Coches, buses, bicicletas, peatones, furgonetas, camiones, motos, patinetes... parece que estamos obsesionándonos un poco por establecer unas reglas del juego y hacer unas conquistas priorizando en la forma de moverse que ha elegido cada cual, y nos parece que con esto ya cumplimos con la ciudad, la sostenibilidad y la estrategia de futuro. No digo que esté mal, pero seguimos centrando la atención en el movimiento y en la necesidad de moverse y quizá estemos perdiendo el foco sobre una cuestión de mayor trascendencia: la concepción de ciudad y de espacio público.
La esencia de una ciudad no puede estar supeditada a la necesidad de su gente de moverse o a la dependencia de los desplazamientos y la demanda de que estos sean lo más eficientes posible. Como tampoco a las consecuencias derivadas de ello. Eso debería estar en un segundo plano y lo que debería prevalecer es la concepción de la ciudad más que como un conjunto de edificaciones y calles, como un espacio común donde sus habitantes tienen que desarrollarse y desenvolverse como personas sociales que son. Y ahí el desplazamiento es sólo una de las actividades y seguro que no es la más importante ni prioritaria.
Hemos cedido las calles a la movilidad
Ha sido una falsa promesa, un canto de sirena que nos ha hecho olvidarnos de para qué servían las calles, si es que tienen que servir para algo. La movilidad no es más que una enfermedad que hemos contraído en nuestra sociedad y que ahora nos afanamos en tratarla y en hacer que sea lo menos dañina posible para nuestra salud. Pero no deja de ser una enfermedad que hemos consentido gustosos en contraer.
Incapaces de ver lo que se nos venía encima, empezamos consintiendo que los coches estacionaran en las calles, una vez que unos cuantos potentados empezaron a circular orgullosos sobre esos carruajes automóviles por nuestros pueblos y ciudades. Luego tuvimos que delimitar las aceras para "defender" a la gente de aquellos que habían decidido circular en coche por esas calles que antes eran planas y no tenían jerarquías. La semilla del mal ya había prendido. La explosión del utilitario al alcance de cualquier familia hizo todo lo demás.
Así las calles perdieron su condición y pasaron a ser vías de circulación y la gente quedó recluida en aceras exiguas y en el interior de plazas y parques. La diseminación de la residencia, del trabajo, de los centros escolares, de los centros comerciales y de los centros de ocio nos hicieron llegar a pensar que sólo se podía vivir en coche. Hasta que unos pocos locos empezaron a cuestionarlo, alarmando sobre el deterioro del entorno, la salud y de las consecuencias insostenibles e inasumibles que eso tenía para nuestra sociedad y para nuestra economía, pero sobre todo para las personas. Y los tacharon de retrógrados antisistema.
Ahora parece que queremos darle la vuelta a este proceso. Pero seguimos aquejando síntomas de la misma enfermedad que nos trajo hasta aquí. Creemos que la cuestión central es en qué medio de transporte se debe desplazar la gente y acondicionar el viario para dar oportunidades a esos medios empezando por la gente que todavía camina para desplazarse dentro de la ciudad, que sigue siendo mayoría, siguiendo con los que lo hacen en bici, después los que utilizan el transporte público y en último lugar los que se mueven en automóvil privado. Y seguimos dejando de lado lo que debería ser la cuestión central, que no es otra que cómo y para qué queremos que sean las calles. Todas y cada una de las calles de nuestra ciudad.
Estamos tan afanados en repartirnos el queso y que nos toque más porción, que no hemos pensado siquiera que podríamos cambiar el queso por un jamón o por un melón.
No son vías de circulación, son calles
Este es el verdadero ejercicio que cambia la configuración y que pone el acento donde realmente merece la pena. Hay que replantearse qué papel juega y qué papel nos gustaría que jugara cada calle de nuestra ciudad. Si queremos que siga siendo una vía de paso, una colección de plazas de aparcamiento adosadas, una autopista urbana o preferimos que vuelva a ser un espacio de encuentro donde salir despreocupadamente a relacionarse con los vecinos y con los visitantes, a tomar el sol, a conversar, a jugar, a leer o a estar.
Este ejercicio habrá que hacerlo en cada calle y en cada barrio, con el objetivo de rehabilitar espacios y zonas interiores donde posibilitar que se produzca este cambio. No todas serán iguales. Habrá que preservar algunas como puras vías de circulación, otras quizá merezca la pena revertirlas hacia un uso social y habrá un millón de casos diversos. No tengamos miedo a planteárnoslo. Y recordemos que la ciudad es un organismo vivo, en continuo cambio y evolución y que lo que hagamos hoy igual no vale dentro de 10 años o 20.
Ah, una última cosa. No tengamos miedo en quitar plazas de aparcamiento o en poner precios prohibitivos por ocupar espacio público para dejar vehículos privados estacionados. El otoño del aparcamiento libre hace tiempo que ha llegado para quedarse.
