domingo, 12 de septiembre de 2010

Cicleatones

Más ciclistas a cualquier precio. Esa parece que es la consigna que se ha difundido a lo largo y ancho de nuestro mundo conocido desde hace unos pocos años. A cualquier precio y de cualquier manera, claro. No se discute ningún esfuerzo con tal de que se traduzca en más bicicletas en la calle. No importa tampoco qué hagan esos ciclistas ni qué hacían antes de serlo. Son ciclistas y por tanto es bueno.

Para conseguirlo no se escatiman medios, ni millones (de euros, por supuesto). Tampoco importa mucho si para hacerlo hay que atacar a otros usuarios de la vía pública. Es el precio de toda conquista. Son daños colaterales. No hay batalla que no conlleve algunos. Aunque sean víctimas mortales. Las cruzadas son así.

Ciclistas había habido siempre. Discriminados pero dignos, poco atendidos pero determinados, agredidos muchas veces pero discretos y pacíficos. Ahora no. Ahora decir "ciclista" es referirse a una especie protegida, cuyos derechos sólo estamos empezando a vislumbrar.

Todo empezó con los carriles bici. "Carril bici" hace años significaba un carril, dentro de una calzada en medio del tráfico rodado, en el cual la preferencia era para la bicicleta. A la vista de que esto era absolutamente insuficiente para conseguir el gran objetivo, nadie dudó ni un sólo segundo en redefinir el concepto y devolverlo recargado. Hoy en día "carril bici" es cualquier cosa. Eso sí, cualquier cosa con muchas señales de bicicletas (toda una iconografía). Alfombras para que los ciclistas circulen aislados del resto del tráfico, normalmente por aceras, paseos y parques. Rojas, azules, verdes o negras. Con sus logos en el suelo, sus líneas discontinuas, sus bordillos, sus pasos peatonales, sus semáforos. Todo un despliegue de medios y de escenografía.

Luego llegaron las bicicletas públicas. Nadie sabe realmente cómo, pero resultó ser una invasión sin precedentes, con tintes pandémicos y hasta la fecha sin vacuna conocida. Espectaculares. El condimento necesario, imprescindible, para armar a ese ejército de usuarios que deseaban incorporarse a la gran cruzada de la movilidad sostenible en bicicleta.
Y lo consiguieron. Aunque fuera a costa de condenar otras propuestas e iniciativas de algunos incautos. Educación vial, talleres de autorreparación, aparcamientos vigilados y seguros, bicicletas para la movilidad obligada, bicicletas en los colegios, institutos, universidades... todo eso podía esperar a la gran Operación Bicicleta.

Han transcurrido apenas 10 años desde que todo esto empezó y ya no somos capaces de reconocer ni de acordarnos de lo que significaba realmente la palabra "bicicleta" y mucho menos de para qué servía. Ahora hay una nueva especie, los "cicleatones", que han impuesto un nuevo orden a su alrededor.


"Cicleatón": ciudadano de derecho preferente que circula a bordo de un velocípedo por donde cree conveniente y como le da la gana. Tiene predilección por los espacios antiguamente denominados peatonales. No puede circular por la calzada. No debe. Tiene un terror biológico a los vehículos a motor sólo cuando no circula a bordo de uno de ellos. Es peligroso pero no lo sabe, corre peligro pero no quiere saberlo.

Nuestras ciudades se han llenado de "cicleatones". "Cicleatones" orgullosos de serlo, que circulan impunes, protegidos en ciudades orgullosas de haberlos criado. Con mimo. "Cicleatones" que han desplazado a los peatones, que los han arrinconado y les han devuelto su categoría natural de parias de la movilidad. "Cicleatones" sonrientes, felices, desafiantes, que acosan a los peatones porque se lo merecen. "Cicleatones" que son alcanzados por sorpresa por los coches, autobuses y camiones cuando cruzan las calzadas a toda velocidad y con todos los derechos a sus espaldas, creyendo que son indestructibles. "Cicleatones" que desprecian y recriminan a esos locos que se obcecan en circular con sus bicicletas ¡en medio del tráfico!

