Hasta ahora parecía suficiente con denunciar los desmanes, criticar los desaciertos, aclarar las sombras y destapar las alcantarillas de todo el circo que se estaba montando alrededor de la bicicleta. Hoy no. Hoy las cosas han tocado fondo.
Es por eso que conviene empezar a plantearse qué es esencial y qué es prescindible en este absurda y multimillonaria feria que se ha montado alrededor de la bicicleta.
Vayamos por partes.
Los carriles bici, las aceras bici y otras chapuzas
En este país se ha corrido mucho, alentados por una euforia colectiva en conseguir de cualquier manera lo que un buen puñado de lunáticos interesados habían decidido que era la clave de la escasa utilización de la bicicleta en este país: la falta de infraestructuras viales exclusivas para bicicletas. Y así se han hecho todo tipo de despropósitos. Bastaba con pintar unas bicis aquí y allá y adornarlo con algunas señales y unos cuantos aparcabicis. Puesto todo así, al tuntún.
Gran parte de esos bicicarriles, lejos de ser criticados o denunciados, fueron aplaudidos por mucha gente de la llamada pro-bici, simplemente porque añadían parafernalia ciclista y ayudaban a dar visibilidad a la bicicleta fuera como fuera.
Esas infraestructuras han generado, en muchos casos, en demasiados, muchas situaciones de peligrosidad extrema y por desgracia, un buen puñado de muertes. ¿Accidentes? No siempre.
Resulta imprescindible revisar metro a metro cada una de esas vías, carriles o pintadas, para decidir si resuelven alguna situación de peligrosidad contrastada y aportan seguridad comprobable a la circulación ciclista. Si no, habrá que desmantelarlos.
La gallina de oro de la bicicleta pública
Otro monstruo alimentado por las ganas de hacer patria ciclista ha sido el inventazo de las bicicletas públicas. Ese monstruo que ha acabado fagocitando muchas de las políticas posibles de promoción de la bicicleta con la doble excusa de conseguir de golpe y porrazo lo que todas esas políticas iban a ser incapaces en números gordos y, también, por haberse vendido como un sistema de transporte público con todo lo que ello conlleva a la hora de justificar costes, déficits y presupuestos astronómicos.
¿Para qué sirven realmente las bicicletas públicas? Terrible cuestión. Nos hemos acostumbrado a contestar automáticamente que para incrementar el número de ciclistas en la calle. Les hemos atribuido la función mágica de multiplicar las bicis y después nos lo hemos acabado creyendo. ¿Cómo no iba a pasar siendo como son gratuítas, gozan de todas las bendiciones de las instituciones y de los mercados y están gestionadas, en las grandes plazas exitosas, por multinacionales de la publicidad?
Las bicicletas públicas son un monstruo que se come unos presupuestos increíbles en cada ciudad donde han sido implementadas. Unos fondos que no son comparables en el resto de políticas de fomento de las bicicletas. Nada que no hayan sido construcciones.
Es por eso por lo que hay que pedir, a la vez, que se desmantelen estos artificios y se destinen esos fondos a hacer políticas multidisciplinares y transversales para consolidar las bases de una promoción de la bicicleta que integre: educación, cultura, salud, turismo, trabajo, justicia, economía y ecología.
Con los millones destinados y los plazos comprometidos en las bicicletas públicas se puede ser realmente ambiciosos.
Las normas de la ley de la jungla
Y, por supuesto, esa normativa con la que se ha ido adornando cada municipio para dar cobertura a su interpretación, local e improvisada, de "la ley de la bici". Y, por encima de esa colección de sinsentidos y contradicciones muchas veces colindantes, habrá que revisar, reformular o derogar todo ese cuerpo legal que ha servido para organizar los núcleos urbanos de acuerdo a un modelo expansivo, donde los usos del suelo respondían más al rédito de la recalificación que al diseño de espacios para vivir y para desarrollar actividades, donde la dispersión y la especialización de las zonas ha generado una necesidad de moverse para todo que sólo se puede afrontar en coche.
Y todo lo demás
Y luego habrá que revisar todas las demás actuaciones que se han ido consumando al calor de la excitación cicloverde. Tales como registros de bicicletas, aparcamientos desproporcionados, oficinas de la bicicleta, etcétera, etcétera, etcétera.
