Tocaba parar. Y dedicarse a la vida contemplativa, al placer de no hacer nada, al cambio de rutinas, a andar en bici, nadar y retozar. A escuchar música, a leer y a cotillear la conversación de Iphone de la vecina de toalla, que está encantada de estar desenamorada de ese tío que no le merecía y de poder contarlo una y otra vez. Tirarse a la bartola tiene su premio. La placidez de estas playas norteñas es el remedio a estas olas de calor que deben andar sufriendo por ahí. Aquí no se nota el sofoco. Así que vamos a resistir unas semanas.
Saludos desde el paraíso y hasta la vuelta (con minúscula).
que envidia (mas sana:) que dais, dentro de poco me toca a mi chicos!!!
ResponderEliminarUn saludo.