No me atrevo a imaginar una sola ciudad moderna sin "cicleatones". Me da miedo.

sábado, 4 de septiembre de 2010

¡Basta ya!

No es el mejor momento para reflexionar. La muerte nunca inspira. Sólo perturba, vacía, deja sin fuerzas, desgasta el ánimo. Hoy hemos podido saber que una pobre joven de 24 años que circulaba tranquilamente en su bicicleta tan sólo hace 5 días ha fallecido. Y lo ha hecho porque le ha alcanzado un coche conducido por una persona de manera imprudente.

No es momento tampoco de analizar las causas. Es momento de tomar conciencia de las consecuencias. Las consecuencias de conducir un coche sin cuidado son éstas. Muertes, daños irreparables, desgracias, dolor... Resulta realmente aterrador ver la foto de los vehículos accidentados. Un golpe brutal. El conductor del coche: ileso.


Este accidente, como muchos otros de los que se producen en zonas urbanas se podía haber evitado. El hecho es que la mayoría de accidentes en ciudades entre coches y peatones o ciclistas se producen en pasos peatonales o en intersecciones. Pasos peatonales: lugares por definición recomendados y teóricamente seguros para el tránsito peatonal. Como los carriles bici, espacios protegidos para la circulación ciclista (por el que ella circulaba). Los accidentes siguen produciéndose.

¿Cuándo vamos a comprender que sólo poniendo limitaciones reales a la velocidad de circulación y persiguiendo a los infractores de una manera implacable podremos evitar este tipo de accidentes? Los peatones y los ciclistas que cruzan resultan invisibles para los conductores que circulan a velocidades superiores a 30 kilómetros por hora. El mayor problema no es que los conductores de los coches no miren, es que no ven.

Así pues, está bien que se aleccione y se regule la forma en que peatones y ciclistas tienen que cruzarse en el paso de los coches, pero parece que ha llegado la hora de regular la forma en que los coches (conducidos por personas) se cruzan en el camino de esas otras personas que han decidido caminar o andar en bicicleta.

Publicado en Diario de Noticias el 06-09-2010

martes, 31 de agosto de 2010

Se acerca la Semana de la Movilidad... ¿Sostenible?

¿Se trata de una celebración o es la advertencia de una amenaza inminente? Es difícil saberlo. Las preguntas son las de siempre: ¿la movilidad es deseable? ¿y la sostenibilidad? ¿son el futuro inexorable o es un presente mejorable?

Cuando un término es tan traído y tan llevado, tan manido, acaba perdiendo su significado original y acaba convirtiéndose en un lugar común sin contenido y sin intención claros. Hablar de Movilidad Sostenible (y mucho más con mayúsculas) es políticamente correcto. No se trata de cambiar nada sino más bien de aparentar que se está cambiando algo. Si no ¿por qué sólo se le dedica una Semana (aunque sea con mayúscula)? Para los asuntos que de verdad interesan se dedican años, décadas, siglos. No se mide el esfuerzo, ni se condiciona.

Para hacer autovías, trenes de alta velocidad o redimensionar aeropuertos y multiplicar aparcamientos en impresionantes centros comerciales, empresariales o de ocio no se dedican Semanas ni miles de euros. Esta es la paradoja. ¿Creemos realmente en lo que hacemos o hacemos creer que es realidad lo que enseñamos? Pues probablemente ambas cosas.

Peatones, bicicletas y transporte público... ¡un mundo mejor! ¡Qué bonito! ¿Y cómo lo vamos a hacer en una semana, perdón, en Una Semana? Pues precisamente así: bonito. Como una flor.

¿Menos coches? De verdad ¿quién desea esto? No debe ser el mismo Quién que decide hacer todo lo contrario con los mejores fondos de estos pequeños quienes que se alegrarán una Semana creyendo que algo está cambiando simplemente porque es lo que les enseñan. Afortunados los inocentes...

