Ese es el objetivo y muchas veces depende mucho más de nosotros de lo que somos capaces de admitir. Andar en bici es fácil, es cómodo, es agradable y eso hace que muchas veces viajemos excesivamente relajados y bajemos nuestros niveles de atención. Es parte del juego, pero no reparamos en que nosotros somos mucho más vulnerables que el resto de vehículos y podemos ser muy agresivos sin quererlo con la gente que anda a pie.
Las distracciones en bicicleta pueden salirnos caras. Hay que ser conscientes de ello y no confiarnos en exceso nunca. Incluso si dominamos la bicicleta y tenemos muchos años de experiencia, no estamos libres de tener un despiste.
Es atención de lo que hablamos, nunca de miedo, ni de estrés, simple atención. Poner los sentidos en lo que se hace, que es conducir un vehículo impulsado por nuestra propia fuerza. No hablamos tampoco de exigir infraestructuras específicas para nuestra circulación, ni de cambiar las normas, no hablamos de tener un trato preferencial, de ir vestidos como árboles de navidad, de tocar un timbre o llevar luces de 1000 lumens. No. Esto es mucho más sencillo y más natural.
Cada día somos más los que nos movemos a diario montando bicicletas en espacios comunes con otros usuarios de las calles y las carreteras, eso hace que, por un lado se nos perciba más, pero por otro sirve para incrementar la estadística de número de ciclistas siniestrados y eso sólo ayuda a empeorar nuestra imagen y sembrar dudas y justificar miedos irracionales.
Y eso depende muchas veces de nosotros mismos. Muchas más de las que nos queremos creer. Y depende de que lo asumamos y actuemos en consecuencia para poder exigir a continuación el respeto a que somos merecedores como ciudadanos de plenos derechos y la persecución de las actitudes temerarias e intimidatorias sobre todo por parte de algunos automovilistas, muchos todavía por desgracia.
Si no empezamos por nuestra prevención, no estaremos legitimados para exigir protección.
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