Ya está, Pamplona ha sido premiada con el distintivo de ciudad más sostenible según los premios que otorga la Fundación Forum Ambiental con el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente y de Ecoembes. Un honor. Sobre todo después de haber perdido la Capitalidad Verde Europea a manos de nuestros vecinos vitoriano-gasteiztarras.
Una de las ciudades con más metros cuadrados de césped en parques intraurbanos por cabeza de Europa y con más kilómetros de vías ciclabilizadas contabilizadas por habitante de este país tenía que hacerse con un galardón que se lo reconociera y al final ha encontrado su recompensa. Bien. Objetivo cumplido.
No sé cómo lo habrán hecho en gestión del agua, de los resíduos y en ahorro energético, pero lo que es en movilidad, si lo que han hecho es sostenible y galardonable, estamos apañados.
Pamplona, por más que se adorne de todos los aditamentos de lo que se entiende por movilidad sostenible (peatonalizaciones, carriles bici, bicis públicas, zonas de aparcamiento restringido, semanas de la movilidad, campañas y tal) no ha conseguido ni por asomo el objetivo central de dicha misión: reducir el uso del automóvil privado en los tránsitos urbanos.
Pamplona sigue siendo una ciudad donde el coche no sólo campa a sus anchas, sino que en los últimos años su uso se ha visto potenciado. Las avenidas principales siguen estando a su merced, las calles secundarias también, incluso las zonas peatonalizadas siguen siendo invadidas sistemáticamente por coches, ante la negligencia policial. La gestión de los aparcamientos, tanto en superficie como subterráneos, siempre ha ido más dirigida a atraer viajes que a disuadirlos. La oferta de aparcamientos de rotación en zona peatonalizada es monumental y todo el calmado de tráfico se ha limitado a desarticular una zona 30 y reconvertirla en un montón de calles con la velocidad limitada a esa velocidad, pero donde el coche sigue gozando de una prioridad tácita.
El Ayuntamiento de Pamplona no ha sabido impulsar la bicicleta como medio de transporte y se ha limitado a habilitar un montón de aceras a base de pintar unas líneas en ellas para permitir la circulación ciclista como medida más notable. Es cierto que ha habilitado carriles bici en las urbanizaciones nuevas y algunos de ellos son pasables (siempre con las salvedades de los encuentros con la calzada), pero en la ciudad consolidada ha hecho auténticos pasillos estrechos y peligrosos, que confinan a los ciclistas y los denigran obligándoles a circular en unas condiciones penosas y a describir unos itinerarios imposibles.
Pero es que el Ayuntamiento de Pamplona tampoco ha sabido gestionar la movilidad peatonal de una manera eficiente y de calidad. Su acción se reduce a hacer peatonalizaciones deficientes, ya que, en la mayoría de ellas los vehículos a motor siguen teniendo demasiada presencia, a habilitar unos cuantos ascensores para salvar desniveles, de los cuales el único que verdaderamente se utiliza cuenta con un fabuloso parking sin regular a su pie y construir carísimos parques a modo de refugios, pero las personas que caminan siguen estando marginados en aceras estrechas que describen itinerarios muchas veces excesivamente dilatorios.
Eso por no hablar de la gestión del Parque Fluvial, del que tanto presumen y que en la capital navarra no pasa de ser una banda estética de verdín más o menos urbanizada esquilmando los márgenes del Río Arga, donde los peatones sufren el acoso ciclista, por no haberse sabido prevenir su utilización masiva como pulmón no motorizado y transversal de la ciudad. Igual ha pasado en el resto de parques y corredores verdes, exceptuando quizá la Vuelta del Castillo y los nuevos de Trinitarios y Kosterapea, donde las vias ciclistas son más que cuestionables. Lamentable.
Sólo desde hace un año, sospechosamente, dentro de la estrategia de Agenda 21 de revisión de los indicadores de sostenibilidad (¡que en movilidad cuenta con una comparativa 1992-2004!), han consentido en proponer un Observatorio de la Bicicleta (que no de la movilidad, que de esa no quieren oir hablar fuera de la Semana) donde, con una presencia dominante de personal municipal y con carácter puramente consultivo, se hace voluntarismo pro-bici, siempre empujados por una oposición política mayoritaria que les conmina, vía plenaria, a realizar algunas actuaciones puntuales tales como el estudio de ampliación de la oferta de aparcamientos cerrados para bicicletas o la reciente reconfiguración de uno de sus accesos al centro.
Esta labor, al menos en lo que a movilidad respecta, no puede ser nunca merecedora de nada más que de una crítica contundente. Quede constancia.
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