¿Servirá realmente para cambiar las opciones de transporte de alguno de los que participen en cualquiera de los actos programados en ella? ¿Si? ¿Por qué? ¿Habrá alguna revelación determinante que abrirá los ojos de alguien? ¿Cuál? ¿Alguien descubrirá precisamente en esa Semana que lo que hace a diario no está bien y va a hacer algo diferente?

Marcha ciclista en Praga (Semana Europea de la Movilidad 2009)

lunes, 23 de agosto de 2010

¿Hablamos de bicicletas?

Cuando cualquier argumentación o discusión relacionada con la posibilidad de circular en bicicleta por la ciudad nos lleva irremisiblemente al punto de necesitar vías segregadas para poder hacerlo, ¿hablamos de bicicletas?

Cuando la mayoría de los esfuerzos de los de ayuntamientos por hacer la circulación en bicicleta posible en sus ciudades se traducen en contabilizar kilómetros de circuitos bidireccionales en zonas peatonales o en corredores imposibles entre coches aparcados y bordillos de aceras, ¿hablamos de bicicletas?

Cuando una de las inversiones más vistosas y más costosas de muchos ayuntamientos son unos sistemas expendedores y recogedores de bicicletas interconectados en la ciudad para proporcionar a los ciudadanos la ilusión de que su ciudad apuesta por la movilidad sostenible, ¿hablamos de bicicletas?

No. No hablamos de bicicletas sino de operaciones de marketing social interesantes e interesadas.


Hablar de bicicletas es hablar de vehículos en la calzada. Vehículos que cohabitan con los demás y a los que la mejor oportunidad que se les puede dar es condicionar el tráfico de los vehículos a motor. Limitando sus velocidades, su espacio de circulación y sus oportunidades de aparcamiento en zonas céntricas, valiosas o puntos neurálgicos... para hacer las calles más seguras.

Hablar de bicicletas es hablar de inculcar la conciencia de que otra movilidad es posible desde los colegios. En vez de utilizar las bicicletas para simular que conducen coches con la excusa de enseñarles educación vial, nuestros niños deberían aprender a consolidar sus habilidades y ser educados en sus derechos y obligaciones como conductores de vehículos óptimos para la ciudad.

Hablar de bicicletas es hablar de aparcamientos donde dejarlas seguras y a cubierto cuando se va a trabajar, a estudiar, o a cualquier actividad para la que esos aparcabicis que se siembran sin mucho criterio por nuestras ciudades resultan insuficientes. Aparcamientos que también son necesarios en muchas zonas residenciales donde guardar una bici resulta mucho más complicado que guardar un coche.

Hablar de bicicletas, en definitiva, requiere poner en tela de juicio la lógica que nos ha llevado a percibir un miedo, normalmente injustificado, por la excesiva presencia, prioridad y prepotencia que le hemos ido dando a los coches y a sus conductores en nuestras ciudades y que nadie se atreve a moderar.

Así pues, no queremos hablar más de bicicletas si ello no conlleva condicionar el tráfico motorizado en nuestras ciudades, porque si no estaremos hablando de peatones damnificados, despotenciación de la bicicleta como medio de locomoción e incremento de la inseguridad vial. Necesitamos las ciudades para vivirlas y para compartirlas.

Publicado en Diario de Noticias de Navarra el 24-08-2010

jueves, 29 de julio de 2010

La bicicleta pública explota... y distorsiona el horizonte ciclista

¿Hasta dónde puede llegar la inercia en nuestro tiempo? La bola de nieve que era la bicicleta pública en sus inicios modernos ha pasado a convertirse en un alud cuya avalancha todavía hoy sigue sin acabar de dar visos de perder fuerza.

Desde el principio, las bicicletas públicas se presentaron como una herramienta realmente devastadora para escenificar la movilidad sostenible en bicicleta. Perfectas, iguales, repetidas, vistosas, modernas, interactivas... las bicis públicas llamaron la atención de todos. Ofrecidas además como grandes operaciones de marketing por empresas transnacionales especializadas en la comunicación, se convirtieron en objeto de deseo de todos los ayuntamientos que "vendían" movilidad sostenible.

