Después de varias décadas de fomentar la dispersión, el alejamiento, la relativización de la distancia y el tiempo si se recorre en coche gracias a las autopistas urbanas e interurbanas y a la profusión de aparcamientos sobredimensionados, después de varias décadas de descentralización de las actividades, de satelización de las mismas en áreas especializadas, de deslocalización progresiva, de desubicación, después de todo este proceso de centrifugación de todo, ahora queremos volver la vista a los centros urbanos.
Parece que el truco consiste en descubrir siempre una fórmula nueva. Antes eran los unifamiliares, los centros comerciales, los complejos de ocio, los centros de negocios, las ciudades sectoriales (la del transporte, la alimentaria, la de la seguridad, la de la innovación, la de la tecnología...), los aparcamientos de rotación, las zonas azules, verdes, naranjas y rojas, los carriles bici. Ahora es la revitalización de los cascos históricos, el fomento del comercio local especializado, la mezcla de usos, la rehabilitación de viviendas, la revalorización del espacio público, la reivindicación de la proximidad...
Ahora que otros llevan años "rellenando" los centros de sus ciudades para tratar de conseguir que sean más eficientes, más vitales, más atractivas, más humanas, más sostenibles a lo largo y ancho de Europa, ahora van nuestros expertos y se desayunan precisamente con eso. Menudo descubrimiento. Justo ahora que habían conseguido todo lo contrario.
Ahora, después de tantos esfuerzos, después de tantas promesas, después de tantos argumentos, después de tantas inversiones, después de tanto despilfarro para dispersar a la gente, para alejarla de su trabajo, para imposibilitar la crianza sin desplazamientos apresurados desde un espacio protegido hasta el siguiente... va a ser muy difícil convencerles de que vamos a intentar lo contrario sin pestañear. Con la gente hipotecada hasta las cejas, dependiente de su coche, en medio de una volatilidad laboral, empresarial y económica acuciante, tratar de convencer a alguien de que todo esto no ha sido más que una broma pesada es más que difícil, peligroso, terriblemente peligroso.
Hemos hecho demasiado por favorecer la diáspora de la población para ahora venderles una recompensa por el retorno así, de repente. Ni siquiera la idiotización progresiva y concienzuda de esa población a través de la intervención de los medios de comunicación va a ser suficiente para a la misma gente a la que convencimos para que se fueran de que vuelvan. La inercia es demasiado pesada, demasiado potente, demasiado interesada.
Bonita foto de Lugo
ResponderEliminarUna generación se ha marchado a los suburbios y la siguiente volverá a la ciudad, aunque sea a casa de los abuelos.
ResponderEliminarEn Barcelona, mi ciudad, la casa de los abuelos ya ha sido demolida después de someterla a la política de degradación que el ayuntamiento ha aplicado a todo el centro. Las viviendas "degradadas" se desalojan porqué ya no son habitables: el arquitecto municipal, acompañado de la policía, retira la cédula de habitabilidad y los ocupantes de la casa al mismo tiempo (cada uno hace su "trabajo", claro!). En su lugar se inventa una "rambla" o se construye un hotel sólo habitable por turistas con dinero o por otros especímenes también con dinero: eso sí, que no falte el bar modernísimo en todo lo alto...
ResponderEliminarTenemos que entenderque la bicies el futuro. Me encanta tu blog, te dejo la dirección del mío por si te apetece mirarlo:
ResponderEliminarhttp://letrasyotrasartes.blogspot.com/2011/02/sr.html#more