martes, 21 de mayo de 2013

No es oro todo lo que brilla

El mundo de la bici urbana ha protagonizado interesantes protorrevoluciones en varias ciudades de nuestro panorama cercano. Incluidas muchas veces a golpe y porrazo, han despertado mucha expectación alrededor y han generado muchas ilusiones entre la gente. Han sido años intensos e intensivos para muchos ayuntamientos. Barcelona, Donostia, Sevilla, Zaragoza, Vitoria, Valencia, Murcia o Pamplona son sólo algunas de las ciudades que han visto cómo, con menos o más acierto, las bicicletas han sido reincorporadas a sus calles.

En varias ocasiones hemos tenido oportunidad de visitarlas y la conclusión que hemos podido extraer es que ha habido mucha improvisación, mucho despropósito y, sobre todo, mucha propaganda pretendidamente verde alrededor de todas las actuaciones relacionadas con la bicicleta.


Una excepción en cuanto al nivel de improvisación es el caso de Vitoria que, pese a que ha aquejado los males propios de la novedad y de la falta de criterio generalizada en el mundo municipal en las décadas pasadas, lo que le ha hecho sufrir las consecuencias indeseables de todo ello, ha sabido reorientar adecuadamente la política de promoción de la bicicleta, no sin cierta controversia.

Vitoria-Gasteiz tiene aceras bici malas y peores y ha acabado, como casi todas las ciudades que han querido acelerar la promoción de la bicicleta, con más ciclistas en las aceras que en la calzada, donde deberían haberse encontrado. Ha ocurrido igual en la mayoría de las ciudades donde la promoción de la bicicleta se ha concebido y se ha maximizado de manera aislada del resto de la movilidad, es decir, en todas las ciudades de nuestro querido país.

La diferencia en Vitoria ha sido la reacción ante esta deriva. En la capital verde alavesa, ante la profusión de ciclistas en las aceras han decidido actuar para devolver los ciclistas a la calzada, mediante la reducción del espacio y de las oportunidades de circulación y aparcamiento de los coches en la almendra central de la ciudad, a través fundamentalmente del calmado del tráfico, de la reconfiguración y la reordenación del espacio y de la circulación en la mayoría de las calles del centro de la ciudad.


Está claro que ha sido un paso decidido hacia un sistema circulatorio que penaliza el uso del coche y beneficia básicamente a los ciclistas y, de alguna manera, también a los peatones. Pero está igual de claro que no basta con eso y que es un proceso que va a ser largo y convulso, como cualquiera que proponga cambios cualitativos en la vida cotidiana de una ciudad.

Ahora, en plena campaña de educación de la ciudadanía, se plantea, por ejemplo, limitar la circulación ciclista en algunas calles peatonales que reúnen la mayor vitalidad comercial y congregan la mayor densidad de viandantes, y algunos ciclistas se han sentido humillados y violentados por dicha decisión. La convivencia tiene un precio y ese debe ser el de maximizar la calidad del espacio público. Si no somos capaces de darnos cuenta de ello, estaremos cometiendo más errores por más bienintencionados que estos sean.

2 comentarios:

  1. A pesar de reducirse el tráfico de coches por las calles, los ciclistas seguimos aferrados a las aceras en Vitoria como si fuera nuestro tesoro. La chica del final del vídeo el mejor ejemplo.
    El Ayto. está poniendo los medios, ahora queda lo más difícil: cambiar nuestra mentalidad de ciclistas aferrados a nuestro tesoro, al menos por el centro.

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