Es fácil promulgar un nuevo orden, proponer toda una serie de medidas en positivo que alienten la elección de los modos de transporte personal deseables pero ¿se puede hacer esto sin restar oportunidades al coche? Difícilmente.
Entonces, ¿qué resultados podemos esperar de las políticas de movilidad que se limitan a incrementar la oferta de modos de transporte sin restar opciones al coche? ¿O es que basta con peatonalizar los cascos históricos, habilitar unos cuantos caminos para bicicletas absolutamente deficientes, reducir las velocidades de circulación, establecer áreas de aparcamiento de pago e incrementar la oferta de transporte público, y a la vez proponer más aparcamientos de rotación en el mismo centro urbano y seguir promocionando la dispersión de la población y la deslocalización de las actividades?
Parece descabellado proponer a la misma generación a la que hemos convencido durante décadas de que vivir en el extrarradio, moverse en un coche, trabajar en un polígono, comprar en un centro comercial y divertirse en un centro de ocio era lo mejor a lo que se podía aspirar, que ahora abandonen ese modelo sólo porque alguien ha llegado a la conclusión de que no nos lo podemos permitir, que es insostenible. ¿La misma generación que aprendió a meter mano en el coche ahora pretendemos que renuncien a él? No sé, creo que es de locos tan sólo intentarlo.
¿Cómo hacerlo?
Sin embargo, resulta imprescindible proponer actuaciones que vayan encaminadas a sustituir viajes de coche y a recuperar el espacio cedido para el uso del tránsito motorizado, para disponer de él para su aprovechamiento colectivo. Y eso pasa por:
- Incrementar la presión fiscal sobre la compra, tenencia y uso del coche.
- Reducir el número de carriles dedicados a los vehículos a motor privados así como la sección de los mismos.
- Ralentizar su circulación priorizando las de otros modos.
- Suprimir plazas de aparcamiento, especialmente de rotación.
- Habilitar soluciones de transporte de mercancías alternativas para reducir la concurrencia y la ocupación de las calles para las operaciones de carga y descarga.
Ahora bien, eso sólo debe ser el principio de un cambio más profundo y a más largo plazo. Un cambio que persiga:
- Frenar la dispersión del urbanismo.
- Repoblar los centros urbanos.
- Proteger el comercio de proximidad.
- Fomentar la relocalización de las actividades, haciendo especial hincapié en devolver los servicios, el comercio y las actividades culturales y de ocio a los centros urbanos.
- Promover los centros educativos de barrio.
- Y facilitar la vida en la calle.
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Los colectivos ciclistas no, simplemente porque la bicicleta no es la herramienta para hacerlo.
ResponderEliminarLas administraciones, por supuesto, tampoco.
Los que trabajamos en esto somos aquellos que venimos organizándonos de forma autónoma contra los proyectos existentes de expansión urbanística, de construcción de nuevas autovías y parkings subterráneos.
Saludos
Estamos en un país donde premia la compra del coche. Es imposible entonces hacer política para reducir el uso del coche cuando se está por otro lado dando subvenciones para el uso del mismo.
ResponderEliminarPor no hablar del dinero que recoge el ayuntamiento, de Madrid sobre todo, por el uso del coche (estacionamiento regulado, impuestos en la gasolina, impuestos matriculación, impuesto de circulación, etc. etc. etc.).
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