Como BMW, Honda y otras marcas punteras, la industria del automóvil se ha puesto ya hace tiempo a adulterar el discurso de la sostenibilidad y del ambientalismo para vender más coches. Teniendo en cuenta que es la industria comercializadora más potente del planeta y que está en eminente recesión a nadie le extrañará que trate de identificar las tendencias emergentes para fagocitarlas y regurgitar su versión pervertida y perversora y así vender más de sus productos.
En la ciudad donde vivimos, Pamplona, manda, entre otros, la Volkswagen. Quedaba constatado hace unas semanas en un editorial que lo decía a las claras: es la vaca sagrada de la economía navarra, el motor de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestro desarrollo y la esperanza de nuestro futuro... o al menos eso es lo que nos quieren hacer ver.
Aunque estaríamos dispuestos a tragarnos todos sus humos con ejemplar sumisión y nadie a este lado del Ebro osaría criticar a quien le da de comer, la prepotencia y el paternalismo propio de las grandes industrias multinacionales les obliga a hacer demostraciones públicas de su benevolencia y de su contribución incuestionable a la sociedad donde se asientan y, ya de paso, a su entorno.
Es el caso de la Volkswagen. Si a nivel mundial ha lanzado su mensaje de respeto al medio ambiente gracias a innovaciones tecnológicas que reducen la contaminación y minimizan el consumo energético, últimamente tienen una especial fijación en las bicicletas ya que se han debido dar cuenta de que transmiten todo lo que la mercadotecnia busca: una imagen fresca, amable, respetuosa, sana, limpia, moderna, atractiva y, por qué no, feliz.
O casi mejor... bicicleta
Hace tiempo que el monstruo alemán dijo dar con la solución a la movilidad urbana, cuando nos presentó su "bicicleta" eléctrica plegable. "Bicicleta" entre comillas porque no tenía pedales, por lo cual deberían haberla presentado como un ciclomotor, pero ellos ya sabían lo que exigía el guión y lo que marcaba la tendencia. La juventud en el mundo desarrollado ya no quiere coches y, mientras que los americanos prefieren tablets o smartphones, en Alemania prefieren bicis. Así pues, bicis o sucedáneos de bicis. Luego ya fue toda una gama.
En nuestra ciudad agradecida, la Volkswagen lidera hasta la Semana de la Movilidad Sostenible, en la que los ciudadanos y ciudadanas reconocen con una peregrinación en bicicleta la contribución inigualable que hace la factoría automovilista a la movilidad y recorren la ciudad hasta meterse en sus fauces y circular alegremente donde, hasta ahora, las bicicletas no podían llegar (a menos que fueran las bicicletas que usan algunos operarios para moverse por dentro de la fábrica).
Digo hasta ahora porque hoy se puede comprobar en la contraportada del mismo periódico (ese que demostraba la necesidad irreemplazable de esta industria) que la magnanimidad de esta compañía no conoce límites y no han tenido pudor en becar por cuatro meses a dos estudiantes de arquitectura de la Universidad de Navarra para que desarrollaran su proyecto de hacer un carril bici hasta el interior de la ciudad industrial. Algo que vienen reclamando algunos de sus empleados, lo pocos que osan ir en bicicleta a trabajar, con la negativa como respuesta invariable.
La magia mediática, el lobbismo y la mercantilización sublime de todo ello vende mucho más que atender las demandas laborales de unos cuantos pirados. No sé que será lo siguiente, pero seguro que no hacen caso de los postulados de las personas que llevan años dedicándose a esa valiosa labor de fomentar la educación vial y la movilidad sostenible en el Parque Polo, un centro que se aloja dentro del recinto blindado de la misma factoría y que cuando no se usa para eso sirve de pista de carreras para karts y minimotos.
Algunos hasta ahora pensábamos que el sueño nazi llamado "Volkswagen" significaba algo así como "el coche del pueblo", el utilitario, el paradigma de la movilidad, el fundamento de la hipermotorización doméstica, el origen de los problemas de la congestión, de la contaminación, de la sobreocupación y de la violencia vial de nuestras ciudades, pero va a ser que no, que estábamos equivocados. Ahora va a resultar que "Volkswagen" significaba movilidad sostenible y, como nos despistemos, va a significar también bicicleta y al final también felicidad.
No hace falta que te lo creas, es así... y, si no, se cambia la historia y punto.
Lo mejor era cuando a uno de los becados para el proyecto del carril bici el Diario le entrecomillaba algo así como "al final les compraré uno de sus coches".
ResponderEliminarEl anuncio de think blue, de esa ciudad tan ferpecta, da mucha grima.
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