Empieza una nueva temporada. Septiembre marca la vuelta a la actividad, a las rutinas. El nuevo curso, el nuevo año empieza, en contra de los que nos quieren vender, en Septiembre. Cuando acaban las vacaciones escolares, después de las operaciones retorno, con las crisis posvacacionales, por si no tuviéramos suficiente con las sistémicas.
En Septiembre la intensidad se recupera y las ciudades recobran su hiperactividad que, entre muchos otros síntomas, produce la hipermovilidad a la que nos vemos sometidos, si se practica en coche.
El viaje al cole multiplica las necesidades de movilidad de la gente que, con la excusa de aprovechar el viaje y con el argumento de la peligrosidad de las calles, hace viajes imposibles en tiempos record para colocar a sus hijos en sus colegios, y después correr atropelladamente hacia sus destinos finales.
En este clima conocido y reconocible, la convención europea ha decidido introducir la Semana de la Movilidad Sostenible que ya nos hemos acostumbrado también a celebrar en estas fechas. Esa escenificación de buenas intenciones que nos hace recordarnos precisamente eso: que no tenemos mucho más que intenciones, que somos pecadores convencidos y que aceptamos la penitencia.
Volvemos a la carga.
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