Si algo nos ha enseñado la historia, esa misma que ahora queremos obviar por no querer encarar la terrible gravedad de la situación actual, es que las crisis, los grandes "cracks" representan oportunidades inmejorables para reconfigurar y rediseñar nuestros modelos. Esos que nos han llevado a esa coyuntura. Hay que ser valientes para replantear el escenario y para ello hay que ser valientes para desmantelar gran parte de todo este tinglado porque el "más de lo mismo" no nos va a sacar de este atolladero y los recortes desgraciadamente tampoco.
Hay un punto incorrecto, al menos en ciertos casos, en Barcelona el servicio de Bicing no es gratuito, los usuarios tienen que pagar 40€ al año por poder usarlo.
ResponderEliminarCreo que eres bastante radical en tus comentarios. Tengo 50 años, monto en bici desde los 4 años y nunca he visto una utilización tan masiva de la bici como ahora en San Sebastián que hay un buen puñado de carriles bici. Familias enteras se pasean diariamente por Donostia.
ResponderEliminarCuando vivía en Madrid me llamaban "loco" por circular en bici por mitad de las vías públicas para ir al trabajo y el número de ciclistas era escaso o inexistente.
No creo que la bici deba ser patrimonio de unos pocos iluminados suicidas.
Las vías ciclistas tienen muchos inconvenientes, pero es mejor que nada.
¿En qué años estuviste viviendo en Madrid usando la bici?
EliminarEl de Barcelona cuesta unos 18 millones€/año. Después de cuotas se queda en 13 millones €/año, para conseguir unos 60.000 ciclistas diarios. 200€ por ciclista y año, sin contar el coste de la infraestructura.
ResponderEliminarEn Sevilla, donde el servicio se autofinancia entre cuotas y publicidad, el gasto han sido los 35 millones € en carriles-bici, para conseguir unos 50.000 ciclistas. A 700€ el ciclista, aunque es cierto que a partir de aquí, sólo hay que hacer mantenimiento.
La biciescuela que tienen en Madrid atiende a unas 12 personas cada domingo (están empezando) con dos monitores, que deben costar unos 15.000€/año. De esos, aproximadamente 8 se convertirán en ciclistas habituales (datos obtenidos tras encuesta a 75 participantes en Bicifindes un mes después). Y lo que aprenden lo pueden ir difundiendo a amistades, multiplicando el efecto.
A 50€ el ciclista, que será más barato según aparezcan los ciclistas indirectos atraídos por los primeros.
Esta última política además puede ampliarse por la acción de asociaciones y voluntarios sin coste para el erario público. Las otras dos no.
Cuando uno quiere llevar razon hace con los numeros lo que quiere, ¿no?
EliminarLa infraestructura cuesta lo que cuesta pero si la valoras volorala en todos los casos, en cuanto a lo de Madrid, me da risa, si los padres no dan ejemplo y si no hay carriles bicis de ese número de futuros ciclistas hay que quitar a la mayoria.
Educación si infraestructuras tambien!
En Santander lo explota la multinacional Jcdecaux y el coste para las arcas municipales es cero ya que la empresa consesionaria se ocupa de todos los gastos de mantenimiento y de gestión del servicio.La ciudad se beneficia de un sistema de alquiler de bicicletas a coste cero y la mutinacional se beneficia gestionanando la publicidad que se instala en los mupis que están junto a la estación de bicicletas.Así de simple...
ResponderEliminarNo me gusta que se convierta en negocio lo relativo a la bicicleta. Es la manera con la que perdera su caracter de LIBRE. En cuanto a lo de las bicicletas publicas me parece una aberracion. Es un invento que solo funciona en ciudades donde no existe una cultura de ciclismo urbano (empezo en Lyon Francia, seguido por Paris, ah Paris.... si se hace en Paris hay que hacerlo aqui tambien n'est-ce pas). Quien a visto sistemas de estos en Copenhague, en Amsterdam, en Basilea mismo?
ResponderEliminarEn Amsterdam tienen uno muy hermoso!!
Eliminar