miércoles, 25 de marzo de 2015

La penatolalidad y la ciclalamidad

Cada día que pasa, cada itinerario que camino, cada trayecto que recorro en una de mis bicis me doy cuenta de que los que hemos apostado por algo que no sea un coche para desplazarnos no somos bienvenidos en esta sociedad. Y no precisamente porque nos lo digan. No. Más bien al contrario. Se encargan de decirnos que están haciendo cosas para que nos sintamos cómodos, para que cada vez más gente se anime a dejar el coche y hacer otras opciones para moverse en la ciudad. Pero es mentira.

Nos penalizan. Nos hacen pasar penurias como la de estar mirando como pasa lentamente un segundero desde el segundo 98 hasta el 3, cuando ya no podemos más porque llevamos cerca de 30 segundos en que no pasan casi coches y nos lanzamos a la calzada arriesgándonos a que un automovilista (de los que entienden que el ámbar es verde o que el rojo reciente les permite dar el acelerón final) nos pegue un susto de muerte y un bocinazo amenazador. O tener que bordear toda una fabulosa rotonda porque a alguien se le ha ocurrido que había que agilizar el tráfico en ese cruce.



Nos someten a calamidades tales como montar secuencias de semáforos que sólo permiten circular por una avenida a 50 kilómetros por hora, ya que, si lo haces a menos, te vas a comer varios semáforos enteritos y, si osas saltarte uno de ellos, van a estar allí con su bocinita y su retintín para recordártelo: "las normas son para todos". Eso o que tienes lo que ellos llaman un carril bici, que no es otra cosa que un vericueto lamentable que te pone en mil y un situaciones incomprensibles y multiplica tu riesgo y el tiempo que tienes que invertir en tu viaje.

Los que caminamos o pedaleamos por la ciudad estamos castigados. Hasta ahora pensaba que sólo estábamos ninguneados, pero cada vez que lo intento, lo vuelvo a comprobar: esto es un castigo. Por no haber sabido elegir, por no apoyar la opción de los más poderosos, de los más convenientes, de los que soportan el peso de la responsabilidad de sostener el sistema, de los que cimentan la economía, el bienestar, la competitividad, el consumo, los impuestos, las cargas sociales, la financiación necesaria para todo ello y el buen nombre de nuestros gobiernos.

Cada vez que no elegimos el coche hundimos un poco el sistema, desestabilizamos un poco la economía, restamos impuestos, ahorramos gastos, dejamos de consumir dinero, tiempo y espacio, dejamos de colaborar en el mantenimiento de todo esto, dejamos de beneficiar a unos pocos en perjuicio de una multitud. Y ellos lo saben y es por eso que se encargan de hacer todo lo posible para que sea una penitencia, una penalidad, una calamidad. 

Fotografías: Adoquines y losetas

1 comentario:

  1. Pones palabras a lo que muchos sentimos andando en bici a diario en la ciudad...

    ResponderEliminar