¿Qué debe hacer una persona para ser considerada ejemplar en la práctica del ciclismo urbano cotidiano? ¿Cómo catalogaríamos a un individuo sobre una montura de dos ruedas implusada a pedales como modélico en su ejercicio ciclista? Ahí va un intento de categorizar algo tan difícil como la conducta humana para definir la virtud en relación con el uso de la bicicleta como medio de transporte urbano. Para facilitar la comprensión y, teniendo en cuenta que hablamos del camino de la virtud, lo formularemos a modo de decálogo, para redondear, como los mandamientos.
1. Sabe manejar su bicicleta
Algo más que mantener el equilibrio. Es capaz de circular manteniendo una línea, es capaz de soltar una mano para indicar sin miedo, es capaz de girarse y volverse sin perder el control, es capaz de sortear un obstáculo, bajar o subir un escalón, frenar en curva, anticipar las maniobras en mojado, acompañar sus movimientos, balancear el peso, cargar algo con facilidad, tocar un bordillo y seguir sin problemas. Andar en bici en la ciudad es algo más que saber mantenerse en dos ruedas. Requiere de una serie de habilidades.
2. Tiene su bici a punto
Conoce los mecanismos básicos que hacen que una bicicleta sea segura y los mantiene en buen estado. Se preocupa porque su bicicleta tenga a punto las ruedas, los frenos y los cambios. La mantiene razonablemente limpia y engrasada. La tiene puesta a su gusto, de acuerdo con la postura que quiere llevar. Y cuando algo le suena raro no tiene ninguna duda en acercarse a su taller de confianza, donde le conocen y saben que para él la bici es algo más que un juguete, es su medio de transporte, y le tratan de acuerdo a eso, porque ha elegido un taller sensible a sus inquietudes y capaz de responder a sus exigencias.
3. Se relaciona de manera natural con los demás
No trata de demostrar nada, porque cree que no hay nada que demostrar. El ciclista ejemplar utiliza una bicicleta y, de la misma manera que para él es totalmente natural, espera que para los demás lo sea y así lo hace ver. No tiene problemas con automovilistas, con moteros, con conductores de tranporte público y mucho menos con peatones. Porque actúa de manera tranquila, callada, armónica, educada y empática.
4. Cumple las normas del tráfico
Conoce y sigue la ley del tráfico. Porque sabe que jugar al mismo juego que juegan todos hace que sea mucho más seguro, mucho más previsible. No quiere sorpresas inoportunas así que procura no darlas tampoco. Se permite algunas relajaciones, siempre hechas con mucho tacto y cuando la ocasión lo permite: pasar un semáforo de regulación peatonal después de haber cedido el paso a los peatones, adelantarse en los semáforos de intersección unos metros para mejorar su posición y su visibilidad, por ejemplo.
5. Es escrupulosamente respetuoso con los demás
Esta es la clave de su éxito. Respeta y te respetarán. Todas las personas tienen derecho a utilizar las calles para desplazarse, pero este derecho tiene un límite: la libertad de los demás, sus derechos. Saberlo te hace ser más contemplativo, más educado, más cívico, pero a la vez más digno, más determinado y más convencido de lo que haces, de que puedes hacerlo y de cómo funcionan las cosas mejor. Por eso evita los enfrentamientos, los bocinazos, los timbrazos. Porque sabe que no llevan a ninguna parte. Porque sabe que no mejoran las cosas.
6. Es visible
Se hace ver. De día y de noche. Ocupa un espacio suficiente allá donde circula, un espacio seguro, aquél que le aleja de las zonas de riesgo como bordillos, puertas y obstáculos. Y se asegura de que los demás le hayan visto antes de hacer una maniobra comprometida, que siempre señaliza para que los demás sepan qué trata de hacer. Por eso mira a los ojos de los demás, para estar seguro de que le han visto. Si no está seguro no sale. De noche usa luces "de las de ver", que le permiten circular con seguridad como un vehículo más en las zonas iluminadas y también en las más oscuras. Y lleva elementos reflectantes, sobre todo en su bici.
7. Es predecible
Señaliza. No acaba de entender como todavía hay mucha gente que no señaliza cuando circula en bici. Es su principal salvaguarda. Anunciar el giro sacando un brazo, con eso basta y con eso se mejora increíblemente la seguridad en los cruces y rotondas. Con suficiente antelación, para que quede claro lo que quiere hacer. Nunca actúa por sorpresa, nunca hace un giro brusco si no es para evitar una sorpresa, nunca circula en zigzag. Y no es porque no sepa, es porque sabe que su integridad depende de que sean bien interpretadas sus intenciones.
8. Es digno
Conoce sus derechos y los ejerce con dignidad. Le sorprende cómo mucha gente viaja apocada en su bici, casi pidiendo perdón por circular en determinados espacios, por ocupar un espacio. Cree que la bicicleta merece más reconocimiento, pero juega con las reglas que están escritas y trata de hacerlo con orgullo y humildad, pero sabiéndose amparado por la ley.
9. Sabe interpretar los distintos escenarios
No es lo mismo andar en un espacio compartido con los peatones, en una calle secundaria, en una gran avenida o en una carretera local o nacional, así que sabe extremar precauciones e interactuar en los distintos escenarios respetando las reglas de la convivencia. Así sabe ser cauto, guardar las distancias de seguridad, entender las trayectorias de las demás personas en movimiento y hacerse entender en las distintas circunstancias. Nunca irá intimidando peatones, invadiendo los espacios de seguridad de los automóviles, haciendo adelantamientos por la derecha, haciendo cruzadas inverosímiles o frenadas espectaculares.
10. Sabe anticiparse
Y siempre tratará de prever los acontecimientos. Para eso la bici le da una ventaja respecto a los demás modos de transporte. Su altura, su visibilidad, la ausencia de una carrocería, la versatilidad, la agilidad, la flexibilidad que le aporta le confieren una posición privilegiada para ver las cosas unos segundos antes que los demás y poder actuar antes de que sobrevengan. Eso y prestar toda la atención a la conducción, hacerlo con todos los sentidos. Por eso nunca lleva auriculares, ni elementos que condicionen su visión, por eso siempre conduce con las dos manos en el manillar y con un calzado que le permita un buen contacto con los pedales. Porque sabe que de todo eso depende su seguridad también. Y con eso no se juega.
El ciclista ejemplar no es una especie en vías de extinción, ni pertenece la nueva generación venidera, tampoco es un especimen concreto, simplemente no existe, es un modelo, es un arquetipo, es un ideal. De que cada vez más gente crea que este ciclista ejemplar es el modelo a seguir dependerá la seguridad, el reconocimiento y el respeto de las personas que circulan en bicicleta a diario.