Cuando esos arquitectos, ingenieros, gestores, munícipes y demás elementos que deciden las características y las propiedades que tienen que reunir las calles se juntan para diseñar un nuevo espacio urbano o rediseñar uno existente es cuando aflora esta manía. Lo vemos en cualquier nuevo proyecto de urbanización o reurbanización, en esas simulaciones en 3D en las que las personas son muñecos animados que todo lo que tienen de humano es la apariencia porque sus actitudes son puramente mecánicas o completativas.
La visión zoológica en este caso no es sólo por catalogación de especies, referida a la ciclista, sino por esa componente de pura exposición de los especímenes en espacios aislados y de máxima visibilidad para mayor regocijo de planificadores. Si no, no cabe en ninguna mente mínimamente práctica planificar un "carril-tranvía-bici" en un andén central flanqueada por tráfico a ambos lados y sin acceso a las bocacalles, como si las bicicletas fueran trenes y necesitaran un ferro-carril porque su objetivo inequívoco es ir en línea recta buscando el horizonte al otro lado de esa maravillosa vía que ojalá nunca acabe de construirse porque seguro que deja a los pobres ciclistas virtuales desvalidos en alguna parte allá donde se acabe esa fabulosa infraestructura.
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