Llevamos un tiempo acostumbrándonos a capear el temporal, a soportar frentes, uno tras otro, todos en el mismo costado, de intensidades variables, pero todos ellos encaminados a menoscabar nuestra entereza. Y lo único que creen estar consiguiendo es que nos hagamos insensibles a sus embates y, unas veces por conformismo y otras por impotencia, acabemos desistiendo al derecho de expresar nuestro inconformismo. No lo van a conseguir.
En la movilidad ciclista la cosa no difiere mucho de este panorama general. De hecho, las mejores noticias son las que hablan de cómo unificar criterios para controlar el tráfico de bicicletas en las ciudades y para resolver el entuerto que se ha promocionado en las aceras y en los carriles bici.
Es realmente triste que nos alegremos de que, por fin, nos vayan a controlar de acuerdo a un patrón universal, cuando tendríamos que reclamar nuestro espacio perdido y la creciente persecución a que nos vemos sujetos "los de las bicis". Es doblemente penoso que estemos encomendándonos a registrar y matricular nuestras bicicletas con la promesa de que la policia las va a velar contra los ladrones, en vez de exigir que una parte del presupuesto destinado a hacer aparcamientos se destine a habilitar otros para bicis seguros y cómodos. Es miserable que las reivindicaciones de la mayoría de los grupos ciclistas ante el recorte en los "presupuestos bici" se limiten a reclamar más carriles bici, sin criterios de calidad y sin denunciar los ya ejecutados y, lo que es peor, sin considerar el derecho irrenunciable de circular por la calzada.
Son tiempos de tempestades y turbulencias donde la gente sigue sin buscar la calma y sigue creyendo que los tiempos alocados del desarrollismo ilimitado volverán como las oscuras golondrinas.
El problema va a ser que, a lo mejor, este no va a ser un proceso cíclico o que, en cualquier caso, será el inicio de un nuevo ciclo. Un ciclo distinto, un ciclo que vuelva la mirada a las personas, un ciclo se tome las cosas con un poco más de tranquilidad, con un poco más de serenidad, un ciclo que devuelva la cordura y haga las cosas a otra escala. Un ciclo, en definitiva, donde herramientas tan valiosas como las bicicletas cobren un protagonismo porque son fáciles, baratas, respetuosas y amables.
Esperemos que todas estas tormentas sirvan para reverdecer el paisaje y hacerlo más ilusionante.
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