Hay cosas sutiles, decisiones puntuales, presuntas nimiedades que marcan el ritmo de los cambios o consiguen el efecto contrario. Son pequeñeces que escapan al conocimiento y al entendimiento del vulgo pero que definen la política dándole un cariz progresista o un matiz conservador. En prensa resultan igual de efectistas y para el público ignorante son equivalentes, pero a las élites no se les escapan estas cuestiones porque suponen un antes y un después y marcan rumbos o consolidan la inmovilidad más recalcitrante.
Un ejemplo lo tenemos en las calles 30. Para el común de los mortales una calle 30 es una calle en la que la velocidad está limitada a un máximo de 30 kms/hora y nada más. Si hablamos de equidad a la hora de gestionar las opciones de movilidad es una buena medida dentro de un montón. Bien y punto.
Pues no. Mírate tú por dónde, no es lo mismo una calle con la velocidad simplemente limitada a 30 por unos discos que informan de ello en las embocaduras, que una calle dentro de una zona 30. ¿Pijoterío? Nada de eso. He aquí la diferencia.
Una Zona 30, según la DGT, es un área urbana conformada por “vías de estar”, que corresponden a entornos urbanos más amables y tranquilos en los que los ciudadanos desarrollan sus actividades sin la presión del tráfico y cuya velocidad máxima de circulación es de 30 Km/h, a las que se accede desde vías más dedicadas a la distribución del tráfico rodado, “vías de pasar”.
Las zonas 30 deben de caracterizarse por tener un tráfico básicamente de destino, es decir, que garanticen el acceso a viviendas y actividades terciarias en ellas, pero en ningún caso, soportar tráfico de paso. Una zona 30 debe presentar una visión homogénea de los diferentes elementos que la conforman. Lo recomendable es realizar una intervención completa introduciendo las modificaciones urbanísticas necesarias para todas las vías contenidas en la zona.
Una calle con una señal de 30 kms/hora es, solamente, una calle que cuenta con una limitación de velocidad. No tiene un tratamiento de promoción peatonal, no busca la mal llamada "prioridad invertida" según la cual hay una "discriminación positiva" (otro eufemismo nefasto) hacia los más frágiles, es decir, hacia los no motorizados, empezando por los peatones. No hay un tratamiento socializador de la calle, no hay una búsqueda del calmado del tráfico. Hay una mera señal que limita la velocidad máxima de circulación. Nada más.
Así pues, no se trata de ninguna sutileza sino de un concepto de calle, de zona, de ciudad en definitiva, orientada hacia el tráfico (y cuando decimos tráfico, nos estamos refiriendo al tráfico motorizado) o una calle, una zona, una ciudad orientada a las personas, como lugar de encuentro, como espacio social y socializador. No es un detalle. Bien es cierto que a los conformistas, a esos a los que les vale con cualquier cosa, un disco con un 30 dentro les parece estupendo, como uno azul con una bici dentro. Pero en estas nimiedades es donde está la enjundia de las cosas bien hechas o los apaños para salir del paso.
De hecho, no debe ser tan tonto el asunto cuando un Ayuntamiento tan retraído para desincentivar el uso y recortar los derechos del coche como el de Pamplona ha reculado y ha reconvertido las zonas 30 de nuestra ciudad en meras calles con velocidad limitada a 30. Por algo será.
Para la próxima fechoría de este estilo, recomendamos modificar también las señales de salida de la zona 30 porque si no la gente se ve envuelta en confusiones tontas y viajes astrales raros.
Saludos cordiales.
Aparte de poner las señales, y tapar lo que no les interesa, ¿alguna vez se ha preocupado el Ayuntamiento de esta "gloriosa ciudad" que los coches circulen por debajo de esa velocidad?. Circular por la calle Amaya -por poner un ejemplo- en bicicleta, desde su comienzo hasta su final, es, literalmente, jugarse el tipo. Y todavía estoy por ver el radar de la Policía Municipal en alguna de las calles así señalizadas. Lo próximo será prohibirnos circular por Carlos III (calle peatonal que pueden cruzar los coches a sus anchas).
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