lunes, 14 de mayo de 2012

¿Se pinchará la burbuja de la bicicleta urbana?

Llevamos unos años tratando de creernos que nadie sabía nada de que eso que se ha dado en llamar la "burbuja inmobiliaria" era tan dañina y nos iba a condenar a pagar los platos rotos durante tantos años, a costa incluso de nuestros propios empleos.¡Almas cándidas! Eso o interesados maquiavelistas que estaban forrándose a costa de la estulticia general.

No sé en qué grupo se pretenderá alistar cada uno, pero me temo que en los asuntos de la bicicleta la situación, como no podía ser de otra forma, se reproduce. Creando falsas expectativas y acelerando procesos, se han perpetrado grandes operaciones a modo de "carriles bici" (por llamarlos de alguna manera) y de "bicis públicas" (por llamarlas también de algún modo), con financiaciones ocultas, con formulaciones megalíticas, con grupos de interés aparejados, con grandes aparatos mediáticos, con toda suerte de ilusión propagandística y con la bendición de la sostenibilidad reinante, nos han metido goles históricos como los de que "esto lo hacemos en un par de legislaturas" o que "el que no se monte a este carro se queda fuera de juego".

Hemos visto correr milllones de euros para montar todo este tinglado con auténtica alegría y nos ha dado igual. O peor, nos ha parecido bien. Y a los que se atrevían a poner en cuestión el asunto los han dilapidado sus propios colegas, por no estar al día en los tiempos que corren, por no estar a favor de la Bici (aunque también fueran ciclistas). De hecho, muy pocas voces se han mantenido firmes para criticar las actuaciones realizadas en pro de la bici, por más sangrantes y deficientes que estas fueran.


¿Ciclistas criticando medidas pro-bici?

Nadie ha puesto en tela de juicio los presupuestos desorbitados que se han consumido en carriles bici, la mayoría de ellos deficientes, inútiles o peligrosos. Nadie ha denunciado el pastón que se ha derrochado en bicicletas públicas, que jamás de los jamases se hubieran destinado a cualquier otra invención sobrevenida como lo fueron en su día. Nadie ha cuestionado que no se estuvieran dedicando los mismos presupuestos a calmar el tráfico, a introducir la bicicleta en los centros educativos, a impulsar programas para fomentar los desplazamientos en bici a los centros de trabajo, a proveer a los usuarios de soluciones de aparcamiento seguras y cómodas, a fomentar la intermodalidad, a prestar bicicletas a públicos  objetivo o a enseñar a la gente a andar en bici. Nadie o casi nadie, que para la gente que se ha puesto a cantar las alabanzas del carril-chapuza-bici-pública, viene a ser lo mismo.

Estamos ante un proceso realmente siniestro de lavado de cara de nuestros responsables políticos y muchos de los cívicos que entraña una irresponsabilidad histórica de una dimensiones realmente gigantes que está condenando el desarrollo adecuado y sensato de la bicicleta como medio de locomoción urbano y que, sobre todo, está impidiendo sentar las bases de una manera sólida y estable, para garantizar su crecimiento.

¿Cuánto tiempo seguiremos aparejando esta operación bici mientras miramos a otra parte y seguimos consolidando la lógica motorizante y la denigración de los espacios públicos? ¿Cuánto tiempo vamos a seguir soportando el deterioro de nuestras ciudades como espacios para vivir?

Somos unos inconscientes capaces de condenar el deterioro planetario, el económico, el político o el social, mientras, a la vez, reproducimos las mismas injusticias, negligencias y tratos de favor cuando se trata de lo nuestro, de nuestras opciones. La bicicleta, entendida como instrumento de "green washing" (lavado de cara verde), puede convertirse en un arma de doble filo, que sirva para dar cobertura a muchos vicios adquiridos de la hipermovilidad motorizada y para agredir la tranquilidad de los espacios públicos relacionales.


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