El primer gran boom fue en Lyon, después la gran operación de JC Decaux puso su mira en Paris con el magnífico Vélib'. Todo un éxito. La réplica no se hizo esperar y Clear Channel que ya había hecho sus progresos en el norte de Europa y en Asia no dejó pasar la oportunidad y se hizo con el servicio de Barcelona sentando un precedente en todo España y ofreciendo un escaparate para todo el mundo. El Bicing. La chispa la había saltado, la pólvora aquí la puso el Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE) dependiente del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, que a la vista de esta panacea se lanzó a subvencionar la implantación de este tipo de servicios dentro de su política de fomento de la movilidad sostenible. Y ahí explotó la bomba.


Hace ya cuatro años y hoy todavía no se acaba de ver hasta dónde puede llegar la onda expansiva. Sin pensarlo dos veces, los ayuntamientos se lanzaron y se siguen lanzando a implantar fabulosas flotas de bicicletas en la calle, accionadas por sistemas inteligentes, ocupando magníficos espacios públicos, distribuídas y redistribuídas por furgonetas con remolques que invaden dichos espacios muchas veces de circulación restringida. Pero el gran argumento justifica los medios: se trata de un servicio público de transporte en bicicleta. Lo reúne todo. Y además tiene un foto estupenda.

Nadie audita las cuentas, los resultados se presentan de manera agregada (miles de usuarios, millones de usos) y sobre todo no se sabe nada de los costes reales, ni económicos ni ambientales. Tampoco se valora la procedencia de los usuarios (la mayoría "ciclistas privados", peatones o usuarios del transporte público). No interesa.

Muchas asociaciones de ciclistas urbanos pierden la perspectiva y se empecinan en defenderlas a cualquier precio. Los consultores tampoco mantienen el equilibrio viendo la potencia que va tomando la iniciativa y acaban cayendo en la justificación fácil del supuesto efecto llamada que provoca. Si es "bicicleta" es bueno. Y si es "transporte público" entonces es mejor todavía. Se organizan congresos especializados en el tema. La felicidad es colectiva.

La vorágine continúa hoy en día, a pesar de que los datos de los sistemas "experimentados" empiezan a no ser tan buenos y empiezan a arrojar cifras sospechosas. Pero ya es un fenómeno de carácter mundial. Todas las ciudades que se precien de ser modernas y sostenibles tienen que contar con un sistema de éstos. Hoy en día presenciamos la inauguración de muchos sistemas en las principales capitales europeas y americanas, con las mismas promesas con las que se inició el Bicing.

¿Hasta dónde llegará todo esto? El mapa resulta estremecedor... pero "la locura, si es colectiva, deja de serlo".

jueves, 1 de julio de 2010

Ciclistas vehiculares VS ciclistas infraestructurales

No puedo por menos que dedicar unas lineas a la ridícula guerra que tienen planteada en diferentes campos de batalla los defensores acérrimos de la bicicleta como vehículo (y únicamente como vehículo) contra la otra facción encarnada por los defensores a ultranza de las infraestructuras ciclistas como principal argumento de promoción del uso de la bici.

Los unos con sus derechos y obligaciones como conductores de vehículos en el tráfico (y sólo en el tráfico) educando y preconizando la necesidad de reforzar las habilidades de los ciclistas noveles. Los otros enrocados en la necesidad insalvable de contar con vías específicas para la circulación de los ciclistas como eje principal de su abogacía, demostrando que las autopistas para ciclistas son el sueño y el camino para que haya ciclistas circulando. Cada uno con sus líderes y con sus séquitos. Como sectas. Prefiero no dar nombres para no alimentar al monstruo.


Para los que llevamos ya más de 20 años en la defensa de los intereses y las necesidades de los ciclistas este enfrentamiento, además de conocido, nos resulta ridículo, trasnochado y vergonzoso. Pero más allá de ésto, nos parece una pena. Una verdadera pena. Porque es una guerra que no tiene vencedores y vencidos. Como todas las guerras. Donde lo único que las justifica es la autocomplacencia de sus líderes y la miopía de sus seguidores.

