Nos acostumbramos a cualquier cosa, por mala que sea, y luego acaba pareciéndonos normal e incluso buena. Es lo que tiene la
condición humana, su naturaleza adaptativa. Ahora bien, lo que dicho así podría parecer hasta positivo, bajo una perspectiva
evolutiva, puede convertirse en puro conformismo y volverse contra sus practicantes cuando acaban autoimponiéndose la
obediencia y aceptando el mal menor como bueno.
Es lo que nos pasa a los sufridos ciclistas, hermanos pobres de la movilidad y del consumo exorbitantes. De no ser nada y
tener permiso para circular de una manera más o menos normalizada, civilizada y digna hemos pasado, en muy pocos años, a
vernos reconocidos y, con la misma, denigrados al más bajo escalafón y acabar asumiendo nuestra condición de marginales y
marginados.
Y así, de usar las calles y las carreteras con más o menos facilidad hemos pasado a aceptar la segregación en
penosos caminos ciclistas y hasta en aceras como buena y ya nos vamos acostumbrando a dar formidables rodeos para buscar un
paso seguro en forma de pasarela o pasadizo, más o menos infames, más o menos abyectos. Ratoneras. Ratones.
Lo peor de todo es que, en nuestro papel de subespecie, hemos asumido también nuestra sumisión y ya hasta agradecemos, cuando
no exigimos, que se nos habiliten estas ratoneras para poder desarrollarnos y movernos por estos vericuetos, como si otra
cosa fuera imposible y, más que eso, como si fuera indeseable.
Así, contentos y felices, con nuestras ciclovías y nuestros
pasos ciclistas necesariamente angostos y deficientes, vivimos nuestra penuria con ejemplar resignación y con agradecimiento
sumiso. Porque nos hemos hecho a ser rastreros y a alimentarnos de despojos y hemos descubierto en ello una especie de
plenitud gratificante.
Sigamos así, cediendo agradecidos al poder de la movilidad motorizada, circulando orgullosos por los sumideros de la misma y
sorprendámonos después comportándonos como alimañas, depredando con avidez la basura que nos echen y atacando a los peatones,
nuestros competidores, con mezquindad ejemplar.
No valdrá entonces lamentarse, cuando antes hemos aceptado la renuncia como
buena, incluso como una conquista. La indignidad, amigos roedores, se paga con ignominia.
Fin de la diatriba.
Qué duro! pero hay mucha verdad en lo que dices, tienes razón con eso de que nos acostumbramos a cualquier cosa, y lo peor es que nos sintamos "satisfechos" con esas ciclovías que nos relegan a una posición inferior al de los coches. Todavía se le sigue dando un papel más importante a la circulación motorizado y creo que estamos a años luz de normalizar la circulación a pedales. Enhorabuena por el post.
ResponderEliminarLas ventajas económicas, ecológicas y para la salud de ir en bicicleta todos las conocemos y no podemos discutirlas porque sabemos que es verdad y están documentadas. Sin embargo, países como Estados Unidos sólo un 0,5% de los empleados usa la bicicleta para ir a su trabajo. ¿por qué?
ResponderEliminarEs por el peligro que ofrece la ciudad, la falta o pobre infraestructura en las ciudades para el uso de la bicicleta, el tiempo que uno tarda en trasladarse de un lugar a otro y el sudor que esta causa. O una combinacion de todas las anteriores.
Con una mejor administración por parte de los gobiernos, adaptando la bicicleta a la planeacion urbana garantiza una ciudad mas limpia y ecológica.
Visiten mi blog:
http://recuperandolacalle.blogspot.mx/
Omar, el problema de Estados Unidos es de otra índole, la planificación urbanística se ha estado organizando durante décadas alrededor de dos premisas, que todo el mundo tiene vehículo privado, y combustible barato. Por tanto poco a poco se han ido alejando las zonas residenciales de las zonas comerciales y de los centros de trabajo, por lo cual no es nada extraño que el americano medio, para ir a trabajar, tenga que recorrer 50 o más kilómetros sólo de ida.
ResponderEliminarYo entiendo que esa (la distancia) es la segunda opción que ponía Omar:
Eliminar"el tiempo que uno tarda en trasladarse de un lugar a otro ..."
Perdón, la tercera. Y por cierto, es la única en la que estoy de acuerdo.
EliminarBien dicho... y de fuerte nada (he tenido que buscar diatriba en el diccionario, gracias por el descubrimiento)
ResponderEliminarYo no soy ratón, soy rata, de las gordas, de las de cloaca...
Me desplazo entre coches y yo les miro a los ojos y ellos me ven y con más o menos asco, se apartan, me dejan sitio. Así es más fácil moverse entre los coches.