domingo, 20 de noviembre de 2011

La conjura de los necios

Estamos gobernados por títeres, marionetas al servicio de los verdaderos poderes que responden a intereses inconfesables y que permanecen ocultos tras este telón democrático, entre bambalinas, y que sólo entran en acción cuando los actores improvisan demasiado o los hilos que les hacen moverse y que les encorsetan no acaban de tirar suficientemente. Es de ilusos pensar que esa gente quiere que participemos en algo que no sea hacerles coro, aplaudirles, votarles o darles nuestro dinero.

Y sin embargo, nos hemos encomendado, a sabiendas o no, a sus designios porque ellos mismos se han preocupado en demostrarnos que es el único orden posible y que tratar de hacer las cosas de otra manera, además de peligrosísimo, sería el caos, la perdición. Vivíamos felices sabiendo que el gran hermano velaba por nosotros y nos protegía de los peligros que él mismo se había encargado en hacernos presentes. Veíamos su tele, leíamos sus pasquines, pagábamos sus impuestos, votábamos sus siglas y confiábamos en que por eso nos iba tan bien, sin sospechar nada, porque sospechar es de sediciosos.

Hoy, que se ha desvelado gran parte de la partida que tenían montada unos cuantos cuyas caras no conocemos ni vamos a conocer nunca, nos hemos quedado boquiabiertos, patidifusos, desorientados, pero igual de inocentes, esperando que va a venir alguien que nos va a salvar también de ésta.

Bicis y circo

En el asunto de las bicis está ocurriendo algo similar. Nos hemos dejado gobernar por ineptos, que han hecho y han desecho sin criterio, de acuerdo a un sólo principio, la rentabilidad política, la rentabilidad asociativa o, peor aún, la rentabilidad de algunos grupos empresariales, y nos han llenado la ciudad de basura en forma de carriles bici innecesarios, deficientes y peligrosos, aparcabicis incomprensibles, inseguros y mal localizados, y bicicletas públicas caras, inútiles y presuntuosas... y se han gastado un pastón. Pero todos tan felices, defendiendo todo esto, creyendo que estaban haciendo algo por nosotros, cuando realmente estaban trabajando, otra vez más, por ellos mismos.

Y ahora que llegan las duras (las otras debían ser las maduras) nos damos cuenta de que no les tiembla el pulso para desmantelar el tinglado con la misma desfachatez con la que lo montaron, y decir diego donde dije digo sólo por tratar de mantener sus posiciones más o menos apoltronadas o seguidistas. Y todos tan contentos, creyendo que la gente es estúpida, que se chupa el dedo, que si no fuera por ellos no tendrían nada y no serían capaces de tomar decisiones.

¿Hasta cuándo durará todo este circo?

1 comentario:

  1. Ni Ignatius Reilly en su ya clásica locura o su amiga contestataria Myrna Minkoff lo expresaría mejor. Y en este caso se nos aparece nuestra herramienta que alienta la soledad sostenible que da vueltas al tartán, cual payaso que gira y gira en su número acróbata al desdén de un deredor que no identifica como propio. Los ricos no pagan lo que han provocado. A ellos, desde las altas instancias, se le deja maniobrar como garantes de una solución al desaguisado.
    Esto es como un equipo de fútbol con jugadores de "calidad" y toque que pierde partidos y su entrenador cambia una y otra vez a los jugadores de rasmia y fuerza para ver si logran enderezar sus resultados. Los ricos no pueden pagar el desaguisado, porque el plato esquisito lo cuecen en banbalinas, mientras sí, creo yo que sí, nos chupamos una y otra vez el dedo, como el niño que asiste embelesado al gran número del circo de antaño.
    Veamos la bicicleta, su espíritu de solución a los problemas que nos acechan, como aquel genio que abanderó la célebre cita de Swift : "cuando en el mundo aparece un verdadero genio,puede identificárselo por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Seguro que en algún abanico nos podamos aprovechar para no sufrir el corte del sinsentido, ya que seguimos teniendo segura la fidelidad de nuestra cordura, la fidelidad adquirida tras años de pedaleo constante, mostrando más bien una sonrisa que conocimos latente en el Bicliclown que una mueca de espanto que pueda nacer si seguimos pensando una y otra vez quien nos metió y quien parece querer solucionar este guiso deforme que gira entorno a nuestras plazas, barrios y calles y gentes que no deben renunciar nunca a seguir adelante, con dos, tres, y cuatro ruedas.
    Saludos Nek

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