Como lo son los teutones o los galos. Aunque nos quieran engañar con sus poses y escenificaciones y nos quieran hacer creer que los bárbaros e incivilizados somos los del Sur, seamos de la tribu que seamos. Bajo sus modelos ordenados y seguros muestran la cara correcta y la forma adecuada de hacer las cosas, despreciando cualquier alternativa, pero luego cometen los mismos atropellos con sus congéneres que los que hacemos nosotros, con la diferencia de que ellos van cargados de una violencia soterrada, contenida, cuya explosión muchas veces es mucho más peligrosa que la nuestra, que es más superficial y extrovertida.
Hablamos de Copenhague. Pero daría igual que nos fijáramos en cualquier otro pretendido paraíso ciclista en el pretendido mundo civilizado de la Europa Central y Nórdica. Para que nos demos por enterados: allá también hay problemas de convivencia con las bicis y entre las bicis. El debate está en los tabloides: los ciclistas muestran una prepotencia y una agresividad preocupantes.
Basta con aterrizar en cualquier ciudad ciclista y tratar de caminar o conducir algo que no sea una bici. Los ciclistas allá arriba intimidan, tocan el timbre y resultan amenazantes para el que no comparte su opción. Pero también para el que la comparte y no la practica con ese ímpetu y determinación con la que ellos y ellas reman en sus ciclonaves. Palabra.
Es condición humana, por supuesto, pero hay que dejar constancia de ello porque muchas veces nos abducen con todo su aparato mediático y su pose altiva y pretenciosa. Allá también andan a bocinazos aunque no toquen la bocina, allá también muestran la faceta más depredadora de la circulación, allá también se aprovechan de las prebendas para intimidar al prójimo, sea correligionario o no. Porque allá la bicicleta goza de muchos privilegios pero sus practicantes no son tomados como una casta, como un grupo. La bici simplemente es, sirve y se usa, con todo lo que ello conlleva. Como la lavadora, el paraguas o el aspirador. Solo que con su componente arrojadizo.
No es oro todo lo que brilla, tampoco allá arriba. Un saludo desde el Sur.
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