Somos la generación de la prisa. Y nos hemos perdido lo importante por llegar a lo urgente. Constantemente, invariablemente. Somos la generación del segundero, de la hora punta, del acelerón, del "ya llego", del "voy volando" y del "cuanto antes mejor". También hemos contado con las herramientas más poderosas para conseguirlo y hemos sido capaces de desarrollarlas y explotarlas hasta límites insospechados.
Somos la generación de la multitarea, del control remoto, de las telecomunicaciones, de la movilidad. Y nos ha ido bien durante mucho tiempo, o eso al menos eso nos parecía, porque nos lo habían hecho creer y porque nos lo habíamos creído. Porque éramos la generación de la ubicuidad. Todo el mundo estaba al alcance de nuestras manos y lo visitábamos virtual y realmente. O al menos eso pensábamos.
Pero somos también la generación del estrés, del agobio, del achuchón, de los proyectos inconclusos y de los atropellos. Porque no nos ha quedado otro remedio que atropellar y ser atropellados. Y así hemos ido azuzando y siendo azuzados como si no hubiera otra forma de ir. Somos la generación del "veeenga, vaaamos", del "moc moc" y del "ring ring". Y esto es lo peor de nosotros.
Porque somos una generación que se nos ha enseñado a creernos el centro del mundo y a actuar como tal. Achuchando, exigiendo prioridad o tomándola por la mano, y si no increpando a los que se ponían en nuestro camino. Con insolencia, con prepotencia. Porque nos creíamos más importantes que los demás y más listos que ellos. Adelantando, anticipándonos, empujando, apabullando.
Y así nos ha ido, y así nos va. Asfixiados en nuestra vorágine, amedrentados por alcanzar el futuro a costa del presente, atosigando a los demás, amonestándoles si no corren en nuestra dirección y a nuestra velocidad, derrochando medios irreemplazables, malográndonos y condenando a los demás en nuestro castigo. Permanentemente ansiosos, permanentemente insatisfechos.
Pero ¿por qué? ¿Para qué? ¿Y por cuánto tiempo más? ¿Cuánto vamos a hacer durar esta agonía? Y más que eso ¿cuándo nos vamos a dar cuenta de que esto no funciona si no lo ralentizamos, si no recuperamos el gusto por vivir, el valor del momento, las ganas de hacer las cosas bien hechas por el placer de hacerlas bien, tomándonos nuestro tiempo, el sabor, en definitiva, de disfrutar el hoy para construir un mañana mejor?
Hasta que no seamos capaces de hacerlo no le vamos a dar la vuelta a estas tornas que nos están pisando, que nos están estrangulando mientras seguimos empujándolas como burros de noria. Pero ¿cómo lo vamos a hacer?
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- Vivimos bajo la tiranía del segundero... ¿y aún queremos ir más despacio?
Hombre es normal darse prisa, no vayamos a llegar tarde para poder esperar en el semaforo rojo.
ResponderEliminarEs divertido que este artículo lo escriba una persona que ha creado una empresa llamada "Oraintxe", que quiere decir algo así como "Ahora mismo".
ResponderEliminar"Debo quejarme a toda costa".
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