Que los semáforos son una de las enfermedades que han contraído nuestras ciudades en su afán de ser lo más automovilísticas posible, es algo que no merece la pena ser discutido. Que su funcionalidad y su programación están al servicio de la lógica de la circulación motorizada es algo que no se le escapa a nadie. Que el resto de usuarios de las calles lo sufren con esperas y dilaciones estúpidas y desproporcionadas es un tema ya demasiado manido como para que sea relevante.
Pero el colmo de toda esta denigración es que, encima, los automovilistas llevan tiempo tomándose la libertad de saltarse muchos de ellos en rojo como algo natural, con desprecio de las normas, de la seguridad vial y del resto de sus congéneres en general. Prepotencia pura.
Hasta ahora había habido mucha connivencia y relajación a la hora de perseguir y denunciar este tipo de faltas, porque todos habíamos interiorizado que era parte del juego y que estaba tan generalizado que iba a ser muy difícil de atajar, así que lo dejábamos estar y lo vivíamos con la misma resignación que el resto de los males que azotan nuestra sociedad.
Pero el mundo evoluciona y las tecnologías han venido, en muchos casos, a resolver los problemas a donde las personas no podemos o no queremos llegar. Pasó con los radares en los controles de velocidad, ahora llegan los "foto-rojos" que no son otra cosa que sensores que se incorporan a los semáforos y que detectan a los que se los saltan en rojo, algo que ya lleva unos cuantos años funcionando en otras partes.
¿Cuál ha sido el resultado? Abrumador a la vez que bochornoso. En la ciudad donde vivo, una ciudad pequeña y tranquila, uno sólo de estos chivatos tecnológicos ha tenido el mérito de denunciar a 1.214 infractores en apenas 3 meses y medio de servicio. Casi 12 al día en un sólo semáforo.
La reacción no se ha hecho esperar en el ayuntamiento que ha decidido extender este servicio a otros puntos conflictivos de la ciudad con ánimo redoblado por la intervención y la capacidad recaudadora de la dichosa máquina.
Me hace gracia cómo los automovilistas se quejan sobre todo de que los ciclistas se saltar los semáforos en rojo cuando quieren hablar mal de las bicis, pero yo a quien más veo saltarse semáforos en rojo es a los coches, cada día constantemente veo infracciones de este tipo. En vías un poco rápidas y con algo de visibilidad del cruce, los coches se pasan el ámbar y luego también ignoran los primeros segundos del rojo como si no existiera, sólo paran los que ya no pueden pasar porque los coches de la calle perpendicular empiezan a pasar por el cruce, y no son hechos aislados, hay calles y cruces donde se puede ver esto casi en cualquier cambio del semáforo de verde a ámbar y rojo, por ejemplo en muchos tramos de la Diagonal de Barcelona.
ResponderEliminarIncluso a mí me ha echado al bronca una conductora por frenar en seco ante un semáforo en rojo. ¡El problema es que yo frené en seco justo sobre la línea en la quehay que detenerse, no que ella no viese el semáforo en rojo!Y encima decía "¡los putos ciclistas que no entiendo como se quejan!" pero si os han puesto un carril bici (en el paseo de recoletos de Madrid. el día de este incidente, 28 de octubre del año 2014, no existe tal carril bici) y le pregunto. ¿me podría decir dónde está?, me dice, a la derecha, cuando lo único que había a la derecha es un carril bus y el carril donde estaba es un carril compartido con bicis de máximo 30 km/h con un dibujo de una bici para recordarlo. Le exhorto a que mire el dibujo y que me diga si hay carril bici. Dice que ella no tiene que sacar la cabeza, que yo no estoy en mi carril. Todo por su sacrosanto derecho a saltarse los semáforos.
EliminarY con la diferencia del peligro que crean coche y bici.
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