Pero no sólo eso. Una guerra entre ciclistas sólo refuerza las posiciones de aquellos a los que la bicicleta y su promoción no interesa: a los defensores de la motorización y la necesidad de moverse para todo. A los defensores de la deslocalización. Y a los intereses que ello mueve.

En fín. No quiero ponerme pesado con esto, pero veo que las batallas dialécticas se siguen reproduciendo demasiado frecuentemente y esto sólo va en detrimento de los intereses de los ciclistas y de un modo de ver la tan manida movilidad y las ciudades que queremos participar en configurar para los próximos años.

La bicicleta no es un arma arrojadiza. Es un medio de desplazarse, es un medio de relacionarse, es un medio de pacificar nuestras ciudades y pueblos y hacerlas más humanas, más sociales, más limpias... y más divertidas.

martes, 15 de junio de 2010

La importancia de integrar a los ciclistas en el tráfico

Quiero hacer referencia a este documento que he extraido de Dual Chase Productions, una iniciativa que produce materiales educativos para la seguridad vial ciclista. Denominado Equitable Bicyclist Planning and Design, algo así como Planeamiento y Diseño Equitativos para Ciclistas.

Toda una guía que va más allá del puro diseño de vías ciclistas y analiza las distintas casuísticas de la circulación a bordo de bicicletas en los distintos tipos de vías desde el punto de vista de la seguridad, entendida ésta como defensa de la integridad del ciclista a través de la reducción de las situaciones de riesgo.

Me parecen especialmente clarificadores los videos y realmente valiosos los gráficos que incluyen en los que se compara el nivel de seguridad que aportan las distintas opciones de circulación en las diferentes situaciones.

Una conclusión: las vías separadas o segregadas no pueden reemplazar las habilidades en un cruce. O dicho de otra manera, que circular en el tráfico debidamente entrenado y con comportamientos adecuados mejoran la seguridad de los ciclistas en los espacios urbanos.

Me parece realmente esclarecedor de algunas situaciones de riesgo que ocurren al segregar a los ciclistas del tráfico rodado.

Otra reflexión sobre un nuevo orden urbano: el ejemplo de Seul

lunes, 14 de junio de 2010

El día después del Día de...

Estamos demasiado acostumbrados a las celebraciones. Tanto que muchas veces es más importante la propia celebración que el motivo que la origina. Somos así. Y los poderes lo saben. Saben que es más interesante celebrar el Día de la Madre que reconocer sus derechos y sus reivindicaciones. Lo mismo podríamos decir del Día del Trabajador, del Día del Medio Ambiente, del Día de... qué más da. Hay días para todo.



El que me ocupa hoy es el Día de la Bicicleta. Cada uno tiene sus debilidades. Estamos inmersos en fechas en las que cientos, miles de parroquianos se reúnen para celebrar... ¿realmente qué?. ¿Qué se celebra en el Día de la Bicicleta? No lo sé. Quizá el propio hecho de reunirse para celebrarlo. Resulta cuando menos inquietante que la gente hoy en día necesite que le organicen la oportunidad de agruparse para dar una vuelta en bici. Sin eslogans, sin reivindicaciones, sin más motivo que ir. Con ese motivo se pueden llegar a juntar 200, 500, 3.500 o 12.000 personas. Sin fiesta, sin programa, sin más.

El problema no es querer festejarlo. No. Ni siquiera querer juntarse. Es un acto de sociabilización, de masificación. Y eso genera alegría. El sentimiento de colectividad, la emoción del grupo, la ilusión de partipación, el pálpito del apelotonamiento... son sensaciones que no se pueden negar a nadie.

El problema es que muchas veces, la mayoría, el reconocimiento acaba ahí. Y suena a autojustificación. Porque al día siguiente todo sigue igual. Con el Día de la Bicicleta pasa lo mismo. Durante un par de horas los participantes viven la ilusión de que la ciudad es el reino de la bici, que se puede circular por ella con tranquilidad porque no hay coches (los han quitado), que se llega en pocos minutos de un extremo al otro de la ciudad, de nuestra ciudad, que es bonito, que es divertido, que es fácil, que es emocionante.

