Seguimos aquejando un mal endémico en las sociedades donde los coches siguen ostentando el dominio de la calle en la que queremos reintroducir la bicicleta: el mal del ciclista valiente. El ciclista valiente es esa persona aguerrida que se enfrenta al tráfico en su condición de vehículo, asumiendo las diferencias con dignidad, carácter y actitud. Sabe perfectamente que ese tráfico al que dice pertenecer está organizado a favor de los coches o, más en general, de los vehículos motorizados, pero insiste en confluir con ellos y de hecho cree comportarse como ellos, aunque ni lo consigue por volúmen, peso, aceleración y velocidad, ni ellos le reconocen como un igual y actúan en consecuencia, menospreciándolo.
Esto que muchos lo han interiorizado como normal, e incluso deseable, no deja de ser una señal clara de que hemos consentido que esto pase durante demasiado tiempo, tanto que no creemos que se pueda cambiar y, entonces, no queremos cambiarlo.
El ciclista valiente es un elemento que es igual de contraproducente en muchos casos para la proposición de un ordenamiento diferente (más protectivo y más inclusivo) que el ingeniero que regula el tráfico y que cree que todo se puede resolver con semaforizaciones inteligentes, turborrotondas y carriles dedicados.
Está claro que hay que educar a toda la gente, desde el colegio y desde el entorno familiar, en que la calle es de todos y que las bicicletas tienen el mismo derecho, aunque deberían tener más, de circular por ellas libremente y con seguridad, ocupando el espacio que precisen para hacerlo y exigiendo un respeto a los demás, el mismo que es exigible a ellas, pero en una sociedad en la que el coche sigue representando tanto con esto no es suficiente.
Porque a lo que hay que dedicar mayor esfuerzo educativo, empezando desde la más tierna infancia, es a que la lógica del coche tiene que ser desmontada en favor de la lógica de las personas y que, mientras esto no se produzca, todos seremos víctimas de una ordenación urbana que no busca más que saciar la avidez de espacio y de velocidad de los coches y sus sucedáneos. Ahora bien, habrá qué determinar cómo se hace esto.
Porque el ciclista valiente no va a ser capaz de acabar con los gigantes por su mera presencia o por su testarudez y lo peor es que parece que no vaya a colaborar mucho desde su perspectiva a reducir el número de gigantes. De hecho, esta visión caballeresca y casi beligerante no va a ayudar a cambiar este orden de cosas sino, quizá, y sólo digo quiza, vaya a servir para consolidarla un poco más si cabe y para reforzar la idea de que los ciclistas pueden convivir sin problemas y pueden seguir sufriendo la tiranía de los coches en las ciudades.
Por cierto, yo soy uno de esos ciclistas valientes.
No terminé de entender qué valor le das a lo que conceptualizaste como 'ciclista valiente'. Yo creo que cualquier persona que haya adoptado la bici como único vehículo urbano adopta esta valentía y testadurez en incuírse forzosamente en un tráfico no adaptado para las bicicletas, por el simple hecho de que de otra forma no se puede circular con tranquilidad y seguridad.
ResponderEliminarLos ciclistas valientes somos el germen de la futura sociedad de tránsito pacificado, y de espacios pùblicos donde las personas valgan màs que los vehìculos.
No se trata de ciclistas, ni valientes, ni no valientes, ni cívicos, ni cicleatones o adictos al carril bici, que saben o no conducir una bicicleta con seguridad, etc. Simplemente porque la bicicleta, ni los ciclista, ni las políticas para su promoción son una traba al uso del coche. Si este último es el problema, el camino para solucionarlo no tiene por qué pasar por la bici, ni por el ciclista (sea cual sea su forma de circular), sino que hay que poner trabas a su uso, a evitar las facilidades que se otorgan y a impedir crecimientos urbanos e infraestructuras de transporte asociadas que incentivan cada vez más el transporte en coche por las ciudades y las aglomeraciones urbanas.
ResponderEliminarSaludos
No te entiendo Eneko, siempre dices que no podemos ir por las aceras, no es el lugar de las bicicletas sino de los peatones y ahí molestamos (estoy de acuerdo). Pero ahora en este artículo afirmas que tampoco podemos ir por la calzada porque entonces estamos apoyando el statu quo del automóvil. ?¿Entonces qué hacemos? ¿dejamos la bici en casa hasta que a algún responsable de urbanismo tenga un momento de iluminación y ponga carril bici en todas las calles para que podamos llegar a todas partes sin tocar ni acera ni calzada? Esto no va a pasar y la única opción es poner nuestro grano de arena usando la bici como un transporte normal, respetando las normas y dando visibilidad poco a poco hasta conseguir normalizar la bici lo máximo posible. Lo de este artículo es ya ser más papista que el papa.
ResponderEliminarLo que creo que quiere decir Eneko es que los "ciclistas valientes" lo que demostramos es que, sin actuar sobre el reinado de los coches en la ciudad, se puede ir en bici por la calzada, pero unos pocos valientes no vamos a hacer que las cosas cambien, que el trafico se calme, sino que las administraciones tendrían que actuar (también valientemente) para que no hicieran falta "ciclistas valientes", sino que todo aquel que quisiera desplazarse en bici pudiera hacerlo tranquilamente, por la calzada sin ser un "ciclista valiente".
EliminarMientras tanto, tendremos que seguir siendo "valientes".
(Perdón por tanto "valiente")