Nos han enseñado a no ser críticos, nos han enseñado a ser obedientes, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por nuestro propio bien, por el bien colectivo. Tanto es así, que incluso cuando las cosas se ponen feas de verdad como se están poniendo, sólo una minoría es capaz de denunciarlo públicamente, porque el resto sigue creyendo que es mejor estar parados que moverse si nadie se lo ha ordenado. Es curioso el fundamento del orden social que se ha ido consolidando en nuestra sociedad, ese que fomenta el aborregamiento, el seguidismo y la resignación.
Hoy toca hablar del presupuesto familiar, una de esas entelequias que la mayoría de nosotros estamos habituados a gestionar con maestría pero sin cuestionar ninguna de sus partidas porque parecen inamovibles. Entre dichas subcuentas, hay una que es especialmente importante, muchas veces tan importante incluso como la de la vivienda, y que participa decisivamente en la asfixia que viven muchas familias en este país. Es la cuenta del coche.
La cuenta del coche
Nadie cuestiona la cuenta del coche en una sociedad que ha trabajado muy duro para hacer que el coche sea el medio de locomoción más conveniente. Nadie. Nadie ha reparado en que la tenencia y manutención de un coche, cuesta mensualmente un mínimo de 300 euros. Nos hemos acostumbrado de tal manera a soportar este gasto que lo hemos asimilado al de la hipoteca o el alquiler de la vivienda. De hecho, muchas familias alimentan 2 y 3 coches con presupuestos familiares realmente exiguos y con agobios financieros fenomenales. Pero somos así de valientes cuando nos lo proponemos, o, casi mejor, cuando asumimos algo como incuestionable.
Lo más aterrorizante de esta situación es que, ahora que nos están haciendo apretarnos el cinturón de una manera increíble, la gente sigue aferrada al volante en propiedad y a todo lo que ello conlleva como si de ello dependiera su libertad, su capacidad de moverse o su acceso al mercado laboral. Somos así de miserables. Vivimos así de engañados.
La verdadera cuenta del coche
Pero la verdadera cuenta del coche, la de cuánto tenemos que pagar no ya sólo como propietarios sino además como contribuyentes, es la que la inmensa mayoría en esta sociedad engañosa y falsa está empeñada en ignorar, intencionadamente o no. El coste real para una sociedad que se ha organizado alrededor del coche es muchísimo mayor que ese presupuesto familiar donde sólo nos han repercutido algunos impuestos marginales como son el de los carburantes, el de circulación o el del valor añadido.
Nadie en su sano juicio es capaz de cuestionar hasta el día de hoy el gasto en construcción y mantenimiento de las infraestructuras megalomaníacas que se han aparejado para el coche a lo largo y ancho del país, aunque es quizá la partida presupuestaria que todo el mundo sospecha que representa el precio para poder disfrutar de nuestros todopoderosos coches y para garantizarnos la ubicuidad que ellos nos facilitan. Más bien al contrario, se siguen justificando autopistas urbanas e interurbanas como la solución a la concurrencia de un parque automovilístico cada vez mayor y cada vez más utilizado.
Sin embargo, no es la cuenta más importante. Mucho mayor es el peaje que estamos pagando en salud pública por el uso intensivo y extensivo del coche. La incidencia de la obesidad, de las enfermedades cardiorrespiratorias o del estrés en nuestra sociedad producto de un estilo de vida cada vez más sedentario y de una calidad del aire cada vez peor, fomentado por el uso del coche se han convertido en los problemas más acuciantes de la sanidad pública en este país. Eso por no hablar del coste de los accidentes y de las secuelas de los mismos.
Pero está también el precio de la congestión y el coste de la subsidiarización del aparcamiento, algo que nos cuesta mucho más creer pero que desgraciadamente es igual de real. Todo eso sin tener el cuenta las fabulosas ayudas y exenciones a la fabricación, compra y reposición de coches y recambios. Y por supuesto sin cuestionar el estilo de urbanismo y la hipermovilidad que nos han vendido, que sólo tiene sentido a bordo de un automóvil.
Lo que no tiene precio es el espacio público que se ha usurpado para conseguir que todo esto funcione, tanto para circulación como para aparcamiento y que ahora parece descabellado de restituir a sus verdaderos acreedores: las personas.
Por todo esto y porque además el coche aisla, violenta y condiciona los tránsitos de los demás, haznos un favor: deja el coche en casa. Cuando puedas y cuanto puedas. Tu bolsillo lo agradecerá, el nuestro también.
Un aplauso de mi parte, uno de los mejores artículos que he leído en el blog.
ResponderEliminarAl leer este articulo me acordaba de esta entrada en Copenhagenize que decía que, de media, un norte americano gastaba 1600 horas al año (casi el 20%) de su tiempo en su coche o trabajando para pagar su coche...
ResponderEliminarhttp://www.copenhagenize.com/2011/04/bicycles-are-faster-than-cars.html
de aquí os podéis descargar una hoja excel, donde muestra lo que cuesta un coche. Resultado alucinante
Eliminarhttp://datos.enbicipormadrid.es/media/el%20verdadero%20coste%20del%20coche.xls