Lo que pasa es que en esto, como en tantas otras cosas, nadie se ha preocupado en saber cómo funciona realmente, cuánto cuesta, cómo se paga y quién se enriquece con ello. Igual porque nadie se ha preocupado tampoco en explicarlo. Igual porque es tan grave que es mejor que el vulgo lo disfrute... y lo pague.
Un ejemplo sangrante se recoge en el periódico regional opositor de la región donde vivo: la Autovía del Camino es una de esas obras desproporcionadas realizadas en los años de la depredación del suelo, del derroche del dinero público y del fasto descomunal.
El Supercamino
Una obra de apenas 70 kilómetros que costó 334 millones de euros, sólo un 11% más de lo presupuestado, pero que se decidió fin
anciar con la perversa fórmula del "peaje a la sombra". Perversa sobre todo cuando está mal calculada. Según este método la Administración firma una concesión con un grupo de inversores gracias al cual se ahorra los fastuosos desembolsos que exige una infraestructura de estas características a cambio de pagar, una vez construída, por cada kilómetro recorrido por cada vehículo que utilice la vía.
Si el cálculo hubiera estado bien hecho, el precio por kilómetro sería justo y el sistema de financiación razonable. El problema viene cuando el cálculo de usos se hace a la baja y el precio se infla. Entonces llega el beneficio, y con él la sospecha. Sobre todo cuando no se cumplen las expectativas oficiales y la autovía es un éxito y se usa mucho más que lo que se creía y el beneficio se dispara.
Pues resulta que la citada autovía cuenta con estos ingredientes y el gobierno regional, como todos los gobiernos regionales en estos momentos, está pagando el pato, y lo está pagando además, no a la concesionaria original (mezcla de caja de ahorros, gran holding constructor y pequeña amalgama de constructores locales) sino a un grupo inversor filial ni más ni menos que del Deutsche Bank que, enterado de la rentabilidad exorbitante que ofrecía, decidió hacerse con el 80% del negocio.
¿Cómo vamos a sufragar esto?
En nuestro triste caso a razón de 5,82 por cada vehículo ligero que recorra los 72 kilómetros o de 7,84 euros por cada vehículo pesado hasta 2032. Y eso que la crisis, la bendita crisis está haciendo que el tráfico disminuya, también en esta vía y que se haya paralizado la expansión inmobiliaria que genera, a modo de racimo, cualquiera de estas grandes infraestructuras de alta capacidad y alta velocidad a su alrededor.
¿Quién va a parar todo esto? Desde luego este no parece el Camino. El Camino de la austeridad, de la humildad, de la solidaridad, aunque algo conserva del espíritu del Camino: la penitencia.
Como bien sabes Eneko...después de ser denunciado por el órgano contable fiscalizador de Navarra (Cámara de Comptos), y de revisarse en el Parlamento....el ejecutivo foral decidió que ESA era la fórmula con la que iba a acometer una nueva infraestructura. No es que no lo sepan, es que son unos caraduras y no tienen miedo a nada!
ResponderEliminarMenudo robo. Otro más
ResponderEliminarCuriosamente en Madrid pasó lo contrario. Las radiales de peaje tuvieron previsiones mayores a las reales. Curiosamente aquí había una compensación si el volumen de coches caía por debajo de un umbral, como así ha sido.
ResponderEliminarEl tema es que el estado pasa de meter más pasta (afortunadamente) y están todas en concurso de acreedores.
La pregunta:
¿qué se hace con una autopista que nadie quiere? ¿se abandona hasta que crezca la hierba? ¿Se cede a los ayuntamientos para que pongan canchas de baloncesto? ¿Las usamos de GIGANTESCO carril-bici?