miércoles, 9 de mayo de 2012

Hacer de la excepción la regla

La idea de presentar lo excepcional como normal responde muchas veces a la intención de querer cambiar las cosas, algo que puede resultar justificable e incluso loable cuando la finalidad de dicha estrategia busca la mejora de una situación o la exhibición de la incongruencia de una realidad con el objetivo de denunciar una discriminación, un agravio o una impunidad flagrante. Ahora bien, cuando lo único que se persigue maximizando una excepcionalidad es tratar de justificar una vejación, aunque trate de argumentarse con una vejación anterior, la práctica se convierte en una perversión vil y deleznable.

Justificar la cadena de depredación de la movilidad

Dicho de otra manera, tratar de justificar una denigración con otra anterior no sólo no la exime sino que la agrava doblemente porque, de manera intencionada, da carta de naturaleza a la primera para tratar de dejar impune las sucesivas. Es la ley del más fuerte. Una agresión nunca puede justificarse con una agresión anterior sufrida por el agresor, aunque la soportada sea pretendidamente más grave que la ejercida.

En Barcelona todo cabe pero no todo vale (de aquí)
Es lo que intentan hacer muchos supuestos defensores de la bicicleta cuando, para justificar la agresión a los peatones, alegan una presunta agresión anterior sufrida a manos de los automovilistas. Argumentar que la gravedad de los hechos provocados por unos no es comparable con la de los otros sólo es una argucia para presentar la realidad distorsionada por un enfoque interesado: demostrar que la carretera es mortal y la acera es el refugio natural e inevitable. No incorporar datos que lo demuestren es imprescindible cuando se actúa de esta manera. Negar los existentes también vale. Poner ejemplos extremos, con niños y ancianos que quieren andar en bici en la jungla urbana y no se atreven, ignorando simultaneamente los problemas que se les causa a los mismos destinatarios cuando quieren caminar o jugar en zonas peatonales y se ven invadidos por ciclistas, convierte el asunto en un ejercicio de puro cinismo. 

Evitar actuar sobre la raíz del problema

No tratar de cambiar las cosas actuando donde se originan los presuntos problemas es, además de cobarde y determinista, perverso. Pretender que se cambia el estado de cosas evitando intervenir sobre el origen de un problema a la vez que se reproduce el mismo en otro escenario convirtiendo a la víctima en verdugo es, además, jugar a un juego realmente siniestro. Alentarlo es casi depravado.

Es por esto por lo que algunos nos ponemos tan pesados cuando denunciamos las prácticas de aquellos que para defender a los ciclistas de las presuntas agresiones de los automovilistas justifican la invasión de aceras y con ella la agresión a los peatones. Es, además, porque nos hemos creído aquello de que la ciudad es para disfrutarla y no para circular y que puede y debe haber excepciones y habrá que trabajar con las mismas como tales, pero que nunca deberán desviarnos del objetivo de trabajar por espacios urbanos más habitables, más tranquilos, más respetuosos, más seguros y más relacionales, y eso sólo se hace reduciendo el tráfico y tranquilizándolo, con medidas que hagan que el uso del coche sea incómodo y poco conveniente y, para ello, compartir la calzada en la inmensa mayoría de los casos es una herramienta determinante, como lo es limitar y encarecer el aparcamiento, y dejar las aceras y muchas zonas para uso exclusivo de los viandantes resulta imprescindible e incuestionable. Lo repetiremos las veces que haga falta.

Conduce tu bici en la calzada - Camina con tu bici en la acera

4 comentarios:

  1. Otra vez, magnífico artículo.

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  2. Aunque seguidor desde hace tiempo nunca me había manifestado ni había añadido comentario alguno.
    No obstante, el cariz que está tomando el asunto de la invasión indiscriminada de las aceras por ciclistas me anima a pronunciarme, felicitándote Eneko.
    Sobresaliente, al igual que algunos anteriores.
    Oso ondo, eta horrela jarraitu!
    Jacobino en bici.

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