Pero el día después todos o al menos la inmensa mayoría están dispuestos a volver a rendirse a la evidencia de que eso fue un espejismo y que la ciudad es para los coches. Y que no la entienden sin coches, sin su coche, sin su estrés, sin su agresividad, sin su competitividad, sin su aislamiento, sin su frustación. Pero como otra vez es una sensación colectiva se vuelven a sentir reconfortados.

Un día después en el que se podría empezar a construir una realidad diferente de acuerdo con una lógica diferente. Una ciudad diferente en la que las bicicletas tuvieran un reconocimiento como vehículos deseables, con espacios prioritarios. Donde se empezara a recortar derechos a los que restan derechos a los demás. Donde se empezara a educar en unos nuevos valores que dieran la oportunidad a nuestros menores de elegir otra forma de moverse, de relacionarse, de jugar. Sin miedo, sin prejuicios.

Hoy es el día después.

domingo, 13 de junio de 2010

Seguridad vial en bicicleta



Llevo cerca de 20 charlas en un año sobre "Seguridad vial en bicicleta". La mayoría de ellas dirigidas a niños y chavales menores de 18 años. En ciudades y en pueblos, todos ellos de Navarra. Es interesante explicar que andar en bici es fácil y que la seguridad depende, sobre todo, de la visibilidad. Hablamos de seguridad pasiva y seguridad activa. De luces, de reflectantes, de frenos, de cambios, de ruedas, del casco... Del contacto visual, de mirar conductores y no coches, de señalizar las maniobras, de seguir las normas de circulación...

Pero, curiosamente, el argumento más repetido por resultar más evidente es la VISIBILIDAD y su relación directa con la CIRCULACIÓN EN CALZADA y con la OCUPACIÓN DE UN CARRIL EN CIUDAD. Ocupar un carril, en el sentido de la circulación, es más allá de un derecho que hay que reconocer a los ciclistas en la ciudad, una necesidad para mejorar su seguridad y demostrar de una vez por todas que las bicicletas son vehículos que no sólo tienen derechos y obligaciones, sino que hay que reconocerles una prioridad por ser especialmente beneficiosos para el entorno urbano.

miércoles, 2 de junio de 2010

¿Carril bici?

Son imaginaciones mías o empieza a haber un incipiente movimiento que cuestiona el carril bici (por llamarlo de alguna manera) como herramienta única, necesaria y suficiente para conseguir que gente que normalmente se desplaza en coche lo empiece a hacer en bicicleta. En otras palabras, empieza a haber un discurso más allá de subculturas y contraculturas que se opone a ese terrible eslogan que tanto daño ha hecho en nuestros pueblos y ciudades. "Carril bici YA".

A los hechos me remito. Siempre han persistido, para escarnio de los "segregacionistas" (aquellos que quieren circuitos exclusivos y separados del tráfico rodado para ciclistas) unos cuantos locos que han defendido que lo más conveniente para andar en bici por la ciudad es "saber circular con respeto, dignidad y seguridad" y que no hacen falta grandes infraestructuras viales ni normas inverosímiles sino una cultura del uso de la bicicleta (sobre todo entre los más jóvenes) y soluciones de aparcamiento adecuadas. Ejemplo de estos "reaccionarios" pueden ser Ciudad Ciclista. Los demás, cegados por la luz de muchas señales con logos de bicicletas que recogían sus reivindicaciones históricas "cayera quien cayera". ¿Peatones? También.



