Pero
estábamos equivocados. Vivíamos engañados. Nos gustaba la basura que nos
vendían tan sólo porque llevaba la bicicleta impresa. Y éramos incapaces de mirar en
perspectiva y de ser exigentes, porque la realidad fundamental seguía alentando
el uso del coche. Nos habían emborrachado de ciclabilidad fraudulenta.
Ahora
Ahora
que la cosa no es tan boyante, ni mucho menos, y que el dinero no se reparte a
espuertas, ahora que ya no hay felicidad derrochadora en busca de campañas
fáciles, de un verde amarillista, de un sostenible de pacotilla y de un ramplón
espeluznante, ahora ya no nos queda aliento ni credibilidad para volver a
retomar el discurso esencial, ese que habla de la bicicleta en primera persona,
ese que empieza desde la niñez como un juego, ese que necesita protección, pero
sobre todo contra el robo, ese que requiere de una inclusión real y una
proyección, y no precisamente a través de grandes obras megalomaníacas ni de
campañas populistas facilotas y volátiles.
Ahora
que hemos superado la maldita Semana de la Movilidad Sostenible, dejando muestras de lo falsos que somos, lo bienintencionados pero inactivos,
lo arrepentidos pero reincidentes, ahora es el momento de recordar que sólo a
través del ejemplo, de la acción cotidiana, de los acuerdos inmediatos, de las
pequeñas conquistas en los círculos de influencia personales, se cambian los
hábitos. Porque esto es una cuestión de hábitos, de decisiones personales, íntimas,
atrevidas, valientes, sostenidas.
Así
pues, permitirme que no comulgue en la ceremonia de la escenificación de la
falsedad en la que se ha convertido la Semana de la Movilidad Sostenible,
porque hay que empezar a reclamar el Día a Día de la Movilidad Deseable,
esa que recompensa a los que con sus decisiones y sus actos aportan su granito
para que nuestras ciudades, esas agregaciones impersonales de seres humanos,
empiecen a ser un poco más humanas, un poco más habitables.
La
tarea es difícil, pero merece la pena devanarse los sesos en pensar cómo vamos
a hacerlo:
- Cómo vamos a facilitar que nuestros niños y jóvenes puedan moverse en la ciudad de manera autónoma y responsable.
- Cómo vamos a hacer para fomentar que en nuestras empresas, en nuestros centros de actividad, las bicicletas sean bienvenidas y las personas que las traen, recompensadas. Igual que las que vengan a pie o, en el peor de los casos, en algo que sea un coche monopasajero.
- Cómo vamos a denunciar y dificultar el uso indiscriminado del coche.
Todo lo
que no sea eso serán milongas, paripés y declaraciones de buenas intenciones.
No sirven. De hecho, empiezan a resultar contraproducentes por
autocomplacientes, porque nos autojustifican y nos perdonan en nuestra inacción.
Así pues, basta
ya de pamplinas, que para esto no hacen falta campañas, ni subvenciones, ni
obras públicas. Esto se habla en casa, se decide individualmente, se comparte
entre colegas y se defiende con la actitud personal.
+1
ResponderEliminarLo robo para el FB.
Un gran artículo Eneko
ResponderEliminarHay tanto prejuicio que no se puede hacer nada más que pedalear. Yo ya estoy harta de que me intenten convencer de lo peligroso que es ir en bici por la ciudad, de que soy una irresponsable y una loca. Yo ya no intento convencer a nadie, como mucho contestar: yo lo hago, luego se puede hacer, tú no lo haces, luego opinas sin fundamento. Es agotador
ResponderEliminarComparto muchas de las cosas que dices en este post. Lo utilizare para mi facebook y mi twiter.
ResponderEliminarGracias por saber expresar también mis ideas.
Yo tambien lo comparto, porque me parece muy bueno.
ResponderEliminarahora es el momento de recordar que sólo a través del ejemplo, de la acción cotidiana, de los acuerdos inmediatos, de las pequeñas conquistas en los círculos de influencia personales, se cambian los hábitos