Quizá la manera japonesa de resolverlo te interesa http://www.ungatonipon.com/3587/las-dificultades-de-tener-un-coche-en-tokio
ResponderEliminarHombre, Eneko, a estas alturas de la historia de las ciudades, reclamar la devolución de las calles a la gente, expulsar a los automóviles, me parece un objetivo irrealizable, demasiado ambicioso. Ya sabemos que las aceras son un invento de los autos, pero es que estos llevan ya más de un siglo de dominio. Mucho más realizable, por mucho más modesto, es conservar las aceras para los peatones —o quizás habría ya que decir devolver— , impedir que la circulación de bicis por las aceras siga aumentando con el populismo y la tolerancia municipal. ¡Tan enrolladitos, tan liberales, tan demagogos nuestros ayuntamientos —ya se sabe: la "convivencia" entre bicis y peatones—, que no se atreven a plantar cara a los capullos ciclistas de acera! El objetivo tiene que ser: ¡Bicicletas por las aceras, no!
ResponderEliminarSaludos
Dionisio García: Te estas olvidando de lo más importante... la bicicleta no tiene por donde circular de manera segura, y es el vehículo más eficiente y sustentable que existe hasta ahora! es la salvación a una gran cantidad de problemas en la ciudad. la Bicicleta es la solución, hay que concentrarse en transformar las ciudades para que se pueda circular de manera segura en bicicleta. esa es la cuestión así como dices las bicicletas por las aceras no yo te digo los autos privados libres NO!, y aunque no lo creas su uso deliberado e indiscriminado será abolido! por completo vas a ver, el hombre es inteligente y tarde o temprano lo entenderá. te recomiendo que estudies un poco al respecto, cuales son los estudios y las cuestiones de vanguardia, y entenderás lo que te estoy diciendo. saludos!
EliminarDevolver la ciudad al peatón si es realizable y se hace. Me viene a la mente ciudades como Pontevedra, Burgos, Pamplona y San Sebastián, donde se está ganando terreno peatonalizando grandes arterias mas allá de los cascos históricos. Puedes echar un vistazo a la Huella Peatonal de 22 ciudades españolas que analicé en mi tesis doctoral. Saludos
ResponderEliminarNo tengo nada que objetar a que se devuelva la ciudad al peatón —realizado sólo en esa especie de guetos que son las calles peatonalizadas—, pero mi mayor problema —en aumento— en cuestiones de circulación son las bicicletas por las aceras, circulación —con la que, por lo visto, hay que ser tolerantes— favorecida por el consentimiento de ayuntamientos y por la buena prensa que las bicicletas tienen. Como no contaminan, pues... ¡velay! En cuanto a la peatonalización de las calles, lo que suele ocurrir es que dichas calles pasan a ser de dominio ciclista o, en el mejor de los casos, se da una especie de promiscuidad entre bicicletas y peatones, en contra de estos por supuesto. Objetivo más modesto: ¡Bicicletas por las aceras, no!
ResponderEliminarNo me parece plausible eliminar la movilidad como un factor importante y consustancial de las ciudades. Sí creo que hay que potenciar la habitabilidad en detrimento de la movilidad y, por supuesto, reducir -si es posible hasta la nada- conceptos como eficiencia, velocidad y prisa. No creo en la leyenda de que las aceras se inventaron a causa de los coches, mejor dicho, es que no es cierto ni aproximadamente, ni siquiera en lo que concierne a sus medidas: los peatones siempre hemos estado jodidos, incluso cunando solo había carros y caballerías. Eso sí, los automóviles contribuyeron a su instalación por todo tipo de calles en todo tipo de calles (incluidas las de medidas modestas), ciudades y países. Coincido con Dionisio en lo de las aceras y las bicis. Si alguien encarna la resistencia ante todos esos conceptos indeseables que hemos mencionado, son la personas a pie, ya estén estáticas o en movimiento, además de constituir la excelencia medioambiental. Los ayuntamientos siguen sin querer asumirlo y obrar en consecuencia, entre otras cosas porque ello implicaría ponerse de cara al muy poderoso lobby ciclista y al top de los lobbies en esto de la movilidad, el automovilista, que va de la mano del anterior muchas más veces de lo que a este le gustaría reconocer. Saludos.
ResponderEliminarDionisio García: Te estas olvidando de lo más importante... la bicicleta no tiene por donde circular de manera segura, y es el vehículo más eficiente y sustentable que existe hasta ahora! es la salvación a una gran cantidad de problemas en la ciudad. la Bicicleta es la solución, hay que concentrarse en transformar las ciudades para que se pueda circular de manera segura en bicicleta. esa es la cuestión así como dices las bicicletas por las aceras no yo te digo los autos privados libres NO!, y aunque no lo creas su uso deliberado e indiscriminado será abolido! por completo vas a ver, el hombre es inteligente y tarde o temprano lo entenderá. te recomiendo que estudies un poco al respecto, cuales son los estudios y las cuestiones de vanguardia, y entenderás lo que te estoy diciendo. saludos!
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