Pero el caso es que en las últimas semanas algo está pasando que me tiene realmente intrigado. Empezó con noticias sueltas (varias de ellas con declaraciones de representantes de asociaciones ciclistas importantes):
Y acabó con este titular:

Yo también había prevaricado algo en el Congreso de la Bicicleta de Lleida como ya quedó claro en un post anterior. Pero la guinda, la han puesto dos informes: por un lado los Datos de Movilidad de 2009 del Ayuntamiento de Barcelona, que demuestran que los dos grandes pilares multimillonarios en los que se ha basado la promoción de la bici en nuestro país (carril bici y bici pública) no dan buenos resultados, y por otro un estudio de la ADFC (Federación de Ciclistas Alemana) donde se recomienda huir de la segregación como norma para mejorar la seguridad de ciclistas y peatones... en Alemania.

Algo está cambiando a nuestro alrededor.

martes, 1 de junio de 2010

Miedo ¿inseguridad, peligro... o interés?

En este tema de la ciclabilidad hay una cuestión que siempre se pone en juego para justificar la escasez de ciclistas en nuestras calles: el miedo. Miedo al tráfico, miedo a circular en bicicleta por algo que no sea un circuito protegido, miedo a ser atropellado, miedo a la lluvia, al frío, a mancharse, a sudar... El miedo, ese amigo íntimo tan popular, tan privado y tan público, tan interesado y tan interesante. Miedo a los demás, a la calle, a lo desconocido, a la incertidumbre.

Un miedo que no se basa en el peligro sino en la inseguridad. O mejor dicho en la percepción de inseguridad. Y en esto de la ciclabilidad, la inseguridad de andar en bici con los coches es algo tan irracional como antinatural. No está relacionado con el peligro, es decir, con la conservación de nuestra integridad. No. Es algo más oscuro, más siniestro. Es una visión, un fantasma que no nos deja ver que lo verdaderamente peligroso y mortal es andar en coche o en moto, no andar en bici.

Y mucho menos, andar en bici en el tráfico. Como uno más. Actuando e interactuando, ocupando nuestro espacio, siendo visibles, defendiendo nuestro derecho, nuestra condición. De hecho, está demostrado que la mayoría de los accidentes en los que se ven involucrados ciclistas, sobre todo en espacio urbano, ocurren en pasos peatonales e incorporaciones desde carriles bici o aceras. Prácticamente no hay atropellos de ciclistas por alcance. Es una pena, porque llevamos muchos billones gastados en construir infraestructuras para "separar a las bicicletas del tráfico hasta que éste se pueda calmar" y no nos hemos dado cuenta que la mejor manera de calmar el tráfico es contar con muchos vehículos de velocidad lenta en nuestras calles.



Claro que hace falta más respeto, más comprensión, más empatía... más civismo entre todos automovilistas y ciclistas, ciclistas y peatones, automovilistas y peatones, pero el camino no está en segregar a los más débiles sino en mejorar las condiciones de su integración. Buscar espacios compartidos, hacer ciudades más amables, más humanas, más habitables.

El problema quizá sea que todos nos encontramos seguros con nuestros miedos... y eso es lo que nos hace más "auto-inmovilistas" ¿o no?

Los costes del transporte en la salud



La American Public Health Association ha publicado un informe titulado "The Hidden Health Costs of Transportation" (los costes ocultos del transporte en la salud) que resulta realmente revelador de las consecuencias e implicaciones valoradas en billones de dólares que el estilo de vida dependiente del automóvil supone a la economía estadounidense cada año. Obesidad, accidentes y enfermedades producidas por el deterioro ambiental provocadas por una lógica de motorización, dispersión y grandes infraestructuras para los coches.

jueves, 20 de mayo de 2010

Mayo es el mes nacional de la bicicleta... en Estados Unidos

América siempre quiere estar un paso adelante, incluso en el tema de las bicicletas. Y han querido proponer todo un mes para fomentar el uso de la bicicleta para ir al trabajo. Como no podía ser de otra manera, la League of American Bicyclists han elegido el mes de Mayo para proponerlo como "National Bike Month" y además han editado una guía para todo aquel que quiera sumarse a ese objetivo.



Enlace: Guía "May is National Bike Month - Getting Started"

En New York City hacen su versión de esta propuesta la gente de Transportation Alternatives y proponen el "Bike to Work NYC"