A veces nos enredamos en discusiones eternas, que no hacen más que generar violencia, nos enzarzamos en altercados que no van a ninguna parte por tener la razón. Y la razón no existe o es una cosa, cuando menos, subjetiva.
Hoy me ha pasado, por ejemplo. Iba yo en mi bici tranquilamente, haciendo mis pequeñas irregularidades inofensivas y totalmente seguras, cuando he notado en una parte del trayecto que un motorista necesitaba adelantarme, pese a que circulábamos, yo por el centro del único carril, por una zona de aparcamiento que desembocaba en una calle con un stop de escasa visibilidad.
Al incorporarme en el tráfico y viendo que no había moros en la costa yo pensaba atajar cometiendo la ilegalidad de pisar una doble continua cuando he notado que el motorista, harto de ir apenas 20 metros a la miserable velocidad de un ciclista presuntamente distraído, iba a rebasarme y casi colisionamos.
- ¿A dónde vas? - se me ha ocurrido preguntarle, viendo que su maniobra acelerada y excesivamente cercana podía haber motivado que nos chocáramos o que me tirara.
- ¡A dónde vas tú! - me ha contestado no sin razón, pero con excesiva violencia.
- ¡No me pases tan cerca! - y he seguido tranquilamente.
A los 50 metros (todo ha ocurrido en muy poco espacio) he oído una moto que pitaba y un tipo que vociferaba. He parado. No sé cuántas barbaridades he tenido que oír en apenas 15 o 20 segundos. Que yo no podía hacer esa maniobra, que me he comportado como un imbécil y no sé qué más. Todo con una violencia totalmente exagerada.
- Vale, tienes razón.
Y se ha marchado. Cuando apenas había doblado la curva, incorporándose de nuevo al tráfico, me he dado cuenta de que, para saciar su necesidad irrefrenable de reprenderme el motorista ha girado 180º pisando las mismas lineas continuas que habían causado nuestro desencuentro y he pensado para mis entrañas, intentando calmar el escozor que sentía.
- La razón está para darla... la razón está para darla.
Así es, desde luego.
ResponderEliminarBuen blog éste, me gusta. Gracias