sábado, 7 de febrero de 2015

No es país para bicis

Nos quejamos mucho. Nos gusta quejarnos. Nos lamentamos continuamente de todo. De lo mal que nos va, de lo ineptos que son nuestros políticos, de la escasa cultura social que hay en nuestro país. En los temas de la bici nos encanta decir eso de que aquí no hay cultura de su uso, y que los responsables de ordenarlo, su generación y la siguiente, no han utilizado bicicletas para desplazarse y por tanto no saben cómo hacerlo ahora que parece que la cosa resurge. Se supone que eso sirve para justificar lo mal que se están haciendo las cosas. Pero ¿vale también para explicar por qué las cosas van a peor?


Entonces ¿por qué ahora estamos más atrasados en muchos aspectos de lo que lo estábamos hace unos años? ¿Qué ha pasado? O mejor ¿qué no ha pasado?

Pues lo que ha pasado es que, pese a que el uso de la bicicleta ha crecido de manera exponencial al menos en su vertiente urbana en los últimos años, los responsables de regular el tema han promovido un proceso regresivo para con la bicicleta, encabezado por la Dirección General de Tráfico, pero amparado por muchos estamentos, e incluso mejorado por entes tan circunspectos como el mismísimo Consejo de Estado, que no ha tenido inconveniente en pronunciarse literalmente en contra del uso de la bicicleta como alternativa al coche hace escasas fechas.

Cascos, licencias, seguros, chalecos, prohibiciones, controles... esto es la guerra

De acuerdo con esta lógica, todo lo que sirva para alimentar esta estrategia será bienvenido, si aporta unas buenas dosis de miedo, de paternalismo y de boato, pues mejor.

Esta semana ha sido la más que sospechosa Cátedra de Seguridad Vial y Movilidad del Instituto Internacional de Ciencias Políticas la que ha empujado para dificultar la práctica ciclista, a través de la recomendación de la utilización de herramientas tan disuasorias como la obligatoriedad del uso del casco, la necesidad de matricular las bicis o la exigencia de hacerse con un seguro, además de recomendaciones peregrinas como llevar una matrícula impresa en un chaleco obligatorio o hacer controles de velocidad en zonas peatonales, entre otras. El informe titulado "Primero los peatones" no tiene desperdicio. Basta ver la composición de esta entidad para entenderlo.

Otra partida de sabihondos procedentes de los poderes establecidos dándose la razón mutuamente, en una sociedad subdesarrollada en temas de movilidad, en la que todo lo relacionado con la utilización de la bicicleta se traduce como peligroso, que se pondrían en evidencia en cualquier sitio menos aquí, entre sus semejantes. Ni un solo representante de los intereses de los ciclistas ni de los peatones en esos foros selectos, por supuesto, pese a que su finalidad declarada sea la de "realizar investigaciones científicas, para mejorar la seguridad en las carreteras y defender a los más vulnerables en materia de movilidad entre quienes se encuentran los peatones, los ciclistas y los motociclistas".

Los ciclistas entendidos como una clase

Y es que aquí hay todavía mucha gente empecinada en ver a los ciclistas como una clase o, casi más, como una tribu indeseable. Resulta cómodo cuando se trata de generalizar conductas reprobables, aunque sean minoritarias, y proponer medidas correctoras, éstas sí para todos. 


Y resulta que eso ya no es así desde hace tiempo. Se puede constatar en un simple paseo por las calles de muchas ciudades: los ciclistas, además de variopintos, circulan con naturalidad y con frecuencia desde hace ya muchos años, y la inmensa mayoría lo hace de una manera respetuosa y amable. Gente de distintas edades, procedencias, perfiles, actitudes y orientaciones. Proporciones cercanas al 10% del total de desplazamientos se traducen en que hoy en día en muchas ciudades hay ya 1 ciclista por cada 4 automovilistas o por cada 6 peatones y eso no es algo que se pueda desdeñar así a la ligera.

¿Dónde está el problema entonces?

Pues el problema está precisamente en la opción. La bicicleta no es la opción deseable. Lo que pasa es que mucha gente no lo quiere reconocer, no les gusta. O no les interesa. A los del establishment, a los de los poderes fácticos, a los de los bancos, las aseguradoras, la industria automovilística, las energéticas, las inmobiliarias y a todos los que chupan de sus botes no les interesa que esto suceda, menos aún en los tiempos que corren. Las bicicletas no mueven la economía y lo que hace falta ahora es mover la economía y eso se hace en coche. Punto.


Que los alemanes, centro operativo de gran parte de esta inercia estratégica, estén impulsando el uso de la bicicleta en sus ciudades no debe despistarnos. Que los franceses estén pagando un subsidio a los trabajadores que acudan en bicicleta a sus puestos de trabajo, tampoco. Que en ningún país europeo sea obligatorio el casco, la licencia. el seguro o el chaleco no les llama la atención. La miopía de nuestros gobernantes no les da ni para mirarse en los espejos que a ellos más les gustan. Porque no vamos a hablar de Holanda, Dinamarca, Bélgica, Suiza o Suecia, que esos no vienen a cuento ahora.

La solución para los problemas de la bicicleta no pasa por achantar a los ciclistas

No podemos consentir que se siga zarandeando de esta manera a las personas que han decidido utilizar la bicicleta para desplazarse, echándolas contra los peatones o contra los coches, o poniéndolas en la picota pública como incívicas y haciéndolas responsables de lo que no es atribuible más que a la falta de adecuación de las condiciones de ciclabilidad de nuestras ciudades, precisamente a ellas que no son sino las víctimas de un ninguneo que ya es demasiado sangrante, simplemente porque unos cuantos quieran seguir manteniendo intacto un estado de desarrollo que tiene en el coche y en la deslocalización dos de sus bastiones más importantes.

1 comentario:

  1. Desde el momento que la cifra de venta de coches se toma como uno de los indicadores de recuperación económica, pues...así nos va y así va a ir, por desgracia.

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