Parece que se va agotando el aceite del candil que alumbra la quimera que muchos han alimentado durante mucho tiempo y que había casi convencido a la población dócil y mentecata de que lo de la bicicleta era una cosa muy complicada y aún la teníamos que hacer más. Carriles bici dedicados y segregados del tráfico por doquier, bicicletas públicas intercomunicadas y ubicuas entendidas como transporte público individual, registro de bicicletas con aplicación en la nube para aportar mayor seguridad y control al asunto, todo indicaba que lo de la bicicleta requería toda una operación que debía orquestarse necesariamente si se quería tener un mínimo éxito en la promoción de este medio.
¿Dónde quedaba aquel fantástico invento sencillo, fácil y al alcance de cualquiera? Nada de lo que hasta entonces había ocurrido o se había inventado iba a servir. Todo nuevo, todo con buenas dosis de ingeniería, todo con magníficos presupuestos y tecnología punta, todo con un buen altavoz mediático. Tan terrible como cierto. Y todos tragando con ello, sumisos, ilusionados con que se estaban siguiendo las pautas, conquistando los espacios, cumpliendo las etapas imprescindibles para convertir nuestras ciudades en la tierra prometida de los pedaleadores.
Ahora que han pasado unos años y la cosa se ha ido serenando, sobre todo porque el dinero ya no corre a chorro mortero y hay que hacer cosas baratas pero efectivas, nos vamos dando cuenta de que el despilfarro en esto de la bici tampoco ha dado tan buenos frutos y que las grandes invenciones han fracasado en su intento de promocionar la bicicleta. Y no sólo porque muchas de ellas no hayan sido tan efectivas como se prometían, sino porque han dejado claro que desnaturalizar la bicicleta sólo ha servido para garantizar o incluso mejorar las posiciones dominantes del coche y para hacer ver que eso de incluir a la bicicleta en el reparto modal requería unas dificultades fabulosas.
Sistemas de bicicletas públicas cerrando, el precursor de los bicirregistros en quiebra, los carriles bici que han hecho techo en la inducción a la utilización de la bicicleta en porcentajes ridículos y mucho dispendio que los ayuntamientos que han decidido mantenerlo tratan de justificar casi a cualquier precio.
Parece que vamos a tener que retomar el tema desde la óptica que nunca debimos de abandonar, que es la de la normalidad, la naturalidad, la progresión aritmética, comenzando por sentar las bases y sin tener tanta prisa por recoger frutos o hinchar el resultado.
Pero es que nos gusta tanto dejarnos encandilar...
Datos extraídos del informe "Las Ciudades y La Bicicleta" de la Red Civinet de España y Portugal.
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