domingo, 9 de marzo de 2014

¿Por qué no hay más ciclistas en Pamplona?

El uso de la bicicleta ha crecido exponencialmente en nuestro entorno y Pamplona no es una excepción. Cada día hay más bicicletas circulando por esta ciudad, por esta Comarca. Es un hecho constatable a simple vista. Sin embargo, sigue llamando la atención de propios y extraños por qué una ciudad de las dimensiones de Pamplona no cuenta con muchas más personas adeptas a la bicicleta como modo de desplazamiento.

¿Por qué en Pamplona no hay tantas bicis como en Vitoria, en Zaragoza o en Sevilla si tiene en proporción más carriles bici que ellas? Hay diversos factores que hacen que el uso de la bicicleta no sea tan masivo en nuestra ciudad, pero, fundamentalmente son dos los que disuaden más a la gente a la hora de elegir la bicicleta como medio de desplazamiento urbano.

Por un lado, está el dominio asfixiante que sigue teniendo el automóvil en la configuración del tráfico de esta ciudad. Un dominio fomentado y promocionado por un Ayuntamiento que nunca ha querido renunciar a que Pamplona fuera una ciudad automovilística y así la ha presentado a sus ciudadanos y visitantes. Una ciudad que se puede cruzar en coche en apenas 10 minutos y que está sembrada de aparcamientos ha condenado sus principales accesos y sus principales ejes al coche prácticamente en exclusiva. Son muchos los intereses en mantener este estado de cosas, porque hay una creencia que subyace en todos ellos que es la de que el uso del coche es el garante del desarrollo y la señal inequívoca del progreso y de la salud económica de una ciudad.


Pero hay otro factor que, asociado al dominio de la calle por parte del coche, hace que la bicicleta no haya cuajado más entre los vecinos y vecinas de la Comarca de Pamplona que es el tratamiento que se le ha dado a los embudos circulatorios que tiene esta ciudad. Embudos que son especialmente problemáticos en los accesos en cuesta al centro de la ciudad y donde los ciclistas se ven doblemente desprotegidos, no ya sólo por su fragilidad connatural sino por la falta de resguardo ante semejante diferencial de velocidades. Subir una cuesta de acceso a Pamplona montado en bici es un reto, no tanto por la dificultad física sino por la incomodidad fabulosa que representa. Por eso los ascensores de esta ciudad son tan utilizados por los ciclistas, no solamente porque sean una partida de vagos.

Esos embudos también se producen en los pasos de los ríos y el ferrocarril sobre todo en el Norte y en los accesos al centro desde el Sur por la burbuja que supone la Ciudadela y los efectos colaterales que provoca en sus márgenes (Yanguas y Miranda y Navas de Tolosa, fundamentalmente), donde la preponderancia del tráfico motorizado se hace más evidente.


Recientemente se ha aprobado una actuación que puede representar un punto de inflexión en el tratamiento de los accesos a esta ciudad amurallada: la redistribución del espacio en la Cuesta de San Lorenzo, con la ampliación de la acera y la habilitación de un carril bici a costa de restar un carril de la calzada. Aunque parece insuficiente y si se hiciera de manera ambiciosa y con un replanteamiento serio del tráfico se deberían eliminar dos carriles dejando uno en cada sentido, puede demostrar que, con un tratamiento diferente, no sólo los ciclistas y los peatones respirarán aliviados a la hora de acceder al centro, sino que toda la ciudad cogería oxígeno si este tipo de actuaciones se hicieran extensibles a otras cuestas y otros accesos que siguen estrangulando la circulación, favoreciendo el uso del coche y disuadiendo de realizar los desplazamientos a pie o en bici.

Esto pasa, por supuesto, por desmontar algunas de las autopistas urbanas de Pamplona: la Cuesta del Labrit, la de Beloso, la de San Jorge, la Avenida de Bayona, la de Zaragoza, la de Pío XII, la de la Baja Navarra y por supuesto la del Ejército que diseccionan la ciudad y forman barreras tan formidables o más que las propias murallas y ríos. Y pasa también por desincentivar el uso del coche y la expectativa de aparcamiento en superficie que es lo que más tráfico induce. Pero para eso hay que estar convencidos de que una ciudad no se despotencia por ello y no renuncia a su bienestar sino más bien al contrario y me temo que este Ayuntamiento, como muchos otros en esta Comarca, no acaban de creérselo.


Hasta entonces la bicicleta en esta ciudad estará reservada sólo para unos cuantos aguerridos y para unos cuantos más que invadirán sistemáticamente las aceras molestando a los peatones en defensa propia. Eso sin contar con los problemas asociados al aparcamiento y robo de bicicletas, que es otra de las componentes que afectan negativamente al uso de la bici, pero que merecería otro artículo diferente.

3 comentarios:

  1. Todos los que andamos en bici por Pamplona sabemos que, subir por esas autopistas de la periferia al centro, con la bici, es jugarse el físico, porque aguantar bocinazos e incluso insultos es lo de menos. Los ascensores nos han dado la posibilidad de subir a trabajar sin tener que llegar sudados, por muy despacio que subas cualquiera de las cuestas, aunque también se empiezan a oir, cada vez más, protestas por meter la bici en algún que otro ascensor (sobre todo en los que suben de la Rotxapea al Casco Viejo, muy masificados).
    Tienes razón, no se potencia el uso de la bicicleta, tan solo en la mal llamada "semana de la movilidad", patrocinada por Volkswagen. Cosas que no se entienden, pero en esta ciudad hay muchas cosas difíciles de comprender.

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    1. Y no te digo nada en la cuesta de San Lorenzo, como dice el artículo, fastidia mucho subir por una acera estrecha en la que se molesta al peatón, pero es que subir por la carretera es un suicidio.

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  2. En la avenida del Ejército y en la de Baja Navarra hay dificultad para andar en bici porque si vas por la calzada es un peligro cuando los coches circulan a 60 km/h (tienen que ir a 50 km/h) cuando deben ir a 40 km/h y en las aceras tenemos que ir a "paso de peatón" (5 km/h). ¿Entonces cómo quieres que haya más bicicletas?

    Hay soluciones alternativas: añadir un carril-bici como en Pío XII o disminuir la velocidad de los coches a 30 o 40 km/h como máximo.

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