que trasladarse para todo: para estudiar, para salir, para comprar y para hacer cualquier actividad. Y, en muchos casos, eso no lo pueden hacer por sus propios medios, y necesitan a otros que les transporten de manera segura, varias veces al día, muchas veces a la semana. Transporte colectivo y automóviles particulares juegan en este escenario un papel esencial. Es el mundo de la movilidad, de la hipermovilidad. Y sin embargo parece que nadie añora lo anterior porque estaría trasnochado, desfasado, sería un aldeano, y eso sí que no.
El homenaje de hoy va dirigido a todas aquellas personas que se han dado cuenta de que esto de moverse para todo y aumentar las distancias no genera más que ansiedad, lejanía, diferimiento, desubicación e impersonalización. Me encanta la gente que compra con carritos de la compra o, como algunos majaretas, con "la bici de la compra" y que conoce al tendero, a la vecina y al barrendero por su nombre. Llamarme pueblerino, me lo merezco. A mucha honra.
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- Cómo centripetar después de haber centrifugado tanto
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viernes, 6 de abril de 2012
Por fin llegó la Semana Santa del Coche
Muchas veces cuando uno se mete en uno de esos soliloquios en los que se cuestiona el uso excesivo, abusivo e irracional del coche cargado de múltiples argumentos y razones de peso, alguien pregunta:
- ¿Es que queréis que la gente renuncie a sus coches?
Es la pregunta del millón. Hay que reconocer que el coche tiene sus cualidades incuestionables: recorrer largas distancias, transportar cargas y varios pasajeros a la vez, llegar a lugares donde el transporte colectivo no llega... En esas misiones el coche es insustituible y las vacaciones representan la gran oportunidad para reivindicar el coche como el gran vehículo para poder acceder a nuestros destinos privados y privativos.
La Semana Santa se presenta como una de esas oportunidades inigualables para justificar y exprimir el coche. La semana de los 14 millones de desplazamientos en un país de 47 millones de habitantes así lo demuestra. Incluso con un pronóstico meteorológico tan malo como el que tenemos, nadie es capaz de renunciar al placer de conducir, en medio del atasco, con el resto de la muchedumbre automotorizada, aunque la gasolina vuelva a marcar máximos históricos y para disfrutar de 3 días de vacaciones haya que penar 2 de preparativos, viajes y recogidas. Somos así de borregos y además nos regodeamos de ello con estúpida arrogancia.
Ayer, en el supermercado donde se concentraba todavía parte de los más rezagados haciendo aprovisionamiento de víveres y útiles para la salida, me encontré este mensaje enternecedor:
Estamos metidos en esto hasta las cejas y, lo peor de todo, es que queremos seguir estándolo.
Ayer se publicó un estudio que revela los costes de los atascos. Tan sólo valorando sus efectos en la contaminación, en la pérdida de tiempo y en el exceso de consumo de combustible y revela que a cada miserable ciudadano motorizado los atascos le vienen a salir por un pico anual de entre 100 y 1.000 euros, dependiendo del tamaño y de la congestión de la ciudad donde resida.
Un pico que hay que sumar a la cuenta anual de la tenencia y uso de un coche que, por término medio, no baja de los 3.000 euros y a toda una serie de gastos indirectos que el sufrido contribuyente sufraga formalmente y que vienen motivados también por la sobreutilización del automóvil. Son esos gastos relacionados con la salud (incremento exponencial de la obesidad, afecciones respiratorias, problemas cardiovasculares y el nunca suficientemente ponderado estrés), el mantenimiento de las infraestructuras, muchas veces sobredimensionadas y faraónicas, la incidencia de los accidentes en muertes y secuelas imputables a los mismos.
Todo eso sin contar con la cesión de espacio público y la conculcación del derecho a la paz y la seguridad en las principales calles y plazas de nuestras ciudades y todas las prebendas y las regalías que le hemos ido concediendo al Santo Coche. No sé qué más va a tener que suceder para que empecemos a darnos cuenta de que esto no es que sea insostenible, sino que empieza a resultar insoportable. Si la crisis, la recesión y los recortes no lo han conseguido...
En fin, en otro momento profundizaremos sobre ello porque ahora tengo un poco de prisa. ¡Chao!
- ¿Es que queréis que la gente renuncie a sus coches?
Es la pregunta del millón. Hay que reconocer que el coche tiene sus cualidades incuestionables: recorrer largas distancias, transportar cargas y varios pasajeros a la vez, llegar a lugares donde el transporte colectivo no llega... En esas misiones el coche es insustituible y las vacaciones representan la gran oportunidad para reivindicar el coche como el gran vehículo para poder acceder a nuestros destinos privados y privativos.
La Semana Santa se presenta como una de esas oportunidades inigualables para justificar y exprimir el coche. La semana de los 14 millones de desplazamientos en un país de 47 millones de habitantes así lo demuestra. Incluso con un pronóstico meteorológico tan malo como el que tenemos, nadie es capaz de renunciar al placer de conducir, en medio del atasco, con el resto de la muchedumbre automotorizada, aunque la gasolina vuelva a marcar máximos históricos y para disfrutar de 3 días de vacaciones haya que penar 2 de preparativos, viajes y recogidas. Somos así de borregos y además nos regodeamos de ello con estúpida arrogancia.
Ayer, en el supermercado donde se concentraba todavía parte de los más rezagados haciendo aprovisionamiento de víveres y útiles para la salida, me encontré este mensaje enternecedor:
Estamos metidos en esto hasta las cejas y, lo peor de todo, es que queremos seguir estándolo.
¿Cuánto nos cuesta todo esto?
Ayer se publicó un estudio que revela los costes de los atascos. Tan sólo valorando sus efectos en la contaminación, en la pérdida de tiempo y en el exceso de consumo de combustible y revela que a cada miserable ciudadano motorizado los atascos le vienen a salir por un pico anual de entre 100 y 1.000 euros, dependiendo del tamaño y de la congestión de la ciudad donde resida.
Un pico que hay que sumar a la cuenta anual de la tenencia y uso de un coche que, por término medio, no baja de los 3.000 euros y a toda una serie de gastos indirectos que el sufrido contribuyente sufraga formalmente y que vienen motivados también por la sobreutilización del automóvil. Son esos gastos relacionados con la salud (incremento exponencial de la obesidad, afecciones respiratorias, problemas cardiovasculares y el nunca suficientemente ponderado estrés), el mantenimiento de las infraestructuras, muchas veces sobredimensionadas y faraónicas, la incidencia de los accidentes en muertes y secuelas imputables a los mismos.
Todo eso sin contar con la cesión de espacio público y la conculcación del derecho a la paz y la seguridad en las principales calles y plazas de nuestras ciudades y todas las prebendas y las regalías que le hemos ido concediendo al Santo Coche. No sé qué más va a tener que suceder para que empecemos a darnos cuenta de que esto no es que sea insostenible, sino que empieza a resultar insoportable. Si la crisis, la recesión y los recortes no lo han conseguido...
En fin, en otro momento profundizaremos sobre ello porque ahora tengo un poco de prisa. ¡Chao!
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