Ese por lo menos ha debido ser el resultado después de todo un día a bordo de la bici en una ciudad pensada para los coches. Empezando por los malditos semáforos, esos enemigos de todo lo que no sean automóviles a 50 kms/h.
19 semáforos pasados en rojo me parecen pocos, pero tampoco viene al caso hacer ostentación de una reincidencia obsesiva en la transgresión de la ley, aunque quizá debería hacerse como demostración de insumisión a un orden que no tiene en cuenta a los vehículos amables. 19 semáforos saltados sin poner en riesgo a nadie, ni a mi mismo por supuesto. Semáforos de regulación peatonal la mayoría, siempre respetando escrupulosamente la prioridad peatonal, algunos semáforos que gestionan incorporaciones y que incomprensiblemente no tienen una fase ámbar para ciclistas y algún otro en intersecciones desérticas con máxima visibilidad.
Saltarse semáforos no tiene, en mi caso, ningún componente adrenalínico, no me provoca ningún tipo de emoción, no me sube las pulsaciones. Más bien al contrario, me produce una cierta desazón cada vez que lo hago, porque me recuerda que los gestores de nuestras ciudades siguen dando la espalda a las personas y a los vehículos que más aportan a que sean sostenibles.
Saltarme semáforos, además, me da oportunidades que respetándolos no tendría, sobre todo a la hora de hacerme visible al resto del tráfico y a la hora de ganar posiciones en la siguiente parada. Además me posibilita hacer algunos tramos sin tráfico, lo cual hace más cómodas algunas maniobras. Pero también ayuda colarse en el tráfico, siempre con prudencia y cortesía, para buscar las posiciones adelantadas en los stops y semáforos. Siempre estando seguro de que los demás entienden lo que estás haciendo.
Ahora bien, para ganarse la aprobación del resto de usuarios de las calles, hace falta dejar claro que no eres un energúmeno transgresor de toda norma. Y para ello hay que aprovechar cualquier oportunidad y dejar claro: uno, que no tienes más prisa ni te crees más listo que los demás, y, dos, que eres especialmente educado y que procuras entenderte con los demás. Así procuro mirar a los ojos buscando a la persona que hay detrás de cada peatón, conductor, motorista o ciclista. Es un remedio infalible para buscar el entendimiento y para comprobar que los demás están al tanto de tu presencia y conocen tus intenciones.
Eso y señalizar, por supuesto. Señalizar tus maniobras, de manera inequívoca pero discreta, sin marcialidad pero con decisión. Comprobando que se entienden y siendo después ágil en la reacción inmediata, tratando de garantizar la fluidez del tráfico.
Así han sido sólo 500 coches los que he pasado, grosso modo, sin pena ni gloria, pura constatación de la ventaja de la bici incluso en condiciones vehiculares plenas.
La verdad es que hace tiempo que me detengo en algunos semáforos aunque no vea ningún peatón. Quizá me equivoque; pero creo que hay ocasiones en las que corresponde unirse a la cola de vehículos. Cuando lo que consigo es sólo más velocidad y que me adelanten reiterativamente los mismos vehículos tras cada semáforo creo que es mi momento de quedarme en la cola. Hay otros momentos en que hacerlo resulta más seguro y lo hago; pero, la verdad, me cuesta.
ResponderEliminarTe has dejado los 500 coches mínimo que se han pasado el semáforo en rojo uno o dos segundos "porque les daba tiempo"
ResponderEliminarUn poco contradictorio ¿No crees? que en el post Con Bicis y a lo loco hables de integristas y segregacionistas como cerrados al diálogo y tú me borres un comentario por decir que los que os saltáis semáforos en rojo suponéis un peligro mayor que los motorizados en los cruces regulados por semáforo para los ciclistas que sí circulamos correctamente.
ResponderEliminarPerdona "superkaos" pero yo no borro nada que no sean insultos y eso que comentas no me lo parece, así que revisa tus comentarios o vuelve a intentarlo, porque no quedó registrado.
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