viernes, 25 de febrero de 2011

Morir de felicidad yendo en bici a trabajar

Se me juntan tres informaciones que me ayudan a mostrar las diferentes perspectivas o enfoques de una cuestión común: ir al trabajo en bici.

Por un lado, un artículo inglés revela que la felicidad es la suma de trabajo, sueño y... bicicleta. Según dicho autor, y basado en varios estudios realizados por New Economics Foundation y Young Foundation, hoy en día la felicidad no se mide por nuestras posesiones y nuestra posición social. No. Nos hemos hecho mucho más prosáicos, más hedonistas. Más allá de la propiedad y el status, comer y dormir... y andar en bici son los ingredientes que nos aportan más bienestar. Sí, a los ya conocidos efectos sobre el estado de ánimo y la percepción de bienestar que garantizan el tener trabajo y gozar de un sueño reparador, ahora hay que agregarle la utilización de la bicicleta para ir al trabajo. De acuerdo con estos estudios,  

Comparando las experiencias en los viajes obligados en bici y en coche queda patente que los ciclistas encuentran su modo de transporte al menos tan flexible y conveniente como los automovilistas, pero con menor estrés y mejores sensaciones de libertad, relajamiento y excitación.

Si a esto le sumamos los beneficios que tiene la bici al mejorar la salud y el rendimiento laboral, ahorrar tiempo y dinero, además de reducir la contaminación, como recoge en su informe Eroski Consumer, no podremos evitar propagar la buena nueva de que utilizar la bicicleta a diario para nuestra movilidad es la fórmula para sentirnos mejor y colaborar en la construcción de ciudades más habitables y empresas más productivas.


Ahora bien, siempre habrá quien intentará chafarnos esa visión ofreciéndonos datos contradictorios para contrarrestar esa euforia. Según otro estudio (hay estudios para todos los gustos y para todos los objetivos) ir al trabajo en bici puede matar. Sí. En una escala de los riesgos cotidianos que podrían llevar a los ataques cardíacos, pasar tiempo en el tráfico, ya sea como conductor, ciclista o viajero, encabeza la lista debido a factores como el estrés y la exposición a la contaminación. Pero de todos estos, el ciclista es el que está más en peligro, ya que están más expuestos a los factores contaminantes y se están sometiendo a otro factor que provoca los ataques al corazón: el ejercicio.

Héte aquí cómo uno de los grandes agentes para la reducción de la contaminación urbana que nos está matando con mayor incidencia que los accidentes de tráfico, se puede revelar como una trampa mortal en su mera práctica ya que eleva el riesgo de ataque de corazón.

Así pues, aunque el gran reto de nuestro mundo civilizado se ha convertido en tratar de buscar alternativas al uso exagerado del coche como medio de transporte urbano, por los perjuicios que provoca al medio ambiente, a la salud y a la habitabilidad de nuestras ciudades, parece que la bicicleta no aporta sino un mayor riesgo personal de muerte prematura. Luego, mejor dejemos las cosas como estaban ¿no?

Yo he consultado con mi corazón y me ha dicho que si dejo de andar en bici él se va a encargar de acabar conmigo, primero porque va a participar en mi declive físico y segundo porque va a liderar mi decadencia emocional. Yo le hago caso a mi corazón, que es el que me mantiene vivo... y coleando.

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